El Derecho Penal y la protesta social en Cuba

Un análisis a propósito del caso de Abel Lescay.

Foto: Julio César Guanche

Por Julio César Guanche y Harold Bertot Triana

El Derecho Penal responde, por definición, a necesidades de orden y seguridad. Sin embargo, perspectivas humanistas han intervenido históricamente en su ámbito, hasta hoy, para buscar soluciones menos lesivas y restar las consecuencias penales que suponen la alienación del individuo respecto a la sociedad.

En ello, existen varios principios penales que buscan ponerle límites al poder del Estado y a su derecho de sancionar a las personas. Entre ellos se encuentran los de intervención mínima, legalidad penal, culpabilidad y no discriminación. Sobre ellos se han afincado las oposiciones al crecimiento de las tendencias penales conservadoras, opuestas a limitar los poderes sancionadores del Estado.

En esa lógica conservadora (expansionista penal) las políticas penales y técnicas legislativas se orientaron a “flexibilizar” los principios y garantías básicas procesales, a adelantar la punición (el aumento de delitos que sancionan el “peligro” antes que la “lesión” en sí), a endurecer las penas y a crear nuevos tipos penales.

La persistencia de las tendencias expansionistas penales ha sido una constante, incluso a veces una creciente, y son reconocibles hoy en conceptos como “punitivismo”.

El proceso cubano posterior a 1959 se fue insertando, a lo largo de los años, con altibajos, en esa tendencia expansiva del Derecho Penal, aunque haya estado muy lejos de ser un problema exclusivo de la Isla.

También, aunque se estaba lejos de contar con un Derecho penal mínimo, hubo momentos de verdaderas reformas progresistas en la legislación penal. Fue el caso del Código Penal de 1987, que permitió la despenalización de conductas “insignificantes” y la limitación de sanciones penales para determinados delitos. Era un camino que prometía ser alternativa a lo que ahora conocemos como punitivismo.

No obstante, hoy se observan procesos en el país que avanzan en dirección distinta a la de entonces.

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El problema de la sedición

En torno a un aspecto de las sanciones por el 11J en Cuba.

Foto: Julio César Guanche

Por Julio César Guanche

El 11 de julio (11J) de 2021 sucedieron en Cuba, las protestas más grandes habidas desde 1959 en el país; cuatro días después de esa jornada, en Granma se aseguró que los comportamientos cometidos ese día tipificaban delitos comunes. En específico, fueron identificados desórdenes públicos, atentado, resistencia, desacato y desobediencia.

En contraste, al menos 158 personas, según el sitio Justicia 11, han sido o están siendo acusadas de sedición. La Fiscalía General de la República declaró un total de 790 procesados por el 11J, sin precisar cuántos serían los acusados por esta causa.

Hasta el 24 de enero de 2022, por más de seis meses tras el 11J, Granma no mencionó el concepto “sedición”. Además, en la reciente declaración de la Fiscalía aparecen novedades respecto a lo que el propio diario Granma publicó sobre el tema en julio de 2021.

Me referiré a tres nuevas calificaciones aparecidas en esa nota: “de manera tumultuaria”, “perturbación grave del orden público”, y “deliberado propósito de subvertir el orden constitucional”. Antes de hacerlo, mencionaré brevemente la historia del delito de sedición en Cuba, para entender mejor los problemas de su aparición en este escenario.

Mi interés aquí es discutir la pertinencia y aplicabilidad del concepto sedición, en los propios términos del Código Penal y la política cubanos, respecto a los procesos del 11J.

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El  Derecho y los derechos frente a la protesta y la diversidad sociales en Cuba

Foto: Julio César Guanche

Por Julio César Guanche y Harold Bertot Triana

Preparamos aquí, en forma de preguntas y respuestas, un breve panorama de problemas del Derecho, generales y particulares, y contextualizados para el caso cubano, respecto a cómo lidiar con la protesta social, cómo reconocer diversidades ideológicas y cómo interpretar la Constitución desde el punto de vista de la universalidad y la interdependencia de los derechos, principios que la propia Constitución cubana vigente establece.

