El vitoreo suicida

Por Julio Cesar Guanche

He oído a Javier Milei, el recién electo presidente de Argentina, citar con admiración a Jeremy Bentham. Es una referencia consistente para el ultralibertario:

Bentham aseguraba que los derechos humanos eran “disparates sin fundamento”: una doctrina confusa y peligrosa, amenazante para los estados y para la estabilidad y equilibrio de la sociedad.

El de Bentham era un programa conscientemente antidemocrático: la democracia en ese momento —desde hacía dos milenios—, era sinónimo de poder de la muchedumbre, de la turba, “tiranía de la mayoría”, poder de la plebe.

Por supuesto, no es esto lo que aparece cuando se busca por el universo ideológico y cultural de Milei. Lo que se encuentra más rápido son referencias comprobadas a plagios, mentiras compulsivas, minimización de los costos graves de la Covid 19, frases hacia mujeres como “gorda hijadeputa incogible”, clonación de perros muertos, tarots, médiums, telepatía con animales, negación de las víctimas de la dictadura militar argentina, etc.

Estas “locuras” hacen perder de vista cuestiones bastante más profundas. Entre ellas, la consistencia entre Bentham y Milei en torno a la democracia y la república.

Ambos defienden un programa expresamente antirrepublicano:

1.- La destrucción de todo vínculo entre libertad y propiedad, como diseño socioinstitucional que garantice condiciones materiales de reproducción de la vida, que puedan producir al mismo tiempo libertad y justicia. Eso permite estructurar un proyecto autoritario con un lenguaje que habla de libertad, pero es un ideal contrario a casi todas las versiones, incluso liberales, comprometidas con alguna noción de democracia. Unos pocos ejemplos al canto: John Stuart Mill sostuvo la incompatibilidad de la democracia con la pobreza o la miseria. Adam Przworski explica que las instituciones en la democracia se soportan en una determinada distribución de los recursos entre los participantes en ella y que esos recursos no sólo son ideológicos sino, también, económicos y organizativos. Robert Dahl fundamentó que desigualdades extremas “…en los ingresos, las riquezas, el status, la instrucción,… equivalen a desigualdades extremas en las fuentes del poder político” .

2.- La destrucción del Derecho y la ley como garantía de protección del más débil y como soporte del autogobierno de una comunidad política. Es la negación de la idea de soberanía popular, que es el fundamento de la doctrina moderna sobre la democracia. La destrucción de las instituciones sea un ministerio de la mujer, o del Banco Central, es la expropiación de derechos adquiridos por prácticas sociales de muy larga data. Es la destrucción de toda noción de bien público, y de la política como bien común, su promesa fundadora, no por violada menos inexcusable.

3.- La destrucción de toda noción de responsabilidad social de la propiedad, que reivindica todos los derechos para el propietario y ningún derecho ante la propiedad, para los excluidos de ella, o con acceso restringido a ella. Con ello, la propiedad es un recurso para establecer “isonomías oligárquicas” con “formas” democráticas. Es esa un tipo de solución a la tensión capitalista entre igualdad formal “de todos” ante la ley y la desigualdad material en el acceso a los recursos. Es una solución que convierte a la primera en una sombra de sí misma, pues valoriza en exclusiva la democracia como sistema de reglas, y la hace desentenderse de sus consecuencias sociales.

La pareja capitalismo y democracia enfrenta hoy desafíos globales sin precedentes, algunos acaso terminales, entre ellos la crisis climática y la desigualdad creciente, a los que propone unos pocos y paupérrimos paliativos. Autores no “comunistas” como Shoshana Zuboff o Larry Diamond hablan de una «recesión democrática», espoleada por la relación conflictiva entre mercados y democracia.

Freedom House, nada sospechosa de radicalidades, señaló en su informe de 2018 que en los últimos años “la democracia está en retroceso” en todas las regiones del planeta, incluidos países con sistemas democráticos considerados estables y consolidados”.

Si los fascismos históricos gritaban “viva la muerte”, los autoritarismos 2.0 de hoy gritan “viva la libertad” en un orden de sentido similar: desconocen que la desigualdad mata (el negacionismo anticovid de Milei sirve para esconder que se podrían haber evitado nueve millones de muertes por la covid), o que no hay ninguna idea de desarrollo compatible con el aumento de la pobreza (hasta el Banco Mundial y el FMI han “desaconsejado” la dolarización propuesta por Milei).

