Con esta última entrega, cierro, por esta vez, el homenaje de La Cosa a Alfredo Guevara. Ahora se trata de la transcripción de la conversación que sostuvo con Amaury Pérez para el programa televisivo Con dos que se quieran…, el 22 de septiembre de 2010.
Amaury Pérez (A.P.):
Muy buenas noches. Estamos en Con dos que se quieran, aquí en 5ta. y 32, en Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala. Hoy me acompaña uno de los más grandes intelectuales cubanos del siglo pasado y de este. Cineasta, escritor, ideólogo, soñador. Para mí es un privilegio, no solo tenerlo en el programa, sino que me hayan acompañado durante muchos años su magisterio y su amistad, mi amigo, Alfredo Guevara. Alfredo, ¿cómo está usted? Todo mi amor.
Para no explicar mucho, en nuestra intimidad, nos tratamos de tú, pero por respeto a los televidentes, por respeto al espacio, me voy a permitir tratarlo de usted. Alfredo, la primera entrevista que le hice, fue hace dieciséis años para un programa que yo tenía que se llamaba Muy personal, ¿cuánto ha evolucionado su pensamiento en dieciséis años? ¿Qué cosas le importaban entonces, qué cosas le importan ahora?
Alfredo Guevara (A.G.):
Me haces pensar en mí mismo más que en hecho y época, porque imagínate, has hecho una presentación de un personaje de dos siglos, yo no tengo dos siglos, pero tengo muchos años.
Cuando muy joven sí tenía otra visión, pero en dieciséis años nada ha cambiado de esta obsesión que te diré: los jóvenes. Se me salió desde entonces, y desde un poco antes, desde que regresé de París, la vocación que había tenido inicialmente y la que pareció que iba a marcar mi vida: la de profesor. Me preparé para ello, fue lo que estudié, me complacía el camino que había elegido, pero después del período de París, de la Unesco, realmente vine con otra visión del papel del profesor. Es decir, identifiqué profesor y político, porque no hay modo –en mi opinión–, de ser un verdadero revolucionario sin pensar que el destino está en manos, o debía estar en manos, o estará en manos, o tendrá que estar en manos, por fuerza, de las generaciones jóvenes.
Y tuvieron una desgracia tremenda la Revolución y Fidel: en el momento en que ya cientos de miles de jóvenes ascendían al rango más alto de la instrucción, no de la cultura, al rango más alto de la instrucción, y podía empezarse a pensar en esa transición hacia los jóvenes, llegó el derrumbe del llamado campo socialista y con ello una crisis inesperada y terrible, que obligó a que todo el pensamiento de nuestra dirección, y fue muy sabio, se volcara en encontrar otros caminos de sobrevivencia, que nos permitieran resistir. Y esa es, tal vez, una hazaña tan grande como la guerrillera y la toma del poder. Es decir, haber salvado un bastión del socialismo en medio del caos total. Seguir leyendo “Alfredo Guevara: Soy un profesional de la esperanza”