Hobbes y el neorrepublicanismo académico de la escuela de Cambridge

Hobbes
Por Ellen Meiksins Wood · · · · ·  
  
La reconocida filósofa marxista Ellen Meiksins Wood reseña el libro de Quentin Skinner sobre Hobbes (Hobbes and Republican Liberty, Cambridge, 245 pp)

Quentin Skinner se pregunta cómo es posible que una tradición completa de pensamiento político –incluida la concepción de libertad más influyente  en la teoría política anglófona del último medio siglo— no haya sido capaz de captar la entera gama de condiciones capaces de limitar nuestra libertad de acción. Una pregunta razonable, podríamos pensar, válida no sólo para la influyente concepción de libertad «negativa» de Berlin, opuesta a la «positiva», sino también para la tradición liberal en su conjunto. Sin embargo, la propia concepción de libertad de Skinner no es inmune a este complejo interrogante.
La disputa entre republicanismo y liberalismo ha sido moneda corriente en la teoría política anglo-americana, y no hay quien haya contribuido más que Skinner –una figura hegemónica en el estudio del pensamiento político— a promover la tradición republicana. Skinner cuestionó la concepción negativa de libertad de Berlin sin llegar a sostener un concepto positivo, sino mediante la contraposición entre la versión liberal de libertad negativa y otra que él llama la idea  «neo-romana». Hobbes siempre fue su principal villano. Para Skinner, Hobbes es el filósofo que reemplazó de manera sistemática la concepción «neo-romana» –o republicana— de ciudadanía libre por una noción restrictiva de libertad, que no es más que la ausencia de impedimentos externos a la acción. Esta transformación teórica fue deliberada y tuvo un designio polémico en un momento histórico particularmente turbulento.
En su reciente libro, Skinner analiza con escrupuloso detalle los sucesivos retoques y mejoras experimentados por las ideas hobbesianas sobre la libertad a medida que progresaba la Guerra Civil Inglesa. Su descripción de Hobbes es lúcida, elegante y –por decirlo en sus propios términos— persuasiva. Skinner busca realmente dar sentido a Hobbes –y a cualquier otro pensador político—, pero sin ubicarlo en los debates apremiantes de su época y lugar. A medida que avanza el argumento, sin embargo, las limitaciones de ese proceder van haciéndose evidentes. Frente al trasfondo de la narrativa histórica de Skinner, su asombro ante la insensibilidad de otros respecto de muchas de las condiciones que se atraviesan en el camino de la libertad resulta desconcertante. Cabría plantearle la misma objeción al propio Skinner, y no sólo porque su solución «republicana» es en sí misma igualmente restrictiva, sino, más en general, porque el mundo político y el espectro de los debates políticos en él registrados se nos presentan de manera estupefacientemente limitada. Seguir leyendo «Hobbes y el neorrepublicanismo académico de la escuela de Cambridge»

Poniendo nuevas preguntas sobre la mesa.  Apuntes para una Introducción a un volumen de Espacio Laical.

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Por Pedro Monreal

El presente trabajo constituye un análisis del destacado economista cubano Pedro Monreal. En el mismo el autor ofrece una mirada estratégica, clara y efectiva, acerca de la renovación económica cubana. Con este aporte el reconocido Profesor efectúa, además, la apertura de un libro que edita Espacio Laical con una compilación de los mejores trabajos publicados en sus páginas sobre la economía cubana. Este texto se titula Desafíos económicos de Cuba. Apuntes para el debate, y muy pronto podrá ser leído por nuestros lectores. (Nota de Espacio Laical)

