Carta a Julio César Guanche sobre el dossier Alfredo Guevara

Alfredo Guevara. Foto: Kaloian Santos

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Por Humberto T. Fernández

Querido Guanche,

Quisiera compartir contigo algunos comentarios a propósito del dossier que has tenido a bien publicar sobre Alfredo Guevara. Agradecerte el dossier, va de suyo, aunque no deje de echar de menos un mayor empeño editorial en los textos compilados, tanto en el fondo como en la expresión. Las fotografías son de primera, por lo que revelan, por lo inédito de algunas de ellas, al menos para mí. No es mi intención polemizar directamente con ninguno de los textos aparecidos en el dossier, sino entablar conversación por esta vía con ideas expresadas en ellos —algunas sobre Alfredo Guevara, otras sobre el proceso político y las circunstancias históricas en que Guevara se vio inmerso desde joven, incluso desde antes de la Revolución Cubana, pues no es posible pensar en la Revolución y escribir sobre ella sin pensar y escribir sobre Alfredo Guevara.

***

Creo haber visto a Alfredo Guevara una sola vez, y fue durante uno de esos llamados “eventos teóricos” paralelos a los Festivales de Cine Latinoamericano, al que pude asistir —en 1986 o 1987— gracias a los buenos oficios de un amigo que me facilitó una credencial. Oí hablar, eso sí, mucho sobre Alfredo Guevara, desde la dureza o el afecto; para unos, era un autócrata maledicente y perverso; para otros una persona muy culta, diligente y con un alto sentido del deber. El carácter de Alfredo Guevara es lo que menos debe interesar, lo verdaderamente importante es la obra que lo trasciende, analizar y juzgar esa obra. Sus contribuciones fundamentales las hizo: a) a la concepción y el diseño de las políticas culturales de la Revolución Cubana; b) al establecimiento de las líneas generales definitorias de lo que podría llamarse, con toda propiedad, escuela de cine cubano; c) a la creación y la gestión de la infraestructura de producción y el rostro institucional de esa escuela en la figura del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), tal vez la institución cultural por excelencia de la Revolución Cubana, la forja misma de la imagen a la vez más elaborada y más universal del proceso de construcción socialista en Cuba. En lo que sigue mi perspectiva es la de un común, alguien sin conexión personal o institucional con Alfredo Guevara.

La educación general, y la cinematográfica en particular, de quienes nacimos durante los primeros años de la Revolución y alcanzamos nuestra plena juventud en los ochenta era de una calidad ostensiblemente superior a la de quienes, nacidos en Cuba o no, crecieron por esa misma época, por ejemplo, en los Estados Unidos. En Cuba, mi generación tuvo amplio acceso no sólo a las cinematografías europeas de la posguerra —tanto del Oeste como del Este— , sino también a las de América Latina y el resto del entonces llamado Tercer Mundo. En aquellos años, a menudo se presentaban ciclos por directores o países, o por movimientos o períodos de la historia del cine, además de que se exhibía, tanto en los cines como en la televisión lo mejor de las producciones de Hollywood anteriores a 1959, así como de la «época de oro» del cine argentino y mexicano. Los nombres (y los rostros) de Monica Vitti o Gillo Pontecorvo, Claudia Cardinale o Jean-Luc Godard, Alain Delon o François Truffaut, Ingmar Bergman o Liv Ullmann, Andrey Tarkovsky o Serguey Bondarchuk, Akira Kurosawa o Toshiro Mifune, Glauber Rocha o Evaristo Marquez… se mezclaban con los de Jorge Negrete, Libertad Lamarque, Carlos Gardel, Hugo del Carril, Pedro Infante, Tintán o Cantinflas y los de Tony Curtis, Kirk Douglas, Katherine Hepburn, Bette Davis, Jack Nicholson o Marlon Brando… gravitando todos hacia esa galaxia, a la vez intemporal y ubicua, de la imaginación sin distinción de geografía, idioma o época.