La incapacidad por parte de gobiernos progresistas de lidiar con problemas fundamentales como inflación y corrupción, ha traído parte de estos lodos. Sin embargo, también hay mucho desvío interesado de atención en ello.

Al filo de la mitad del siglo XX, Karl Polanyi argumentó que la expansión de los mercados libres capitalistas tenían su contracara en el aumento de autoritarismos societales, y de regímenes despóticos, que se ofrecían como respuesta para cerrar las brechas abiertas por el mercado ( “un buen sirviente, pero un pésimo amo”) sobre el tejido social. Esa brecha es hoy un abismo en casi todas partes.

En nombre de la libertad de Bentham y de Milei, veremos más autoritarismo, con probablemente más versiones paramilitares en la propia Argentina. Veremos más represión y criminalización de la protesta social. Veremos aún más destrucción social, cultural y y ambiental.

La conexión es obvia: el experimento pionero “exitoso” de neoliberalismo en la región fue bajo la dictadura de Pinochet. Ese programa no podía funcionar en un contexto mínimamente democrático. Sabiéndolo, Milei se ha mostrado con motosierras en las manifestaciones (un recuerdo vívido de la cultura paramilitar de la motosierra en Colombia).

La celebración del triunfo de Milei es el vitoreo suicida de los lenguajes antiderechos, de los ecocidios, de la naturalización de la desigualdad y la pobreza. Una muestra sintomática del lugar donde nos encontramos hoy, un momento que tanto recuerda a la década de los 1930. Es el vitoreo suicida de la destrucción entusiasta de la democracia, un patrimonio común de al menos dos mil años de luchas sociales, en nombre de una versión fementida de ella.

Republicanismo antirracista e imaginarios plebeyos en Cuba

Luciana cadahia entrevista a Julio Cèsar Guanche, en esta serie de podcasts sobre Republicanismo, que edita el Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social.
«En este nuevo programa invitamos al historiador y jurista cubano Julio Guanche para conversar sobre los legados caribeños del republicanismo actual. Nos interesó conversar sobre los imaginarios antirracistas del republicanismo cubano de principios de siglo XX, su importancia para la revolución cubana y los desafíos que abre para la región el triunfo del pacto histórico en cabeza de una líder afrocolombiana como Francia Márquez.»

El problema de la sedición

En torno a un aspecto de las sanciones por el 11J en Cuba.

Foto: Julio César Guanche

Por Julio César Guanche

El 11 de julio (11J) de 2021 sucedieron en Cuba, las protestas más grandes habidas desde 1959 en el país; cuatro días después de esa jornada, en Granma se aseguró que los comportamientos cometidos ese día tipificaban delitos comunes. En específico, fueron identificados desórdenes públicos, atentado, resistencia, desacato y desobediencia.

En contraste, al menos 158 personas, según el sitio Justicia 11, han sido o están siendo acusadas de sedición. La Fiscalía General de la República declaró un total de 790 procesados por el 11J, sin precisar cuántos serían los acusados por esta causa.

Hasta el 24 de enero de 2022, por más de seis meses tras el 11J, Granma no mencionó el concepto “sedición”. Además, en la reciente declaración de la Fiscalía aparecen novedades respecto a lo que el propio diario Granma publicó sobre el tema en julio de 2021.

Me referiré a tres nuevas calificaciones aparecidas en esa nota: “de manera tumultuaria”, “perturbación grave del orden público”, y “deliberado propósito de subvertir el orden constitucional”. Antes de hacerlo, mencionaré brevemente la historia del delito de sedición en Cuba, para entender mejor los problemas de su aparición en este escenario.

Mi interés aquí es discutir la pertinencia y aplicabilidad del concepto sedición, en los propios términos del Código Penal y la política cubanos, respecto a los procesos del 11J.

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La evolución del poder en la revolución  cubana, Juan Valdés Paz (pdf)

El propósito de este estudio es realizar un examen de la constitución y evolución del poder político y social de la Revolución Cubana. El primer tomo abarca tres periodos: de 1959 a 1962, de 1964 a 1974 y de 1975 a 1991. El segun­do tomo retoma el proceso y culmina en nuestros días.

Juan Valdés Paz, sociólogo, integrante del consejo editorial de la revista Pensamiento Crítico y durante dos décadas miembro del Centro de Estudios sobre América. Por la obra de su vida, recibió el Premio Nacional de Ciencias Sociales. Entre otros libros suyos, pueden consultarse La Transición Socialista en Cuba (1993), Procesos Agrarios en Cuba, 1959-1995 (1997), El proceso de organización agraria en Cuba. 1959-2007 (2009)El espacio y el límite. Ensayos sobre el sistema político cubano (2010) y La evolución del poder en la Revolución Cubana (2018), en dos tomos.

