On the relations between the UJC and the FEU, regarding Alma Mater

By Julio César Guanche

I have read several questions about why the National Bureau of the UJC is the one who decides to «free» Armando Franco Senén from the position of director of Alma Mater, when that magazine is an organ of the FEU, not of the UJC.

Alma Mater was founded as a magazine of the Federation of Students of the University of Havana, an organization that this year, under the name of University Student Federation, celebrates its 100th anniversary. Both the magazine and the organization are central institutions in Cuban political history.

The work that Armando Franco did with that publication in the last period is to be celebrated for several reasons within the panorama of the Cuban state press, but his dismissal poses problems beyond journalism.

It is a problem with history.

Towards the end of the 1960s, during the period of «Revolutionary Provisionalism» (1959-1976), the mass organizations became direct extensions of the then called Revolutionary Government, an entity that concentrated constitutional, legislative and executive functions.

In this process, the FEU practically merged with the UJC and the unions virtually disappeared, through files such as «the advanced workers’ movement».

The failure of the 1970 harvest led to criticism of the «voluntarism» and the personalist leadership scheme that made it possible. The mergers of organizations and the loss of their own identity were questioned. A key process in this change was the 13th Congress of the CTC in 1973.

The role given to the unions from then on was a reference for the rest of the mass organizations. To a certain extent, the «centralizing excesses» of the 1960s were corrected: the FEU and the UJC were more clearly separated and the unions would defend a function of «counterpart» of the administration.

From then on, the existence of «relative autonomy», or «organic independence», was declared for the mass organizations. It is a principle that is declared valid to this day.

Specifically, the FEU would have «organic independence» while subordinating itself to the PCC -on which the entire Cuban political system depends- and more directly to the UJC.

A document of the VII Congress of the FEU (2006) puts it this way: «The FEU, in correspondence with its principles, its traditions and its history, is an organically independent organization, which has as its primary mission the defense and construction of the Socialist Revolution. Its vanguard organization is the Young Communist League, whose political leadership it openly and consciously recognizes for the achievement of its objectives.»

The coexistence between the principles of «organic independence» and «open and conscious» recognition of the leadership of the PCC (of the UJC in the case of the FEU) has been a stony nucleus -irreformable- of the Cuban political system up to now. In this scheme, there is nothing «strange» in the fact that it is the UJC who decides on Alma Mater.

In my opinion, both principles present an insurmountable contradiction. It is a strict legacy of «Soviet Marxism» which never offered democratic solutions for any political system within the then called «socialist camp».

The way «organic independence» can work is to «openly and consciously» recognize full autonomy to the FEU. The «open and conscious» leadership that the FEU should recognize is that of its own political community: the university students as a whole.

This would be, it seems to me, the most worthy tribute to the FEU in its centenary.

(Translated by Walter Lippmann)

Sobre las relaciones entre la UJC y la FEU, a propósito de Alma Mater

Por Julio César Guanche

He leído varias preguntas sobre por qué el Buró Nacional de la UJC es quien decide “liberar” del cargo de director de Alma Mater a Armando Franco Senén, cuando esa revista es órgano de la FEU, no de la UJC.

Alma Mater se fundó como revista de la Federación de Estudiantes de la Universidad de La Habana, organización que este año, bajo el nombre de Federación Estudiantil Universitaria, cumple 100 años. Tanto la revista, como la organización, son instituciones centrales de la historia política cubana.

El trabajo que hizo con esa publicación Armando Franco en el último lapso es celebrable por varios motivos dentro del panorama de la prensa estatal cubana, pero su destitución plantea problemas más allá del periodismo.

Es un problema con historia.

Hacia fines de los 1960, durante el período de “Provisionalidad revolucionaria” (1959-1976), las organizaciones de masas se convirtieron en extensiones directas del entonces llamado Gobierno Revolucionario, entidad que concentraba funciones constitucionales, legislativas y ejecutivas.

En ese proceso, la FEU prácticamente se fusionó con la UJC y los sindicatos desaparecieron virtualmente, a través de expedientes como “el movimiento de trabajadores de avanzada”.

El fracaso de la zafra de 1970 hizo criticar el “voluntarismo” y el esquema personalista de dirección que lo hizo posible. Fueron cuestionados las fusiones de organizaciones y la pérdida de su identidad propia. Un proceso clave en este cambio fue el XIII Congreso de la CTC, de 1973.

