La república popular del fútbol

Foto: EFE/EPA/Friedemann Vogel.

Por  Julio César Guanche

Lionel Messi y Argentina son campeones del mundo. Su equipo ganó la final a la hasta ahora selección campeona, para levantar la copa por tercera vez en la historia de esa nación sudamericana. Casi hasta el minuto 80 del partido final, Argentina impartía una lección técnica y física a los europeos. Tras ese instante, Francia empató. El hecho ocurrió cuando todos los jugadores galos, con excepción del portero Hugo Lloris, eran franceses negros.

He escuchado varias veces a lo largo del Mundial bromas más o menos serias sobre Francia como el “equipo africano de Europa”. Del otro lado, también una broma simétrica: Argentina es “el país más europeo de América Latina”.

Un Mundial sirve para hinchar, pero también para pensar. Varios debates interesantes tuvieron lugar durante su curso. Uno de ellos comenzó con The Washington Post, cuando Erika Edwards, profesora afroamericana, con tres libros publicados sobre la historia racial de Argentina, cuestionó por qué la selección no contaba con más jugadores negros.

En redes sociales y medios le contestaron que nombrase jugadores negros argentinos que merecieran ser convocados por Lionel Scaloni y hubiesen sido excluidos. El chiste se cuenta solo. Supone que la realidad es lo que se ve, y no cómo se ha llegado a ella.

Las explicaciones fueron las de siempre: tal ausencia se debe al talento, y Dios lo concede no importa si se es negro o blanco, o azul. Argentina es una nación blanca. Qué se cree esa profesora gringa del país más racista del mundo, etcétera.

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Nara Mansur: Tres lindas cubanas. Un romance de entreguerras (fragmento)

En la foto de portada aparecen tres maestras cubanas; la del centro es Adalguisa Scott Blandino, bisabuela de Nara. Escuela primaria José Martí, Municipio Regla, La Habana, Cuba. Hacia 1910.

Tres lindas cubanas. Una presentación

Por Romina Funes

“Si la cintura es un junco 
y la boca es colorada 
si son los ojos retintos 
esa moza es tucumana”

Acá las mozas son tres y son cubanas. Tres lindas cubanas. También son una canción. Pero puse un epígrafe de nuestro folklore argentino, porque entre toda la cubanidad que habita el libro, también están los años de Nara en Argentina y todo lo que la cultura de un país hace con quien ha migrado y con su escritura. Este libro también es, entre tantas cosas, un canto a las mujeres, de todos los tiempos y todos lados.

Voy a ir un poco a la anécdota. Cuando estábamos planeando esta presentación conjunta con Nara y Susana (hace dos semanas, porque somos ATR las tres, puro vértigo), la primera idea era que Ana Arzoumanian, que fue quien escribió la contratapa de Tres lindas cubanas. Un romance de entreguerras, pudiera venir a comentar la obra. Ana es una enorme de las letras  y seguramente le hubiera hecho mucho más justicia al libro con sus palabras que las que pueda hacerle yo ahora. Pero como Ana está de viaje, hace un par de días yo me ofrecí, así de inocente. Y ya en la cuarta página pensé: uyyy ¿en qué me metí? Porque el libro es una molotov, te explota en la cara, sin ninguna advertencia. Después hay que ir juntando los pedazos; yo todavía estoy en eso, por suerte. El libro tiene algo de lo inclasificable. Surge de un estudio que hace Nara sobre la novela Orlando, de Virginia Woolf, que fue un pedido a ocho dramaturgxs cubanxs de reescribir la obra, sin demasiada premisa.

Dice Nara: “Reescribir es también no repetir”.

Si bien este texto también es un canto a la obra de esta revolucionaria escritora británica, toma un vuelo, un ritmo, un rasgo, que le dan identidad propia, por lo tanto podríamos no mencionar este origen ya que el libro se sostiene firme sobre sí mismo y lo repito: es una bomba.

Voy a citar unas palabra de la autora:

La poesía –en una primera etapa, Orlando proyectada en la escena cubana y posteriormente, en este libro– pone el énfasis en el teatro (aquí poema dramático o poema novelado) como operación de relectura, de apropiación, de procesos expansivos, de desplazamiento y profundidad. El teatro también, como idea de “segunda mano”: pura alternancia, otredad, variaciones, partes, todas obras.
Estas dinámicas de adaptación, versión y subversión, reescritura, se relacionan con aspectos temáticos y políticos de esta obra. Implican movimientos de cambios de género, también en el plano literario: es una novela que es un ensayo que es un poema que es un texto performativo, que es también leída como relato epistolar, narración fantástica, que es un documento de barricada queer, de lucha por los derechos sexuales y políticos, pero también del trabajo: la escritora dialoga con el editor en términos de trabajo remunerado, de invisibilidad del poema, de puesta en utilidad o funcionamiento de su obra intelectual. Y también como mujer y madre, Orlando, interpela a la sociedad: ¿un hijo / un poema son equiparables? El poema como hijo / El hijo como poema. Esas facultades de intercambiabilidad me interesan sobremanera y son territorios sensibles en la fuente y en la versión”.

Hay un riesgo que Nara Mansur toma en Tres lindas cubanas y que responde a una transgresión a los géneros literarios, y que conduce a lo alegórico y a lo poético para abordar temas como la identidad, la muerte, el amor, los celos, la relatividad del tiempo, el género, la homosexualidad, la sexualidad femenina, la mujer como creadora literaria, la cuestión de las diferencias entre hombres y mujeres y la absurdidad de los roles sexuales.

Dije anteriormente que es un canto de amor a las mujeres. Tres mujeres. Tres lindas cubanas ¿argentinas? ¿rusas? ¿egipcias? El número tres. Tres generaciones. Tres tiempos: pasado, presente y futuro. Tres voces que se multiplican por tres, y luego por tres, y luego por tres. Un abanico infinito. Una bisabuela, una abuela, una madre, una amiga, una hija, una canción. Un libro. Libro, hijo, árbol. Buenos Aires, La Habana, San Petersburgo. Creación. Dejar algo antes de morir. La dialéctica entre el amor real, el de la telenovela o el melodrama y el de la poesía. La leche como palabra que nutre. Las exigencias de una profesión literaria manipulada por un mercado patriarcal. Lo cotidiano, las tareas de cuidado, la imposibilidad del descanso, la importancia y la relatividad de parir, de crear. La invisibilidad, la traición, la guerra. 

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