Un «extraño suceso» y una «victoria normal». A propósito del documento «Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato».

 

Por Julio César Guanche

Un extraño suceso

Cuba es un país que cambia. El 29 de marzo cantaron juntos en un barrio de la Habana Silvio Rodríguez, alguien calificado por algunos sectores fuera de la Isla como «oficialista», e Issac Delgado, calificado dentro de ella por otros sectores como alguien que «se fue». Lamento haberme perdido ese «extraño» suceso por dos razones: por lo que me gustan tanto Silvio e Issac (lo mismo el de Love que el de Versos en el cielo), como por lo que sirve ese concierto para poder dejar de considerar «extraño» este tipo de evento.

El reciente concierto no es extraño porque resulte singular. Ya han cantado antes Xiomara Laugart en La Habana, y aun antes Habana Abierta, y la han visitado los famosos peloteros, triunfantes en las Grandes Ligas, José Ariel Contreras y Rey Ordoñez. El evento es extraño por el tiempo que pasaron sin pisar el suelo de su patria, mientras sus nombres y sus obras eran espectros que tenían vida pública en Cuba solo en el «más allá» de los que «se fueron». Ahora este tipo de presentaciones será cada vez menos excepcional, para mejoría de nuestra salud cultural y moral.

Por ello, estoy seguro que escucharé conciertos de los cuales tengo nostalgia de muchos años, como estoy convencido de que las 55 mil almas que tienen silla propia en el estadio Latinoamericano ovacionarán allí al Duque Hernández en algún momento, ojalá cercano. Que estos sucesos sean cada vez menos raros, me hacen sentir esperanza y orgullo en lo que Joel James, con más lirismo que rigor conceptual, llamaba el «alcance de la cubanía».

Ahora bien, por estos días recorre La Habana otro suceso «extraño». Un pequeño grupo de intelectuales cubanos, de diversas procedencias ideológicas, hemos coescrito un documento titulado «Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato». Rápidamente, se han suscitado reacciones diversas ante el texto:  unos comentarios han subrayado el carácter «extraño», «sospechoso», o digno de «denuncia» de un hecho como este; otros, con similar sentido, habrían preferido no mencionarlo ni reproducirlo —en caso de estar en posición de hacerlo—, porque el silencio sería la mejor «respuesta» que puede recibir un texto de esta índole, mientras otros  lo han comentado de manera crítica propositiva.

En este breve texto analizaré los fundamentos de los dos primeros  tipos de respuesta, a reserva de escribir en el futuro sobre los comentarios del tercer tipo. Así, exploraré por qué resulta «extraña», cómo dejaría de serlo y qué está en juego en el carácter que se le asigne a una propuesta de este tipo. Seguir leyendo «Un «extraño suceso» y una «victoria normal». A propósito del documento «Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato».»

El gesto de Alfredo Guevara

Alfredo Guevara
Revolución es lucidez: la lucha continua por la libertad, la justicia y la belleza.

Por Julio César Guanche

Alfredo Guevara pasó la mayor parte de su vida con el saco sobre los hombros, en un gesto por el cual era reconocido por la mayoría de los cubanos, por dos razones declaradas: detestaba la guayabera y aborrecía la ritualidad. Cuando obligaciones protocolares le empujaron hacia la guayabera, se rebeló: “siento que solo me faltan las maracas para salir a la calle”. Obligado al saco, se lo dejó por décadas apenas sobre los hombros: parecía que el saco estaba puesto, pero tampoco terminaba de estarlo. Sin embargo, cultivaba con humor el mito sobre el origen de su gesto.

Ahora, el gesto es solo un síntoma, que acaso se explica por otras causas.

En su primera juventud, Guevara frecuentaba junto con otro amigo, blancos los dos, los círculos anarquistas de los trabajadores, mayormente negros, del puerto de La Habana.

Yo era anarcosindicalista. No creo que existiese en la Isla una gran influencia anarquista, pero la República Española trajo a muchos emigrados españoles de esa filiación. Mi novia era hija de un poeta anarquista español. Mis ideas habían nacido antes, pero con ella la relación con el anarcosindicalismo se hizo además sentimental.

Más adelante, los anarquistas nos encargaron a Lionel Soto y a mí que preparáramos un programa libertario, porque éramos los más cultos en un grupo de obreros anarquistas, básicamente del puerto de La Habana, en el que militábamos.

Para redactar el programa, Lionel y yo íbamos a estudiar a la Biblioteca Nacional, ubicada en el Castillo de la Fuerza. Su director, Joaquín Llaverías, era un hombre muy progresista. Allí había libros de todas clases, y comenzamos a leer textos marxistas sobre el anarquismo.

Nos convencimos que debíamos estudiar en profundidad el marxismo. Nos costó mucho trabajo separarnos de la organización anarquista, pero Lionel hizo una opción inmediata hacia el socialismo. Yo vacilé un poco y con el tiempo llegué a entrar oficialmente a la Juventud Socialista y al Partido Socialista Popular.