Con permiso expreso del autor, La Cosa pone a disposición, por vez primera en internet, para descarga gratuita en pdf: La evolución del poder en la revolución  cubana (dos tomos)

Descargar La evolución del poder en la revolución  cubana tomo I

Descargar La evolución del poder en la revolución  cubana tomo II

Los científicos somos personas normales y corrientes…

Antoni Doménech Figueras (1952-2017)

Por Antoni Doménech Figueras

No hay nada más democrático en el mundo que la ciencia. Es verdad que para descubrir una teoría científica tan original como la Teoría de la Relatividad hay que ser un genio. Nosotros no podríamos hacerlo. Pero cualquier persona que tenga un coeficiente mental normal, digamos por encima de 90 —que es la inmensa mayoría de la población—, si pone suficiente empeño y trabajo puede entender qué dice Einstein.

En cambio, no es verdad que cualquier persona con un cociente de inteligencia normal sea capaz de disfrutar un poema de Auden o de entender cabalmente una partitura de Britten, por ejemplo. Es verdad que el arte requiere sensibilidades especiales que no todo el mundo tiene. Hay gente que es muy musical y gente que es poco musical, pero la ciencia en lo que hace a la comprensión es lo más democrático del mundo. Y esto es porque la buena ciencia es una cosa de gentes del común, es sentido común afinado, disciplinado y aplicado a entender lo que pasa en el mundo.

Para eso es necesario lo que podríamos llamar la cortesía democrática de la ciencia, que es formular hipótesis muy informativas que ofrezcan la posibilidad de ser replicadas y refutadas.

Es un juego difícil, porque queremos decir cosas que sean verdaderas, o sea que se correspondan con los hechos, pero queremos huir de la trivialidad. Cuanto más informativos queremos ser, más cosas tenemos que excluir, y cuantas más cosas excluyamos más difícilmente acertaremos.

Es un juego de riesgo. Y en cierto sentido de nobleza, porque un truco fácil ahí consiste en hablar tan confusamente que el adversario no sepa a qué atenerse. Aquello que decía Descartes en el Discurso del Método: «cuando discutáis con los curas y oscurantistas intentarán llevaros al sótano, lo que tenéis que hacer es llevarlos a discutir a plena luz de la terraza».

Esa es la lucha del pensamiento moderno y la Ilustración contra los viejos oscurantistas de siempre, como contra los de ahora, quienes afirman que los hechos no existen, o que todo es jauja y que no tenéis que estudiar para nada, que ya os darán el aprobado general salvo que les llevéis la contraria. Se trata de claridad, necesaria para dar la posibilidad que te refuten. Por eso no hay verdades absolutas.

Ni siquiera podemos estar seguros de que haya verdades absolutas en matemáticas, un curioso reino aprovechable dentro del mundo de las tautologías. A ver, la teoría matemática más famosa de vuestra infancia ¿cuál es? [«¡el teorema de Pitágoras!»]. ¡Claro que sí! Es la geometría de Euclides, que son 5 axiomas: el que define un punto, el que define una recta… Pues siguiendo esos 5 axiomas tenemos toda la geometría clásica, la que Kant consideraba definitiva y que hasta el s. XIX nadie pensaba que podía corregirse ni mejorarse. O si pensáis otra teoría matemática interesante es la de Newton, quien por vez primera describió una teoría física en términos matemáticos; la formuló con 4 axiomas. Y casi toda la física moderna deriva del cálculo analítico a partir de esos 4 axiomas.

Entonces, desde comienzos del siglo XX sabemos, por el Teorema de Gödel, que cuando partimos de unos pocos axiomas y logramos escribir un mamotreto de física moderna o de geometría euclidiana, nunca podremos demostrar la compatibilidad de esos cuatro axiomas, no podemos demostrar que no pueda haber una contradicción interna. Todas las teorías matemáticas las aceptamos como tautológicas en base a que esos axiomas son compatibles, pero no podemos estar seguros de que algún día no probaremos que algunos de esos axiomas son contradictorios, por lo que la teoría quedaría arruinada.

