Una mirada crítica a la encuesta FIU 2014

habana-vieja-en-miami
Por Jesús Arboleya

Como siempre, la última encuesta patrocinada por el Cuban Research Center (CRI) de Florida International University (FIU) ha animado los más diversos análisis y comentarios, debido a la fiabilidad de sus resultados y la capacidad que nos brinda para analizar la evolución de las actitudes políticas de la comunidad cubanoamericana en el condado Miami-Dade, durante más de veinte años.

Desde mi punto de vista, la pregunta más relevante de la encuesta es aquella referida al apoyo o la oposición al embargo (yo le digo bloqueo, pero respeto el lenguaje de los encuestadores), toda vez que está centrada en lo que constituye la esencia de la actual política de Estados Unidos hacia Cuba.

El resultado de la encuesta nos muestra entonces un resultado concluyente respecto al sostenido incremento de las personas que se oponen a la política actual (52 %), por primera vez una posición mayoritaria respecto a los estudios anteriores, y efectivamente refleja una tendencia, ya que solo los mayores de 65 años apoyan mayoritariamente su mantenimiento.
Incluso es posible que, analizada de manera general, esta posición sea aún más nutrida, ya que un 68 % apoya el restablecimiento de relaciones diplomáticas, lo que supone el levantamiento previo del embargo, y lo mismo ocurre con el hecho de que más de un 70 % apoye la venta de medicinas y alimentos o de que incluso un 76 % respalde la ampliación o el mantenimiento de los negocios con Cuba, todo lo cual se contradice con las normas establecidas por el embargo.

Casi tres cuartos de los encuestados opinan que la política del embargo no ha funcionado. No obstante, llama la atención que el mayor porcentaje de los que consideran que ha funcionado bien o muy bien, esté precisamente en los que arribaron a ese país después de 1981. Creo que esta respuesta tiene un significado distinto para ellos que para los primeros inmigrantes, ya que se trata de las personas que realmente sufrieron el embargo y lo analizan desde esta perspectiva, mientras que los primeros lo conciben como una estrategia fracasada para derrocar al régimen cubano. Seguir leyendo «Una mirada crítica a la encuesta FIU 2014»

La Constitución de 1940 (I)

1940

Por Julio Cesar Guanche

Entre 1930 y 1933 Cuba experimentó una revolución cuyas demandas pusieron bajo asedio al Estado oligárquico estructurado en 1902, año de la fundación republicana.

Varios factores estructurales contribuyeron a ese asedio. Cambió el perfil de la fuerza laboral, tras el fin de la corriente inmigratoria de 1780-1930. La economía perdió la tendencia al crecimiento de la exportación de azúcar. El derrumbe del mercado norteamericano, con la gran depresión, produjo una grave crisis de desempleo.

La situación confluyó con la presión política de las masas. El movimiento obrero adquirió fuerza y organización. Un amplio campo social exigió modernizar la escuela. La prensa y la radio ganaron penetración al interior de la sociedad cubana.

En el proceso, el Estado se hizo más dependiente de la participación del ciudadano común—que contaba ahora con voto femenino, sistema de partidos, canales de representación funcional y una esfera pública ampliada—. La captación de nuevas lealtades ciudadanas sería reciprocada por la promesa del Estado de convertirse enun patrimonio común de la sociedad.

La Constitución de 1940 es la síntesis mayor de tal intención.

Cuba tomaba opción entre las ideologías que disputaban entonces el curso de la historia: el republicanismo social y el socialismo democrático; el marxismo-leninismo soviético y el fascismo. Para ese momento, el liberalismo del siglo XIX, cimentado sobre el individualismo, el abstencionismo estatal y el despliegue ilimitado de la propiedad privada, no era una ideología que pudiese intervenir con mayor éxito en los debates cubanos. Entre sus cargos estaba, en Cuba como en América latina, la justificación de la república oligárquica y la enorme devastación social desplegada tras1929.