Las políticas de exhibición de filmes extranjeros en Cuba estaban dirigidas a diseminar cultura general y cinematográfica y conocimientos históricos y a cultivar el buen gusto de la población de todo el país, sin excepción: el costo de una entrada era de un peso en El Vedado y en el más apartado pueblo del interior donde hubiera una sala de proyección. En cuanto a la producción nacional, apenas vi cine cubano en mi infancia y adolescencia —y ello por razones puramente biográficas, dada la antipatía política que sentían mis padres por la Revolución y dado que el cine cubano trataba, fundamentalmente, de la obra de la Revolución, de su épica, de su capacidad de defenderse y derrotar al enemigo interno y eterno, de su obra social… por lo que no era de extrañar que mis padres optaban por no ver «ese tipo de películas de propaganda». Después, en mi primera juventud, comencé a ver cine cubano y ya no pude dejar de asistir al estreno de ninguna película cubana. Miro hacia atrás y el cine cubano de los primeros veinte años de Revolución, por los temas, la dirección y la fotografía y el desempeño de los actores, me parece más ambicioso, más audaz, más original, de mayor calado que la filmografía cubana de los 80 que, aunque la recuerde con muchísimo afecto, me parece mucho más convencional, provinciana y repetitiva en sus perspectivas y tratamientos de la realidad de aquellos años.

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Alfredo Guevara: No es fácil la herejía. Un perfil a varias voces (IV y final)

Alfredo Guevara. Foto: Kaloian Santos.

Por Julio César Guanche

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Este dossier, que aquí termina, coloca a Guevara, con la responsabilidad propia de la honestidad intelectual, en la conversación que necesitamos sobre la renovación del socialismo en Cuba, algo que de modo casi “obsesivo” ocupó en particular los últimos años de su vida: un tema que defendió siempre como un programa conjunto de “libertad, justicia y belleza”. En medio de esas disputas, el dossier hace suya la frase del historiador francés Pierre Nora: “Ha sido lanzada la orden de recordar, pero me corresponde a mí recordar y soy yo quien recuerda.” 

En esta entrega intervienen el crítico de cine Gustavo Arcos Fernández-Brito, el cineasta Esteban Insausti, el jurista y profesor René Fidel González García, la filósofa y politóloga francesa Janette Habel, los periodistas Darío Alejandro Escobar y Raúl Garcés Corra, la traductora Margarita Alarcón Perea y la programadora de cine, en el FINCL, Elvira Rosell.

…esa creencia del poder transformador del cine, hizo que algunas cosas se trocaran en ese camino y hay gestos que no debemos pasar por alto.  Gustavo Arcos Fernández-Brito.

La vorágine de acontecimientos que acompañaron a la Revolución en sus primeros años solo puede ser entendida, si acaso, por aquellos que la vivieron. Suele decirse que la memoria es selectiva y, por tanto, traicionera. ¿Hasta dónde puede ser confiable un testimonio? ¿Qué certezas nos trasmiten los artículos o fotos de la prensa? ¿Qué hay detrás de la gran Historia que cuentan los libros? ¿Qué imágenes quedaron fuera del cuadro fílmico?

Se nos ha invitado a recorrer algunos de esos momentos iniciales, especialmente los vividos por Alfredo Guevara y su vasta obra detrás del ICAIC o la cultura cubana.

Pienso entonces en lo subjetivo que puede ser todo, en cómo cada uno se aferra a ciertos acontecimientos y gestos que nos colocan en zona de confort. Imagino al hombre que, desde sus estudios universitarios, se siente fascinado por la personalidad del líder que llevaría adelante esa revolución.

Una cercanía y fidelidad que le será devuelta cuando integra más tarde, el selecto núcleo de pensamiento que diseña las primeras leyes de la nueva Cuba. Es el instante en que mientras se discute, qué hacer con los bancos, la tierra, el ejército, las industrias, el comercio y tantas cosas vitales, encuentra tiempo para escribir una ley de cine que, curiosamente, es firmada antes que las otras. Y uno entonces tiene que preguntarse por qué es tan importante ese arte, cuando tienes delante otras cuestiones de mayor urgencia.