Entendemos que se trata de un conocimiento socialmente útil, y sobre todo de una discusión necesaria, para contribuir a informar los debates que están teniendo lugar en Cuba sobre estos campos.

Los temas que tratamos son: la desobediencia civil, el delito de desacato, las condiciones del derecho a la defensa del Estado, los requisitos para poder “resistir” el Derecho, el problema de los derechos y las mayorías, las condiciones de ejercicio del derecho de manifestación en el ordenamiento cubano, y cuáles tipos de interpretación de la Constitución cubana garantizan el ejercicio pleno y eficaz de los derechos como conjunto interdependiente entre sí.

¿Existe algo así como un “derecho” a resistir el Derecho? ¿Existen derechos de las mayorías frente a los derechos humanos?

Podemos encontrar un creciente consenso crítico en reconocer que existe el derecho a resistir el derecho. Allí donde hay una injusticia, el cumplimiento de la ley se considera una humillación. Si una norma invade derechos, no tiene moralidad para reclamar su cumplimiento.

Castigar un acto político que cuestiona un contenido del Derecho vigente como injusto no es un bien mayor que el desarrollo de los derechos humanos —un lenguaje con el que se compromete la Constitución cubana vigente— y del discurso público crítico. Castigar ese tipo de actos tiene que guardar entonces proporcionalidad para proteger esos bienes mayores.

El miedo que genera el castigo, el despliegue de discursos de odio sobre la base de creencias ideológicas y la exclusión de expresiones políticas, comprometen esos bienes mayores.

La justicia es una motivación democrática. Mantener abierto el espacio para redefinirla es parte de ella. Por lo mismo, es una motivación revolucionaria para intervenir críticamente sobre un contenido del Derecho existente que, argumentadamente, se pueda calificar de injusto.

Esa lógica defiende el nacimiento de nuevos derechos, o de visiones más revolucionarias de derechos ya consagrados, y se pronuncia por la defensa ampliada de derechos.

Por ese camino, el constitucionalismo progresista nacido después de la segunda posguerra mundial, enfrentando los horrores del nazismo, construyó una malla de protección a los derechos, que entendió como conquistas “irrenunciables”.

En esa lógica se encuentran nociones garantistas del Derecho como las de “la esfera de lo indecidible» de Luigi Ferrajoli, el “coto vedado” de Ernesto Garzón Valdés y el “territorio inviolable” de Norberto Bobbio. No son nociones idénticas entre sí, pero tienen algo en común: existen derechos frente a las mayorías. En este horizonte, el criterio de mayorías no es un argumento válido como fundamento para invalidar, anular o hacer inoperante derechos esenciales o fundamentales.

Nociones como las mencionadas -entre otras- protegen la categoría de los derechos humanos de modo muy especial. Estos son inviolables debido a que no se pueden suprimir ya no solo por parte del Estado, sino tampoco por parte de ninguna mayoría social.

Necesitamos ser precisos con esto: se pueden plebiscitar un tipo de derechos a partir del principio de mayorías -como ha sucedido en otros países respecto al acceso agua y a la propiedad sobre algunos recursos-, pero no se pueden plebiscitar derechos humanos, sin importar para ello la mayoría que se les pueda oponer. Si se plebiscitan dejan de ser “humanos”, esto es, para todos los que compartimos tal género.

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La evolución del poder en la revolución  cubana, Juan Valdés Paz (pdf)

El propósito de este estudio es realizar un examen de la constitución y evolución del poder político y social de la Revolución Cubana. El primer tomo abarca tres periodos: de 1959 a 1962, de 1964 a 1974 y de 1975 a 1991. El segun­do tomo retoma el proceso y culmina en nuestros días.