De modo que ni siquiera hay verdades absolutas en las matemáticas, la única que dominamos completamente porque la hemos construido nosotros mismos. Yo me jugaría la vida apostando a que la Teoría de la Relatividad es cierta, no hay ninguna alternativa ni remotamente mejor. Pero si me ofrecieran criogenizarme y despertarme dentro de cien años, pero me pusieran la condición «si dentro de cien años, cuando te despertemos, la Teoría de la Relatividad se ha demostrado falsa quedando superada por otra teoría, te mataremos», ¡ah no! ahora sí que me dejo matar por esa teoría pero dentro de cien años no. [Risas]

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José Martí, hierro y fiebre

Foto: Sonia Almaguer (tomada de Cubaescena)

Por Julio César Guanche

1.

En los años 1950, en ocasión del centenario del nacimiento de José Martí, una película rodada en México —La Rosa Blanca, con dirección de Emilio Fernández y financiamiento de la dictadura de Fulgencio Batista— buscaba hacer una biografía sobre la vida del Apóstol. Félix Lizaso y Francisco Ichaso colaboraron con la realización. Lizaso le explicó en carta a María Mantilla el cuidado que se estaba teniendo con el tratamiento de la memoria de Martí. Sobre la misma película, pero a título individual, Raoul José Fajardo, autor de una pieza teatral titulada “Dos Ríos”, le escribía a Mantilla: “¿pueden los intelectuales y los productores cinematográficos interpretar bien a Martí sin antes parecerse a él? (…) Ved que la obra de Martí corre la misma suerte que la de Mahatma Gandhi en la India: cada secta o partido lo interpreta de diverso modo. Tal vez sea ese un tributo indirecto a su grandeza.”

Si hay algo en Cuba capaz de ser compartido por un espectro político completo es José Martí. Pocos mitos políticos —básicamente figuras nacionalistas, o, como mucho, populistas— pueden acompañarlo en tal condición en América latina. La obra de Martí, y su vida, su grandeza, lo defienden por sí solo —nadie deviene héroe nacional implorando socorro ante cada afrenta— pero el nacionalismo de estado ha erigido siempre en obligación moral —presentando como un deber de y hacia todos lo que es en realidad una función muy suya— la “necesidad de su protección”, sea sobre el caso de una película mexicana o sobre el proyecto en construcción de un joven realizador.

La enorme penetración de Martí en la vida de Cuba se debe precisamente a lo contrario: a ser un creedor y un producto, él mismo, del nacionalismo popular y a no haber rehusado enfrentar por sí mismo ninguno de los conflictos propios de tan compleja elaboración. Entre lo que he visto en los últimos años sobre Martí, la reciente puesta en escena de Hierro, de Argos Teatro —escrita y dirigida por Carlos Celdrán— me parece una extraordinaria manera de comprender a Martí, a través de cómo lidió con sus conflictos, fuesen personales o nacionales. Escribo estas palabras inspirado por la pieza de Celdrán, y repaso con ellas algunos de los conflictos que trata la obra. Seguir leyendo «José Martí, hierro y fiebre»

La democracia republicana fraternal y el socialismo con gorro frigio, de Antoni Domènech

La democracia republicana fraternal y el socialismo con gorro frigio

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Ha sido publicado por La Editorial Ciencias Sociales, en la Habana, este libro: La democracia republicana fraternal y el socialismo con gorro frigio, de Antoni Domènech Figueras.

Toni Domènech, como le decían sus amigos, es, en mi opinión, el más importante filosofo político en idioma español que desde el siglo XX hasta hoy se haya concentrado en los temas de la república, la democracia, el marxismo y el socialismo. Esos eran sus temas principales, pero para tratarlos se desempeñaba con toda naturalidad en campos tan disímiles como la filología clásica, la economía política, la psicología cognitiva o las matemáticas.

He conocido y tratado de cerca a varios grandísimos intelectuales, pero la erudición y profundidad de Domènech me sigue asombrando entre todos.

Este es un libro difícil de leer. Ojalá muchos se aventuren a hacerlo. Hoy, que se rinde culto y es obligación citar a tanto “mequetrefe”, diría el propio Domènech, que será un absoluto desconocido en apenas pocos años, estoy convencido que esta lectura tiene el poder de los clásicos: estar y seguir ahí a pesar de las modas y las contramodas.

El profesor Domènech falleció temprano, cuando aún por edad podía seguir ofreciendo muchísimo. Este libro, que sale ahora con carácter de póstumo, es su primera edición mundial. El autor accedió a publicarlo en Cuba, donando sus derechos para una edfición no comercial y esperando muchos años para verlo publicado. La vida no le alcanzó para verlo en sus manos. 

Antes de este, había publicado El Eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista, por Crítica, que en breve será reeditado por AKAL. Ese libro es considerado un clásico contemporáneo.