Creo que Alfredo convenció a todos de que no hay mejor aliado de una revolución que su imagen. Las acciones son relevantes, pero su alcance puede ser local, circunstancial. Las imágenes, por el contrario, tienen un poder extraordinario, reproducen un fenómeno, pero también lo idealizan, trabajan sobre mitos y crean algunos nuevos. Manipulan, denuncian, reflejan, sensibilizan, y especialmente en aquellos convulsos años 60, muchos vivían convencidos de que un filme podía cambiar el mundo.

Un recorrido por varios de los festivales más importantes de entonces (Italia, Francia, Chile) encontrará a Alfredo Guevara, a Julio García Espinosa y a Tomás Gutiérrez Alea enfrentados a otros cineastas, en un debate sobre el rol del artista en medio de un proceso de transformaciones sociales. ¿Por qué debemos hacer cine? ¿A quiénes van dirigidas nuestras películas? El cine era un arte, pero debía ser antes que todo, activismo. Mirar la sociedad para confrontarla. 

Quizás esa propia pasión, esa creencia del poder transformador del cine, hizo que algunas cosas se trocaran en ese camino y hay gestos que no debemos pasar por alto.

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Alfredo Guevara: No es fácil la herejía. Un perfil a varias voces (II)

Alfredo Guevara, a su la derecha Héctor García Mesa, a su izquierda Saúl Yelín, todos fundadores del ICAIC. Foto Agnes Varda.

Por cuanto el cine es un arte

Por Julio César Guanche

Este dossier no participa de ninguna nostalgia ni propone melancolías sobre alguna “edad dorada”. Sí participa de la disputa por la memoria de la Cuba de hoy y de mañana, por las apropiaciones que se intentan de su pensamiento por parte de corrientes que él mismo rechazó de modo expreso.  

En ello, el dossier coloca a Guevara, con la responsabilidad propia de la honestidad intelectual, en la conversación que necesitamos sobre la renovación del socialismo en Cuba, algo que de modo casi “obsesivo” ocupó en particular los últimos años de su vida: un tema que defendió siempre como un programa conjunto de “libertad, justicia y belleza”. En medio de esas disputas, el dossier hace suya la frase del historiador francés Pierre Nora: “Ha sido lanzada la orden de recordar, pero me corresponde a mí recordar y soy yo quien recuerda.”  

Primera entrega de este dossier

En esta entrega, la segunda de la serie, intervienen Iván Giroud, presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, los productores de cine Lía Rodríguez y Sergio Trabucco (Chile), el guionista de cine y narrador Arturo Arango, el crítico de cine Juan Antonio García Borrero y los directores de cine Enrique Kiki Álvarez, Tania Hermida (Ecuador), Manuel Pérez Paredes y Esteban Insausti.

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¿Qué está pasando en Cuba en estos momentos?

Foto (con un teléfono): Julio César Guanche

 

Por Ernesto Daranas

 

Un joven saca una pancarta que dice: “Libertad. No más represión. #free-Denis”. La enarbola frente a decenas de personas que hacen una cola en pleno bulevar de San Rafael. Los policías que pasan por su lado no interfieren. Algunos presentes sacan sus móviles y filman durante unos pocos minutos hasta que los policías, ya con refuerzos, se deciden a detener al muchacho. Entonces, varios de los presentes, sobre todo mujeres, comienzan a exigir que lo suelten, a lo que se suman otros gritos opuestos al arresto.

De ese mismo modo he visto a Luis Manuel Otero Alcántara caminar sin compañía por las calles de mi barrio. Algunos vecinos lo saludan y otros que no lo conocen personalmente murmullan a su paso. Nadie le grita traidor, terrorista o mercenario.