Juan Valdés Paz, sociólogo, integrante del consejo editorial de la revista Pensamiento Crítico y durante dos décadas miembro del Centro de Estudios sobre América. Por la obra de su vida, recibió el Premio Nacional de Ciencias Sociales. Entre otros libros suyos, pueden consultarse La Transición Socialista en Cuba (1993), Procesos Agrarios en Cuba, 1959-1995 (1997), El proceso de organización agraria en Cuba. 1959-2007 (2009)El espacio y el límite. Ensayos sobre el sistema político cubano (2010) y La evolución del poder en la Revolución Cubana (2018), en dos tomos.

Con permiso expreso del autor, La Cosa pone a disposición, por vez primera en internet, para descarga gratuita en pdf: La evolución del poder en la revolución  cubana (dos tomos)

Descargar La evolución del poder en la revolución  cubana tomo I

Descargar La evolución del poder en la revolución  cubana tomo II

La regulación constitucional de la propiedad privada en Cuba. Orden normativo, narrativa cultural y reglas no escritas

Por Julio César Guanche

La nueva Constitución cubana (NCC), promulgada en 2019, reconoce por primera vez desde 1976 la existencia de la propiedad privada. La nueva regulación habilita a personas naturales o jurídicas, cubanas o extranjeras, para ser titulares de propiedad privada y permite la creación de micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) con ese tipo de propiedad, como también para la estatal.

Es un proceso que encuentra suelo firme: más de 600 000 cubanos ejercen hoy el trabajo por cuenta propia (TCP) y existe un paquete de aprobación progresiva de medidas al respecto como la que eliminó el listado de 127 actividades aprobadas para autorizar en su momento cerca de 2 000, y ya se ha aprobado un paquete de decretos leyes sobre las MIPYMES.[1]
 

Orden normativo, narrativa cultural y reglas no escritas

El constitucionalista Hugo Azcuy identificó un cambio importante en el régimen de la propiedad con la reforma de 1992. A partir de entonces, no “todos”, sino solo los medios “fundamentales” de producción serían de propiedad estatal. Para Azcuy ese hecho habilitaba, de modo implícito, la propiedad privada para los bienes que quedaran fuera del ámbito definido por el término “fundamentales”.[2]

Sin embargo, la ausencia de reconocimiento formal de la propiedad privada originó, con las transformaciones económicas experimentadas tras los años 90, varios desarrollos legislativos sin base constitucional o incluso contrarios al espíritu del texto entonces vigente.

Uno de ellos fue el despliegue del TCP, cuyos titulares no contaban con regulación sobre los medios privados propios de su inversión, a la vez que se encontraba vigente el artículo constitucional no. 21 (1976), prohibitivo de “la explotación del hombre por el hombre”, que debería haber impedido la contratación privada de trabajo asalariado.[3]

La regulación constitucional actual de las “formas de propiedad” deja sin sustento, o al menos sin clarificación, la distinción entre propiedad “personal” y “privada”.[4] El hecho es que, por ejemplo, la vivienda, un bien considerado después de 1976 como propiedad personal, resulta a su vez propiedad privada si se somete a renta.

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Cuba hoy. Protestas, cambios sociales, perspectivas políticas. Notas para una conferencia

Foto: Julio César Guanche

Por Julio César Guanche

Nota: Este texto no es un artículo. Son notas de guía para una conferencia impartida para la Red para el Estudio de las Izquierdas en América Latina – REIAL (09.08.2021). Las publico de esta forma por pedidos desde Cuba para facilitar el acceso al contenido, y porque además el audio de la Conferencia grabada experimentó problemas de calidad.

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Ver el video de la Conferencia

 

El enfoque para abordar las protestas del 11J en Cuba

Tres narrativas maestras:

1. La narrativa estadounidense acompañada por derechas latinoamericanas y cubanas, que solo invocan la “dictadura cubana” como única causa de las protestas.

2. Defensa cerrada del proceso cubano, que invoca solo la existencia del bloqueo (uso aquí el término Bloqueo, antes que Embargo, porque es el empleado por NNUU en las declaraciones que acoge sobre el tema).

