Testimonio (de segunda mano y) oral sobre el caso Marquitos

“José Machado (Machadito), Luis Orlando Rodríguez y Juan Pedro Carbó, llegan al Tribunal de Urgencia de La Habana”. Foto tomada de Granma

Por Humberto T. Fernández

Si hubo algún juicio eminentemente político, sensu stricto, en los años posteriores al triunfo revolucionario de enero de 1959 fue el juicio a Marcos Rodríguez (“Marquitos”); otros muchos fueron consecuencia de acciones conspirativas, actos espionaje, acciones de guerra.

Existe una laguna en lo que se refiere a las razones por las que se detuvo a Marcos Rodríguez en Checoslovaquia de la manera en que se lo hizo. El embajador cubano en ese entonces no tenía noticias acerca del paradero de Marcos: sus pertenencias, incluso su pasaporte, estaban en su habitación de becario. Según Raúl Roa Kourí, al informar al comandante Manuel Piñeiro sobre la desaparición de Marcos, Piñeiro le dijo que no se preocupara, que Marcos estaba camino de La Habana tras haber sido arrestado. ¿Por qué fue arrestado? ¿Por ser sospechoso de la delación que había conducido al asesinato de los militantes del Directorio Revolucionario en Humboldt 7 o por estar trabajando para los servicios de inteligencia de los Estados Unidos? En los dos juicios que se celebraron contra Marcos Rodríguez, la acusación que se estableció, y por la que fue sentenciado a muerte, fue la de haber delatado a la célula revolucionaria que se escondía en esa dirección habanera tras el ataque al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957.

Entre las relaciones de amistad que Marcos Rodríguez tuvo con anterioridad a los hechos por los que se lo juzgó y condenó, y posteriormente a ellos, estuvo Jorge Valls, miembro fundador del Directorio Revolucionario, quien se apartó de dicho movimiento en abril de 1956.

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Sobre Marcos Rodríguez. Un testimonio de Oscar Oramas

Numerosos esbirros de la policía batistiana acudieron al edificio de Humbolt 7, el 20 de abril de 1957. Foto Juan Manuel Miralles. Archivo de Granma

Por Oscar Oramas

En el año 1960 siendo Agregado Diplomático de nuestra embajada en Francia, recibí instrucciones de Harold Gramatges, a la sazón Consejero Cultural, para  ir a buscar al aeropuerto de Orly a Marcos Rodríguez, quien  viajaba en tránsito hacia Praga.

Las instrucciones fueron que tenía que recogerlo en el aeropuerto, llevarlo al hotel, estar con él y acompañarlo al día siguiente a tomar el vuelo para la capital checa.

También se me precisó que debía estar atento a sus contactos, sus intereses allí y no retirarme de la terminal aérea hasta que no despegara el vuelo hacia Checoslovaquia.

En esa breve estancia en París, Marcos Rodríguez solo se interesó por ir al Museo del Louvre y hablar con Harold.

Durante la intervención del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en el juicio al traidor [1964], hizo referencia a mi ida al aeropuerto de París.

Sobre Marcos Rodríguez, un testimonio de su estancia en Praga

Por Raúl Roa Kourí

Julio César,

A propósito  de una contribución de la compañera Lela Sánchez sobre  la delación de Marcos Rodríguez —Marquitos—, te diré que en marzo de 1961 fui designado Encargado de Negocios a.i. en nuestra embajada en la entonces República Socialista Checoslovaca.

Poco antes de partir de La Habana, el comandante Faure Chomón me confió la convicción, la certeza casi, suya y de otros compañeros del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, de que Marcos Rodríguez, a la sazón estudiante de cine en Praga, había sido el delator de los compañeros asesinados en el apartamento ubicado en Humboldt 7, entre Infanta y Hospital.

Se realizaban, entonces, gestiones para regresarlo a Cuba y someterlo a juicio. Cuando arribé a Praga, sin embargo, el Primer Secretario de la embajada, Manuel Estévez, me informó que había “desaparecido”. En su habitación —en un edificio para becarios—, hallaron sus pertenencias, incluido su pasaporte. Los compañeros denunciaron su desaparición a las autoridades checas.

Supe, además, que el embajador  había designado a Marquitos (que noviaba con su hija) “agregado cultural” (sin nombramiento alguno del MINREX) y lo utilizaba en diversas gestiones, a pesar de que no era miembro del Servicio Exterior. (Según me dijeron entonces, Marquitos había obtenido la beca por gestiones de Joaquín Ordoqui).

Transmití esta información por cable cifrado al Comandante Manuel Piñeiro, quien respondió que no me preocupara, que el sujeto en cuestión estaba en camino a La Habana detenido por personal de seguridad. Cuando, poco después, Faure pasó por Praga, camino a Moscú, donde había sido designado Embajador, le dije todo esto, pero él ya lo sabía.

