Gilberto Maringoni: Una noche de aquellas
São Paulo.– La noche de este lunes (17) tiene todo lo necesario para entrar en la historia. Tal vez en los próximos días tengamos más claridad de lo que está sucediendo en el país. No es frecuente que las multitudes irrumpan en el centro de la escena política con exuberancia y bronca. No se ha visto nada parecido desde las marchas por las Directas Ya, en 1984.
Pero si la campaña que culminó en abril de aquel año conoció un crecimiento iniciado seis meses antes, con una pequeña protesta en la Plaza Charles Miller de san Pablo, la protesta actual comenzó hace menos de dos semanas.
Explosión popular
Hasta el martes 11, las movilizaciones reunían a pocos miles de jóvenes en Sao Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Curitiba, Salvador, Maceió y Porto Alegre. La consiga era clara: contra el aumento de las tarifas. Los actos fueron castigados violentamente por truculentas acciones de la policía.
Sólo después de la represión paulista del jueves 13, hubo la expectativa de que algo mayor podría suceder. Y este lunes superó todas las expectativas.
Ahora hay un movimiento nacional, todavía sin una dirección clara, que suma repercusiones hasta en las colonias de brasileños en el extranjero.
El móvil inmediato de la lucha sería el aumento en las tarifas del transporte público en algunas ciudades. Pero no en todas. En Brasilia, por ejemplo, un lugar de formidables movilizaciones no es ese el motivo.
Si analizamos la situación empíricamente, vamos a ver que no hay ningún indicador objetivo que consiga captar el descontento que se manifiesta.
Encuestas de opinión y Economía
Los sondeos de opinión que evalúan una pérdida de popularidad del gobierno federal, de hace diez días, no demuestran nada excepcional. Aunque importante, la caída de ocho puntos deja a la presidenta con niveles de aceptación muy altos.
El retroceso en la tasa de empleo no es tan fuerte hasta el punto de prender una luz amarilla en el gobierno. En el campo de la macroeconomía, hay nubes cargadas en el horizonte, que se traducen en la tendencia a un PIB mediocre al finalizar el año. Pero el consumo sigue en alza y no hay, aparentemente, una percepción generalizada de que estamos al borde de una crisis.
Lo que retrocedió fueron las expectativas. Sin embargo, sería demasiado subjetivismo afirmar que cientos de miles de personas salen a las calles y se enfrentan con las fuerzas de seguridad en virtud de las expectativas sombrías para el mediano plazo.
Límites del Lulismo
Hay un descontento creciente con las obras de la Copa (Mundial de Fútbol) que ganó visibilidad con el inicio de la Copa Confederaciones. Obras faraónicas, que pronto serán elefantes blancos como el estadio Mané Garrincha, generan malestar. Esto se da especialmente cuando son comparadas con las deficiencias en los servicios públicos como el transporte, salud, educación y asistencia social (por cierto, una de las más creativas pancartas vistas en la manifestación de São Paulo era: «¿Su hijo enfermó?» «Llévelo para el Estadio»).
Es posible que el descontento con la mala calidad de los servicios públicos tenga un peso relevante en la furia popular. Y tal vez estemos viendo los límites del Lulismo.
Hay una pista en una de las campañas de publicidad montadas por los marquetineros de Fernando Haddad. Uno de los anuncios de campaña decía algo más o menos así: «con Lula, tienes TV, coche, casa, heladera y electrodomésticos. De la puerta para adentro de la casa la vida cambió. De la puerta para afuera todavía no cambió».
Servicios de mala calidad
De «la puerta para afuera» se refiere a los servicios públicos colapsados, horas perdidas en transportes caros y de pésima calidad, escuelas públicas carecientes de materiales y docentes y las debilidades de la salud pública, sin dejar de mencionar un creciente clima de inseguridad pública en las ciudades.
O sea, el Lulismo – como ha sido analizado por André Singer – aumentó la capacidad de consumo de los sectores que estaban prácticamente al margen del mercado, pero no amplió significativamente el acceso a derechos básicos de ciudadanía.
Si fuera eso, el momento es ideal para quien desea el cambio social. Existe legitimidad para transformaciones más profundas de las que han sido realizadas en los últimos años, como la recuperación del valor del salario mínimo, elevar el nivel de empleo y políticas sociales focalizadas. Pueda ser que la expresión popular abra el espacio para una real distribución de la renta.
Marco en disputa
Pero las movilizaciones están en disputa. El programa de la derecha se resume en decir que las movilizaciones tienen como causa la corrupción del gobierno de Dilma, como apunta la increíble revista Veja, en la portada de esta semana.
Los diversos grupos «movimentistas» y anarquistas que protestan contra la presencia de los partidos políticos en las concentraciones y apuntan toda la energía hacia la derogación de los aumentos o por una tarifa cero. Pero son reacios a cualquier tentativa de organización del formidable impulso cívico desatado en los últimos días.
Brasil mejoró en varios aspectos en los últimos diez años, pero la naturaleza continúa siendo devastada, el caos se apodera de las ciudades, la reforma agraria no marcha, los grandes medios de comunicación se asociaron al gobierno federal, el sector financiero sigue exigiendo radicalización en la ortodoxia económica y la gestión de Dilma afirma su fe privatista.
El hecho es que el movimiento despertó energías que ni los propios organizadores imaginaban que existían.
Declaración al mundo
De hecho, la presidenta dio muestras de perplejidad y la opción preferencial por lo obvio con la bombástica revelación que hizo al mundo la noche del lunes: «las manifestaciones pacíficas son legítimas y propias de la democracia. Es característico de los jóvenes manifestarse».
En San Pablo, Fernando Haddad se comportó como un político de horizontes limitados. Optó por fingir estar muerto el día de las manifestaciones.
Geraldo Alckmin, responsable por la truculencia policial, realizó un movimiento audaz y retiró el patrullaje de las calles. Dejó la tropa de choque acuartelada y dejó la ciudad casi literalmente en manos de los manifestantes. Todo podía ocurrir, inclusive nada. Fue esto lo que ocurrió. No hay ninguna noticia de depredación o acto de vandalismo de cierta monta esa noche, en São Paulo. En eso, actuaron de manera diferente gobernadores como Sergio Cabral, Agnelo Queiroz y Tarso Genro, que pusieron las tropas en la calle.
Los acontecimientos de este segundo lunes cambiaron la coyuntura. En los próximos meses, las multitudes, según todos los indicios, serán los actores centrales de la escena política. Pero no está claro que este volcán popular dirigirá sus energías. Seguir leyendo «Las protestas en Brasil: cuatro textos desnudan a la “gran potencia” regional»
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