El problema de la sedición

En torno a un aspecto de las sanciones por el 11J en Cuba.

Foto: Julio César Guanche

Por Julio César Guanche

El 11 de julio (11J) de 2021 sucedieron en Cuba, las protestas más grandes habidas desde 1959 en el país; cuatro días después de esa jornada, en Granma se aseguró que los comportamientos cometidos ese día tipificaban delitos comunes. En específico, fueron identificados desórdenes públicos, atentado, resistencia, desacato y desobediencia.

En contraste, al menos 158 personas, según el sitio Justicia 11, han sido o están siendo acusadas de sedición. La Fiscalía General de la República declaró un total de 790 procesados por el 11J, sin precisar cuántos serían los acusados por esta causa.

Hasta el 24 de enero de 2022, por más de seis meses tras el 11J, Granma no mencionó el concepto “sedición”. Además, en la reciente declaración de la Fiscalía aparecen novedades respecto a lo que el propio diario Granma publicó sobre el tema en julio de 2021.

Me referiré a tres nuevas calificaciones aparecidas en esa nota: “de manera tumultuaria”, “perturbación grave del orden público”, y “deliberado propósito de subvertir el orden constitucional”. Antes de hacerlo, mencionaré brevemente la historia del delito de sedición en Cuba, para entender mejor los problemas de su aparición en este escenario.

Mi interés aquí es discutir la pertinencia y aplicabilidad del concepto sedición, en los propios términos del Código Penal y la política cubanos, respecto a los procesos del 11J.

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Julio César Guanche: Es crucial demostrar que quieres algo más que a ti mismo.

Foto: Julio César Guanche

Por: Yassel A. Padrón Kunakbaeva

Conocí a Julio César Guanche sentado en el contén durante una protesta. Había escuchado hablar de él; es imposible que un hombre que ha transitado por tantos escenarios de las ciencias sociales y políticas de Cuba, con una obra sólida y sincera, no deje huella. Estuvo cerca de grandes como Alfredo Guevara o Fernando Martínez Heredia, dirigió varias editoriales e integró los consejos editoriales de revistas que, en su momento, fueron — y algunas siguen siendo — referentes innegables del pensamiento crítico y emancipador cubano. Mas recuerdo que le tendí la mano y me saludó con la humildad y el espíritu diáfano que lo caracterizan.

Desde entonces, fue creciendo la idea de una entrevista como esta, que sirviera para explorar su perspectiva sobre muchos de los acontecimientos que han jalonado nuestra historia reciente. Desde la experiencia, el conocimiento y la pasión, Julio César Guanche traza en sus respuestas muchas de las pautas en las que se entrelazan nuestros pasado, presente y futuro. No se necesita estar de acuerdo en todo para comprender que, cuando se trata de alguien como él, lo que tiene que decir es completamente atendible.

YPK: Cada momento histórico impone al pensamiento social una serie de retos que le son específicos. ¿Cuáles son las tareas insoslayables del pensamiento cubano actual en las ciencias sociales, desde el punto de vista de la producción intelectual?

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Sobre el 16N

Foto: Julio César Guanche

Por Julio César Guanche

Procesar la diversidad existente es un Rubicón en la Cuba actual.

A partir del triunfo de enero de 1959, y por décadas, buena parte de los conflictos sociales y políticos cotidianos se expresaron en el país en formas de “lenguaje de armonía”. Hay amplio registro de ello en el cine, la música, el humor, las sentencias judiciales y otras formas de expresión.

No hablo de momentos críticos como Mariel o el 94. Digo que un lugar de enunciación, en el nivel de la política cotidiana, para exigir derechos, denunciar violaciones, demandar recursos, desde una casa para una madre sola con tres hijos, hasta un ingreso en un asilo de ancianos, pasando por temas de justicia racial y laboral, era el lugar de la “Revolución”, y una serie asociada a ella de términos como los “humildes” o el “socialismo”.

Cuba ha cambiado mucho desde entonces. Aquel “lenguaje de armonía” ha venido siendo reemplazado desde los 90, y ahora parece ser ya un hecho definitivo, por lenguajes —marcos de comprensión— que se centran en el conflicto. La incomprensión de este cambio, o el hecho de no reconocerlo, es un nudo gordiano.

Ciertamente, el conflicto siempre estuvo ahí, pero nunca había sido tan visible ni transversalizado como ahora. Tampoco repertorios previos (migración masiva, soporte soviético, liderazgo carismático), están disponibles en esta hora. La centralidad actual del conflicto necesita nuevas y muy diferentes respuestas.