La publicación del presente volumen sobre la economía cubana se orienta, como el resto de las iniciativas editoriales de Espacio Laical y de otras instituciones del país, a difundir ideas que pudieran proporcionar claves para mejorar nuestra comprensión acerca de una transformación social arrolladora que francamente no creo que entendamos adecuadamente. Mucho de lo que sucede en Cuba parece ajustarse a una situación en la que, parafraseando a Marx, “lo sólido se desvanece en el aire” y de la cual apenas alcanzamos a aprehender sus manifestaciones más punzantes.
No se trata solamente del habitual desfasaje entre la práctica social y su teorización, ante la cual solo cabe la modestia intelectual del investigador. Pudiera ser también el resultado de que las reflexiones sobre el cambio actual en Cuba todavía no han podido llegar, por cuestiones de enfoque y método, a “la simplicidad que se encuentra al otro lado de la complejidad” postulada por Oliver Wendell Holmes. En otras palabras, que quizás no podemos ver las cosas claramente porque los instrumentos de análisis que nos empeñamos en utilizar no son los adecuados para lidiar con la complejidad del fenómeno que tratamos de descifrar.
¿Se trata de un déficit fortuito del análisis o una insuficiencia académica inducida? La verdad es que eso no me queda claro pero lo que me atrevo a afirmar es que, en cualquier caso, la incitación al debate pudiera ser una buena manera de avanzar en la solución del problema y por esa razón la compilación de textos sobre economía cubana publicada por Espacio Laical es muy oportuna. Se trata de un volumen que, quizás precisamente por haber sido “ensamblado” a partir de componentes que fueron diseñados y producidos de manera autónoma y en momentos distintos, ofrece al lector la oportunidad de constatar la extensión y abigarrada diversidad de lo que pretende ser entendido por un grupo representativo –pero lejos de estar completo- de economistas cubanos que abarca al menos tres generaciones distintas con disímiles trayectorias profesionales. Son los casos de Carmelo Mesa-Lago, Jorge Piñón, Omar Everleny Pérez, Arturo López-Levy, Pavel Vidal Alejandro y de mí mismo.
Es, por tanto, una recopilación que no solamente incluye el valor intrínseco de cada uno y de todos los textos que la integran sino que también ofrece la conveniencia de poder identificar a través de una sola lectura algunas de las áreas sobre las que debería reflexionarse con más ahínco y probablemente de una manera distinta a como se hace hoy, para poder avanzar en el análisis de las transformaciones sociales en Cuba. Asumiendo que es muy probable que este volumen sea leído por lectores avezados aunque no necesariamente expertos en economía, lo que realmente importaría preguntarnos es: ¿qué “sacaría en limpio” un lector después de haber revisado esta compilación?
Quizás lo primero que pudiera venirnos a la mente, alterando la famosa cita de Clemenceau referida a la guerra, es que la economía es demasiado importante como para dejarla en manos de los economistas. Ese fue, al menos en mi caso, el corolario de la lectura del conjunto de textos. Se trata de una afirmación muy seria que expreso con el mayor respeto por las ciencias económicas. De hecho, lejos de caricaturizar, considero que tal apreciación elogia el trabajo de los economistas porque coloca en perspectiva la intrincada naturaleza del problema que les corresponde comprender. Lo que sucede es que cuando nos referimos al cambio económico en cualquiera de sus variantes (por ejemplo: crecimiento, desarrollo, modificación de modelo, cambio de políticas económicas, o nueva estrategia, entre otros) en rigor de lo que estamos hablando es solamente de uno de los componentes de una transformación social mayor. Eso significa, ni más ni menos, tener que adentrarnos en la interpretación del cambio de sistemas sociales complejos, un proceso respecto al cual los enfoques disciplinarios poco pueden aportar por separado. No se trata, por supuesto, de un problema nuevo. Desde hace ya varias décadas existe una clara conciencia –Cuba incluida- acerca de la necesidad de enfoques transdisciplinarios y de las ventajas que el pensamiento sistémico ofrece para entender la complejidad social.
Sin embargo, llama la atención la insistencia con la que los economistas cubanos –salvo contadas excepciones- nos empeñamos en arrimar la brasa a nuestra sardina en lo tocante al análisis de las transformaciones sociales actuales en Cuba. Seguir leyendo «Poniendo nuevas preguntas sobre la mesa.  Apuntes para una Introducción a un volumen de Espacio Laical.»