En Las Tunas, la gente protesta por la apertura de una nueva tienda en MLC. En las redes, el académico y jurista Julio Antonio Fernández es defendido por colegas, amigos y ciudadanos luego de haber sido cuestionado públicamente por ofrecer asesoría legal al grupo 27N. En un centro de estudios del país, los jóvenes se resisten a corear las arengas que les propone uno de sus compañeros. El ensayista y crítico de cine Joel del Río es censurado en el diario Juventud Rebelde por cuestionar -en Facebook- al periodista Humberto López.

Nuestros medios no reflejan nada de esto, pero no pueden evitar referirse a esas dos noches de desvelo en que los cubanos de la Isla y del mundo compartieron las directas de las mujeres del MSI, seguidas de las imágenes de los jóvenes frente al MINCULT.

¿Qué nos indican estos hechos? ¿Cuáles son las razones de esta crisis, más allá del MSI y el 27N? ¿Por qué tanta gente empieza a reaccionar de otra manera? ¿Cuál es la relación que los ciudadanos empiezan a tener con los medios de comunicación y de qué manera esos medios están definiendo la imagen que se tiene del Estado? ¿Qué está pasando realmente en Cuba en estos momentos?

No dispongo de tiempo para organizar mis ideas. Sé que todos tenemos nuestras propias respuestas a estas preguntas, pero no quiero dejar de compartir algunas impresiones sueltas:

  • Las demandas presentadas al MINCULT son la expresión del sentir de una cantidad creciente de cubanos. De eso trata realmente este momento, mucho más allá del MSI y de los artistas. El país no puede dividirse en torno a eso y se deben abordar de una vez las diferencias. Compartir la misma visión política o ideológica no puede ser una condición sine qua non para el diálogo.
  • Respaldar a cualquiera que sea sometido a represión por el libre ejercicio de sus ideas no significa que necesariamente se piense como ellos. Lo que ocurre es que el peso del Estado no puede caer de esa forma sobre todo el que disiente. En Cuba hay juicios sumarios y gente presa, detenida, sitiada o expulsada de su trabajo solamente por sus ideas. Eso debe cesar. Existen derechos básicos que deben ser respetados, presentes en esa propia Constitución de la que Granma, en su editorial del 1ro de diciembre, solo cita el Artículo 4 referido a la traición a la Patria.

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No idealizo el diálogo, pero es indispensable

Por Manuel Pérez Paredes

Compañero Rector de la Universidad de las Artes, compañeros, compañeras, amigos, amigas:

Agradezco el reconocimiento que recibo de las autoridades de la Universidad de las Artes, también las palabras de mi amigo Víctor y la presencia de los que han venido a acompañarme esta tarde.

No esperaba alcanzar la condición que hoy se me ha otorgado. Hace poco más de cinco años recibí el Premio Nacional de Cine y con él consideré que alcanzaba la más alta distinción y estímulo a la que podía aspirar como balance de mi trabajo. Pero la vida te da sorpresas, ésta es una. De las que comprometen aún más.

Ojalá la salud, la capacidad intelectual y creativa, más la paciencia, me permitan seguir trabajando unos cuantos años más. Siempre con la ayuda solidaria de amigos y compañeros.

Quiero dejar constancia, dadas las características de la creación cinematográfica, que en un momento como éste recuerdo con mucho afecto a los que, desde sus especialidades creativas y de muy diversas formas, me han ayudado con su colaboración en mi quehacer como cineasta a lo largo de casi medio siglo. Imposible hacer la lista y mencionarlos, no es corta; el tiempo pasa, unos cuantos ya no están y a ellos va mi recuerdo con especial cariño.

Quisiera ahora, brevemente, expresarles algunas ideas que ocupan parte de mis preocupaciones actuales, las que considero inseparables de este momento en el que se entrelaza el reconocimiento que recibo con mi cotidiana vida laboral y ciudadana. Repetiré párrafos, con algunos ajustes, de mis palabras cuando recibí el Premio Nacional de Cine en el 2013, y los actualizaré con algunos agregados. Son parte de mis angustias de estos tiempos.