3. Enfoques multidimensionales, que reconocen la coordinación externa en la agresión, a la vez que dan cuenta, con diversos grados en su crítica, de la situación cubana.

El segundo enfoque reclama el monopolio del enfoque de izquierdas sobre las protestas, y deja poco o ningún espacio a la crítica de la situación nacional.

Ese discurso recuerda un enfoque sobre el colonialismo, para el cual la sociedad nacional apenas existe, ni existen sus contradicciones, sus actores, sus privilegios, sus relaciones de poder. Tal mirada reedita, de alguna manera, el ángulo colonia-metrópoli,  ahora como imperialismo estadounidense vs revolución cubana.

En la historia de América Latina, ese tipo de visiones, positivistas, sobre el proceso de la primera independencia evitaron mostrar a las elites ganadoras internas de la independencia, a la vez que invisibilizaron el papel de los afroamericanos en la independencia, como sucedió con la historiografía liberal colombiana.

Ese enfoque se reclama marxista pero renuncia a claves del marxismo a la hora de analizar Cuba: si antes criticó el enfoque de guerra fría de una zona de las ciencias sociales estadunidenses, que con razón podía calificarse de “castrocentristas” (solo existía Fidel Castro, y la sociedad cubana era un ente silente y subordinado por completo al liderazgo), ahora hace algo muy similar con el “bloqueocentrismo”: todos los conflictos cubanos se explican, empiezan y terminan por el bloqueo y la agresión estadunidense.

Un ejemplo de la necesidad de enfoques comprehensivos y multidimensionales

The grayzone, un medio independiente de los EEUU, propuso un marco de interpretación para entender el fenómeno de la recepción de la canción “Patria y Vida”: el concepto de “imperialismo interseccional”, que supone el uso de políticas de identidad con fines imperialistas, en lo cual identifica a la OTAN jugando un papel destacado. (Este concepto parece tener relación con el de “Neoliberalismo progresista”, de Nancy Fraser)

En ese texto se puede encontrar lo siguiente: En 2009, la USAID inició un programa para provocar un movimiento juvenil contra el gobierno cubano cultivando y promoviendo a artistas locales de hip-hop, de la que fue parte una plataforma de redes sociales tipo Twitter (ZunZuneo) que lanzaba miles de mensajes automatizados promoviendo a raperos cubanos entre la juventud cubana, sin que en ese caso (el dúo Los Aldeanos) estuvieran al tanto.

El senador Patrick Leahy, añade ese texto, se quejó de que “la USAID nunca le informó al Congreso sobre esto y nunca debió estar asociado a algo tan incompetente e imprudente”. Barack Obama presentó su plan para normalizar las relaciones con el gobierno cubano, insistiendo en que Cuba expandiera su acceso al internet.

Sin embargo, ese texto no menciona que hay más datos en esa historia.

En 2012, en el cine Acapulco de la Habana se hizo un concierto, según recoge hasta hoy el sitio Cubasí, con “los más heréticos representantes del hip hop cubano, Raudel de Escuadrón Patriota, Al2, Soandry Hermanos de Causa, Silvito el Libre, Maykel Xtremo, Barbarito el Urbano Vargas y Carlitos Mucha Rima”.

El concierto tuvo lugar en el marco de la XI Bienal de La Habana, como parte de un performance del artista plástico Michel Mirabal. Los raperos mencionados versionaron la canción Créeme, de Vicente Feliú, un ícono de la canción protesta revolucionaria.

 Feliú dijo entonces sobre ese concierto: “Y este concierto crítico, incómodo, audaz, y público y apoyado por las instituciones del Estado, era lo menos que querían quienes están siempre deseosos de encontrar una hendija en las murallas de la cultura cubana, entre cuyos defensores, verbo en alto cual espada reluciente, están los chicos del hip hop que liderearon este concierto, junto a las banderas de la Patria de Michel [Mirabal].”