El papel que se le otorgó a partir de entonces a los sindicatos fue referencial para el resto de las organizaciones de masas. Hasta cierto punto, fueron corregidos “excesos centralizadores” de los 60: la FEU y la UJC quedaron más claramente separadas y los sindicatos defenderían una función de “contrapartida” de la administración.

A partir de entonces, se declaró la existencia de “autonomía relativa”, o “independencia orgánica”, para las organizaciones de masas. Es un principio que se declara válido hasta hoy.

En específico, la FEU tendría “independencia orgánica” a la vez que se subordina al PCC —del que depende todo el sistema político cubano— y más directamente a la UJC.

Un documento del VII Congreso de la FEU (2006) lo dice así: “La FEU, en correspondencia con sus principios, sus tradiciones y su historia, es una organización orgánicamente independiente, que tiene como misión primera la defensa y construcción de la Revolución Socialista. Su organización de vanguardia es la Unión de Jóvenes Comunistas, cuya conducción política reconoce abierta y conscientemente para la consecución de sus objetivos.”

La convivencia entre los principios de “independencia orgánica” y de reconocimiento “abierto y consciente” de la conducción del PCC (de la UJC en el caso de la FEU) ha sido un núcleo hasta el momento pétreo —irreformable— del sistema político cubano. En ese esquema no hay nada “raro” en que sea la UJC quien decida sobre Alma Mater.

En mi criterio, ambos principios presentan una contradicción insalvable. Es un legado estricto del “marxismo soviético” que jamás ofreció soluciones democráticas para sistema político alguno dentro del entonces llamado “campo socialista”.

La forma en que puede funcionar la “independencia orgánica” es reconocer “abierta y conscientemente” la plena autonomía a la FEU. La conducción “abierta y consciente” que debería reconocer la FEU es la de su comunidad política propia: el conjunto de estudiantes universitarios.

Este sería, me parece, el más digno homenaje a la FEU en su centenario.

Humboldt 7: El crimen infinito (1)

Edificio de Humboldt No. 7. (Vista actual) Foto: Julio Cesar Guanche.

Por Ricardo Alarcón de Quesada

A Jimenito

English Version (translated by Margarita Alarcón Perea)

A pesar del tiempo transcurrido desde el 20 de abril de 1957 se siguen publicando textos relacionados con la masacre ocurrida en la tarde de aquel Sábado Santo que giran, fundamentalmente, alrededor de la delación que condujo al asesinato de Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó, José Machado y Joe Westbrook.

Acerca del delator, sus motivos, su vida y milagros, se ha escrito más, mucho más que sobre sus víctimas. No faltan elucubraciones y falacias que desvirtúan los hechos e incluso cuestionan su culpabilidad. Es como si aquellos compañeros fueran asesinados de nuevo, una y otra vez, hasta el infinito.

Siento el deber de rescatar su memoria. Los cuatro fueron mis amigos y compañeros y Fructuoso fue mi jefe en la Universidad, con él compartí luchas y sueños que me obligan a salvarlo del olvido.

Para ello me valdré de recuerdos que me acompañan día y noche.

Lo que sigue es solo una porción de lo que debería ser, y con el favor de Dios, será un escrito mucho más extenso que permita aquilatar mejor lo que Fructuoso y sus hermanos significan para nuestra Historia.

“Juan Pedro Carbó y Fructuoso Rodríguez, en una de sus presentaciones en el Tribunal de Urgencia de La Habana”. Tomado de Granma.
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Fuentes y testigos. Puedo equivocarme, pero jamás he mentido.

Nota, espero que final, sobre el debate en torno al DR 13 de Marzo y la Carta de México.

Por Julio César Guanche

 

El 14 de marzo pasado publiqué un post en Facebook sobre un comentario de Arleen Rodríguez Derivet en la Mesa Redonda realizada el día anterior. En él dije que ella había usado la palabra “traición” para calificar el ataque al Palacio Presidencial de 13.03.57. Ella respondió que no había usado la palabra. Cotejé el video de la mesa redonda colocado en Youtube —que vi el 14 de marzo antes del mediodía—, y efectivamente no encontré esa palabra, sino esta frase: que el ataque “iba contra los acuerdos de la carta de México”, y no que “traicionaba” los acuerdos de la carta de México.