En 1940 los asambleístas cubanos recelaban de aquel liberalismo. Entre ellos, no solo se encontraban comunistas como Blas Roca o Salvador García Agüero, sino también delegados del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), como Eduardo Chibás y Carlos Prío; o del ABC, como Joaquín Martínez Sáenz y Jorge Mañach.

Estas posiciones, diferentes en otros aspectos, compartían la inspiración keynesiana de hacer intervenir al Estado en la economía. Con ella, buscaban evitar el desajuste entre oferta y demanda;  regularla producción y elcomercio, para controlar lascrisis de superproducción; y fomentar el gasto público y el empleo, comprometidas tanto con el crecimiento del mercado interno como con políticas redistributivas.

La opción cubana por el republicanismo social se hizoexplícita en la Constitución. Sutexto consagró el principio de intervención gubernativa en la economía, declaró el subsuelo como propiedad estatal, estableció la jornada de trabajo máxima de cuarenta y cuatro horas semanales, las vacaciones retribuidas, la licencia por maternidad, las pensiones y seguros, la protección al pequeño propietario rural, la proscripción del latifundio y la restricción de la posesión de tierras por extranjeros, la igualdad en el salario sin distinciones de género —ni de estado civil en el caso de las mujeres.  Asimismo, prohibiódisolver sindicatos sin sentencia firme de la autoridad judicial y estableció el derecho a la libre sindicalización. Seguir leyendo «La Constitución de 1940 (I)»

La hora de los desconectados. Evaluación del diseño de la política de “acceso social” a Internet en Cuba en un contexto de cambios

internet

CLACSO publica la investigación, de Milena Recio, realizada para el concurso  «Estudios sobre políticas públicas en América Latina y el Caribe: Ciudadanía, democracia y justicia social”. Recio trabajó el tema «La hora de los desconectados. Evaluación del diseño de la política de  “acceso social” a Internet en Cuba en un contexto de cambios».

Estas son sus conclusiones:

Esta investigación ha permitido arribar a ciertas conclusiones preliminares analítico-descriptivas que pueden llegar a tener además un componente propositivo y que responden a los objetivos definidos en el diseño metodológico que la guió:

 La política de acceso social ha estado inserta dentro de una política más general de informatización de la sociedad, donde no ha sido eje principal. El carácter “social” del acceso remite a su condición de acceso colectivo y desde espacios institucionales. Se identifica lo institucional con lo social, a partir de una matriz que deja intacta la separación tradicional público/privado. Durante la mayor parte del tiempo la gratuidad ha sido también un valor considerado dentro del atributo de “social”. Más recientemente este valor se relativiza. Se publicita la necesidad de cobrar a un tipo de usuario para sostener el servicio liberado de pago o subsidiado a otros. El acceso social se constituye como una alternativa posible frente a la imposibilidad de acceso universal o pleno. Estos últimos no son horizontes identificados como posibles. La deuda de acceso social/estatal/institucional es todavía tan alta que ni siquiera se otea una solución de acceso residencial masivo, como no sea dirigida por el mercado, y regulada por los precios. Ya se comienza a esbozar la posibilidad de que personas naturales en el futuro puedan comprar el servicio, pero es de suponer tarifas altas. Hasta ahora predomina la lógica de recuperar la inversión que supuso la instalación del cable para ir disminuyéndolas en la medida en que se pueda incrementar la conectividad del país, antes dependiente de conexiones satelitales y hoy centradas en el cable submarino de fibra óptica ALBA-1. Este régimen fortalecerá la dualidad en el acceso, lejos de reducirla.

Aún con los estrechos márgenes que impusieron el bloqueo y la crisis económica, no circunstancial sino estructural, que comenzó a manifestarse a partir de los noventa en Cuba, las matrices desde las que se desarrolló esta política de acceso fueron de orientación socialista y estatalista: se propuso evadir al mercado como distribuidor principal del recurso escaso de la conectividad, y priorizar sectores que apoyaran planificadamente tareas de desarrollo integral del país previstas en un diseño político centralizado por el propio Estado. Como toda elección, dejó fuera grupos y sectores cuya capacidad para reflejar socialmente el impacto de la conectividad también hubiera sido fundamental, de haber sido dialogado y enunciado en un marco más plural.

