Alfredo Guevara y la escalera de piedra, esa prueba de reencuentros, saludos y recuerdos.

 

 Alfredo Guevara

Por Ana Cairo

Para Max Lesnik y Julio César Guanche.

  1.  Un mellista.

Cuando ya el tiempo es ido, uno retorna

como a la casa de la infancia, a alguien,

días, rostros, sucesos que supieron,

recorrer el camino de nuestro corazón.

Fina García Marruz: el poema “1”, en Visitaciones, UNEAC, 1970, p. 171.

    El 19 de abril falleció  Alfredo Guevara.  Me enteré  después de la seis de la tarde, minutos antes de que cerrara la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM). Yo había estado trabajando una buena parte del día en la Sala Cubana, ajena a noticias y a llamadas telefónicas, en un libro y una multimedia sobre Cirilo Villaverde (1812-1894). Ya de salida, me había llegado a la sala de referencias para ver si me podían encontrar una información; me atendieron rápidamente con cordialidad y allí me lo dijeron.

     Comenté que no sabía que estaba ingresado; que –para mi desgracia- no volveríamos a conversar alegremente sin grabadoras, sin tomar notas ; que  solía hacerle las más raras preguntas y él, muy divertido, las contestaba; que, a veces, él deslizaba informaciones muy singulares y las dejaba truncas ex-profeso, con lo que multiplicaba mi curiosidad y la certeza de que volveríamos a dialogar; en los últimos tiempos estaba predominando el intercambio por teléfono.

    En la nota de prensa, se informaba que el 20 de abril sus cenizas serían dispersadas en la Escalinata de la Universidad de La Habana. A propósito de ello, en la entrada principal de la BNCJM, algunas personas me expresaron su desconcierto; estimaban que hubiera sido más “lógico”, que la ceremonia se efectuara en la sede del ICAIC, o en la del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.

     Me preguntaban por qué él había  elegido la Escalinata y les respondí que era la mejor demostración de la coherencia de su pensamiento, porque él vivía muy orgulloso de su linaje revolucionario. Se trataba de la reactualización de una eficiente metáfora carpenteriana, la  que daba título al relato Viaje a la semilla (1944).

      Sugerí a mis interlocutores que asistieran a esa original despedida, la primera que se haría en uno de los símbolos habaneros y que quedaría como una opción a repetir por otros en la historia universitaria. Yo asistiría no solo por el agradecimiento a su permanente solidaridad, sino por el respeto admirativo a la tradición revolucionaria implícita en dicha elección.

    Caminando hacia mi casa,  recordé que  con motivo del 110 aniversario del natalicio de Julio Antonio Mella (1903-1929), el 25 de marzo, el boletín digital mensual Librínsula , vocero de la BNCJM, había dedicado el espacio  “Imaginarios” al líder juvenil.

    Cuando me pidieron colaboración , lo primero que sugerí fue la actualización de imágenes artísticas sobre  nuestro Apolo revolucionario, desde el famoso cuadro de Servando Cabrera Moreno Mella en la calle Obispo, el cual había sido difundido por la FEU ya en postales, ya en pancartas, a partir de la generosidad para dejar fotografiarlo de Guillermo Jiménez (Jimenito, propietario del original) hasta la estatua Mella en la Escalinata de José Villa, emplazada en la Universidad de las Ciencias Informáticas .

     Insistí en que debían realzarse las imágenes del catálogo de la gran exposición (2010) organizada por Alfredo Guevara en la sede del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, con motivo del evento.

    También se incluyó en Librínsula,  un fragmento en el que se evocaba a Mella dentro de una “autobiografía” inédita de Juan Marinello (1898-1977), que él había escrito a sugerencia de Alfredo para servir de fuente primaria en un documental.

     Alrededor de  1978- 1979, yo había leído dicho texto cuando el archivo del poeta, ensayista y político, todavía estaba en su casa. Sabía que el mecanuscrito  se hallaba  en la colección Marinello de la Sala Cubana de la BNJM.

    Un día conversando con Alfredo sobre su amistad con Marinello, yo aludí a la existencia de  dicho mecanuscrito. Días después, una colaboradora suya me pidió urgentemente que ayudara porque él quería leerlo. Como el texto no se denominaba autobiografía, no lo podían localizar en la Sala Cubana.