Por usar la palabra “traición” he recibido acusaciones de “deleznable”, “calumniador·, “falto de ética”, “mentiroso”, “mercenario”, “enemigo de la revolución” entre otros calificativos. En general, a esas personas en concreto, no respondí directamente.

Lo que haré ahora es compartir lo que antes no compartí por ética,  porque solo ahora he podido confirmarlo y reconfirmarlo y obtener autorización expresa para decirlo.

Al menos tres personas escucharon la palabra que yo utilicé durante la emisión en vivo de esa mesa redonda. Una de ellas prefiere no dar su nombre, pues no es su intención involucrarse en este tipo de asuntos. Por ello, no será mencionada más aquí. Las otras dos son personas muy conocidas y ampliamente respetadas en el medio cultural cubano: Rodolfo Alpízar Castillo y Esther Suárez Durán.

En periodismo, eso se llama fuentes. En Derecho —más de una persona ha sugerido que debo ser acusado por “difamación”—, se llaman testigos. A fuentes y testigos me remito.

Ninguna de ellas se encontraba ese día junto a la otra. Nunca los he visto en persona. Para ser por completo riguroso, pienso que quizás nos hayamos visto en alguna reunión gremial, lo que sería normal, pero si es así no lo recuerdo. Sí aseguro que nunca hemos tenido algún encuentro personal. Llegué a ellas a través de sus post en Facebook. Luego, he hablado con los dos mencionados por sus nombres. Publico aquí, con su expresa autorización, sus respectivos comentarios. También me han autorizado a decir que ambos están dispuestos a ratificar su palabra sobre lo escuchado en cualquier escenario al que sean convocados.

Seré muy claro:

No comparto las teorías de las conspiraciones, como tampoco los debates innecesarios. Pero soy un hombre honrado y tengo que defender la verdad.

Digo categóricamente que no estoy sugiriendo la más mínima sospecha sobre que el video de la mesa redonda haya sido intervenido.

Digo solo, y también categóricamente, que otras personas escucharon lo que yo mencioné, y que están dispuestos a sostener su palabra donde sean convocados.

Soy también un hombre de buena fe. Por eso, puedo conceder —en lo que estrictamente a mí respecta— que se equivocaron, por separado, al escuchar la misma expresión.  Por lo mismo, puedo esperar de las personas que también sean honradas y de buena fe que afirmen que no hubo absolutamente ningún intento de mentir, difamar y menos manipular las palabras de Rodríguez Derivet.

Resumo: para mí, puede quedar en un error de los que así escucharon esa frase en la mesa redonda, pero en caso alguno como mentira o difamación.

En lo personal, no me interesa seguir más allá en el punto concreto de la palabra de marras.

Ahora bien, como podrán ver en los siguientes comentarios, sus autores se refieren a temas que yo también señalé como centrales, ninguno de los cuales ha sido respondido hasta el momento por alguno de los que ha referenciado críticamente mis comentarios.

Mantengo todas las disculpas que le ofrecí a Rodríguez Derivet por las ofensas que recibió  en mi muro de Facebook. Asimismo, mantengo mi rechazo a los usos políticos interesados de mis palabras —de un signo y de otro— que nada tienen que ver con mis comentarios, enfocados exclusivamente en el respeto que merecen los mártires de la historia de Cuba y en las necesidades de entender de modo crítico, plural e informado esa historia en el presente que vivimos.

No espero las disculpas hacia mi persona de los que me han difamado y han mentido a sabiendas sobre mi vida. A esos, les digo lo que el Maestro: “Cuando se tiene algo que decir, se dice sea cualquiera el juicio que forme de ello la gente ignorante o malévola, o el daño que nos venga de decirlo”. (José Martí, Fragmentos, t. 22, p 82) A las personas decentes que han manifestado sus dudas o sus críticas legítimas, gracias.

Finalmente, confío en que los encargados del espacio de la mesa redonda acaben por referirse, con la seriedad, profesionalidad y espíritu revolucionario que reclama este asunto, a las cuestiones de fondo que Alpízar Castillo, Suárez Durán y yo hemos identificado como problemáticas en el programa de ese día. Es nuestro derecho como  audiencia y es un deber de un medio de prensa que se identifica como público.

Julio César Guanche, en La Habana, 16 de marzo de 2020.