Ficciones fundacionales. Las novelas nacionales de América latina

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 Ficciones fundacionales define la relación entre las novelas románticas y los cimientos nacionales en América Latina. Doris Sommer explica cómo la consolidación de los Estados y este género literario marcharon de la mano, cómo eros y romance se unen al concepto de patriotismo del siglo XIX para cumplir con la tarea de crear buenos ciudadanos. Cada capítulo analiza textos paradigmáticos de la narrativa -escritos entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX- que sirvieron de divisa ideológica para establecer símbolos de nación en el continente americano: ‘María’, en Colombia, ‘Amalia’, en Argentina, y ‘Doña Bárbara’, en Venezuela, entre otros. Estas novelas dieron cuerpo a un proyecto burgués que pretendía una cultura en formación, brindando espacio a todos aquellos que supieran mantener su lugar en una nueva estructura social. A medida que avanza en su análisis, la autora recupera la importancia histórica y literaria de estas narraciones fundacionales.define la relación entre las novelas románticas y los cimientos nacionales en América Latina. Doris Sommer explica cómo la consolidación de los Estados y este género literario marcharon de la mano, cómo eros y romance se unen al concepto de patriotismo del siglo XIX para cumplir con la tarea de crear buenos ciudadanos. Cada capítulo analiza textos paradigmáticos de la narrativa -escritos entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX- que sirvieron de divisa ideológica para establecer símbolos de nación en el continente americano: ‘María’, en Colombia, ‘Amalia’, en Argentina, y ‘Doña Bárbara’, en Venezuela, entre otros. Estas novelas dieron cuerpo a un proyecto burgués que pretendía una cultura en formación, brindando espacio a todos aquellos que supieran mantener su lugar en una nueva estructura social. A medida que avanza en su análisis, la autora recupera la importancia histórica y literaria de estas narraciones fundacionales.

Eduardo Chibás y el reformismo populista en Cuba (I)

chibásPor Julio César Guanche

Buena parte de los estudios cubanos, al estudiar la figura de Eduardo Chibás (19071951), lo han presentado in extremis: «el adalid de Cuba», según el título clásico de Luis Conte Agüero, versión laudatoria reeditada después en la historiografía revolucionaria, o como un demagogo populista, afectado por un ego compulsivo e irrefrenable.

A lo largo de su trayectoria política, Chibás mostró, ciertamente, bastante coherencia a la hora de defender la tríada de la plataforma política del reformismo social cubano, fuese en su versión del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), en el que militó varios años, o del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), que el mismo Chibás fundó en 1947. Esa tríada estaba integrada por acepciones específicas del antimperialismo, el nacionalismo y el socialismo, nucleadas en torno a un ideario que, de inicio, no resulta peyorativo calificar de “populista”.

El antimperialismo había sido el pregón de la Revolución de 1930 al denunciar el estatus colonial al que había reducido a Cuba la dependencia a los Estados Unidos, con el “sacrificio de los intereses más vitales de la sociedad cubana”. El núcleo de este antimperialismo se encontraba en el derecho a la autodeterminación de las naciones, a la conquista de la independencia política nacional y a su liberación económica, quiere decir, a “nacionalizar” sus riquezas, en el sentido de “cubanizarlas”, o sea, que fuesen cubanos sus propietarios.

El populismo latinoamericano de los 1940 entendió la industrialización como sinónimo genérico de desarrollo económico. La industrialización debía significar en los hechos diversificación económica, pero esta equivalía a confrontar el control de la inversión extranjera sobre la economía nacional, si quería dominar sectores rígidamente sometidos a la dependencia exterior, propiciada a lo largo del modelo de “crecimiento hacia afuera”, favorecedor de las oligarquías exportadoras. El nacionalismo populista fue el corolario ideológico de esta necesidad, que reelaboró contenidos de varias fuentes y defendió la existencia de la burguesía nacional.

El populismo confió a un Estado crecido en funciones y medios la resolución de los conflictos provenientes de la sobreexplotación del trabajo, típica del subdesarrollo, y de la puja de los intereses “nacionales” contra el latifundismo exportador criollo y contra la propiedad foránea de las riquezas. Por ello, consideraría al Estado capaz de regular las consecuencias “injustas” provenientes del libre desenvolvimiento de las relaciones capitalistas de producción y de servir de garantía para “nacionalizar” la economía y para “desarrollarla”. Seguir leyendo «Eduardo Chibás y el reformismo populista en Cuba (I)»

El Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario en un enero de encrucijadas