     Finalmente, Alfredo pudo leerlo en una fotocopia y entonces me contó que el origen de tan singular documento había estado en su deseo de hacerle varias filmaciones a Marinello, idea similar a lo que se había hecho con Alejo Carpentier (1904-1980). La dificultad paralizadora  del proyecto estuvo en que Juan no tenía las habilidades de comunicador moderno, carismático, que habían caracterizado a Alejo.

    Alfredo estaba muy complacido con el interesante mecanuscrito, porque comprendió mejor la gran amistad que los había unido;  Marinello  había atendido a su deseo y guardó el documento sin decirle nada en espera de que se concretara el proyecto en el ICAIC.

    A partir de la publicación de Mella: 100 años  (2003),  Alfredo había querido conocerme. Él era un mellista apasionado. Estaba orgulloso de provenir de dicho linaje,  como muchos  de los políticos formados en las acciones de la FEU.

    Estaba fascinado con las infinitas posibilidades estéticas y políticas que se derivaban de la metáfora de asumir a Mella como un “Apolo revolucionario”. Era uno de los motivos  del libro, que más le había interesado. Seguir leyendo «Alfredo Guevara y la escalera de piedra, esa prueba de reencuentros, saludos y recuerdos.»

“Keynes, maricón”: el menor de los disparates es la última bajeza homofóbica de Niall Ferguson

john-maynard-keynes

Por Wiliam K. Black

Siempre es un desastre cuando los devotos de la economía teoclásica abren sus corazones ante un público que ellos juzgan favorable. El ataque de Mitt Romney  al 47% de los americanos, esas sanguijuelas a las que de ningún modo representaría caso de ser elegido presidente, fue el último clavo del ataúd electoral que se construyó él mismo. Ahora tenemos a Niall Ferguson, profesor de Historia por Harvard, miembro de la Institución Hoover, cuya concepción teoclásica ha mostrado tener una tremenda influencia en la adopción de ciertas políticas de austeridad que, emprendidas por el gobierno del Primer Ministro Cameron, han terminado de cuajo con la recuperación del Reino Unido.

Los últimos diez años de Ferguson han sido tremebundos. Defensor acérrimo de la invasión iraquí, hace el pino para que permanezcamos en Afganistán indefinidamente. Partidario de Mitt Romney, escribió una perorata anti-Obama para Newsweek en la que brillaba con luz propia su desprecio por los hechos. Merced a su pésimo historial a la hora de abordar toda cuestión política importante, consiguió que le pagaran una gran suma de dinero por hablar en un congreso sobre «inversión alternativa» inaugurado, con no poca ironía, el pasado Primero de Mayo. Ferguson presentó allí su tesis de que Occidente se ha vuelto «degenerado». Ciertamente, su presencia lo acreditaba

Ferguson le busca las cosquillas a Krugman (2009)

Ferguson se ha salido de madre en las últimas semanas. En 2009 cometió el error de intentar discutir a un premio Nobel de economía (Paul Krugman) en su propia especialidad. De haber sido un combate de boxeo, el árbitro habría interrumpido el primer asalto, concediendo un KO técnico. Ferguson hizo su oda a la austeridad en respuesta a la Gran Recesión, y sostuvo que el programa de estímulo estaba causando, y seguiría causando, el repunte de los tipos de interés, previniendo así la recuperación.

La austeridad ha generado la gratuita über-depresión en la periferia de la Eurozona. Los tipos de interés en US han caído hasta mínimos. Ferguson ha admitido recientemente que el estímulo no produjo su predicha marejada en los tipos de interés y que la austeridad en respuesta a la Gran Recesión se ha mostrado autodestructiva. Aquello estuvo bien, pero no pudo quedarse ahí. Se metió en líos añadiendo tres puntos; estos tres puntos han impulsado sus objetivos últimos y mayores. En primer lugar, intentó reinventar la historia de la posición por él adoptada durante los debates de 2009 con Krugman.

En segundo lugar, habiendo acordado que Keynes se mostró correcto y Ferguson nuevamente incorrecto en sus predicciones, este último procedió a continuar demonizando a aquél como la causa de buena parte de la pretendida degeneración de Occidente. Esto pasa de castaño oscuro, porque son las políticas de Ferguson las que se han mostrado desastrosas, y las políticas de Keynes, las que se han mostrado correctas.

En tercer lugar, reaccionó ferozmente el 6 de Marzo de 2013 al artículo de Krugman en el que mostraba los esfuerzos de Ferguson por difuminar la historia de su fracaso predictivo. El cri de coeur de Ferguson es muy placentero, pues un frisson [estremecimiento] recorre nuestro cuerpo con solo mirar tanta hipocresía desnuda y tanto gimoteo impreso por parte del auto-proclamado campeón de la aventura militar americana, diseñada para crear y expandir un nuevo imperio; un escritor cuyas obras ahora están trufadas de indirectas.

