CLACSO publica el libro «Estado, participación y representación políticas en Cuba. Diseño institucional y práctica política tras la reforma constitucional de 1992»

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 Por Julio César Guanche

La política cubana posterior a 1959 reelaboró el concepto de democracia a partir de la centralidad de la justicia social, la multiplicación de los actores políticos y la independencia nacional.

El proceso se orientó a la integración social del pueblo como clave de su transformación en sujeto colectivo. En 1976 se dotó de una Constitución que institucionalizó las formas de participación ciudadana. En 1992 una extensa reforma fijó nuevas condiciones de desarrollo para ese objetivo.

El sistema institucional cubano ha funcionado desde entonces sin interrupciones, reconoce mecanismos de participación directa y las elecciones han sido convocadas con regularidad, transparencia del escrutinio y altos índices de participación electoral. El hecho es explicable por la legitimidad histórica del poder revolucionario y de la figura de Fidel Castro, por la aceptación por parte de la ciudadanía de la institucionalidad existente como marco político para la defensa del sistema que ha conseguido inclusión social, equidad y soberanía nacional, y por diversos grados de presión política y social.

Sin embargo, el diseño institucional está sometido a tensiones contradictorias en su interior. Por un lado, busca promover la participación política, por otro concentra y centraliza poder y desestimula con ello la participación. De hecho, las prácticas representativas prevalecen sobre las participativas, en una contradicción con los objeticos declarados por el discurso institucional.

Las experiencias de cambio social desarrolladas hoy en América Latina han recolocado el tema de la participación en un lugar central, con una recuperación creativa del contenido clásico del republicanismo y del socialismo en cuanto régimen del autogobierno, esto es, de la participación directa de los ciudadanos en la gestión pública.

La reflexión sobre el contenido de la Constitución cubana vigente tras la reforma de 1992 reclama atención no solo por urgencias específicamente cubanas sino por un hecho que alcanza al contexto regional: la necesidad de reconstruir el paradigma de la democracia desde las condiciones socioestructurales e históricas de la región, marcadas por una inveterada exclusión social y un concepto patrimonial de la política.

Esta investigación recoloca el tema en los debates teóricos-políticos cubanos a partir de una comprensión republicana democrática. Recupera y confronta saberes provenientes del nuevo constitucionalismo latinoamericano y de corrientes teóricas cuyas ideas apenas circulan en el contexto nacional.

En un plano específico, esta investigación contribuye a colocar en el campo de las opciones políticas cubanas respuestas a dos problemas: la debilidad de las formas de ejercicio directo de poder y las carencias del control concreto sobre la actuación estatal.

En esta argumentación, la concentración y la centralización de poder son incompatibles con la promoción de la participación, y, al mismo tiempo, la desconcentración y la descentralización, para ser democráticas, deben orientarse hacia la socialización del poder y la soberanía ciudadana.

Para ello, se proponen posibilidades de rediseño del sistema institucional de la participación/representación política con la ampliación—y la facilitación del empleo— de los instrumentos de democracia directa y del control sobre la representación.

De modo inusual en Cuba, el ejercicio de derechos individuales y colectivos se considera aquí como otra forma de participación. La práctica cubana siguió el modelo constitucional de hacer precedentes los derechos sociales sobre los individuales. El principio de precedencia configura un patrón asistencialista de participación. Se hace necesario reforzar la base institucional del ejercicio de derechos como clave de la participación autónoma de la ciudadanía. En esta comprensión, el ejercicio de los derechos fundamentales —a través de su reconocimiento constitucional, de las políticas sociales que los aseguran, y de su sistema de garantías jurídicas— es un recurso para subordinar el Estado a la sociedad. Por ello, propongo la creación de nuevos mecanismos de protección de derechos y de control constitucional.

Por otro lado, a partir del análisis del sistema institucional de la representación política —nominación, mandato, rendición de cuentas y revocación— se proponen garantías materiales y jurídicas para proteger el derecho de todos los ciudadanos a acceder, a través de representantes, a la intervención en la dirección del Estado.