Hasta aquí lo que conozco del asunto.

Un abrazo,

Raúl Roa Kourí

Sobre Humboldt 7. Respuesta a Newton Briones

Los mártires de Humboldt 7, de izquierda a derecha: Fructuoso Rodríguez Pérez, Joe Westbrook Rosales, Juan Pedro Carbó Serviá y José Machado Rodríguez.

Por Lela Sánchez

Me acaba de llegar un escrito de La Joven Cuba donde reproducen una conversación con Newton Briones en la que se menciona algo que escribí hace varios días y que se refiere al caso Marcos Rodríguez, delator y responsable del asesinato de cuatro valiosos compañeros en abril de 1957.  

En esa conversación que ha tenido con una persona que trabaja o dirige ese blog [Alina B. López Hernández], explica de nuevo sus puntos de vista, ya planteados en su libro Víctima o Culpable y responde a algunos planteamientos que hube de hacer con motivo de un trabajo de Julio César Guanche.

En aquella ocasión le envié la respuesta al propio Guanche por si consideraba publicarla. Para mí es un problema ético plantearle mis puntos de vista sobre un asunto en particular a la misma persona que los generó y, de ser posible, en el mismo medio. Y ese compañero tuvo a bien publicarlo en su blog donde aparecía el trabajo al que hacía referencia. Aunque en el mismo mencionaba a Newton no era mi intención iniciar una polémica pública con él ya que en privado hemos agotado ese tema y él conoce bien mis experiencias en el asunto y lo que se deriva de ellas en cuanto a los criterios que tengo. Era a Guanche a quien le estaba planteando mis puntos de vista y Newton fue solo algo que tuve a bien mencionar porque el trabajo que me interesaba responder lo citaba a él.

Newton no vivió los acontecimientos que se narran, pero yo sí. No formé parte formalmente de ninguna organización durante la lucha insurreccional porque no me gusta el encasillamiento en un sector cuando existe un mismo objetivo en todos, por eso las 24 horas del día estaban dedicadas a poner mi granito de arena para tumbar a Batista con el que fuera. Aunque debo hacer constar que respeto a los  numerosos compañeros que desde las filas de esas organizaciones se jugaban la existencia diariamente. Nunca pude hacerlo con algún miembro del PSP porque no tuve la suerte de encontrar a alguno entre aquellos que realizaban diferentes acciones contra la dictadura con esa proyección.

Y que conste que no considero que para referirse a hechos históricos sea necesario haberlos vivido, pero supongo que los que compartieron esos acontecimientos tenían información valiosa que los historiadores usaron como parte de sus investigaciones, y no silenciaron aquellos acontecimientos que no se ajustaban a sus hipótesis. Al menos los historiadores más honestos.

Antes de entrar en el tema, una incidental que tiene que ver con algo que la persona [Alina B. López Hernández], que presenta la conversación expresa y que me gustaría aclarar: No recuerdo a algún compañero de aquella época que considerara que la delación de Marquitos fuera instigada o permitida por la dirección del PSP cuando ocurrió. Lo que sí se hizo evidente, al transcurrir el tiempo, fue que dos de sus miembros, entre los más connotados (Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca), tomaron la defensa del caso hasta límites aún desconocidos del todo.

Luego, después del 59, otros miembros de la dirección de aquel partido defendieron con todas sus fuerzas las posiciones de esos compañeros considerando que la denuncia que hacía el Directorio respondía a posiciones sectarias y personales contra el delator y el partido en el que militaba. Debe tomarse en cuenta que estando en el exilio, Ordoqui había solicitado de la dirección del PSP que se admitiera en sus filas a Marcos Rodríguez sin haber transitado, como correspondía a su edad y a su poca actividad como aspirante a esa distinción.

Zanjado este particular, paso al caso de lo planteado por el propio Newton.

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«Caso Marquitos»: una conversación con Newton Briones

Edificio de Humbolt. No. 7 Vista actual. Foto: Julio César Guanche

Por Alina Bárbara López Hernández 

En el artículo «La delación de Humbolt 7. Temas en conflicto en torno al “caso Marquitos”», publicado hace poco en OnCuba, el investigador Julio César Guanche sistematizó con agudeza los diversos puntos de vista al respecto. Las múltiples hipótesis tejidas sobre el asunto hacen que lo considere, con razón, «un problema para la historiografía profesional cubana».

Demuestra en el texto mencionado que la opinión mayoritaria admite que a los jóvenes del Directorio Revolucionario (DR) masacrados al mes siguiente del asalto al Palacio Presidencial, los delató Marcos Rodríguez (MR).

