Antonio Maceo, «héroe epónimo»

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Un día como hoy, 7 de diciembre, en 1896, murió Antonio Maceo. Hace muy poco encontré en Cuba Científica (librería que recomiendo mucho a quienes no la conozcan, situada en 25 e I) esta primera edición (creo que edición única) de la biografía sobre Maceo de Rafael Marquina. Entre otros abordajes valiosos, y recientes, recuerdo los de Eduardo Torres Cuevas, “Antonio Maceo, las ideas que sostienen el arma” y el de Armando Vargas Araya “El Código Maceo. El general Antonio en América Latina”, que me parece muy bueno. De aquella biografía de Marquina (escritor, periodista, autor teatral, director del Teatro-Biblioteca del pueblo), transcribo estos dos fragmentos dedicados a Maceo y a la mujer cubana en la guerra de independencia.

“¿La noche del 28 febrero podía considerarse terminada la guerra? Todavía no. Quedaba Maceo. Y —lo ha dicho también el propio Pirala— “sin Maceo la guerra terminaba, su continuación era un desastre «para los españoles» por el “mal estado del tesoro de Cuba». Y después de detallar esta aflicta y exhausta situación del tesoro, añade: «por esto, el interés de Jovellar y Martínez Campos en apresurar la pacificación completa entorpecida por la actitud de Maceo.

“Pero Maceo no desistía de su actitud ni cedía un ápice en su intransigencia. En aquellos momentos, aquel hombre que «todo lo piensa, todo lo calcula», como dijo Eusebio Hernández, ha oído la voz interior de su conciencia, eco íntimo de aquella voz de la tierra que escuchara en su mocedad, jinete pinturero en la fiesta, arriero en la labor y a toda hora enamorado y patriota; sabe que hay un ansia popular, una necesidad de expresión, un deseo insatisfecho, una esclavitud blanca y negra, un enorme latido que llama con desespero en el pecho hermético de los opresores.

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“Ha visto de cerca la solidaridad del pueblo. Quizás ha escuchado en coplas y cantares y decires la verdadera pasión popular. Acaso alguna noche, al acercarse a algún poblado, oyó la voz cantarina de una doncella —y la amó en la voz con alas de sombra— dando al aire oscuro de luz de anhelo:

Cuba libre es la frase sonora

que resuena en el campo doquier;

Cuba libre será desde ahora,

Cuba libre por siempre ha de ser.” Seguir leyendo «Antonio Maceo, «héroe epónimo»»

Docencia, decencia y socialismo en la universidad cubana

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Ariel Dacal Díaz

Hace varios días rueda por las “redes sociales” la información y comentarios sobre el hecho de que, a Julio Antonio Fernández Estrada, jurista, profesor universitario y socialista confeso, no le actualizaron su contrato como profesor en la Universidad de la Habana. Varias son las razones y los supuestos que sobre este particular se conocen, entre ellas la publicación de un artículo titulado “No quiero saber nada de los industriales ni de Obama”.

Como sucede con cualquier dato o acontecimiento nacional, este permite encausar el permanente debate sobre la realidad cubana, sus tensiones, desafíos y alcances. Otra oportunidad para mirar algunos elementos de nuestra realidad compleja, diversa, llena de matices y aparentemente inabarcable. Con este fin convido a un grupo de personas, sobre todo del mundo de las ciencias sociales y el activismo en la vida pública, y de clara sensibilidad con el proyecto de justicia social y soberanía en Cuba, a comentar alrededor de un par de preguntas sobre Julio Antonio en particular y sobre algunos significados de su salida de la Universidad en general.

¿Cuál ha sido su acercamiento a Julio Antonio Fernández Estrada y a los contenidos generales de los textos recientemente publicados en su columna de OnCuba?

Juan Valdés Paz: Conozco al “joven” (como los de ochenta llamamos a los de cuarenta) Julio Antonio Fernández Estrada, hace más de una década. Lo primero a decir de Julio Antonio es que es una persona decente y que no conozco nada de él que no sea recto, lúcido y comprometido con los ideales de la Revolución. Lo segundo, que Julio Antonio es uno de los más brillantes intelectuales de su generación, con un estilo profundo y mordaz, como corresponde a un buen senequista. Tercero, que es uno de nuestros más destacados juristas, Catedrático de Derecho Constitucional y Romano, profesor universitario por más de veinte años, siempre elegido por el alumnado de la Facultad como el mejor de sus profesores. Cuarto, que Julio Antonio ha sido un trabajador de la Universidad de La Habana desde su graduación, pero esta Alta Casa de Estudios se ha venido deshaciendo de su magisterio gradualmente, no obstante, la solidaridad de algunos de sus colegas, hasta que recientemente le fue rescindido o no renovado su contrato, rompiendo así su último vínculo con la Universidad y sin que importen muchos los argumentos utilizados al efecto puesto que a una persona decente no se le deja sin trabajo. Quinto, que en cuanto a sus escritos en OnCuba me parece fuera de discusión su derecho a ejercer sus opiniones, puesto que de eso se trata; en todos los trabajos de Julio Antonio que conozco, sus críticas han estado acompañadas siempre de un fondo ético y político, inobjetables, pero en todo caso, dignos de ser debatidos y nunca penalizados.