«Desde mi punto de vista, Paul Krugman ha hecho un daño fundamental a la calidad del discurso público en economía. Puede perdonársele el estar equivocado, como frecuentemente lo está; aunque nunca lo admita. Puede perdonársele el politizar monótona e implacablemente todos los asuntos. Lo que es imperdonable es la ausencia total de civismo que caracteriza su escritura. Su incapacidad de debatir una cuestión sin insultar a su oponente sugiere alguna suerte de profunda inseguridad que quizás resulte de un trauma infantil. Es una pena que un académico otrora talentoso tenga que degradarse a sí mismo de este modo.»

Entrenado como historiador, Ferguson utiliza la insinuación para inventar una historia (auto)sugestiononada que tiene como objetivo el calumniar a un crítico que (1) se mostró correcto, (2) mostró a Ferguson incorrecto, y (3) aireó correctamente el esfuerzo de éste último por alterar la historia para confundir a los lectores sobre el punto (2). Pero el origen del frisson que recorre tu cuerpo cuando lees el esfuerzo de Ferguson por calumniar a Krugman es la desnuda hipocresía del primero (y la propia ceguera al respecto). Igual que con sus repetidos esfuerzos por calumniar a Keynes, la intentona de Ferguson por calumniar a Krugman revela muchas cosas importantes y verdaderas sobre Ferguson, y nada importante o verdadero sobre Keynes o sobre Krugman. Lo bueno de Ferguson es que, a pesar del adagio “Con la práctica se aprende”, él se vuelve aún más crudo y autodestructivo, con el paso de los años, en sus esfuerzos por calumniar a aquellos de quienes discrepa.

Ferguson, por supuesto, no tiene pruebas sobre ningún trauma  infantil, y no pretende haber dirigido una investigación antes de desatar su triple insinuación (Krugman deber haber sufrido un trauma infantil, el cual debe haber causado alguna “profunda inseguridad” y debe haberle incapacitado para «debatir una cuestión sin insultar a su oponente»). Simplemente utiliza la insinuación para inventar una calumnia ad hominen contra alguien que le aplastó en un debate gracias a una superior lógica y pericia. Habiendo fracasado como economista de cátedra en su debate, Ferguson se proclama ahora psicoanalista de cátedra de Krugman, procediendo a certificarle loco sin visita de por medio. Esa es la única manera que tiene de “ganar” un debate perdido.

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Dos versiones de una misma foto: distintas maneras de cómo se visibiliza el trabajo

Hombres trabajando

Almuerzo en lo alto de un rascacielos (Trabajadores de construcción en Nueva York almorzando en una viga transversal) es una fotografía famosa tomada por Charles C. Ebbets durante la construcción del edificio GE en el centro Rockefeller en 1932. La fotografía representa a 11 hombres comiendo el almuerzo sentados sobre una viga con sus pies colgando cientos de metros sobre las calles de la ciudad de Nueva York. Ebbets tomo la foto el 29 de septiembre de 1932 y esta apareció en el New York Herald Tribune en su suplemento fotográfico del domingo el 2 de octubre.

Y las mujeres también trabajan

(Respuesta 3, y ultima de Chaguaceda): Sobre liberalismo, socialismo y republicanismo

Por Armando Chaguaceda

Julio

Quiero comenzar estas líneas –con las cuales pienso ir concluyendo, atenazado por otras urgencias, mi intervención en este debate- saludando dos decisiones que emergen de la propia dinámica de nuestro intercambio y parecen augurar un buen desenlace de este. La primera, compartida por ambos, es de que el debate no se extienda, como decía aquel personaje de Toy History, “al infinito y más allá” y que evitemos convertirlo, en lo fundamental, en un torneo de celebrities intelectuales. Ninguno necesita invocarlas en beneficio propio, pues creo que de ser así este debate resultaría reiterativo, cansón y perdería el valor que ha tenido: el de posicionar nuestras perspectivas –divergentes y/o coincidentes- en torno a tópicos trascendentes de la teoría y praxis política contemporáneas.
Siento que, tal vez, será importante hacer referencia a algún(os) pensadores y obra(s) pero hago votos para que estos sean los mínimos posibles y, más que nada, que sirvan como referencia puntual a las fuentes originarias y adscripciones actuales de nuestras propias posturas.
La segunda consecuencia que pondero es que vayamos precisando aún más nuestros posicionamientos de partida; es así como leo, en anterior mensaje, tus referencias al liberalismo oligárquico, que matizaría el sesgo antiliberal, en bloque, que percibí en primeras intervenciones. O cómo mis alusiones a la dimensión procesual y conflictiva de la construcción democrática -al parecer insuficientemente explicada en mis planteos previos- te permitirá convenir en que no apuesto a una interpretación minimalista, consensual y partidocrática de la misma.