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El DR 13 de marzo: un ejército de la libertad (I)

DR

Por Julio César Guanche

El 29 de agosto de 1956 José Antonio Echeverría y Fidel Castro suscribieron en la capital azteca la llamada «Carta de México». Por vez primera en la historia cubana el presidente de una organización estudiantil, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), suscribía un pacto con el líder de una agrupación política, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), para poner fin por las armas al régimen imperante en el país.

La declaración certificaba ya no la ineficacia de las soluciones legales para resolver la «crisis cubana» sino el propio carácter «infame» de tales remedios. Constituía una declaración explícita de combate contra las dictaduras, de unidad en los propósitos revolucionarios y sobre la necesidad de triunfar libre de compromisos electoralistas con el ancien régime.

En el contexto de la lucha insurreccional cubana, la firma de la «Carta de México» plantearía, particularmente para la FEU y el Directorio Revolucionario (DR) —órgano surgido en relación con aquella—, cuestiones trascendentales que marcaron no solo el devenir de ambas organizaciones durante la gesta insurreccional, sino su futuro una vez alcanzada la victoria revolucionaria y que, para más, contribuirían de modo decisivo a definir el propio perfil del liderazgo revolucionario.

Entre esas cuestiones que estaban, fuese en la base o en las derivaciones que traería la Carta de México, se encuentra la determinación del papel de la FEU en la insurrección, el perfil político del Directorio Revolucionario, la táctica a seguir en la lucha revolucionaria,  la necesidad de la unidad revolucionaria a solo dos décadas del fracaso de la Revolución de 1930, con la vigencia latiente de las secuelas de su frustración y con la mayor parte de sus protagonistas vivos, y así la definición de los contenidos de los consensos y de los disensos en la búsqueda de tal unidad, y el signo que tendrían las relaciones entre la FEU, el DR y el MR 26-7 después del triunfo revolucionario. Seguir leyendo «El DR 13 de marzo: un ejército de la libertad (I)»

Julio Antonio Mella: De la reforma universitaria a la revolución social (textos seleccionados)

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En el aniversario de la fundación (20/12/1922) de la Federación de Estudiantes de la Universidad de La Habana (hoy Federación de Estudiantes Universitarios).

 Por Julio Antonio Mella

Manifiesto de la Federación Estudiantil Universitaria

 Los estudiantes de la Universidad de La Habana, por medio de su órgano oficial, el Directorio de la Federación de Estudiantes de la Universidad de La Habana, a las autoridades y al pueblo de Cuba exponen: Que profundamente convencidos de que las universidades son siempre uno de los más firmes exponentes de la civilización, cultura y patriotismo de los pueblos, están dispuestos a obtener:

1. Una reforma radical de nuestra Universidad, de acuerdo con las normas que regulan estas instituciones en los principales países del mundo civilizado, puesto que nuestra patria no puede sufrir, sin menoscabo de su dignidad y su decoro, el mantenimiento de sistemas y doctrinas antiquísimas, que impiden su desenvolvimiento progresivo.

2. La regulación efectiva de los ingresos de la Universidad, que son muy exiguos en relación con las funciones que ella debe realizar, como centro de preparación intelectual y cívica. Y esta petición está justificada, cuando se contempla el deplorable estado de nuestros locales de enseñanza, la carencia del material necesario y el hecho de ser la cantidad consignada para cubrir las necesidades, la mitad de la señalada para instituciones iguales, en países de capacidad y riqueza equivalentes a la nuestra.

3. El establecimiento de un adecuado sistema administrativo para obtener la mayor eficacia en todos los servicios universitarios.

4. La personalidad jurídica de la Universidad y su autonomía en asuntos económicos y docentes.

5. La reglamentación efectiva de las responsabilidades en que incurran los profesores que falten al deber sagrado, por su naturaleza, que les está encomendado por la nación.

6. La resolución rápida y justa del incidente ocurrido en la Escuela de Medicina.

7. Y, por último, hace constar que están dispuestos a actuar, firme y prudentemente, y como medio para obtener la solución de los actuales problemas y de los que en el futuro pudieran ocurrir, solicitar la consagración definitiva de nuestra representación ante el claustro y del principio de que la Universidad es el conjunto de profesores y alumnos.