Mylai Burgos: Entré a estudiar Derecho en la Universidad de La Habana en 1993, por la misma puerta que Julio Antonio, nos separaban aulas, personas y un poco más. Épocas repletas de escaseces donde sobrevivíamos de la inventiva y agarrados a la historia para seguir activismos estudiantiles de antaño. Julio y yo nos conocíamos, pero nos replicábamos entre la introversión de uno y la extroversión propia, estuvimos cerca y también lejos muchas veces. Pero la vida desdeña lo superfluo y une la honestidad para asentar la amistad. Por eso algunos años después empezamos a caminar juntos pensares y quehaceres, tan juntos que el sendero se ha vuelto un andar mutuo.

Compartir sus palabras ha sido uno de los motivos de esos andares, pero hace un tiempo tuvieron un repunte al saltar a las redes sociales pequeños textos temáticos de su sentir, que es el sentir de muchos y muchas. Hablar de la coyuntura política, del barrio, de las expectativas truncas, de la discriminación, de la democracia, de la república, de la constitución, de ese derecho que estudiamos con su padre, nuestro maestro excelso, donde la libertad no existe sin igualdad, y la justicia fraterniza con la política, hablar y poner sobre la mesa con prosa poética lo que a muchos nos golpea el alma, desde la isla y por ella, es lo que ha sucedido en los últimos meses con sus textos en el mundo virtual.

Mi acercamiento no es nuevo, van conmigo en sus reflexiones lo que nos duele y nos mueve por el presente y el futuro de Cuba.

Aurelio Alonso:  Si hablamos de “acercamiento” tendría que empezar por decir que estoy cerca de Julito desde antes de que naciera debido a la estrecha amistad que tuve con Fernández Bulté desde los años sesenta, cuando nos iniciábamos en la compleja tarea de la docencia desde perspectivas teóricas a las cuales la Universidad había sido adversa hasta el triunfo de la Revolución. Vi crecer a Julio Antonio, y formar su inteligencia, entre la estampa cultural ideológicamente comprometida de su padre y la ternura de su entrañable madre. Lo recuerdo, todavía estudiante de Derecho, en una de las conversaciones sobre temas polémicos que Julio y yo solíamos sostener cuando le visitaba, pronunciarse contra la pena de muerte con argumentos tan sólidos que me impresionaron por su madurez. Me atrevo a caracterizarlo hoy como uno de los estudiosos más serios de su generación. Sus trabajos recientes en On Cuba reflejan, como todo lo que he leído de él, esa correspondencia del compromiso con el ideal socialista y la indispensable originalidad de pensamiento, que no puede ser digerida desde los extremos, pero termina por abrirse paso cuando mantiene su curso y se logra profundizar con coherencia.

Israel Rojas:  A día de hoy la circulación de ideas en la red cubana es mayor que nunca y es imposible estar al tanto de todo. A veces siento que se ha pasado bien pronto del murmullo por escasez de voces a una etapa de mucho ruido e incapacidad de asimilar tanto.   Seguir leyendo «Docencia, decencia y socialismo en la universidad cubana»

Fidel Castro: historia y memoria

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Por Julio César Guanche

A sus 21 años, Fidel Castro le dijo a los compañeros con los cuales recuperó la Campana de La Demajagua: “tomamos la campana, nos vamos a la Escalinata y tocamos la campana, como en La Demajagua. Después que tengamos todo el pueblo allá, lo llamamos a tomar Palacio”. Entre los presentes, Alfredo Guevara le preguntó: “bueno Fidel, ¿y después?”. “Ya veremos, ya veremos”, fue su respuesta.[1] Para 1970, siendo ya un líder de resonancia mundial, contra los cálculos del Instituto de Planificación Física, y contra la opinión del ministro del ramo, a quien destituyó, anunció la realización de una zafra de 10 millones de toneladas de azúcar, cuyo fracaso fue anunciado en buena parte del mundo como causa de su “inminente” caída.

Por tales actitudes, Fidel Castro recibió, entre otras, la etiqueta de “aventurero” por parte de enemigos, adversarios y, en parte, de sus aliados y seguidores. En 1947 participó en la expedición de Cayo Confites contra el régimen de Trujillo, organizada por un grupo político con el que había tenido graves diferencias en la Universidad de La Habana. Sin querer aceptar las órdenes de dispersión del proyecto insurreccional, propuso a Juan Bosch reunir unos 50 hombres y llevar a cabo, solos, la lucha de guerrillas en Santo Domingo. En 1953 organizó el ataque a dos cuarteles militares, en una acción calificada por los comunistas cubanos de “putchista”. En 1956 anunció que en ese año “seríamos libres o mártires”, para estupor de los que no concebían ofrecer información sobre una guerra en preparación, y miraban, honestamente, la posibilidad de una guerrilla rural como un acto incapaz de plantear batalla efectiva al régimen. Cuando desembarcó en ese año, y su tropa fue virtualmente aniquilada, persistió en continuar la guerra aun cuando, por un tiempo, el estado de su destacamento fue tan deplorable que Frank País le aconsejó “que saliera de allí” y se marchara para organizar una nueva expedición. Fidel Castro se quedó allí, y dos años después, entró en La Habana en medio de la epifanía popular más grande de la historia nacional. Seguir leyendo «Fidel Castro: historia y memoria»