Sin embargo, mientras una parte acepta que la causa de la traición se debió a iniciativa propia por motivaciones personales, incluso sectarias, relacionadas con su militancia en las filas de la Juventud Socialista y a sus vínculos con el PSP; otra parte la vincula a motivos más complejos que no solo atañen a MR sino al PSP, organización que no aceptaba la estrategia insurreccional contra Batista desarrollada por el DR.

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El conflicto de los días y las fechas históricas. Sobre Humboldt 7, Guiteras y la memoria cubana

Desde la izquierda, aparece una mujer, lamentablemente, cortada en la foto; luego, según Lela Sánchez, Fructuoso Rodríguez, quizás el presidente de la Escuela de Farmacia, Jose Antonio Echeverría, Luis Blanca, un compañero sin identificar y Juan Nuiry Sánchez.

Por Lela Sánchez Echeverría

Hoy es 19 de mayo, fecha de importancia indiscutible. Murió, en lucha desigual contra las fuerzas españolas, José Martí. Pero esto no resulta ninguna noticia para nosotros, de sobra se reconoce ese acontecimiento. Ha sido ampliamente recogido por la historia y cada cubano lo guarda en su memoria. Qué bueno.

La historia (valga la redundancia) se va formando con las acciones cotidianas de aquellos que se han destacado luchando por la libertad de su patria, por el progreso cultural o científico, por el desarrollo económico y social del país, para lograr el bienestar del pueblo que lo habita.

Pero también quedan plasmadas aquellas acciones que los hombres más oscuros, menos generosos, llevan a cabo, intentando alcanzar, básicamente, su propia prosperidad y los beneficios que les otorga el ejercicio del poder.

En ambos casos la historia los recoge y los reconoce para darlos a conocer a sus compatriotas y en muchas ocasiones al mundo entero. Resultan un ejemplo de lo que deber ser y lo que no es posible repetir en el futuro.

Una locutora de la televisión repite constantemente una cita del escritor y poeta Félix Pita Rodríguez cuyas palabras no recuerdo con exactitud pero cuyo sentido es el siguiente: El pasado no debe olvidarse porque se corre el riesgo de dejar indefenso al futuro.

Es cierto. La labor de los historiadores, de los comunicadores cuando abordan los acontecimientos que forjaron de alguna manera la idiosincrasia de un pueblo, es vital. Conforma la conciencia de los habitantes de un país, sobre todo la de las generaciones más jóvenes.

Por eso, en estos días, he sentido una buena dosis de aflicción vinculada, en especial, a las fechas patrias en mi país.

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Humboldt 7: El crimen infinito (y 2)

José Antonio Echeverría. Foto: Roberto Jesús Hernández

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Ver aquí la primera parte de este texto. English Version

Por Ricardo Alarcón de Quesada

Las elecciones universitarias

Al comienzo del curso 1954-1955 conocí a un personaje, Leonel Alonso, que supuestamente sería mi compañero de aula, quien de inmediato me anunció que aspiraba a ser el próximo Presidente de la FEU, algo que estuvo a punto de lograr. El primer paso hacia esa meta era ganar la presidencia de la Escuela lo que consiguió con el apoyo de la Juventud Socialista que controló nuestra Asociación.

Leonel, sin embargo, enfrentó un obstáculo insuperable: el sistema y los métodos de enseñanza de Filosofía y Letras que se apartaban bastante de los prevalecientes en el resto de la Universidad. Además de la calidad de su claustro, en nuestra Escuela existía la asistencia obligatoria a clases, las pruebas periódicas, los seminarios, talleres y conferencias que anticipaban lo que se generalizaría en 1962 con las Reformas Universitarias.

Nunca lo vi en alguna de esas actividades ni tampoco, por cierto, en las manifestaciones y actos de protesta contra la dictadura. Un día pasó lo que tenía que pasar. Leonel irrumpió bruscamente en un local, interrumpió y le faltó el respeto a una profesora y ésta, lógicamente, lo denunció ante la dirección de la Escuela la cual propuso al Consejo Universitario la suspensión de derechos de Leonel.

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Humboldt 7: El crimen infinito (1)

Edificio de Humboldt No. 7. (Vista actual) Foto: Julio Cesar Guanche.

Por Ricardo Alarcón de Quesada

A Jimenito

English Version (translated by Margarita Alarcón Perea)

A pesar del tiempo transcurrido desde el 20 de abril de 1957 se siguen publicando textos relacionados con la masacre ocurrida en la tarde de aquel Sábado Santo que giran, fundamentalmente, alrededor de la delación que condujo al asesinato de Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó, José Machado y Joe Westbrook.

Acerca del delator, sus motivos, su vida y milagros, se ha escrito más, mucho más que sobre sus víctimas. No faltan elucubraciones y falacias que desvirtúan los hechos e incluso cuestionan su culpabilidad. Es como si aquellos compañeros fueran asesinados de nuevo, una y otra vez, hasta el infinito.