Criminalizar el conflicto es una opción con resultados comprobados: espiral de violencia social y estatal, fragmentación social, desposesión de lo popular, violación de derechos, destrucción de ciudadanía, concentración de poder, impunidad y corrupción estatal.

Hay otras opciones. La diversidad existe, se expresa, y va a seguir demandando canales de expresión. Es el país de hoy. La promesa de cómo tratar esa diversidad no puede ser mantenerlo en pie de guerra con actos de repudio y/o afirmación repetidos hasta el infinito. La diferencia existe. Hay que vivir con ella, y reconocer la legitimidad del conflicto.

El país es más diverso que lo que muestran las guerras de canciones y de colores. Contra lo que algunas zonas quieren hacer ver, por su propio interés, no hay solo dos opciones. El gobierno no tiene como única opción lo que está haciendo. La crítica y la contestación social no tienen tampoco un único camino.

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Voces Cubanas: “La gran innovación del socialismo solo puede estar en compaginar la justicia social con una democracia plena de respeto al distinto”

Entrevista con Iván de la Nuez.

Por Julio César Guanche y Harold Bertot Triana

En Voces Cubanas conversamos en esta ocasión con Iván de la Nuez, ensayista y curador de arte, quien nació en La Habana (1964) y vive en Barcelona. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas. Entre estos se encuentran La balsa perpetua (1998), El mapa de sal (2001), Fantasía rojaLos intelectuales de izquierdas y la Revolución cubana (2006), El comunista manifiesto (2013), Teoría de la retaguardia (2018) y Cubantropía, (2020).

Desde hace algún tiempo la sociedad cubana se transforma social y económicamente, y se visualizan demandas de diversa índole por varios sectores. ¿Está el Estado cubano en capacidad para absorber y gestionar esas demandas?

Tal vez la pregunta no sea si el Estado “puede”, sino si el Estado “quiere”. Si entiende que necesita absorber esas demandas para ampliar su base social y su legitimidad, o prefiere perseverar en la fantasía de homogeneidad que le concede un parlamento que sigue votando unánime. Si quiere seguir creyendo que una crisis de la sociedad no lo atraviesa directamente y de arriba abajo o si asume que también es parte del problema. En sus respuestas al 11-J, vimos a un Estado que se considera incontaminado mientras encuadra y ataca a la sociedad crítica como una masa descarriada de “mercenarios”, “marginales” o “confundidos”.  Dentro de esa burbuja, difícilmente pueda calibrar una de sus grandes contradicciones, que es la de un Estado comunista obligado a gobernar, satisfacer y representar a una sociedad que ya es también postcomunista. Y que es postcomunista, por cierto, no solo porque lo diga la oposición interna o por influencia del imperialismo o del capitalismo global, sino porque él mismo se ha visto obligado a impulsar medidas liberales en el socialismo.

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Escuchar las demandas de quienes sangran por su propia piel

Entrevista con Adriana Fonte Preciado y Deyni Terry Abreu

Deyni Terry Abreu y Adriana Fonte Preciado (de izquierda a derecha)

Por Julio César Guanche y Harold Bertot Triana

Voces Cubanas continúa buscando sentidos, percepciones, reflexiones y esperanzas sobre la nación al día de hoy. Creemos ineludible la conversación colectiva, los diálogos horizontales al interior de la sociedad, así como las interlocuciones entre la sociedad civil y el Estado cubanos.

Descreemos, por lo mismo, de los monólogos, de hablarle solo “a los mismos”, de tratar la diferencia como enemiga. Afirmamos la necesidad de cuestionar los cauces exclusivistas de circulación de ideas, que jamás se encuentran con otras, fabrican compartimentos entre las zonas de opinión, y así excluyen voces, necesidades, soluciones, e impiden la posibilidad de elaborar agendas colectivas y tramas cívicas.

Uno de los problemas que ocupa nuestra atención es el seguimiento al proceso constitucional de 2019, y los caminos que ha estado siguiendo ese “espíritu constitucional”, para enjuiciar o comparar su conformidad con determinadas actuaciones estatales o sociales. Sin embargo, ese tema es acaso una sombrilla que abre otras discusiones, por ejemplo, sobre la legitimidad de la actuación estatal, el periodismo y la crítica social, los derechos humanos, el activismo ciudadano, o la desigualdad social.

A partir de estas ideas, Voces Cubanas conversa esta vez con Adriana Fonte Preciado, médica, estudiante de ciencias de la religión en el Instituto Superior Ecuménico de Ciencias de las Religiones (ISECRE), de Matanzas, y columnista de Mujercitos, y con Deyni Terry Abreu, abogada y activista de amplia trayectoria dentro del espectro de iniciativas del antirracismo cubano.