Las tres generaciones de cineastas y creadores audiovisuales que en estos momentos convivimos en el quehacer del cine cubano nos hemos formado humana, política y profesionalmente en circunstancias muy diversas.  De acuerdo a las edades hemos estado presentes o ausentes en etapas, acontecimientos y experiencias cardinales, o nos ha tocado vivirlas a diferentes edades, por tanto no han sido metabolizadas de idéntica forma.  Esto garantiza una pluralidad, bien compleja y polémica, de puntos de vista sobre el cine, la realidad de hoy, la política, la ideología y el futuro al que aspiramos. Cada uno de nosotros tiene metas personales y desafíos artísticos y éticos entrelazados con el grado de compromiso social y político que ha asumido con la Cuba en que vivimos y con este momento en especial”. Seguir leyendo «No idealizo el diálogo, pero es indispensable»

Alfredo Guevara: el contrapunteo de la cultura

 

Alfredo Guevara en 2009. Foto: José Goitía para The New York Times

 

Por Julio César Guanche

Alfredo Guevara señaló aquel mueble, un butacón vanguardista, demasiado bajo como para que pudiera sentarse en él a la altura de sus ya más de 80 años, y dijo: “un día Leo Brouwer me llamó para avisarme que estaban vendiendo esos muebles en un Ten cent, y corrí a comprarlos”. Aquel día era de algún año de la década de 1960, los muebles eran Knoll y, pasados los años 2000, permanecían en las oficinas del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana.

La afición por los muebles Knoll podría parecer contradictoria con la conocida veneración de Guevara al mobiliario barroco y colonial. Recorriendo con la vista el butacón, su defensa de la estética Knoll se remontó al origen del formalismo ruso y del racionalismo alemán, y al contexto del estalinismo y el fascismo.

Guevara había estudiado a fondo el movimiento de la vanguardia rusa anterior al estalinismo y lo consideraba el germen, junto a la Bauhaus, de casi toda la vanguardia occidental. Lamentó siempre que, en el caso ruso, esa vanguardia se perdiera por la “ceguera estalinista, ceguera que llegó a ser criminal”. (O, en el caso alemán, por el nazismo.) Desde esta comprensión, decía: “yo no soporto Los fundamentos del socialismo en Cuba, de Blas Roca”, y cuestionaba el “marxismo-leninismo”, elaboración del estalinismo sobre el marxismo que no era “ni marxista ni leninista”.

Hay quien verá una “muestra más” del “elitismo” de Guevara en su afición por los muebles Knoll, “mientras el pueblo cubano pasaba tantas carencias”. Ni Guevara ni la Revolución cubana son carne de santoral. La escasa presencia de directoras mujeres, y de enfoque de género, en el cine cubano producido por el organismo que él dirigió (el ICAIC), así como sus conflictos con el cine de realizadores negros, como Nicolás Guillén Landrián, no son las páginas más brillantes de su biografía.

Sin embargo, de su explicación sobre la Knoll podemos tomar otro aprendizaje. Nadie como el propio Leo Brouwer le daría mejor título: “La tradición se rompe, pero cuesta trabajo”. Ese trabajo suponía, en Guevara, un compromiso con una concepción universalista de la cultura, una labor de visibilización y reconocimiento de las exclusiones perpetradas por los usos hegemónicos del universalismo, una formación intelectual tan rigurosa como crítica, y una vocación frontal por la justicia. Seguir leyendo «Alfredo Guevara: el contrapunteo de la cultura»

Alfredo Guevara: Mi generación está obligada, moral y políticamente a producir transformaciones que abran el camino a los jóvenes

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La tercera entrega del homenaje de La Cosa a Alfredo Guevara es la reproducción charla conjunta que Alfredo Guevara y Fernando Pérez sostuvieron en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños, el 13 de mayo de 2010.

Enrique, Kiki, Álvarez:

Buenas tardes.