Por Frank Josué Solar Cabrales

INTRODUCCIÓN

En el año 2010 una especie de sismo de baja intensidad sacudió los cimientos de la historiografía sobre la Revolución Cubana y le planteó nuevos retos. La mayoría de los cubanos conoció entonces, a través de la publicación en Granma de fragmentos del libro La contraofensiva estratégica, de Fidel Castro Ruz, un documento histórico cincuentenario, que no se correspondía con el relato hasta el momento predominante sobre el proceso de unidad entre las fuerzas revolucionarias. Se trataba de la carta escrita por el Comandante en Jefe Fidel Castro al Comandante Ernesto Che Guevara de la Serna el 26 de diciembre de 1958, en la que le daba la orden de que avanzara hacia La Habana solo con las fuerzas del Movimiento 26 de Julio, y descalificaba en muy duros términos al Directorio Revolucionario. Si por la misiva conocemos que, en las postrimerías de la dictadura, Fidel consideraba un grave error político y sin sentido compartir fuerza, autoridad y prestigio con esa organización, “un grupito cuyas intenciones y cuyas ambiciones conocemos sobradamente, y que en el futuro serán fuente de problemas y dificultades”, será muy difícil entonces continuar haciendo una historia simplificada de la unidad revolucionaria, que no tome en cuenta o reste importancia a las complejidades que tuvo que enfrentar y superar.
Estoy convencido de que el debate acerca de nuestra historia, sobre todo la del período insurreccional y los primeros años posteriores al triunfo rebelde de 1959, constituirá cada vez con más fuerza en el futuro inmediato uno de los campos de batalla política fundamentales en la defensa de la Revolución Cubana. Enfrentar con éxito la guerra de pensamiento en el ámbito de las ciencias sociales se dificultará mientras abunde sobre el período revolucionario una historiografía edulcorada en la que no existen contradicciones intra e inter organizaciones, al tiempo que se deforman o silencian algunos hechos para ajustarlos a un discurso pre establecido. Una forma de hacer historia que se reacomode en distintas versiones de acuerdo a requerimientos políticos del presente llega a desfigurar las realidades hasta convertirlas en caricaturas, que son siempre fáciles de sustituir por otras. Para los revolucionarios la historia debe ser aliada, no subordinada a la que de antemano se le fijen los resultados y conclusiones que deberá arrojar; para que sus lecciones, extraídas mediante la investigación seria y el análisis riguroso, sin mediaciones ni esquemas preconcebidos, puedan servirnos mejor ante los desafíos del presente.
Tenemos el imperativo de reflejar en toda su complejidad el devenir de la Revolución Cubana, pues en la medida que entendamos y dilucidemos las dificultades y diferencias que debieron superarse en asuntos tan vitales como el de la unidad revolucionaria, podremos aquilatar en su verdadera dimensión el talento político de sus hacedores. Seguir leyendo «El Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario en un enero de encrucijadas»

Iglesia católica y política en Cuba: un debate a propósito de Palabra Nueva

La Catedral

La Iglesia católica, la condición política cubana y Palabra Nueva

Por Maximiliano F. Trujillo Lemes

La Iglesia católica es la más antigua de todas las instituciones existentes en Cuba, incluso antecedió al Estado «moderno». El proceso de colonización española en la Isla entronizó dos estructuras en el amargo camino de fundación de las primeras villas: una incipiente estructura estatal de tipo feudal, ya decadente, y al unísono, la Iglesia católica, que ejerció durante casi toda la colonia funciones públicas importantes, en tanto religión oficial, pero con la particularidad de que las dignidades de las parroquias y el obispado (hubo uno solo hasta 1788) eran designadas por los reyes españoles, mediante acuerdos alcanzados con Roma, conocidos como Patronato Regio.

Los monarcas peninsulares nunca estuvieron dispuestos a admitir una dualidad de poderes dentro de sus dominios en América. Había, por lo tanto, un párroco en cada villa o Consejo, y un obispo sufragáneo del Arzobispado de Santo Domingo, primero con sede en Baracoa y luego en Santiago de Cuba, con intermitencias y no pocos desafueros.

La Iglesia católica en esta Isla, por causas históricas bien delimitadas, no fue, como tendencia, propietaria de tierras, por lo menos a partir del siglo XIX. Su fuente de sustento básico era la educación y progresivamente la propiedad inmobiliaria, con períodos extensos de manutención estatal, lo que en esas etapas convertía a una parte importante de su clerecía en individuos con estatus de vida próximo a la precariedad. Seguir leyendo «Iglesia católica y política en Cuba: un debate a propósito de Palabra Nueva»

Un asunto sensible

El uniforme de la Policia Nacional Revolucionaria. En este texto, su autor afirma: "Es preocupante el accionar de ese grupo (numeroso, aclaro) de agentes del ¿orden? que vistiendo su uniforme actuaron violentamente contra la afición del equipo contrario. Quizás no saben que ellos no se representan solo a sí mismos o a la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), sino que simbolizan parte de lo que ha logrado la Revolución."