En el diseño de esta política ha predominado la denominada “tiranía de la oferta”. Se basa en la iniciativa de la autoridad autoinvestida de un criterio experto y político de justicia, y asumiendo que el Estado socialista garantiza per se y plenamente la función democrática de representación. Durante un tiempo esa autoridad pudo maniobrar con un alto nivel de opacidad sobre su gestión, sin compromisos de difusión, divulgación, debate o escrutinio público acerca de la política de acceso. Cada vez es más difícil. La política se encuentra en un punto de ajuste donde necesitará clarificarse o incluso replantearse, mediante diálogos y explícitamente, sus objetivos, hitos, fases, montos de inversiones, resultados esperados, so pena de seguir alimentando insatisfacción, incomunicación, distanciamientos, confrontación, etcétera.

El estilo que ha predominado en la gestión de los accesos ha sido restrictivo, a partir de la sobrepresencia de elementos de seguridad y control, justificados o no, cada uno en su contexto, y de la escasez de conectividad. Desde los orígenes los accesos fueron restringidos, vigilados por humanos o por máquinas, con contenidos y servicios filtrados. En la mayoría de los casos los argumentos que acompañan este comportamiento apelan a la necesidad de racionalizar los usos del ancho de banda, pero han existido muchos casos de uso discrecional, algunos de raíz ideológica, amparados por la ambigüedad de la normativa vigente (Álvarez, 2013). Las decisiones concretas de administración de redes de una institución a otra pueden diferir ampliamente. En la medida en que mejoren las condiciones de conectividad la mayoría de estas restricciones dejarán de tener fundamento o se redimensionarán.  Seguir leyendo «La hora de los desconectados. Evaluación del diseño de la política de “acceso social” a Internet en Cuba en un contexto de cambios»

La necesidad de abrir caminos (Dúplica a Haroldo Dilla)

cuba

Por Julio César Guanche

Haroldo Dilla me ha hecho el honor de replicar, en “Los íconos difusos”, un artículo en el que cuestiono algunos de sus comentarios.

No me he referido a los miedos que despierte ser acusado de “difuso”, ni a cuál sería la respuesta heroica ante ello. Sostener una posición política democrática debe ser un derecho ante el cual la heroicidad sea superflua y el miedo inconcebible —como defiendo, ya que estamos, abolir todas las fuerzas antidisturbios y liberar a todos los presos por razones políticas de este mundo—. Pero sigo pensando que su posición regatea la legitimidad de posturas políticas diferentes.

Nunca he aceptado desacreditar una postura intelectual por las descalificaciones que se dirijan a la persona de su proponente. Dilla hizo esto en su primer texto, cuando aseguró que todas las opciones de Alfredo Guevara se orientaban a su “uso y beneficio” como “mandarín y gay oficial”, “suerte de florero”. Ahora dice que soy yo el que lleva a ese punto la discusión. Pero lo dejaré de lado, pues dice cosas de mayor importancia que mis reales o supuestos yerros polémicos.

Las biografías son algo más importante que los intercambios de “chismes” privados. Ya que Dilla entra en detalles biográficos, lo haré para explicarme.

Para entender la vida política de Mañach, por ejemplo, es necesario ser preciso en su biografía. Es oportuno saber que prologó la primera edición en forma de libro (1954) de La historia me absolverá. Es importante conocer que  Mañach, “no se fue” de Cuba, sino que, según él mismo, no le dejaban alternativa, cuando lo retiraron del claustro universitario, y le privaron de sus fuentes de empleo en los medios de prensa.

También es necesario notar que se opuso a la dictadura de Batista, y que, por sus convicciones, liberal republicanas, no podía compartir el curso comunista, que según entendía, tomaba el curso revolucionario desde fecha temprana. Es bueno saber que llegó muy enfermo a Puerto Rico, que esto ha habilitado reinterpretar el “apoyo explícito” que, se ha dicho, prestó a la invasión de Girón (1961), o conocer que no autorizó en vida la publicación de Teoría de la frontera, queeran notas de curso sobre un tema que nunca antes había trabajado.