En todos los casos, la argumentación teórica, el análisis de la práctica política y las recomendaciones que se hacen, parten del trabajo empírico realizado con investigaciones de campo, análisis de datos y entrevistas a expertos, funcionarios estatales y ciudadanos.

En un plano general, la investigación contribuye a defender la necesidad de radicalizar democráticamente el sistema institucional cubano de la participación, en contraposición a la imaginación liberal. Sitúa las necesidades de la «democratización de la democracia» en el continuo de las necesidades republicanas: la promoción de la autoorganización popular, la independencia política de las organizaciones sociales, la autonomía de la persona, la socialización de la propiedad y el fomento de formas asociativas desmercantilizadas.

Se argumenta como, para alcanzar mayor desarrollo democrático, el Estado cubano debe convertirse en actor de importancia decisiva, no único, en la transformación social con equidad. Se afirma que es preciso construir poder desde lugares diferentes —Estado, poderes públicos, organizaciones sociales, agrupaciones ciudadanas—, en un espacio político regido por los principios de autonomía y cooperación, con la participación directa de las bases en la elaboración, ejecución y control de la política estatal hacia este horizonte: la construcción colectiva del orden.

En Cuba se modifica hoy el perfil de lo que ha sido el socialismo en su historia nacional. Los procesos de descentralización parecen ser la guía de las remodelaciones. Hasta el momento, ellas se han pronunciado básicamente sobre el campo económico, pero las tranformaciones modificarán bases políticas.

En ese contexto, la afirmación de la participación ciudadana es el único expediente eficaz para procesar el conjunto de cambios con consenso social.

Una conclusión resultante de este estudio es que la posibilidad de incrementar la participación de la ciudadanía en el SP cubano enfrenta numerosos obstáculos, provenientes de su ambiente, pero también del propio perfil del modelo.

En consecuencia, afirmo que la acumulación de los desgastes causados por tales obstáculos reclama una sustitución del modelo mismo de participación política. Las soluciones a los problemas antes considerados pueden encontrarse en varios órdenes: ejercer efectivamente prerrogativas ya consagradas, transformar el sentido de las regulaciones vigentes que otorgan prevalencia a la soberanía estatal sobre la soberanía ciudadana y habilitar nuevos mecanismos de participación que empoderen a la ciudadanía a través de la participación directa y el control de la representación. Si la reforma de 1992 habilita constitucionalmente el conjunto de cambios económicos que hoy se proponen, por la magnitud de los desafíos políticos que ellos plantean se estima que es aconsejable encararlos a través de un proceso constituyente nacional.

Estos contenidos son abordados en el libro Estado, participación y representación políticas en Cuba. Diseño institucional y práctica política tras la reforma constitucional de 1992, de Julio César Guanche, que acaba de ser publicado por CLACSO, en su colección Becas de Investigación.

Rosa Luxemburgo: la república y el socialismo

Rosa Luxemburgo en un mitin en Berlin.

Rosa Luxemburgo en un mitin en Berlin

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Por Ben Lewis

Esta presentación forma parte de la investigación en curso sobre los orígenes y la evolución de los programas políticos del movimiento obrero alemán, en el que yo estoy tratando de lidiar con algunos de los temas y conceptos particularmente polémicas dentro del marxismo, como la dictadura del proletariado, la democracia republicana, la diferencia entre programa mínimo y programa máximo, los soviets, el parlamento y muchas otras cosas.

Lo que me propongo hacer es analizar que entendía Rosa Luxemburgo por democracia analizando en detalle el programa del joven Partido Comunista de Alemania (KPD), conocido como ‘¿Qué quiere la Liga Espartaco?’, así como su último discurso antes de ser asesinada, «Nuestro programa y la situación política», que pronunció en el Congreso de fundación del KPD en la víspera de Año Nuevo de 1918. Según su camarada Paul Frölich, el discurso fue «convincente, apasionante, conmovedor e inspirador. Fue una experiencia inolvidable para todos los presentes » .

