Por Magazine AM:PM
La música es el corazón de la cultura cubana. No hay ninguna otra expresión cultural en el país que tenga su alcance, profundidad, penetración, y capacidad de influencia social. La música cubana no es una forma de explicar a Cuba, es una explicación per se: sus estructuras, sus sonoridades, sus motivos, sus instrumentos, son ya explicaciones en sí mismas de lo cubano.
Cantarle a la “gentil bayamesa”, por Céspedes, Castillo y Fornaris, fue sinónimo de cantarle a Cuba. Una canción romántica devino así himno patriótico. La invasión de Oriente a Occidente, en la guerra del 95, no transportó solo hombres y armas. Permitió el cruce de sonidos, composiciones, estructuras musicales a lo largo de todo el país.
El pueblo cubano nacido de esa gesta se formó tanto en la carga al machete como en las noches de campamento alrededor de una guitarra, en la que escuchaba sonidos provenientes de “las opuestas regiones” de Oriente y Occidente.
Martí escogió la ópera Carmen para la educación sentimental de María Mantilla, una obra donde la protagonista asegura que “libre nació y libre ha de morir”.
El tarareo de una canción es casi siempre el murmullo tumultuoso de la historia cubana, sea dicho en serio, como pasa con “fuego, candela, se quema La Maya”, o sea dicho en clave como sucede con “lleva en su alma La Bayamesa”.
La formación del pueblo cubano tiene varias fuentes —el barracón, el comercio urbano, la “manigua redentora”—, pero fue la música la que consiguió dar el primer y definitivo lenguaje a la vastísima diversidad de influencias que gestaron “lo cubano”.
Con esa historia, no es casual que el grueso de los combates ideológicos nacionales, en cualquier época, desde Guáimaro hasta 2021, desde La Bayamesa hasta Patria y vida, pasando por 1902, 1912, 1933, 1959, 1970, y un enorme etcétera, tengan siempre un registro musical.
No hay patria sin virtud, decía Félix Varela. Tampoco hay patria, en Cuba, sin música. Y esa es también su virtud: el calado de esa música es proporcional a su compromiso entero con el pueblo cubano, en haberle sabido cantar, como decía Sindo Garay, al grito de la patria, ese lema, esa religión.
Esta playlist curada por Magazine AM:PM recoge ese compromiso. Con conciencia de su diversidad, transita por una enorme escala de géneros, motivos y composiciones. A todos los temas los recorre una misma pasión, a la vez política y cultural, que es punto de partida tanto como de encuentro: Cuba como rapsodia, con tantas partes distintas entre sí que pueden unirse libremente, y, a la vez, escucharse en conjunto. (Julio César Guanche)
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