[10 de enero de 1923] Seguir leyendo «Julio Antonio Mella: De la reforma universitaria a la revolución social (textos seleccionados)»

El ejército de la libertad. El Directorio Revolucionario 13 de Marzo en la Revolución Cubana

Por Julio César Guanche

«Los estudiantes son el baluarte de la libertad, y su ejército más firme»

José Martí

Asalto a Palacio Presidencial 13 de Marzo de 1957, cartel de 99 Estudio

Asalto a Palacio Presidencial 13 de Marzo de 1957, cartel de 99 Estudio

La ideología del Directorio Revolucionario*

El Directorio Revolucionario 13 de Marzo es un hijo de la inspiración socialista democrática al uso a mediados del siglo xx. Adscrito a esa filosofía, con carta de ciudadanía en la Constitución cubana de 1940, los miembros más intelectualizados del DR habrán leído a José Martí, Enrique José Varona, Julio Antonio Mella, Emilio Roig, y estarían muy influidos por Antonio Guiteras, muchos de cuyos textos inéditos y cuya memoria les serían allegados por colaboradores cercanos de Guiteras como Carmen Castro y Ayda Pelayo, así como por la lectura de Diálogos sobre el destino, de Gustavo Pitaluga, y los textos de José Antonio Ramos, Raúl Roa, Rafael García Bárcenas, Fernando Lles y Medardo Vitier.

El apego a la constitucionalidad, típico del consenso surgido de 1940 —aunque esa era una idea fuerte de la cultura política cubana en general—, guió desde 1952 las demandas de quienes serían luego miembros del DR. La evolución ideológica experimentada por este organismo con el decurso de la lucha, al modo en que la había experimentado el DEU de 1927, que llevó a este del combate por reivindicaciones estudiantiles hasta la propuesta de un “total y definitivo cambio de régimen» en la década de 1920, condujo al sector de la FEU que crearía el DR a repudiar tanto el 10 como el 9 de marzo, esto es, a hacer la denuncia integral del status al que habían conducido doce años de reformismo republicano.

La Carta Magna de 1940, una de las más avanzadas dentro de las constituciones promulgadas en su época, constituía el resultado de un equilibrio representativo de las fuerzas fundamentales del registro político cubano y así pudo inscribirse en la corriente del constitucionalismo social —de ahí que sancione en su parte dogmática los derechos económicos, sociales y culturales— anexa a la ideología del Estado de Bienestar.

A la altura de 1956, las causas de la inoperancia de la Constitución de 1940 para resolver los problemas nacionales iban más allá de los límites del reformismo cubano —con su enunciado de ampliar la distribución del ingreso sin afectar las bases económicas del sistema—, sino apuntaban hacia la crisis estructural de la política, hacia la fase crítica de la «frustración republicana», constatación que recorría una zona amplísima del arco ideológico nacional.

La frustración acumulada en el período 1940-1952, durante el mandato de ese propio texto legal, proveyó al cabo a la ciudadanía cubana de una enorme carga de cinismo político y de escepticismo ideológico. De hecho, el movimiento de masas que sería más popular en esos años, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), ganó el favor popular con sus reivindicaciones éticas sobre la honestidad administrativa y la lucha contra la corrupción, junto al carisma de su líder Eduardo Chibás.[1] Como las elecciones eran la segunda zafra del país, la política quedaría arrojada al barro de la corrupción por sectores muy numerosos, incluida buena parte de la burguesía. De ese sumidero, la FEU de Echeverría podría rescatar a la política cuando demostrara que su lucha era una apuesta decidida por la Revolución y no parte del torneo republicano de gestos en busca de una silla curul.

Desde las batallas contra la dictadura de Gerardo Machado, la Universidad de La Habana había devenido un objetivo para todos los grupos políticos del país, asedio que trajo consigo la corrosión del carácter universitario. El golpe de estado de Batista sería el hito que necesitaba la Universidad para conocer la necesidad de un cambio radical. Por tanto, la convocatoria de la Universidad no se reducía a los estudiantes, sino se abría hacia todo el abanico de sectores con la esperanza puesta en cambiar el orden de cosas y devolver el status republicano a la nación. En el símbolo representado por la Universidad se refugió la zona más revolucionaria de la conciencia y la cultura nacionales. Aunque violada al menos en tres ocasiones, la autonomía universitaria volvió a desempeñar un papel capital, como lo había jugado también durante la vigencia de la Ley Docente de 1937. La autonomía habilitaba a la Universidad como el ideal moral de una República para la nación en el contexto de la Dictadura.