Tampoco es redundante la interpretación de sus inserciones políticas. Es necesaria la interpretación del ABC, entendida tradicionalmente como “facistoide”, cuando fue el primer movimiento moderno de una derecha de masas en Cuba. Es una simpleza calificarlo de “fascista”, como si todas las derechas lo fuesen sin más.

Es importante comprender el contexto de enunciación de las ideas: no es lo mismo defender la democracia bajo un sistema liberal oligárquico que defenderla bajo un formato liberal social, que con sufragio universal o sin él. Habrá quien piense que la democracia es “una sola” —como dicen los estalinistas que “hay un solo marxismo”—, pero es un error, que Dilla no comete, aunque no considera sus diversas implicaciones.

La biografía, la  interpretación de las opciones políticas y de los contextos de enunciación de las ideas son aspectos cruciales para comprender una tradición y sus “recuperaciones” posibles. Es lo que he intentado hacer con Roa, y he visto utilidad en hacerlo para el presente, como es útil para la interpretación del pasado, hecho que también es relevante. Desde ahí busco interpretar los legados de intelectuales políticos, como Mañach o Alfredo Guevara, aspirando a hacer algo más que asignar calificaciones de quién es más importante, o más intelectual que el otro. Dilla, aunque en su segundo texto es mucho más analítico que en su primer alegato, simplifica este tema.

Dilla establece que los problemas que yo señalo como propios de la relación entre el socialismo y la democracia, son más bien atinentes a la relación liberalismo-democracia: “los problemas de la libertad del individuo ante el estado/comunidad”. Seguir leyendo «La necesidad de abrir caminos (Dúplica a Haroldo Dilla)»

Una coda a «El DR del 13 de marzo: Un ejército de la libertad (y III)»

Coda de 13 de junio de 2014 a mi texto «El DR del 13 de marzo: Un ejército de la libertad (y III)«.

Una vez leído este texto, la Dra. Ana Cairo Ballester me señaló no haber mencionado aquí un importante documento. Como siempre hago con sus lecturas, mucho se lo agradezco. Por razones de espacio editorial, no lo hice, pero ahora que el texto circula en otros medios, más libres de los constreñimientos de espacio de un periódico, copio aquí completo dicho documento. Es una carta enviada por Fidel Castro a Ernesto Guevara, en la cual hace explícita su perspectiva sobre el pacto de unidad entre el DR 13 de Marzo y el MR- 26- 7 en las Villas, y más en general su criterio sobre el DR. Como se verá, es muy diferente a la perspectiva del DR sobre dicho pacto, que entiendo — según los testimonios que he recogido de miembros y dirigentes de esa organización— que se encuadraba dentro del compromiso unitario que había defendido la Carta de México. Es un tema complejo, y agradeceré cualquier otra opinión sobre el tema.

El investigador Frank Josúe Cabrales ha calificado la publicación de este documento como un “sismo de baja intensidad” que “sacudió los cimientos de la historiografía sobre la Revolución Cubana”. El texto de Frank Josúe lo he publicado antes en mi blog La cosa en esta dirección: https://jcguanche.wordpress.com/2014/04/10/el-movimiento-26-de-julio-y-el-directorio-revolucionario-en-un-enero-de-encrucijadas/comment-page-1/

Sé que es preferible que hubiese aparecido desde el principio la mención al documento, y me disculpo por no haberlo hecho, pero aquí está, en definitiva:

 «Palma Soriano, 12/26/58 / 8:00 p.m.

»Ché:

»No tengo en este momento [tiempo] de hacerte una larga carta ni tengo facilidades para hacerlo, por no contar con otra luz que la de una linterna.

»Considero que estás cometiendo un grave error político al compartir tu autoridad, tu prestigio y tu fuerza con el Directorio Revolucionario.