(Ver aquí otro libro suyo: https://jcguanche.wordpress.com/2018/01/14/de-la-etica-a-la-politica-de-la-razon-erotica-a-la-razon-inerte-de-antoni-domenech/)

En Cuba fue publicado gracias al apoyo de Zuleica Romay Guerra, en ese momento presidenta del Instituto Cubano del Libro. Por parte de la Editorial de Ciencias Sociales, la labor de Gladys Hernández fue imprescindible.

Dejo aquí un párrafo, como homenaje al autor, de una breve charla que Domènech dio a sus alumnos en Barcelona, al iniciar un nuevo curso escolar.

“La ciencia es un reconocimiento de una Humanidad madura. Es un reconocimiento de impotencia y de humildad. Lo otro, las verdades absolutas, queda para curas y para extremistas adolescentes. Que dejen de decirnos de qué va la vida, que la vida es esto, somos un producto extremadamente improbable de la evolución de cuatro bases químicas en el planeta Tierra, que ya es un planeta muy improbable, y estamos aquí para entender un poco de qué va esto y de volver a morirnos. Somos una especie de fogonazo en la oscuridad. Así que, chicos, aprovechad el fogonazo. El fogonazo se aprovecha aprendiendo en serio, no fantaseando o creyendo que uno ya lo sabe todo, que no hay nada por conocer. El tiempo es corto y no hay nada más divertido que saber cosas, y espero que para eso os sirva pasar por la universidad.”

¡Hasta la República siempre, Toni Domènech!

A continuación reproduzco el breve prólogo que Domènech escribió a la edición cubana.

Dedicatoria

Para María Julia Bertomeu, mujer de curiosidad deliciosa, ciudadana sin tacha, tierna compañera de vida, de estudio y de combate  

Prólogo cubano

Este libro contiene un conjunto hasta ahora disperso de trabajos, notas, entrevistas y apuntes publicados entre 1999 y 2012. Muchos amigos y colegas jóvenes han venido insistiendo desde hace tiempo en la utilidad de reunirlos en un volumen y hacerlos más fácilmente accesibles al posible público interesado. Ninguno logró hasta ahora vencer la pasiva renuencia del autor, nacida –me temo— de una especie de ingénita indolencia quevediana:

A mí han de heredarme

mis propios deseos:

que hago ajeno al punto

lo que acá me dejo…

Sólo a la amable y enérgica tenacidad de Julio César Guanche se debe este volumen, que me obliga a reapropiarme de material vario dejado acá y allá en los tres últimos lustros.

El material se distribuye aquí en cuatro bloques temáticos.

El primero está constituido por distintos textos en torno a la historia de la libertad política republicana. Varios de esos textos guardan una relación más o menos mediata con mi viejo libro de 1989 De la ética a la política. De la razón erótica a la razón inerte (Barcelona, Editorial Crítica).

El segundo, que gira en torno a la fraternidad republicana democrático-revolucionaria y su legado normativo al socialismo contemporáneo, está compuesto por materiales –textos, entrevistas— directa o indirectamente relacionados con mi libro de 2004 El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista (Barcelona, Editorial Crítica).

El tercer bloque reúne material de crítica académica: una curiosa entrevista con un estudiante mexicano sobre izquierda académica e Ilustración, además de dos textos –también para auditorio estudiantil, esta vez barcelonés— sobre la autonomía universitaria y sobre la crisis actual de la universidad y el lugar de las ciencias sociales en esa crisis.

El cuarto bloque se centra en Marx, marxismo y tradición política republicano-democrática. Marx dijo una vez –refiriéndose a Lassalle— que la esencia del sectarismo consiste en presentarse como inaugurador fundacional de una corriente radicalmente nueva de pensamiento y de acción. Buena parte de la falsificación que de Marx han hecho distintos “marxismos” del siglo XX consistió precisamente en eso, en desfigurarlo y simplificarlo –y desmentirlo— como originador de una doctrina tan mostrenca, y mefítica, como sectaria. Cuando, en cambio, se ve a Marx y a Engels, por lo pronto, como parte de la tradición del movimiento obrero contemporáneo, y más de fondo, como parte y continuación de una inveterada tradición histórico-política –la del republicanismo democrático-revolucionario—, no sólo se restaura la verdad histórica sobre la obra de unos pensadores y hombres de acción sin par, lo que no es poca cosa, sino que se abre una ventana a la recuperación de su formidable legado científico y político para pensar de modo fresco e inteligente el presente.