La radicalización revolucionaria de la presidencia de Echeverría pondría término a los posibles pactos de dirigentes de la FEU con el régimen, llamados «tramitaciones», y enarbolaría el ideal de intransigencia demostrando la imposibilidad de un diálogo con Batista —con la eliminación previa de los males de la política tradicional dentro de la FEU y de la Universidad, a través del recurso imprescindible de no recurrir a las armas—. La FEU y luego el DR llenarían en la práctica, hasta los primeros meses de 1957, el espacio dejado a la intemperie por la pseudo-oposición al dictador.

Jose Antonio Echeverría, presidente de la FEU y lider del Directorio Revolucionario

Jose Antonio Echeverría, presidente de la FEU y lider del Directorio Revolucionario

La definición ideológica primaria del DR se encuentra en su rechazo hacia los métodos corruptos, en su necesidad de desplazar del liderato de la oposición a Batista a las formaciones políticas tradicionales. De ellas, la corriente más fuerte correspondía al Partido Revolucionario Cubano-Auténtico (PRC-A) a quien le fuera arrebatado el poder por el golpe del 10 de Marzo de 1952

El PRC-A había devenido hegemónico en ese período, por su conexión con las necesidades de la sociedad civil cubana, pero su práctica de gobierno había provocado un rechazo tan abierto que, llevado el sistema al límite por Batista, abriría más tarde la puerta a la impugnación total del régimen político-económico republicano.

El PRC-A, lo más parecido que pudo haber en Cuba a una socialdemocracia, había reeditado en Cuba lo que Trostky apuntaba de los socialrevolucionarios rusos, quienes «se imaginaban que la futura revolución no sería ni burguesa ni socialista, sino ´democrática`», cuyo partido «se trazaba una senda, que pasaba entre la burguesía y el proletariado y se asignaba el papel de árbitro entre las dos clases». No obstante, las declaraciones del Autenticismo constituían en 1956 solo el recuerdo de una antigua ilusión. Las otras organizaciones que seguían un programa similar en sus términos al del PRC-A —con su consigna de 1934: «nacionalismo, democracia y socialismo»—, como era el caso del DR —y de la juventud ortodoxa, por ejemplo—, encontraban sus diferencias con el Autenticismo, más que en el nivel programático, en el contenido asignado a esos conceptos y en cómo pretendían llevarlos a vías de hecho en la política nacional. Por esos motivos, la línea ideológica que Echeverría configura discursivamente bajo la síntesis de «Revolución Cubana», según se integra y conforma en el tiempo, guarda distancia de los postulados Auténticos.

Desde el punto de vista ideológico, el DR estaba más cercano, como muestra la Proclama leída en su acto de constitución, al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), de Rafael García Bárcenas, quien afirmaba en su manifiesto programático: (El MNR) «se enfrenta en lo económico al comunismo, y se dirige a superar el capitalismo. Se opone, en lo social, a las exclusiones sociales o clasistas y a toda forma de totalitarismo»[2] y concretaba en «un trípode ideológico su pensamiento doctrinal: Nacionalismo, Democracia, Socialismo»[3], como por igual coincidiría la proyección del DR con las perspectivas sociales de la «Carta a la Juventud», de Aureliano Sánchez Arango, ahora líder de la organización conocida como Triple A y antiguo miembro del DEU de 1927, al igual que Bárcenas.

Sobre los tres pilares de Bárcenas, la libertad política (Democracia), la justicia social (Socialismo) y la recuperación de los bienes del país (Nacionalismo), inspirado esto último en el ejemplo hemisférico de la revolución mexicana, se asentaba también el imaginario del DR, donde los tres conceptos debían estar relacionados entre sí, y la ausencia de uno hacía imposible la existencia de los demás. En marzo de 1956 en la revista Alma Mater, órgano de la FEU, su presidente daría a conocer el «Manifiesto al Pueblo de Cuba», que afirmaba: «La Revolución Cubana va hacia la superación de las lacras coloniales y de los males de la independencia, hacia la liberación integral de la nación, libre de toda injerencia extranjera así como de toda perversión doméstica, hacia el desarrollo integral de las potencias materiales y espirituales del país y hacia el cumplimiento de su destino histórico. La revolución es el cambio integral del sistema político, económico, social y jurídico del país y la aparición de una nueva actitud psicológica colectiva que consolide y estimule la obra revolucionaria».[4]