Más allá de mis críticas, quiero defender que el punto de partida estratégico de Luxemburgo en sus últimos días representa una continuación de una tradición republicana revolucionaria dentro del marxismo – algo por lo que luchó en contra tanto de los golpistas como de las tendencias reformistas en el movimiento obrero de su tiempo. Para continuar descargue aqui el articulo.

Guiteras y la memoria del socialismo cubano (II y final)

guiteras

Por Julio César Guanche

Probablemente, Antonio Guiteras (1906-1935) no goza del reconocimiento que le corresponde como una de las fuentes ideológicas del socialismo democrático en Cuba.

El proyecto de Guiteras debió enfrentarse en su hora a una sorda batalla sobre su legitimidad socialista y revolucionaria. Todavía algunos sitúan su programa más cerca de la reforma que de la revolución, y más centrada en el antimperialismo que en el socialismo. Seguir leyendo «Guiteras y la memoria del socialismo cubano (II y final)»

Antonio Guiteras: un jacobino en el Caribe (1)

Antonio Guiteras Holmes (1906-1935)

Por Julio César Guanche

Según Raúl Roa, la revolución cubana de 1930 “produjo un líder jacobino, una figura presidencial y un figurín evadido de las páginas de Tirano Ban­deras”.Esas figuras son, respectivamente, Antonio Guiteras, Ramón Grau San Martín y Fulgencio Batista.

Fuera de Cuba, quizás el nombre más identificable hoy sea el de Batista, a cuya dictadura puso fin la revolución de 1959.Grau se dio un “baño de masas” con un triunfo electoral contundente en 1944, pero perdió esa relevancia incluso desde antes de 1959, por haberse lanzado, en medio de sus bromas perennes, al pozo sin fondo de la corrupción.

Guiteras no fue un gran líder estudiantil en su época, pues la necesidad económica familiar lo arrojó muy pronto al trabajo, pero ganó rápidamente gran prestigio nacional.

Con 27 años de edad sería, en los hechos, el primer ministro del gobierno nacido de la revolución de 1933.Dos años después murió en desigual combate, tras persecución ordenada por Batista, que había puesto precio a su cabeza.

La estrategia revolucionaria seguida por Guiteras concibió los cauces para hacer una revolución en Cuba. Ese tipo de imaginación conseguiría, haciendo uso de la “vía” guiterista, alcanzar el triunfo en 1959.

Guiteras concibió la táctica de una expedición armada que, proveniente de México, desencadenase la lucha insurreccional, creyó en obtener la victoria mediante la lucha armada desde un territorio rural; planeó bombardear el cuartel Moncada, preparó el asalto al cuartel de Bayamo y, desde el punto de vista ideológico, elaboró el “nacionalismo revolucionario” que sería una plataforma decisiva para el triunfo de 1959.

Ahora bien, no es usual presentar a Guiteras como “jacobino”. La calificación de Roa es bastante excepcional. Sin embargo, es quizás la que más se ajusta su biografía.

La necesidad de conseguir la soberanía nacional, la plena independencia política y económica, de hacer avanzar la “colonia superviva” en Cuba hasta el estatus de una nación y de estructurar un régimen estatal en beneficio de las grandes mayorías populares —todo lo cual llevó a Guiteras a definir al imperialismo norteamericano como el principal obstáculo a vencer para la solución de los problemas nacionales— colocaba al líder revolucionario en la senda del jacobinismo ya ensayado antes en América latina en las experiencias, contextualmente diferentes, de los “jacobinos mestizos” (1814-1840), del Paraguay de Gaspar Rodríguez de Francia; y de los “jacobinos negros”, del Haití de Toussaint L’Ouverture, que declaró la independencia de ese país en 1804. Seguir leyendo «Antonio Guiteras: un jacobino en el Caribe (1)»