El uniforme de la Policia Nacional Revolucionaria. En este texto, su autor afirma: «Es preocupante el accionar de ese grupo (numeroso, aclaro) de agentes del ¿orden? que vistiendo su uniforme actuaron violentamente contra la afición del equipo contrario. Quizás no saben que ellos no se representan solo a sí mismos o a la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), sino que simbolizan parte de lo que ha logrado la Revolución.»

Por Harold Cárdenas Lema
Hay principios que son inviolables, con los que no se juega, a los que no se les da “ni un tantico así” porque sabemos lo que ello podía significar. Su importancia es tal que cuando los escamoteamos, aún movidos por las circunstancias, quizás con las mejores intenciones, estamos haciendo concesiones nefastas. Hoy hablaremos de violencia policial, silencio mediático y lecciones no aprendidas. Hoy tocamos un asunto sensible. La circunstancia de acoso externo en que vivimos los cubanos nos ha llevado a tomar una mirada defensiva sobre muchos aspectos, en ocasiones innecesaria y hasta suicida. Es por eso que cuando ocurre un hecho lamentable y los medios no se hacen eco, ni siquiera los alternativos, le hacemos concesiones al capitalismo que nos ponen a su nivel. Hecho: en un reciente juego de beisbol las fuerzas del orden agredieron y encarcelaron a un grupo de fanáticos en lo que podría ser un ajuste de cuentas. En el grupo se encontraba un periodista acreditado con su cámara, fue encarcelado también. Resultado: las autoridades competentes reponen el daño pero los medios no reconocen el hecho y las medidas a tomar no son de dominio público. Este asunto tiene varias aristas por donde abordarlo, solo propongo varias. Es normal en muchos países ver excesos policiales en situaciones de estrés como puede ser un juego deportivo con afluencia masiva, en Cuba no puede serlo, tiene que marcarse una diferencia porque nuestro proyecto político es más ambicioso que el capitalista. Es normal que cuando un periodista sufre una agresión durante su labor, sus colegas reaccionen sensiblemente, no solo por el hecho mismo sino por el peligro que esto representa para el resto. Curiosamente fueron muy pocos los periodistas cubanos que se solidarizaron con aquel fotógrafo que fue encarcelado por el solo hecho de estar en el lugar y el momento equivocado, portando una cámara. ¿Pero acaso ese no es el lugar y momento adecuado para un periodista?
¿No es ese su trabajo? ¿Se imaginan que a esos periodistas acostumbrados al silencio les tocara una realidad tan peligrosa para el periodismo como la mexicana? Es preocupante el accionar de ese grupo (numeroso, aclaro) de agentes del ¿orden? que vistiendo su uniforme actuaron violentamente contra la afición del equipo contrario. Quizás no saben que ellos no se representan solo a sí mismos o a la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), sino que simbolizan parte de lo que ha logrado la Revolución. Preocupa que aunque se les aclarara que esa persona era periodista, esto no fue argumento válido para detener a los policías, que además provocaron un desperfecto en su cámara fotográfica. Al otro día la cámara ya estaba reparada pero no creo que eso desaparezca los errores de la noche anterior. Aclaro que no se trata solo de un periodista, sino también de los muchos otros ciudadanos que fueron apresados injustamente. Sería un error atribuirle a los miembros de las fuerzas del orden en el país los errores de aquella noche, un grupo de uniformados no representa la generalidad pero el comportamiento de estos es