Siento el deber de rescatar su memoria. Los cuatro fueron mis amigos y compañeros y Fructuoso fue mi jefe en la Universidad, con él compartí luchas y sueños que me obligan a salvarlo del olvido.

Para ello me valdré de recuerdos que me acompañan día y noche.

Lo que sigue es solo una porción de lo que debería ser, y con el favor de Dios, será un escrito mucho más extenso que permita aquilatar mejor lo que Fructuoso y sus hermanos significan para nuestra Historia.

“Juan Pedro Carbó y Fructuoso Rodríguez, en una de sus presentaciones en el Tribunal de Urgencia de La Habana”. Tomado de Granma.
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La delación de Humboldt 7. Temas en conflicto en torno al «caso Marquitos»

Los mártires de Humboldt 7, de izquierda a derecha: Fructuoso Rodríguez Pérez, Joe Westbrook Rosales, Juan Pedro Carbó Serviá y José Machado Rodríguez.

Por Julio César Guanche

El 20 de abril de 1957 cuatro jóvenes se encontraban en el apartamento 201, del edificio número 7 de la calle Humboldt, en la Habana. Eran parte esencial del nuevo Ejecutivo del Directorio Revolucionario (DR), tras la muerte de su líder y fundador José Antonio Echeverría Bianchi (1932-1957).

En la tarde de ese día, un operativo policial dirigido por el capitán Esteban Ventura Novo —el “más verdugo” de los esbirros batistianos— irrumpió en el inmueble. En la secuencia de hechos resultaron muertos los cuatro jóvenes: Fructuoso Rodríguez Pérez, Juan Pedro Carbó Serviá, José Machado Rodríguez y Joe Westbrook Rosales.

De inmediato, fuentes de la policía identificaron de modo erróneo el cadáver de Joe Westbrook, cuya presencia en el apartamento no era conocida por la policía, y dieron a conocer que otras dos personas se habían dado a la fuga. La seña de uno de ellos era “Marquitos”, y correspondía al nombre de Marcos Armando Rodríguez Alfonso (MR).

Marcos no era miembro del DR. Menos, un combatiente insurreccional. Sus contactos con miembros del Directorio eran de su línea “pacifista”. Entre ellos se encontraban Tirso Urdanivia y Jorge Valls Arango —amigos a su vez de Joe Westbrook—, que fueron expulsados del DR tras el 13 de marzo, por haber desertado de las acciones concebidas para ese día.1

Antes bien, Marcos Rodríguez era considerado por miembros de la FEU y del DR como militante de la Juventud Socialista, filial juvenil del Partido Socialista Popular (Comunista), cuya estrategia de lucha en 1957 se oponía a la insurrección armada.

Nadie fue hecho prisionero en Humboldt 7. La pregunta sobre cómo Ventura conocía de la posible presencia allí de Marcos fue clave para hacer recaer sospechas iniciales sobre él, y también, años más tarde, para su confesión de la delación. La explicación lógica a esa noticia emergía de este modo: Ventura lo reveló para “tapar” la delación de Marcos.

El juicio por la delación (1964) dio lugar al llamado “caso Marquitos”. Sus consecuencias no se limitaron al fusilamiento de su principal protagonista en abril de 1964. El proceso tuvo amplias ramificaciones y abarcó casi todo el espectro político cubano y el núcleo internacional de la Guerra Fría de “lucha contra el comunismo” en la fecha.

Este texto repasa algunos temas polémicos del caso —aunque no son los únicos en debate—: las motivaciones del delator, el papel de Joaquín Ordoqui Mesa y de la CIA en esa historia y la culpabilidad de Marcos Rodríguez, como modo de contribuir a un conocimiento más informado del caso Marquitos, que cuenta con demasiadas “leyendas urbanas” y mitos sobre sí.

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Empecinadamente vivos, una novela de Rodolfo Alpízar Castillo (pdf para descargar)

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Por Rodolfo Alpízar Castillo

Muertos empecinados en mantenerse vivos en la memoria; un amor que traspasa las fronteras de la muerte, y una de las más extraordinarias hazañas de la historia de Cuba, el ataque al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957, se combinan en esta obra que es, a la vez que una novela histórica basada en una rigurosa investigación y un homenaje a una gesta y unos héroes hasta ahora desatendidos por los narradores cubanos, la historia de un amor que no se amilanó ante prejuicios e incomprensiones. Transparentando la admiración del autor por los personajes reales en que se inspira, salpicando aquí y allá con ligeros toques de humor y erotismo, y con un lenguaje cuidado sin ser rebuscado, Empecinadamente vivos resulta a la vez una lectura provocadora y amena.
(Nota de contracubierta

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