Reflexionando lo que ha sido una línea central del intercambio (la contraposición entre liberalismo y republicanismo y los límites/pertinencias de ambas perspectivas para pensar nuestro presente) me parece que la sustancia de este debate bien podría agotarse pronto, entre otras cosas por la asimetría existente entre una concepción multidimensional del mundo social (el liberalismo) y una concepción fundamentalmente jurídico política (republicana) de este. Creo que en la Modernidad occidental –en la cual nos insertamos y desde cuyos presupuestos debatimos ahora- son el liberalismo y el socialismo los que constituyen, desde hace dos siglos, los contendientes principales de la teoría y praxis políticas. Otras corrientes constituyen aportes importantes pero, por su propia naturaleza, parciales y contingentes a la Batalla de Ideas central de nuestros tiempos. Bien sea por su constitución a partir de ejes particulares –confesionales como las ideologías y formaciones de corte religioso, identitarios como ciertos movimientos sociales, etc-, por su incorporación selectiva de elementos de una u otra tradición (i.e liberal y socialista) o por su ausencia de propuestas sustantivas en varios terrenos (Ej. económicos) las demás perspectivas están, a años luz, de la vocación y capacidad omniabarcante de liberalismo y el socialismo.

No se trataría de un déficit teórico sino ontológico: solo el liberalismo y el socialismo han podido constituirse, al mismo tiempo, en tanto escuelas de pensamiento, movimientos políticos, regímenes específicos, cosmovisiones y sistemas de valores que pueblan la mente de la gente. Y, creo, sólo ambos aportan una visión transversal de la sociedad, abarcando los sujetos y problemas de la persona y los colectivos, los fenómenos macro/estructurales y sus expresiones micro/individuales. Acaso el ecologismo, en su multiplicidad de enfoques, adquiera en un futuro cercano un status similar, a partir de la profusión de problemas y soluciones dadas por la academia, los gobiernos y los movimientos sociales a la relación Hombre-Naturaleza, amenazada por la ilógica y voracidad capitalistas. Pero, por el momento, creo que son liberalismo y socialismo “quienes” mantienen el pulso como interpelaciones dominantes de la Modernidad.[i]

Como he abordado en un texto anterior mi visión condensada sobre el liberalismo, sus antecedentes, postulados y genealogías -texto al cual he, por estos días, revisitado y confirmado en lo que considero un enfoque personal vigente- me relevo de volver sobre el asunto.[ii] También creo sería provechoso releamos miradas recientes sobre los nexos entre la tradición liberal y republicana, que matizarían la divergencia de trayectorias y soluciones planteadas por ambas corrientes.[iii] Dicho esto, paso entonces a discutir varios puntos que merecen atención: algunos tópicos que tú presentas como característicos del liberalismo, una breve alerta sobre la presencia (y perversión) del legado republicano en regímenes latinoamericanos contemporáneos y, por último, la pertinencia de este debate y nuestras posturas para el actual momento que vive Cuba.

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Búsqueda cooperativa de lo verdadero y lo justo. (A propósito de un comentario de A. Chaguaceda)

Por Hiram Hernández Castro

Guanche, intervengo en esta polémica no por afectado, sino para aportar algunas cuestiones que me parecen substanciales para asumir un diálogo desarrollador, entendiendo por tal la búsqueda cooperativa de lo verdadero y lo justo:

1) Los que recibieron el texto original que pretendía publicar en Catalejo y que recién publica la revista Sin Permiso pueden constatar que al usar el término “liberalismo” lo hice de esta manera: «Apuntar a la tradición republicana democrática significa tomar distancia del liberalismo, o al menos de sus expresiones a la derecha del espectro político». El texto publicado en Catalejo, al que se refiere Chaguaceda, fue, por sugerencia de la dirección de Temas, reducido a la mitad por las características del  espacio. Algo que hice sin dudar porque era importante apoyar el documento desde el prestigio de esa revista y en Intranet, donde tienen accesos más cubanos. Al reducirlo tuve que sacrificar algunas frases aclaratorias. Soy el único responsable de las palabras que elegí. Extender «mi posición» respecto al liberalismo como un «escozor en parte de la intelectualidad de izquierda cubana» debe ser sostenido con argumentos que trasciendan a mi persona y a un texto en particular.