O sea, según Feliú, la forma de no permitir instrumentalizaciones espurias a esa expresión cultural crítica era darles espacio público.

En ese mismo concierto, Juan Formell, ícono a su vez de la música popular cubana, dijo “…creo en todo esto, pero voy a creer de verdad cuando a estos muchachos los pongan por la radio y la televisión”.

Malena D’Alessio, una estudiosa del movimiento cubano del rap, ha dicho recientemente: “Un fenómeno cultural lógicamente crítico, que en sus inicios planteaba “La revolución dentro de la revolución” como un aporte necesario e irrefutable a cualquier proceso colectivo vital, terminó siendo rechazado y asfixiado por la propia casta política conservadora (cubana). Y con esto no solo lograron poner al rap en la vereda de enfrente, sino que, desde mi humilde opinión, empujaron a cientos de pibes y pibas talentosos a una marginalidad interna que los dejó expuestos a la manipulación y financiación del norte, que no tardó mucho en hacerse presente y tomar lo que se les dejó servido en bandeja.”

Tomo el hecho solo como ejemplo de la necesidad de enfoques multidimensionales sobre el escenario cubano, que reconozcan tanto la actuación injerencista de los EEUU, como las propias dinámicas internas cubanas, en este caso de censura en torno a lo que era uno de los movimientos críticos más auténticos de la sociedad cubana, a la vez que portadores de un discurso antirracista legítimo.

“Esta es la rumba que tienen prohibida”, decía en ese concierto un muy joven Bárbaro El Urbano Vargas, cuyas posiciones actuales sobre Cuba han cambiado desde entonces.

Luego, los enfoques unilaterales, centrados solo en el bloqueo, proponen una comprensión estructural del conflicto, en el que la agencia de los actores cubanos —sea el Estado o la sociedad civil, o cualquier otro— desaparece.

Elementos claves del marxismo para la crítica de una situación, como condiciones sociales, actores y relaciones de poder, lucha de clases, economía política, no comparecen en los análisis “bloqueocéntricos”.

A continuación, me detengo en varios de estos ítems, cuya consideración me parece necesaria para entender la actual circunstancia.

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Del socialismo de Estado a la República socialista. Entrevista con Juan Valdés Paz

Por Harold Bertot Triana y Julio César Guanche

El futuro de la sociedad cubana plantea diferentes hipótesis sobre el rumbo a seguir.

El 11J plantea un antes y un después en muchos campos, pero algunos de sus orígenes y sus causas siguen vigentes hoy en medio de una creciente complejidad social.

Si se tienen en cuenta variables, tendencias, visiones de conjunto, se pueden advertir posibles escenarios y diversas perspectivas de análisis. Entender las características de sociedad cubana actual, la esencia de su modelo político, cómo se comporta demográficamente, cómo es su producción simbólica, cuán diversa es en su realidad, cómo se disputa la ideología, así como comprender que existe una pelea por los propios conceptos y categorías que se utilizan en el lenguaje político, económico y filosófico para explicar el socialismo cubano, y el propio «socialismo», siguen siendo exigencias y urgencias de hoy.

Las preguntas sobre el sistema político y el Estado cubanos son interrogantes que a la vez intentan rastrear las transformaciones que se han sucedido a lo largo de décadas en las relaciones entre este Estado y la sociedad civil, sobre el encogimiento o el alargamiento del aparato estatal en los contornos de la vida económica y política, y cuál es la mejor vía para canalizar y gestionar las demandas y necesidades de la sociedad cubana en general y de su gente en específico.