Teníamos la ilusión de que el triunfo de las fuerzas antifascistas sobre el nazismo debía significar una nueva época para la humanidad. Surgió la ONU, un poco más tarde surgió la UNESCO, es decir todo vaticinaba otra época; comenzó la descolonización, aunque luego resultara un proceso incompleto.[1]

Si su corazón era anarquista, su cabeza lo llevaba al marxismo, pero no quiso hacer una elección que resultara en una exclusión. Guevara se definiría en lo adelante, hasta hoy, como un comunista libertario.

Desde esa convicción, no le era difícil adherir al socialismo republicano español.

La Revolución cubana comenzó a realizar el proyecto que no tuvo secuencia en la segunda república española.

Su influencia nos marcó definitivamente. Para mí es sustancial demostrar que el pensamiento de la Revolución es mucho más complejo que la presencia de los aliados que hemos tenido en un momento dado en el este de Europa y que fueron imprescindibles. El pensamiento de la Revolución tiene raíces mucho más profundas, y entre ellas, una de sus fuentes, está en la experiencia de España.

Cuando entré en la universidad ya la guerra civil española había terminado, pero dejaba hondas repercusiones. Era una época en que muchos teníamos los abuelos o los padres españoles. La población mestiza de Cuba, no la que conservaba enteramente sus rasgos africanos, pero sí una parte importante, tenía una rama española.

Por eso muchos vibraron en su niñez o en su adolescencia con los acontecimientos que condujeron al derrumbe de la República, que encontró luego otro eco en nuestra realidad: la llegada de los refugiados españoles.

No se trata solamente de los profesores españoles que llegaron a Cuba, vivimos el legado de la República española en todos los terrenos, en el constitucional, en la ciencia, en las artes, en la literatura y en la política, en el desarrollo de nuestro pensamiento, de nuestra voluntad revolucionaria y de nuestra cultura.

Aquí, por ejemplo, los pelotaris jugaban un papel. Por otra parte, ahora nos hemos olvidado del fútbol —algunas veces lo recuperamos— pero cuando era joven, la presencia de las sociedades españolas era muy grande. El fútbol competía con el béisbol. Yo no entiendo el béisbol y sigo siendo un apasionado del fútbol. No sería extraño encontrar en el alma de esta generación que va desapareciendo, los remanentes de las influencias españolas también en el deporte.

Esos profesores nos influenciaron porque se preocuparon por Cuba y por sus problemas políticos, por la situación de nuestra generación. Uno de ellos, Gustavo Pittaluga —quiero destacarlo porque en mi generación habanera nadie dejó de leerlo—, no está suficientemente reconocido en España. Estuvo también Fernando de los Ríos, que escribió sobre José Martí. Aunque no estuvo en Cuba, el pensamiento de Ortega y Gasset también tuvo un papel. Antes había pasado por nuestro país García Lorca, quien dejó una huella de admiración tan grande que nos hizo vibrar cuando supimos su muerte terrible bajo el franquismo. Manuel Altolaguirre jugó un papel importante de promoción, conservo algunos de los ejemplares de pequeño formato que publicaba, como El ciervo herido. Éramos antifranquistas militantes.

 Desde entonces, Guevara sabía que pertenecía con la misma intensidad a la cultura como a la política, otra vez sin elecciones excluyentes. Si aceptaba alguna materia como “sagrada” serían al mismo tiempo la universidad y la rebeldía, esa edad adulta de la cultura.

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Notas sobre el documento del Laboratorio Casa Cuba, “Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura”

cuba

Por Juan Valdes Paz

En días pasados el Laboratorio Casa Cuba dio a conocer el documento titulado “Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura”, con el propósito declarado de promover un amplio debate sobre alguna “propuestas para nuestro porvenir inmediato”.

El autor colectivo de este documento es un grupo de intelectuales cubanos, de diferentes corrientes ideológico políticas pero igualmente comprometidos en la prosecución de las metas históricas de la nación cubana de independencia, desarrollo socio económico sustentable, desarrollo democrático y  justicia social (1).

El motivo aparente de esta iniciativa se encuentra vinculado al anuncio oficial de futuros cambios constitucionales, apenas en estudio por una Comisión creada al efecto, oportunidad que se entiende extraordinaria por parte de los ponentes, todos los cuales ven la reforma constitucional como la oportunidad de que se constitucionalicen principios, derechos e instituciones que anticipen y sirvan de marco a una reforma más generalizada de la sociedad cubana actual.

Mi lectura de este texto me ha suscitado, como a otros tantos lectores, coincidencias, divergencias y estímulos sobre los temas tratados en sus propuestas y sobre otros tanto concernidos. De hecho, tendría comentarios que hacer en cada uno de sus propuestas pero me limitaré ahora a presentar algunas notas generales sobre este texto. Seguir leyendo «Notas sobre el documento del Laboratorio Casa Cuba, “Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura”»