2) En el artículo publicado en Catalejo utilizo el concepto “liberalismo doctrinario”.  No es un término de mi invención, sino dispuesto por la literatura para referir precisamente al liberalismo primigenio (Constant, Guizot, Renan y otros). Me refiero al liberalismo que sentó bases políticas a través de los códigos napoleónicos y terminó siendo hegemónico o, para decirlo con Gramsci, de “sentido común”. Hablo de ese “liberalismo” y no lo contrapongo a un «republicanismo académico actual» o «neorepublicanismo», sino a los ideales republicanos de mambises, intelectuales y activistas políticos cubanos. Creo más importante insertar el documento del LCC en la tradición cívica cubana y en la virtud de sus luchas. Por ello, mi texto pretende comunicarse con un público más amplio que el académico o “experto” en filosofía y sociología políticas.

3) Liberalismos hay muchos (tanto o más que marxismos). El concepto tiene muchas distinciones o apellidos (político, económico, solidario, igualitarista, social,  etc.). En mi propósito fundamental ─apoyar la publicidad y deliberación horizontal ciudadana del documento del LCC─ no resulta esencial detenerme en la distinción del  “liberalismo académico”, categoría que puede denominar a autores situados a la derecha, centro e izquierda del espectro político. En otros textos y en mis clases en la universidad cito, argumento, me apoyo y crítico a liberales académicos como Dahl, Rawls, Habermas y Adela Cortina, entre otros. Como profesor de política jamás propondría desechar ese cúmulo de conocimiento que quien conoce verá cómo aprovecho. Como marxista crítico y hombre de izquierda pienso que el buen ciudadano se forma conociendo toda la cultura de la política posible, buscando alternativas y revelándose contra etiquetas y prejuicios.

4) El peligro de todo prejuicio está en impedir el juicio, es decir, el diálogo y la deliberación para generar consensos. Sin deliberación los ciudadanos votan desde sus intereses previos y tienden a ignorar las buenas razones de los otros. Se empobrece la necesaria empatía ciudadana para gestionar en común los bienes comunes. Sin una ética del diálogo no se puede deliberar para entrar en razones. Sin diálogo, o sin tomárselo en serio, las personas polemizan sólo desde sus intereses personales y se impone la lógica del mercado capitalista: «yo soy si te derroto».

5) Chaguaceda, de sopetón, pretendió socavar mi prestigio intelectual y moral. En una oración, con respecto a mi posición ante el liberalismo, comenta: «intentar sostener semejante artificio argumental ubica al autor a años luz no sólo de la sociología política sino también de los mejores análisis específicamente filosófico-políticos actuales, que el colega Hiram conoce….». Así, por una parte, me presenta como un autor desactualizado, pero por la otra, dice que conozco… Por más que leo no entiendo si dice que no sé o que sé pero manipulo la información en un intento «poco sostenible de alejar a la izquierda de los aportes liberales». En el desarrollo de este debate los lectores pueden ilustrarse sobre significados históricos y distinciones políticas de palabras como “liberalismo” y “republicanismo”, lo cual creo muy importante. No obstante, pienso que estas polémicas deberían propiciarse de otras maneras. A lo que sólo debo agregar que Chaguaceda tiene algo de razón: en un texto de esas características selecciono la información para lograr un propósito comunicativo que trasciende el ejercicio de erudición académica. Como también es cierto que nunca estaré lo suficientemente actualizado, pues lo que me motiva, cada día, a reproducirme como un intelectual es todo lo que no sé y requiero saber para defender, cada día, una mejor política para mi pueblo.

6) Al ataque de Chaguaceda le faltan razones de interpretación y contenido en los que no me voy a explayar, Guanche ya lo ha hecho con suficiente extensión y rigor. Más me preocupa que un intelectual de izquierda no reconozca la «utilidad de la virtud». El documento del LCC que hemos ponderado por su disposición a la pluralidad y el consenso ha generado también una polémica que no por, finalmente, aclaratoria,  debemos olvidar partió de una arremetida personal e injustificada. Chaguaceda no debió colocar su saber al servicio de un ataque contra una persona que, sin devengar salario alguno por ello, compone su texto y argumenta convicciones para defender una causa común: la pertinencia del documento Casa Cuba y la virtud cívica de sus coautores. Digo esto sólo para proponer que nuestros saberes se esgriman para cooperar con mejores argumentos para las buenas causas y no para retarnos a duelos innecesarios.