Me han pedido que al presentar a Alfredo y a Fernando cree un clima propicio al discurrir de las palabras. Alfredo y Fernando son dos poetas, dos saetas en pleno vuelo, dos intelectuales en acción, dos provocadores, dos misterios. Viaja uno, Alfredo, desde su lucidez política y su compromiso vital, a la revelación de las contradicciones, las consecuencias y la belleza de la existencia. Viaja el otro, Fernando, desde su experiencia y su intuición artística, a la construcción de filmes que siempre cuajan en un tenso arco político-poético.

Polémicos ambos, signados por el verbo y la expresión, no necesitan otra provocación que saberse en una Escuela de Cine, ante un auditorio de jóvenes ávidos de conocimientos y experiencias que los ayuden a iniciar sus propios caminos.

En su ensayo «La poesía como problema», el poeta cubano Gastón Baquero escribió:

Lavar de los ojos del hombre la costra echada en ellos por el hábito, por la costumbre, es la consecuencia natural y absolutamente concreta y materialísima de la poesía. Que veamos lo que está detrás de lo que vimos y que no repitamos, como si fuera un límite de los objetos y de las sensaciones, aquello que hasta ayer nos fue familiar, es lo que nos ofrece diariamente la labor del poeta.

Desde esa mirada poética, que también debe ser, y hoy lo será, una mirada política, queda invocado este diálogo. Alfredo, Fernando, ustedes tienen la palabra. Seguir leyendo «Alfredo Guevara: Mi generación está obligada, moral y políticamente a producir transformaciones que abran el camino a los jóvenes»

Encuentro con Alfredo Guevara en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales

Alfredo Guevara

Esta nueva entrega es parte de un homenaje a Alfredo Guevara. Reproduzco ahora el texto correspondiente al encuentro sostenido por el fundador del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana con estudiantes del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), el 26 de febrero de 2010.

Encuentro con Alfredo Guevara en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales

Profesora Mónica Cruz, Moderadora:

Muy buenas tardes. Estamos aquí en un nuevo espacio y nos honra en el día de hoy la presencia ilustre del doctor en Ciencias Filosóficas y Letras de la Universidad de La Habana, Alfredo Guevara.

«Cinefilando» es un espacio nuevo para todos, creado por la Juventud y la FEU del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, que pretende fomentar el análisis, la reflexión y la crítica, en este caso, de cine, pero vinculado a otras manifestaciones. Nos acompañan hoy, además del doctor Alfredo, estudiantes de primer y segundo año de la licenciatura, los agregados de primer y segundo año, así como otros invitados de honor.

 Erik:

Muchas gracias a todos por haber asistido a nuestro primer encuentro. Como saben, la idea era no inaugurar este espacio hasta que tuviéramos a Alfredo aquí, por eso nos demoramos hasta hoy.

«Cinefilando» parte del cine, como eje central, para analizar no solo las distintas cinematografías, cubana, latinoamericana, europea o de distintas nacionalidades, sino usar el cine como pretexto para comprender las realidades sociales que nos circundan y, a la vez, conocer un poco de cine, el cine por dentro, la producción, la dirección, el papel del director, del productor. En sentido general, el espacio va a abarcar dos ejes fundamentales: primero, el cine por dentro, y luego vamos a ver las distintas cinematografías y cómo son reflejo de realidades sociales. Por supuesto, centro fundamental será la política como punto de nuestra formación como profesionales e integrantes de este instituto. «Cinefilando» pretende conocer el cine de una manera dinámica, tal vez proyectemos spots, documentales, películas y vamos a invitar a especialistas en diferentes ramas del cine.

Se encuentran hoy con nosotros la viceministra Ana Teresita, Juan Miguel, el secretario de la Juventud del Instituto, que nos ha apoyado en la realización, y Abel Torres, el secretario general de la Juventud del Minrex.

  Alfredo Guevara:

¿Puedo decir algo antes de que empiecen las preguntas?

 Profesora Mónica Cruz, moderadora:

El espacio es de usted.