Desde hace algún tiempo la sociedad cubana se transforma social y económicamente, y se visualizan demandas de diversa índole por varios sectores. ¿Está el diseño del Estado cubano en capacidad para absorber y gestionar esas demandas?

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Es urgente gestionar antagonismos y diferencias para construir consensos. Entrevista con Rubén Padrón Garriga

Rubén Padrón Garriga

Por Harold Bertot Triana y Julio César Guanche

Voces cubanas sigue indagando sobre el espacio para la crítica en el actual proceso nacional, sobre sus posibilidades en la conformación del presente, sobre la necesidad de hacernos las mejores preguntas respecto al conflicto con los Estados Unidos, la desigualdad, la composición clasista, los derechos de la comunidad LGBTI o los problemas del socialismo cubano.

Estos son diálogos que deben abrirse con mayor amplitud en todo el espectro nacional.

En ello, es preciso rehusar la espiral viciosa propuesta por quienes viven de la “denuncia” respecto a cada espacio de debate o de diálogo, descalifican todo lo que no quepa en su doctrina, buscan con sus campañas desviar la atención sobre los problemas nacionales, depredan el debate público con sus exclusiones, y obstruyen la exigencia de poder poner en la palestra colectiva problemas reales y alternativas plausibles. El presente cubano tiene demasiados problemas para caer en esos marasmos.

Es responsabilidad de los intelectuales superarse y corregirse a sí mismos a través de la reflexión crítica sobre su propio trabajo, en relación con los datos y los discursos sociales. Es su necesidad rehusar los tópicos, las frases hechas, las consignas, los apotegmas “universales”, cuando son desmentidos por los hechos.

Es su obligación atreverse a mirar la realidad, contribuir a producir activamente ideas, pensar y participar de prácticas, ampliar el campo de posibilidades sociales, coadyuvar a construir agendas colectivas y a elaborar imaginación, en conexión densa con el mundo de lo social y el universo cultural del que participa.

En este empeño de contribuir al debate nacional, entendido como exigencia de participación política informada, Voces Cubanas conversa con Rubén Padrón Garriga, licenciado en Comunicación Social y maestrante en Desarrollo Social por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso-Cuba).

Padrón Garriga ha investigado temáticas relacionadas con las políticas culturales, la comunicación para el desarrollo, los discursos citadinos, entre otras, y ha publicado ensayos, artículos, entrevistas y reportajes en publicaciones seriadas. También, milita de forma independiente por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ en Cuba.

Desde hace algún tiempo la sociedad cubana se transforma social y económicamente, y se visualizan demandas de diversa índole por varios sectores. ¿Está el diseño del Estado cubano en capacidad para absorber y gestionar esas demandas?

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“La crítica y la contestación social irán invadiendo los espacios públicos”. Entrevista con Yassel Padron Kunakbaeva

Foto: María Lucía Expósito

Por Harold Bertot Triana y Julio César Guanche

La historia de las revoluciones acontecidas durante el siglo XX, de aquellas identificadas como, o devenidas “socialistas”, parece siempre ser una lucha por su propia subsistencia. Recorre casi siempre un camino contra la gravedad y en el que con regularidad tiene que justificarse de todo.

La historia de la Revolución cubana no está exenta de esta realidad. A la vez, se ha mostrado, como otras, en la lógica de un proceso que siente la necesidad de disputar a su interior el pasado, el rol del liderazgo y de la persona en la dirección de los procesos políticos, las finalidades del proceso, sus bases sociales y sus necesidades de rupturas consigo misma.

Estas preguntas aparecen como “secundarias” cuando las necesidades imponen discusiones más concretas. Sin embargo, son partes del todo. No puede entenderse ni explicarse cabalmente si a la vez no se responden también otras preguntas que indaguen por el proceso en sí, por la funcionalidad o conveniencia de sus fundamentos o postulados históricos.

Los problemas en la producción agrícola, los déficits en la participación política, la gestión estatal de las empresas, la canalización y las vías para gestionar las demandas de las gentes, entre otros tantos puntos, sólo podrán responderse a profundidad si se responden en conjunto con otras preguntas de mayor calado que interroguen los fundamentos políticos, económicos, filosóficos y culturales del modelo de sociedad existente.

Voces Cubanas conversa hoy con Yassel Padron Kunakbaeva, master en Bioética, especialista en Fundación Ludwig de Cuba, bloguero, activista e investigador marxista, sobre este campo de temas.

Desde hace algún tiempo la sociedad cubana se transforma social y económicamente, y se visualizan demandas de diversa índole por varios sectores. ¿Está el diseño del Estado Cubano en capacidad de absorber y gestionar estas demandas?

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