Un amigo me envía un video de una familia frente a un edificio incendiado en algún lugar de Ucrania. Ambos quedamos consternados por el horror. En mi Facebook, comparto un video de manifestantes rusos contra la guerra desencadenada por su gobierno. Alguien comenta: “Putin, el nuevo Hitler”.
Ucrania nos queda lejos a los cubanos. Es difícil entender el conflicto más allá de las peticiones de paz y de las consignas repetidas. Sabemos algo de cierto. La invasión viola el Derecho Internacional y el derecho de autodeterminación. Solo cabe condenarla sin condiciones. Dicho esto, queda mucho por hacer. Primero, entender qué se está condenando.
La guerra, y su cronología
La cronología de esta guerra sugiere que no ha empezado hace dos días. Sin embargo, hay líneas de tiempo que confunden más de lo que aclaran. Una opinión común es situar su inicio en la anexión rusa a Crimea (2014), o en la invasión de ese país a Georgia (2008).
Ciertamente, existen cronologías más complejas para entender el conflicto.
Primero, es reconocible una onda larga. En su historia, Rusia ha experimentado al menos tres tipos de imperialismos. La idea imperial —zarista/estalinista— parece estar encajada en la cultura rusa.
Ucrania se ha visto, desde ese lugar, como un “hermano pequeño”, “un niño que debe ser conducido por Rusia”; o como parte, sin más, de Rusia. Con la típica prepotencia imperial, Putin ha negado ahora el derecho de Ucrania a existir como nación. En esa lógica, antes de la invasión, ya había practicado repertorios de guerra híbrida contra Ucrania.
Expulsar las fronteras hostiles lo más lejos posible de su territorio ha sido una constante de la cultura rusa. Ucrania fue clave para las invasiones contra Rusia de Napoleón y de Alemania. Rusia tiene “miedos” históricos a las amenazas contra su seguridad. No es raro: vio morir a cerca de 27 millones de personas en una guerra que aún tiene sobrevivientes.
Segundo, existe una cronología de onda media. Es la “perspectiva de los 30 años”, sugerida por Rafael Poch, que supone ubicar esta guerra en el lapso y espacio possoviético.
Aquí es crucial el papel de Europa y de la OTAN en la conformación de un esquema de seguridad bajo el mando estadunidense. En esta línea cronológica, aparecen grandes zonas rojas. Tras 1991, Rusia recibió la promesa de que la OTAN no se correría “un centímetro al este”. Al día de hoy se ha corrido 800 millas en esa dirección.
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