Los materiales que contiene cada uno de los bloques temáticos están ordenados cronológicamente. Mucho agradezco al Instituto Cubano del Libro, y particularmente a la señora Gladys Hernández, el esmero puesto en las tareas de edición.

Antoni Domènech

¿Qué significa una Asamblea Constituyente?

Foto: Kaloian

Julio César Guanche

Las constituciones nacidas de la celebración de asambleas constituyentes en Venezuela (1999), Ecuador (2008) y Bolivia (2009), dieron lugar al “nuevo constitucionalismo latinoamericano”. Aunque muy discutido hoy, este cuerpo legal se encuentra entre lo más creativo del constitucionalismo global, por sus procesos muy incluyentes de elaboración y su innovación en materia de derechos y participación política.

Recurrir más a asambleas constituyentes para elaborar constituciones, que a otros métodos como las comisiones de expertos o el empleo de los parlamentos existentes, es una novedad. Contabilizando 239 procesos constitucionales alrededor del orbe, entre 1947 y 2015, se ha comprobado que la Comisión de expertos fue usada 36 por ciento, mientras las Asambleas Constituyentes 26 por ciento. El resto lo ocupan otros métodos, como los parlamentos o tratados internacionales.

El tema de cómo hacer una Constitución implica la comprensión sobre qué es el Poder constituyente y su distinción con el Poder constituido. El Poder constituyente es el poder del pueblo, originario e indelegable. Es la soberanía. El Poder constituido es la institucionalidad creada para ejercer poder público. En sentido genérico, es el Estado y Gobierno. El Constituyente debe mandar, el Constituido debe obedecer.

La distinción –que no necesariamente la oposición– entre poder constituyente y poder constituido es un pilar del constitucionalismo. Permite afirmar, continuamente, que la soberanía es del pueblo, y no de quien ejerce el poder público. El Estado y el Gobierno tienen existencia limitada por la Constitución, y ninguna norma ni acto puede contradecir la Ley de leyes, por ser el mandato del soberano. Seguir leyendo «¿Qué significa una Asamblea Constituyente?»

La Marsellesa, de Jean Renoir

Ver online La Marsellesa

“La Marsellesa surgió en 1937-38 como un encargo político del Frente Popular, destinado a película-foco de resistencia y de movilización de la memoria histórica de las clases medias y obreras de Francia, frente a la marea creciente del expansionismo fascista nazi. Era Renoir hombre de la izquierda y lo era de forma callada y no gestual o verbalmente radical, pero no tenía condición de hombre de partido, y desde el poder le encargaron (en parte tal vez por eso y como forma de limar las disensiones intestinas frentepopulistas) hurgar en los orígenes del canto nacional francés y recordar el origen revolucionario de una música que entonaban también como propia los fascistas franceses, frente a los que había que marcar las distancias y decirles que esos acordes fueron llevados como una antorcha, a lo largo de la gran caminata desde su ciudad a París, por los soldados de un regimiento de Marsella, compuesto de parias revolucionarios sublevados, contra un rey que era custodiado por otro regimiento, éste compuesto por reaccionarios, atildados y disciplinados mercenarios reclutados en la Suiza alemana, que hablaban en alemán, como la mujer austríaca del rey, por lo que éste era, en palabras esculpidas por Saint-Just, un “bárbaro extranjero”. Y ese impulso “promarsellés y antialemán” alentó, sin mover un sólo grano de la tentación racista o nacionalista, a Jean Renoir a convertir en cine la música, sonora o callada, de la imaginación jacobina. Eso es, en definitiva, LA MARSELLESA“.

Texto: Ángel Fernández-Santos, “La Marsellesa”,
en Jean Renoir, rev. Nosferatu, nº 17-18, marzo 1995.

FICHA TÉCNICA DE LA PELÍCULA

Título: «La Marsellesa» («La Marseillaise»)
Director: Jean Renoir
Intérpretes: Pierre Renoir, Lise Delamate, Louis Jouvet, Jean Aquistapace, Aimé Clariond, Andrex, Edmond Ardisson…
Año: 1937
Guión: Jean Renoir, con Carl Koch, N. Martel Dreyfus y Mme. Jean-Paul Deyfus (asesores históricos)
Fotografía: Jean-Paul Alphen, Jean Bourgoin, Alain Dovarinov, Jean-Marie Maillols.
Música: Joseph Kosma. Lalande, Gretry, Rameau, Mozart, Bacha, Rouget de Lisle, y Sauveplane.
Duración: 135
País: Francia