En el año en que se daría a conocer el Informe Kruschov sobre los crímenes de Stalin y en el cual se produciría la intervención soviética en Hungría, la ideología del comunismo era rechazada con denuedo por la mayor parte de las fuerzas políticas cubanas, incluyendo a las de las nuevas hornadas revolucionarias. El DR era anticomunista por convicción, pero era socialista al modo en que había irrumpido en Cuba esa opción después de la Revolución de 1930 y que en los años cincuenta García Bárcenas definía de este modo: «Nuestro socialismo se opone a que los seres humanos sean considerados solamente como piezas necesarias para el soporte de la Producción o del Estado, pues advierte en cada hombre la dignidad y la libertad inherentes a su condición de persona humana».[5]

Los representantes criollos del socialismo del Kremlin tampoco serían los grandes polemistas programáticos del DR, pues desde los cuarenta eran un Partido moderado en sus demandas económicas y políticas. El Partido Socialista Popular había sabido integrarse a la política liberal social burguesa en los primeros años de la década del cuarenta y desarrollado prácticas de sobrevivencia cuando el clima de la Guerra Fría y las circunstancias de poder domésticas en Cuba lo llevaron a perder posiciones, fuese el poder de los sindicatos —su plataforma preferente para hacer política—, o la propia posibilidad de su actuación legal bajo la dictadura de Batista. Sin embargo, en ese período la principal contradicción del DR con el PSP sería la estrategia de lucha y no las definiciones discursivas, amén de las «reservas históricas» del DR frente a ese partido por su accidentada trayectoria ideológica: «error de agosto» de 1933, pacto con Batista en 1938 y seguimiento del «browderismo» en los 1940. Echeverría, en medio del ambiente anticomunista de los años cincuenta, al declarar ante una acusación de penetración comunista en la FEU que esta « no era comunista ni anticomunista como no era católica ni anticatólica», esgrimía para ese contexto toda una declaración de principios, aunque no a favor del comunismo sino en contra del sectarismo. Con todo, el PSP combatiría durante años la táctica insurreccional del DR —y asimismo la del MR-26-7. En el «Llamamiento del Comité Nacional del PSP», de 26 de febrero de 1957 —dos semanas antes del asalto al Palacio Presidencial— este partido comentaba la situación política, denunciaba los crímenes y hacía un llamamiento a los partidos, sindicatos e instituciones del país y señalaba: «En realidad solo hay dos factores oposicionistas que actúan con intensidad, uno el ´26 de julio´, que lo hace a su manera, con su foco antigubernamental de la Sierra Maestra y sus erróneas ideas acerca de la acción política, y otro el nuestro, nuestro Partido Socialista Popular, que se esfuerza por mover a los obreros y al pueblo a base de las correctas tácticas de la unión y la lucha de masas».[6] Después, el ataque a Palacio sería calificado en la Carta Semanal de acto «putchista»,[7] como lo había sido por igual el ataque al cuartel Moncada. El PSP seguiría defendiendo la tesis de la lucha de masas y negándose a aceptar la insurrección armada hasta que el curso de los acontecimientos le obligó a cambiar de opinión.

La adherencia programática del DR a la democracia social, que defendía la soberanía nacional, el régimen democrático, la autonomía universitaria y la solidaridad americana sobre la base del pensamiento de José Martí, tampoco sería muy diferente a la de los atacantes al Moncada que en su «Manifiesto de los Revolucionarios del Moncada a la Nación», de 23 de julio de 1953, hicieron «suyo los programas de la Joven Cuba, ABC Radical y del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo)» —aunque los postulados del DR contra la injerencia norteamericana sobre Cuba no estaban presentes en dicho Manifiesto.

Si bien las ideas de la FEU y del DR sobre la necesidad para Cuba de «libertad económica y justicia social», hacia un régimen « libre de trabas con naciones extranjeras y libre de influencias también y de apetitos de políticos y personajes propios» podían comulgar con las de otros grupos revolucionarios, había otros asuntos que salían a relucir con la rúbrica entre Echeverría y Fidel Castro de aquel documento en México, algunos de ellos quizás imprevistos por los firmantes.

Echeverrìa José Antonio, Juan Pedro Carbó, René Anillo y otros compañeros en una manifestaciòn contra Batista

Echeverrìa José Antonio, Juan Pedro Carbó, René Anillo y otros compañeros en una manifestaciòn contra Batista

El papel de la FEU en la insurrección Seguir leyendo «El ejército de la libertad. El Directorio Revolucionario 13 de Marzo en la Revolución Cubana»