»La guerra está ganada, el enemigo se desploma estrepitosamente, en Oriente tenemos encerrados diez mil soldados. Los de Camagüey no tienen escapatoria. Todo eso [es] consecuencia de una sola cosa: nuestro esfuerzo. No tiene sentido aupar [a] un grupito cuyas intenciones y cuyas ambiciones conocemos sobradamente, y que en el futuro serán fuente de problemas y dificultades. Tan soberbios y presumidos son, que ni siquiera han acatado tu jefatura, ni la mía, pretenden erigir una fuerza militar autónoma y particular que no podremos tolerar de ninguna forma. Quieren en cambio compartir los frutos de nuestras victorias para robustecer su minúsculo aparato revolucionario y presentarse el día de mañana con toda clase de pretensiones. Es necesario que consideres este aspecto político de la lucha en Las Villas como cuestión fundamental.

»Por lo pronto, es de suma importancia que el avance hacia Matanzas y La Habana sea efectuado exclusivamente por fuerzas del Movimiento 26 de julio. La Columna de Camilo debe constituir la vanguardia y apoderarse de La Habana cuando la Dictadura caiga si no queremos que las armas de Columbia se las repartan entre todos los grupos y tengamos en el futuro un problema muy grave.

»En este momento la situación de Las Villas constituye mi principal preocupación. No comprendo por qué vamos a caer en el mal que motivó precisamente el envío tuyo y de Camilo a esa Provincia.

»Ahora resulta que cuando podíamos haberlo superado definitivamente, lo agravamos.

»Fidel Castro R.»(Fidel Castro: La contraofensiva estratégica, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2010, pp. 343-345.)

El DR del 13 de marzo: Un ejército de la libertad (y III)

DR

Por Julio César Guanche

Después del 13 de marzo y del 20 de abril de 1957, tras la muerte de José Antonio Echeverría, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y de los principales dirigentes del Directorio Revolucionario (DR), la dirección de la FEU tomó rumbos diversos. El DR asumió el compromiso con la insurrección de la Carta de México, que habíaestablecido con el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), mientras se proclamaba heredero legítimo de la FEU de Echeverría.

En la historia sobre el periodo, la historia de las discordancias entre el DR y el MR-26-7 ha sido bien subrayada, pero ambas organizaciones mantuvieron también articulaciones.

El DR recibió a tiempo la noticia del desembarco del yate Granma. Sin embargo, ni este ni el M-26-7 estaban en condiciones, en diciembre de 1956, de organizar en La Habana una acción de envergadura para apoyarlo. La persecución desatada hacia el DR, tras los atentados a Blanco Rico y a Salas Cañizares, altas figuras del batistato, lo habían dejado sin posibilidad de asegurar el respaldo, lo que preocupaba a Echeverría, pues lo llevaba a incumplir el compromiso de la Carta. Para este último, las “circunstancias necesarias para que la parte estudiantil realizara (en diciembre de 1956) el papel a ella asignado no se dieron oportunamente”.

Poco después, el DR, junto a dirigentes y miembros de la Organización Auténtica, como Menelao Mora y Carlos Gutiérrez Menoyo, pudieron preparar el asalto al Palacio Presidencial en marzo de 1957.

En el intervalo, los contactos entre el DR y el MR-26-7se mantuvieron, en las condiciones de la lucha clandestina. “La colaboración era constante. No había divisiones. Llegaba un momento en que éramos los mismos todos”, recuerda Guillermo Jiménez, quien había quedado al frente del DR en La Habana después de mayo de 1957.

Faustino Pérez, enviado por Fidel Castro para dirigir el M-26-7 en la capital, al entrar en contacto con la dirección del DR en La Habana, decía: «Se les veía angustiados, desesperados por desarrollar acciones armadas decisivas (…) Hablamos de la posibilidad de abrir un frente guerrillero en el Escambray, pero predominó la decisión del ataque al Palacio (…), plan que tenían muy adelantado».

Ahora, esas relaciones quedaban comprometidas por diversos problemas. Seguir leyendo «El DR del 13 de marzo: Un ejército de la libertad (y III)»