preocupante, así como el manejo interno que se ha hecho de la situación. Los poderes del Estado deben estar sometidos al escrutinio público en todo momento, más aún en situaciones sensibles como esta. Quizás estemos viendo aquí las semillas del capitalismo, germinando y protegidas por los que creen que al silenciarlas están haciéndole un favor al proyecto socialista nacional. Una de las grandes contradicciones de nuestro país es cómo enfrentar sucesos como este, que siendo puntuales, pueden dar elementos a la campaña que desde el exterior falsea nuestra realidad y habla de represión en la isla como si fuera cosa cotidiana, cuando incluso estos casos de violencia son menores que en los propios países donde se nos critica. ¿Cómo no llegar a “darle armas al enemigo”? ¿Renunciar acaso a la verdad? Yo creo que la peor arma que le pudiéramos dar al enemigo sería omitir los hechos. Es peligroso que en estos momentos aún no sea de dominio público las medidas que se tomarán al respecto con los culpables de este hecho. Nuestros policías (al igual que nuestros funcionarios) son agentes del orden público, esta última palabra significa que su trabajo está sujeto al juicio popular, que debe ser transparente además. Por eso me duele que los epílogos en estas historias no sean de dominio público, porque el soberano (como le llamaba Chávez) es el pueblo, por lo tanto es al pueblo y a la afición que sufrió el daño, a la que se le debe una explicación. Y digo que es peligroso porque cuando no abordamos un hecho a fondo, lo reconocemos en su justa medida, cometemos el riesgo de que se repita mañana. Felicito a Arnaldo Mirabal por escribir al respecto, sería injusto pedirle contrastación de fuentes en su escrito cuando prácticamente nadie quería hablar al respecto. La historia de lo ocurrido se compondrá poco a poco, con los testimonios de los presentes y las opiniones de los demás, pero sin dudas Arnaldo cimentó ese día la confianza que tenemos en él los jóvenes de esta ciudad. Algunos dicen que no se puede escribir de algo sobre lo que no existe toda la información. ¿Pero dónde está “toda la información”? Quizás la solución sea un reconocimiento público de que hubo una mala actuación y se tomarán medidas al respecto. Esto sería incluso lo más político porque se echaría en el bolsillo a todo aquel que estaba allí esa noche y los que hoy están molestos con ello. A Cuba le asiste toda la moral para reconocer hechos como este, no debemos tener timidez al respecto. La ironía marcó el próximo juego cuando el primer comentario de los narradores fue referido a la “poca afluencia de aficionados matanceros” en el estadio, conscientes ellos de lo ocurrido anteriormente. En todo caso, los narradores ni los medios se hicieron eco de un tema que era vox populi en la ciudad. ¿Será que la agenda pública y la agenda mediática son distintas? Pregunta tristemente retórica. Me motivé a escribir cuando uno de mis estudiantes de la universidad que estaba presente me contó los hechos. A ese joven lo traicionó aquel policía que se suponía debía cuidar por su bienestar, me traicionó a mí y a todo su pueblo. Yo no puedo traicionar a ese joven universitario, porque de hacerlo, estaría pasándome a las filas de esos profesores que dejaban violentar a los estudiantes en las calles de Chile y miraban a otro lado. Este es ese tipo de posts que logra crear más enemigos que amigos pero no escribirlo es una concesión que no estoy dispuesto a hacer, no importa cuán sensible sea el asunto. http://jovencuba.com/2014/04/03/un-asunto-sensible/