 Alfredo Guevara:

Quería decir que de buenas a primeras me di cuenta de que no sabía por qué estaba aquí, pero no importa, me encantan las sorpresas. Se me ha hecho el hábito, en estos años de mi vida, ya muy avanzada, de que si me invitan jóvenes, voy aunque sea sin saber para qué porque temo que se nos vaya de las manos la juventud. No porque la quiera manipular, sino porque es el tesoro más grande de la Revolución. Cada vez que tengo noticias de que un joven parte a otros países, casi siempre sin contradicción con la Revolución –no encontraría otro modo de decirlo suavemente–, me dan ganas de cantar como en la canción de Alejandro Sanz, «Tengo el corazón partido», porque realmente es una parte del corazón la que se nos va. Seguir leyendo «Encuentro con Alfredo Guevara en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales»

Fernando Pérez o las alternativas del cine cubano

 

Fernando Pérez

Fernando Pérez o las alternativas del cine cubano

POR JULIO RAMOS  

El cineasta cubano Fernando Pérez anticipa en la entrevista que sigue el estreno de La pared de las palabras, su nueva película de ficción sobre el sacrificio que conlleva el cuidado de un miembro discapacitado en el seno de una familia habanera.  Si la historia del cine cubano había cifrado en la obra temprana de Tomás Guitiérrez Alea, Humberto Solás o Santiago Álvarez la fuerza de un momento inaugural, potenciado frecuentemente por un arrollador impulso épico, a partir de los años noventa, la obra de Fernando Pérez, en cambio, se repliega en la fuerza alternativa de un estilo tardío, no exento de cierta melancolía.

El tema de la discapacidad y de los ritmos excéntricos de la vida al margen del esquema regido por la idealización de un cuerpo normativo no es nuevo en el cine de Fernando Pérez. Ya en Madagascar (1994) y en Suite Habana(2003), dos de los más intensos registros fílmicos de la crisis cubana durante el llamado “periodo especial” (tras el derrumbe del bloque soviético), Pérez había explorado la gradual fragmentación de los heroicos relatos del futuro de la revolución y su particular política del cuerpo. El trabajo de Fernando Pérez siempre ha estado muy alerta a la dimensión corporal y sensorial del ordenamiento político de la revolución. Podría pensarse que la discapacidad o la excentricidad de los cuerpos en varias de sus películas implica un cuestionamiento de la relación entre la historia del cine y la inscripción normativa de los cuerpos y los sujetos en los regímenes de la cultura visual. Pérez pone una atención particular en los ritmos, tiempos, multiplicidad de experiencias, relatos y vínculos inesperados entre gente que inventa espacios vitales en los márgenes o a contrapelo de las instituciones sociales. De ahí que no es casual que muchos cineastas de hoy reconozcan en su trabajo un punto de referencia clave de los debates sobre el potencial del cine alternativo. Tal como ha sugerido Anne Marie Stock, varias de las películas de Pérez, sobre todo Madagascar -que ha pasado a ser una película de culto entre los jóvenes y no tan jóvenes cineastas y cinéfilos- registran el diálogo de Pérez con las corrientes más críticas del cine y la cultura alternativa en Cuba.

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La pared de las palabras es la primera película que Pérez produce independientemente tras muchos años de labores en el ICAIC, órgano oficial de la industria cinematográfica cubana, donde Pérez se formó y trabajó desde 1962 hasta su reciente jubilación en 2012.   El hecho de que esta última película se esté produciendo actualmente fuera del ICAIC cobra relieve cuando se toma en cuenta que Fernando Pérez -probablemente el principal realizador vivo del cine nacional cubano- fue electo recientemente portavoz de una nueva asociación de Cineastas por el Cine Cubano que reclama ahora autonomía del ICAIC.  (Le hice la entrevista a Pérez en La Habana unas semanas antes de la creación de esta asociación, por eso no conversamos sobre el tema. Los documentos y posiciones de la asociación se encuentran en la red). Seguir leyendo «Fernando Pérez o las alternativas del cine cubano»