7) Entristece, por ejemplo, cuando vamos a comprar una película en DVD a los locales de cuentapropistas y sólo encontramos filmes de acción y terror. No creo que ese atractivo por ver “matarse mutuamente” pueda ser explicado por la naturaleza humana ni por la apasionada cultura cubana, debemos buscar sus raíces en la cultura de masas impuesta por el mercado capitalista y en la incultura de la política que padecemos. Sin embargo, no creo que sea una utopía avanzar en la constitución de un público crítico, lo que bien podría comenzar al asumir una polémica intelectual desde el presupuesto: “yo soy si tú también eres”, es decir, no atendiendo a intereses individuales o grupales, sino a intereses universalizables. Un intelectual o ciudadano sensibilizado con nuestras carencias de espacios plurales, reflexivos y deliberativos debería comprender cuánto se precisa cooperar con los que existen para que sirvan a la búsqueda ciudadana de lo bueno y lo justo. En este contexto, diría el maestro Hinkelammert, la bala que disparo al otro da la vuelta al mundo y me da por la espalda.

8) Como intelectual aspiro a fundamentar la necesidad de reconocernos mutuamente, en tanto ciudadanos, como interlocutores válidos, pero también analizar las condiciones de posibilidad de esa deliberación pública para que sea política y socialmente significativa. En ese camino me encuentro con el republicanismo democrático que defiende Guanche, Julio Antonio Fernández Estrada y, por otro ejemplo, el colectivo de la revista Sin permiso. A sus argumentos pretendo agregar un análisis crítico de las condiciones materiales y éticas de la deliberación. Asumo que no es suficiente que se llegue a decir: «usted puede decir lo que quiera, este es un país libre». Me percato que cuando la palabra ciudadana ejerza un real mandato democrático y soberano habrá que decir: «usted al decir lo que quiere no puede socavar la dignidad de otro ser humano, esta república garantiza condiciones materiales y normas democráticas para el respeto de la libertad, igualdad y fraternidad de todos sus ciudadanos».

9) Se ha dicho que el «liberalismo democrático» demostró que es mejor contar las cabezas que cortarlas. No voy ahora a cuestionar el rigor histórico de esa frase. Más me importa afirmar la necesidad de poder razonar con nuestras cabezas para distinguir lo que humaniza y deshumaniza una polémica intelectual o una deliberación ciudadana. Por ello, asumo que lo que puede obtener la sociedad cubana de sus intelectuales no se resuelve en el campo de su elección entre “dócil o disidente” o en el “dime que te diré” de la ciudad letrada, sino en lo que hace su opinión publicada para vigorizar la opinión pública; en lo que hace para dar fuerza intelectual al saber social y fuerza social al saber intelectual. Esto es, en definitiva, empoderar las condiciones en que todos los ciudadanos acceden a deliberar y codecidir las normas para mejorar juntos sus vidas.

 La Habana, mayo de 2013.

Un debate entre Armando Chaguaceda y Julio Cesar Guanche, en torno al texto del Laboratorio Casa Cuba

Armando Chaguaceda

El debate en torno al documento de Casa Cuba y las sucesivas lecturas que este motiva seguramente servirá de acicate para más de una polémica vigorizadora de la esfera pública criolla…copio debajo, previa invitación del propietario de este blog, las diversas reacciones suscitadas en (y entre) ambos a raíz del artículo de Hiram Hernández Castro. Estas aparecieron en Facebook y en intercambios de correos personales, pero acá las reunimos para fines de mayor organicidad y publicidad.

1er Mensaje de Chaguaceda :

Este marcado (y recurrente) esfuerzo por delimitar al republicanismo del liberalismo, en la etapa contemporánea, es poco sostenible y revela un escozor en parte de la intelectualidad de izquierda cubana en demarcarse, obsesivamente y sin ponderaciones, del legado liberal…una cosa es reconocer los sesgos conservadores, censatarios y antidemocráticos de un liberalismo primigenio y otro hacer una valla separando el republicanismo actual (con su énfasis en la deliberación y la participación) y el liberalismo democrático (con su irrenunciable defensa de un núcleo de derechos individuales, sin el cual no habría convivencia democrática posible)… intentar sostener semejante artificio argumental ubica al autor a años luz no sólo de la sociología política sino también de los mejores análisis específicamente filosófico-políticos actuales, que el colega Hiram conoce….