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Raúl Roa: el marxismo y la democracia (II, final)

RoaPor Julio César Guanche

No son muy numerosos los autores que han reivindicado, en Cuba, a Raúl Roa (1907-1982) como marxista en el período previo a 1959. Generalmente, los ungidos con ese término son los que militaron en las filas del primer Partido Comunista de Cuba, como Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, o, después, como Juan Marinello o Carlos Rafael Rodríguez.

Sin embargo, esa identificación entre marxistas y militantes de ese partido ignora la presencia de una izquierda marxista —no partidaria— que cuenta con Raúl Roa, pero también con Pablo de la Torriente Brau, Gabriel Barceló Gomila, Leonardo Fernández Sánchez y Aureliano Sánchez Arango entre sus integrantes. El saber de Roa provenía de una lectura abierta de la historia de las doctrinas sociales. La regimentación de las fuentes del marxismo soviético —que calificaba a todo lo que estuviese fuera de sus márgenes como «filosofías burguesas»— es contraria al tipo de erudición y, sobre todo, de enfoque ante la cultura que representa Roa. Si este admiraba el magisterio de José Ingenieros, «hombre excelso», y celebraba la profundidad de su análisis sobre el imperialismo en Nuestra América y veía en Benedetto Croce «un filósofo de la libertad (que) por ella padeció y pugnó con el coraje de Sócrates y el denuedo de Spinoza», también celebraba el papel desempeñado por los anarquistas en defensa de la República española. En Roa aparece la complejidad de la formación histórica de una sociedad colonial. En defensa del principio de la autodeterminación nacional, asocia la nacionalización del canal de Suez, realizada por Gamal Abdel Nasser, con las nacionalizaciones del gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas. El principio de la autodeterminación resulta así la «garantía misma de la integridad y desarrollo de los pueblos débiles». Roa denunciaba las posiciones tanto de las potencias occidentales como de la Unión Soviética en torno a la causa egipcia. Con todo, está lejos de considerar a la «estructura económica» como la fuente de todos los problemas y de todas las soluciones. El autor de Quince años después argumenta sobre las necesidades políticas —en estricto sentido— de un país sometido a tal estatus: «La libertad de expresión es un imperativo biológico para las naciones subdesarrolladas o dependientes, compelidas a defender su ser y propulsar su devenir mediante el análisis crítico y la denuncia pública del origen y procedencia de sus males, vicios y deficiencias». Roa comprendió las características de la creación del capitalismo cubano y vislumbró así que el nacionalismo revolucionario —de vocación socialista y antimperialista— era la ideología de una revolución para el siglo XX en la Isla. A ello se debe también su reivindicación de José Martí y, en general, del pensamiento llamado «liberal revolucionario» cubano del siglo XIX. La forma en que incorporó el marxismo a ese saber contrariaba las lecturas propias del dogma: leer la historia cubana a través del marxismo, sin pensar que fue el marxismo el que prohijó la historia cubana. La derrota de la Revolución del 30 fue la derrota del radicalismo político en la Isla. El nacionalismo reformista hegemonizó el mapa ideológico de la década de 1940 en el país. En ese contexto, el marxismo de Roa expresa una pregunta agónica: ¿dónde debe situarse la izquierda en un contexto progresista? o ¿«qué hacer» al presentarse como única opción viable o «racional» la elección del «mal menor»? Roa entendía que la actitud de la izquierda debe partir de una exégesis ideológica: no responde esa pregunta en el contexto de una coyuntura, sino en el contexto de una ideología. El problema radica en elaborar una práctica política que no esté dominada por el fanatismo de la «toma del poder» en cualquier circunstancia —como era el caso de la alianza de 1938 entre los comunistas cubanos con Fulgencio Batista—, sino basada en la preocupación por la cultura revolucionaria a través de la cual se ha de ejercer poder político. Las actitudes políticas de Roa tienen este denominador común: ejercer poder político desde el Estado solo tiene sentido si se conserva la identidad del movimiento revolucionario. No servirá alcanzar el poder político si en el camino yace tendido el cuerpo del proyecto: «Lo que no se puede es estar con Batista. Lo que no se debe es pactar con el enemigo, ni con las fuerzas que antes lo apoyaron e intentan, por trasmano, imponerlo de nuevo. Eso no se puede ni se debe hacer, aunque esa alianza entrañara la conquista misma del poder por vía electoral» —afirmaba Roa. Seguir leyendo «Raúl Roa: el marxismo y la democracia (II, final)»

Sobre la nueva Ley de Inversión extranjera en Cuba: dos comentarios

Cuba

Los cubanoamericanos y la nueva ley de inversión extranjera

por Jesús Arboleya

Uno de los aspectos que más expectativas generó en las discusiones de la reciente ley de inversión extranjera en Cuba, fue lo relativo a la posibilidad de que los emigrados, particularmente los cubanoamericanos, pudieran invertir en el país.

Al igual que la ley de 1995, la nueva ley no excluye esta posibilidad, aunque también es cierto que no conozco algún caso que se haya concretado. Como causa, se aduce la supuesta reticencia de las autoridades cubanas a aceptar las inversiones provenientes de la comunidad cubanoamericana, pero en verdad no conozco a ningún cubanoamericano que lo haya solicitado, simplemente porque lo prohibe el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba.

Al igual que su predecesora, la nueva ley está orientada a incentivar y regular las grandes inversiones procedentes del extranjero. Según informó el ministro Rodrigo Malmierca a la Asamblea Nacional del Poder Popular y fue reportado por el periódico Gramma, “la atracción del capital extranjero estará orientada hacia grandes y necesarios proyectos y dará prioridad a las asociaciones y empresarios serios, con buena situación financiera y que, por supuesto, no estén involucrados en acciones contra Cuba de ninguna índole”.

Aunque algunos grandes empresarios cubanoamericanos pudieran encuadrarse en esta definición, dudo mucho que se arriesguen a invertir en el país mientras exista la actual política norteamericana contra Cuba, por lo que estaremos en una situación bastante similar a lo ocurrido hasta ahora. La buena noticia es que parte de este sector pudiera verse compelido a influir para que cambie la política existente. Seguir leyendo «Sobre la nueva Ley de Inversión extranjera en Cuba: dos comentarios»