La serie Voces Cubanas, con la idea de seguir aportando al debate presente de Cuba, conversa hoy con Juan Valdés Paz, sociólogo, integrante del consejo editorial de la revista Pensamiento Crítico y durante dos décadas miembro del Centro de Estudios sobre América. Por la obra de su vida, recibió el Premio Nacional de Ciencias Sociales. Entre otros libros suyos, pueden consultarse La Transición Socialista en Cuba (1993), Procesos Agrarios en Cuba, 1959-1995 (1997), El proceso de organización agraria en Cuba. 1959-2007 (2009)El espacio y el límite. Ensayos sobre el sistema político cubano (2010) y La evolución del poder en la Revolución Cubana (2018), en dos tomos.

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Cuba, su Constitución y el 11j. Más una invitación a compartir

11 de julio de 2021, en la Habana, Cuba. Foto: CNN, en español

Por Manuel David Orrio

Días llevo meditando sobre los sucesos acaecidos en Cuba el pasado 11 de julio (11J). Días entre imágenes fotográficas y de video, algunas nada halagüeñas. Días en consultas a mi brújula, hasta que marcó el rumbo.

Martí, Marx, Lenin. Inspirado en sus magisterios he dedicado mi vida a lo que Graziella Pogolotti denomina el «proyecto socialista cubano», éste vilmente agredido desde décadas atrás por las medidas coercitivas unilaterales de los Estados Unidos de América, hoy arreciadas al extremo de la Inquisición. Medidas, por cierto, «éticamente inaceptables», al decir de un anticomunista probado y confeso como fue Juan Pablo II.

A mi edad, a la vuelta de casi todas las utopías, pero creyente en una Cuba como Estado socialista de Derecho, me aferro como náufrago a una tabla: «Con la Constitución todo; contra la Constitución nada». Sólo con ésta a la mano me atrevo a echar una mirada a las manifestaciones y disturbios del 11J.

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Ni inmovilismo ni excepcionalidad. Democracia, republicanismo y socialismo en Cuba a diez años del inicio de la reforma.

Foto: Julio César Guanche

 

Por Ailynn Torres Santana y Julio César Guanche

 

Desde aproximadamente 2010 Cuba está inmersa en procesos de cambios profundos. No se emplea la palabra «reforma», pero lo es, y ocurre en múltiples dimensiones. Todas estas transformaciones poseen legitimidades y problemas de cara a las necesidades y condiciones de posibilidad de la sociedad y el Estado socialista.

La consulta popular y posterior aprobación en referéndum de una nueva Constitución de la República (2019) fue un punto de llegada respecto a cambios que ya estaban en proceso y que la nueva norma formalizó. A la vez, abrió un momento de profunda transformación legislativa que está implicando la creación o modificación de más de un centenar de leyes y decretos. La ciudadanía ha buscado intervenir el nuevo orden jurídico por distintas vías y con distintos grados de éxito.

En el plano económico, la reforma —más audible a nivel internacional— ha sido largamente planificada y publicitada a través de documentos oficiales. Una década después, sigue en curso, con nuevos contenidos. Al respecto, existieron grandes dilaciones y malas decisiones económicas, algunas de las cuales, más que corregir distorsiones, las han reproducido. Los cambios de ese orden exhibieron problemas para enfrentar temas cruciales, como el empobrecimiento y la desigualdad, persistentes y crecientes en el país desde los años 1990.

La reforma económica ha tenido que desarrollarse en un contexto de cambios en la relación con los Estados Unidos. Si bien el «deshielo» de 2017 dibujó una mejora del escenario, bajo el mandato de Donald Trump regresó el ambiente de hostilidad y el progresivo recrudecimiento de las sanciones que afirman el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba. El hecho ha contribuido al agravamiento de la crisis económica nacional.

Por su parte, agendas, actores y dinámicas de la sociedad civil registran modificaciones; se amplían las esferas públicas y aumenta la capacidad ciudadana de interpelar, impugnar y negociar con la política institucional. Con toda claridad, esos procesos se conectan con agendas globales y regionales: feministasantirracistasanimalistasgremialesreligiosastípicamente políticas, etc. Los registros ideológicos que encarnan son diversos y no necesariamente pertenecen al espectro de las izquierdas que, a su vez, es heterogéneo a su interior.