 

Julio César Guanche

(Respuesta al anterior:

Chaguaceda, Sobre tu comentario al texto de Hiram, y por extensión al mío, solo te comento que nuestro argumento tiene, también, años luz de sociología, historia, derecho y filosofía política detrás, que das la impresión (ojalá me equivoque) de desconocer.

Quizá sea útil comprender que se trata de un argumento, y no de una posición teórica “desactualizada”. Estamos trabajando con tradiciones diferentes, y además con intereses políticos que pueden ser comunes, pero tienen fundamentaciones diferentes. Y esto es importante porque justifican conexiones ya directamente políticas en el presente.

Se nota mucho en lo que dices que estas criticando el republicanismo sin tener mucha idea de los debates que lo han confrontado con el liberalismo, por lo menos, desde los años 1960 para acá. De lo que dices parece evidente que no estás al tanto del republicanismo marxista, no se reconoce uno solo de sus argumentos en tus críticas, pero también que no estás al tanto, pues tampoco se reconoce en tus criticas, de lo que llaman “neorrepublicanismo académico” (la etiqueta, como todas, es discutible) que protagonizan desde hace tiempo Skinner, Pocock, Pettit, y muchísimos otros, quienes dicen muchas de las cosas que estamos diciendo, claro que con varias diferencias, entre ellas una diferencia central respecto al capitalismo y su relación con la democracia.

Ahí, por ejemplo, encuentras una larga, kilométrica, argumentación crítica sobre la posición del liberalismo respecto a los derechos que está lejos del marxismo.

Te digo esto porque lo que escribes parecería indicar que no “estamos al día” en la teoría, y que desconocemos, por pura ignorancia, y por error político, al liberalismo, cuando se trata de una toma de posición justificada, consciente, deliberada y documentada, tanto teórica como políticamente.

Creo que sería más útil ir al contenido de esto, a una discusión de fondo, lo que nos coloca en debates a los que hay que acudir a la historia, la filosofía política y al derecho constitucional, por ejemplo, y no pensar que se trata solo, ya te digo, de lecturas incompletas.

En ese debate, serían reconocibles, por ejemplo, cuáles vinculaciones políticas, históricas y presentes, tiene hacer una u otra genealogía liberal de los derechos. O sea, reconocer los usos políticos concretos que ha tenido en el siglo XX hacer una u otra genealogía.

En un debate así, mis conclusiones serían negativas para el liberalismo, pero no por ser yo “antiliberal”, sino por lo que ha sido el liberalismo realmente existente, salvo esa pequeña admirable parcela del liberalismo igualitario/democrático (precisamente no mayoritaria ni hegemónica en el siglo xx, y esto se puede discutir) que está en autores que he mencionado siempre, y específicamente en autores tan admirados por mí como Mill, Rawls o Kelsen.

Del grueso del liberalismo nacido en Europa después de la revolución francesa, líbreme Dios, por ejemplo, por su comprensión antidemocrática ante la propiedad privada (que combatió ya no a Marx sino al propio Aristóteles), por su hostilidad ante los derechos sociales, y por la manera en que seleccionó unos derechos individuales para ir contra otros (por ejemplo, mi admirado derecho de resistencia terminó siendo diluido por el liberalismo en un derecho de apenas queja y petición, y la admirable isegoría en un diluido “derecho de opinión” cuando era muchísimo más complejo y abarcador pues se remitía a las condiciones de posibilidad de esa opinión (y qué decir de la isomoiría y del derecho a la existencia!), pero no sigo porque los ejemplos aquí son infinitos).

Entonces, para defender la democracia que defiendo (para empezar diciendo lo mínimo: un ejercicio integral e interdependiente de todos los derechos, pero es bastante más) no necesito ser “plural” con ese liberalismo, porque la mayor parte de la historia de ese liberalismo realmente existente ha sido muy antidemocrática.

De hecho, creo que Marshall con sus “generaciones” (no recuerdo la palabra exacta que este usaba, pero creo que es equivalente) de ciudadanía mostraba un desconocimiento muy profundo (un desconocimiento muy “liberal”) de la historia de los derechos, que pueden rastrearse desde la atenas de Ephialtes y Pericles, hasta la roma republicana, pasando por la Inglaterra del siglo XIII y 1948 hasta hoy. Como ves, si uno lo tiene documentado de este modo, el peso del liberalismo en esa historia cambia de una manera tremenda.

Ahora, con esto mi interés no es solo teórico-histórico sino directamente político: ensanchar la idea de la democracia y potenciar articulaciones entre sujetos políticos democráticos en la Cuba de hoy. Con esto, intento evitar ese “pluralismo” en el cual todos los gatos son pardos, en el cual somos más “democráticos” mientras más aplaudamos a todo el mundo, a los que quieren la democracia y a los que la combaten, situación que solo configura un rio revuelto en el cual vemos “al final” cómo los más poderosos triunfan, faltaba más, en nombre de la democracia elitaria y comercial. Como sabes, mi idea sobre la democracia, francamente, va mucho más allá de este perfil, como también va mas allá de ese “pluralismo liberal” el concepto de inclusividad y de combate decidido contra la desigualdad y la exclusión, sean económicas o sean políticas.

No pretendo armar un debate con esto, porque ya hay kilómetros de debate sobre el tema, solo te alerto que tu posición muestra un conocimiento parcial del asunto y no me parece que sea esa la vía de hacernos “ver” las bondades del liberalismo, sino que es más útil discutirlas desde esa historia de “situaciones liberales concretas” e “ideas liberales concretas”, y no solo atender a lo que el liberalismo ha contado sobre sí mismo.

De hecho, verlas desde esa historia sí nos ha hecho ver algunas bondades, por ejemplo en la distinción latinoamericana entre el “liberalismo popular” y el “liberalismo del orden” y a valorar la importancia enorme de pensadores “liberales democráticos” como Keynes frente a pensadores liberales “a secas”. Como ves, nada de esto es “antiliberal” per se, por “pura vocación”. No te pido, claro, que coincidas conmigo, sino que creo que es bueno tener posiciones más informadas sobre nuestro argumento, para después llegar a las conclusiones que cada uno quiera extraer de tal debate histórico político. Seguir leyendo «Un debate entre Armando Chaguaceda y Julio Cesar Guanche, en torno al texto del Laboratorio Casa Cuba»

Cuba deliberada: «la utilidad de la virtud»

cuba diversa

Cuba: encontrar la virtud de la deliberación en la diversidad

Por Hiram Hernández Castro

I.

Reunidos en el Laboratorio Casa Cuba (LCC) un grupo de intelectuales, de disímiles procedencias ideológicas, consensuaron un corolario de conceptos, fines y aspiraciones, concernientes al orden social y político cubano.

El documento «Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura»[1] propone mirar la Cuba presente desde un «catalejo» de principios republicanos, pluralistas y democráticos. Desde el pluralismo se compromete con incorporar en el debate público el mayor número de opiniones sobre la buena sociedad posible. Desde la democracia identifica los derechos de plena ciudadanía con el empoderamiento de los sectores subalternos y desfavorecidos. Desde el republicanismo asume un robusto concepto de libertad positiva, esto es, la participación de todos en la cosa pública: el autogobierno ciudadano.

Sus autores, en tanto intelectuales, asumen la función «normal» de intervenir, proponer y exponerse en la «república de las letras». Como ciudadanos cumplen con el deber de anhelar la invención de «un país republicano nuestro, sin miedo canijo de unos a la expresión saludable de todas las ideas y el empleo honrado de todas las energías».[2]

 El documento articula «para ser estudiadas y debatidas públicamente» veintitrés propuestas sobre el orden político y social cubano. Su pretensión es diáfana: a la actualización del modelo económico le es concomitante una actualización del modelo de república. Lo «excepcional» es su aspiración a superar los marcos intelectuales para ─mediante su traducción al lenguaje público─ someter propuestas horizontales a la deliberación ciudadana.

Un análisis crítico del texto en sí supondría relacionarlo con el conjunto de la obra intelectual (investigativa, ensayística, activista, pedagógica y editorial) de sus autores, para reconocer los consensos. Un análisis de sus circunstancias entrañaría examinar la eventualidad de existir sólo en el espacio mediado por las nuevas tecnologías de la información, donde un texto consensuado entre algunos para ser deliberado por todos permanece en constreñimiento comunicativo entre algunos y algunos. Este comentario retine ambas ideas, pero se hace la pregunta por otro lugar: ¿cuán importante puede ser deliberar este tipo de documento más allá de las cabezas de algunos académicos e intelectuales? Seguir leyendo «Cuba deliberada: «la utilidad de la virtud»»