El conjunto afirma dos hechos. De una parte, desmiente cualquier tesis de «inmovilismo» dentro del país. De otra, cuestiona la excepcionalidad que se atribuye a la realidad cubana dentro de los análisis latinoamericanos. Por el contrario, son evidentes flujos y correlaciones con otros contextos. Su identificación permite auscultar mejor el ya largo proceso de transformaciones que, a inicios de 2021, se profundiza y arroja preguntas sobre el futuro de la nación y su ciudadanía.

Aquí miramos la reforma cubana a través de cuatro lentes: 1) la reorganización del sistema socioeconómico; 2) los cambios relacionados con la representación política, la cualidad del servicio público de los representantes y las (im)posibilidades de control ciudadano; 3) las transformaciones en el orden de la relación entre ley y derecho, el procesamiento democrático de los mismos y la búsqueda de garantías institucionales para ellos; 4) los conflictos de cara al ejercicio de la participación ciudadana y la sociedad civil. Seguir leyendo «Ni inmovilismo ni excepcionalidad. Democracia, republicanismo y socialismo en Cuba a diez años del inicio de la reforma.»

Julio César Guanche, intelectual cubano: “Este país no es un país de mercenarios”

Foto: Gabriel Guerra Biancini

 

En esta entrevista, el investigador y ensayista se refiere al Movimiento San Isidro y la noche del 27 de noviembre, hitos de la movilización de intelectuales y artistas cubanos por las libertades de expresión y creación en la isla. “Hay muchos motivos para el pesimismo en y sobre Cuba”, reconoce. “El optimismo en el que puedo creer es el que provenga de la sabiduría patriótica colectiva cubana”.

Por Faride Zerán

El 27 de noviembre último (27N), centenares de jóvenes protagonizaron en La Habana una inédita manifestación frente al Ministerio de Cultura como reacción ante el desalojo de un grupo de huelguistas de hambre del Movimiento San Isidro (MSI), una organización cultural que agrupa a artistas y creadores, algunos de los cuales se congregaban en su sede en protesta por la detención del rapero Denis Solís.

El acto, que congregó a más de 300 personas que pedían dialogar con las autoridades, exigiendo libertad de expresión y de creación, concitó el apoyo de figuras como la del músico Silvio Rodríguez, la presencia de cineastas como Fernando Pérez y Ernesto Daranas, y de actores como Jorge Perugorría, entre otros artistas e intelectuales que son parte del proceso cubano y que esa noche manifestaron públicamente su respaldo ya sea al movimiento o a la necesidad de dialogar.

Así, en las redes de Ernesto Daranas se podían leer frases como “el gobierno no es la Patria, pensar diferente al gobierno no es ser un traidor a Cuba y ceder frente a la intimidación es someterse a los intransigentes que han frenado los cambios que el socialismo cubano ha demandado”.

Entre estos artistas e intelectuales que se enfrentaban a la intolerancia de los burócratas de turno —o de “los burros”, como les decía en su cara el intelectual cubano ya fallecido, Alfredo Guevara, quien les enrostraba la frase “la revolución es lucidez”—, estaba el jurista e historiador Julio César Guanche, 46 años, doctor en Ciencias Sociales, profesor de la Universidad de la Habana por una década y visiting scholar y visiting professor en Harvard University, Northwestern University (Illinois) y Max Planck Institute for European Legal History (Frankfurt).

Julio César Guanche. Foto: Gabriela Calzada.

 

Guanche, quien trabajó por años en la Casa del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y ha publicado varios libros, no habla desde Miami, o desde quienes quieren derrocar al régimen cubano. Él, como tantos, asume que la crítica, el diálogo y la defensa de todas las libertades no pueden limitar con Miami sino con la esencia de toda revolución si de verdad -como decía Alfredo Guevara- “la revolución es lucidez”. Seguir leyendo «Julio César Guanche, intelectual cubano: “Este país no es un país de mercenarios”»