Sobre Humboldt 7. Respuesta a Newton Briones

Los mártires de Humboldt 7, de izquierda a derecha: Fructuoso Rodríguez Pérez, Joe Westbrook Rosales, Juan Pedro Carbó Serviá y José Machado Rodríguez.

Por Lela Sánchez

Me acaba de llegar un escrito de La Joven Cuba donde reproducen una conversación con Newton Briones en la que se menciona algo que escribí hace varios días y que se refiere al caso Marcos Rodríguez, delator y responsable del asesinato de cuatro valiosos compañeros en abril de 1957.  

En esa conversación que ha tenido con una persona que trabaja o dirige ese blog [Alina B. López Hernández], explica de nuevo sus puntos de vista, ya planteados en su libro Víctima o Culpable y responde a algunos planteamientos que hube de hacer con motivo de un trabajo de Julio César Guanche.

En aquella ocasión le envié la respuesta al propio Guanche por si consideraba publicarla. Para mí es un problema ético plantearle mis puntos de vista sobre un asunto en particular a la misma persona que los generó y, de ser posible, en el mismo medio. Y ese compañero tuvo a bien publicarlo en su blog donde aparecía el trabajo al que hacía referencia. Aunque en el mismo mencionaba a Newton no era mi intención iniciar una polémica pública con él ya que en privado hemos agotado ese tema y él conoce bien mis experiencias en el asunto y lo que se deriva de ellas en cuanto a los criterios que tengo. Era a Guanche a quien le estaba planteando mis puntos de vista y Newton fue solo algo que tuve a bien mencionar porque el trabajo que me interesaba responder lo citaba a él.

Newton no vivió los acontecimientos que se narran, pero yo sí. No formé parte formalmente de ninguna organización durante la lucha insurreccional porque no me gusta el encasillamiento en un sector cuando existe un mismo objetivo en todos, por eso las 24 horas del día estaban dedicadas a poner mi granito de arena para tumbar a Batista con el que fuera. Aunque debo hacer constar que respeto a los  numerosos compañeros que desde las filas de esas organizaciones se jugaban la existencia diariamente. Nunca pude hacerlo con algún miembro del PSP porque no tuve la suerte de encontrar a alguno entre aquellos que realizaban diferentes acciones contra la dictadura con esa proyección.

Y que conste que no considero que para referirse a hechos históricos sea necesario haberlos vivido, pero supongo que los que compartieron esos acontecimientos tenían información valiosa que los historiadores usaron como parte de sus investigaciones, y no silenciaron aquellos acontecimientos que no se ajustaban a sus hipótesis. Al menos los historiadores más honestos.

Antes de entrar en el tema, una incidental que tiene que ver con algo que la persona [Alina B. López Hernández], que presenta la conversación expresa y que me gustaría aclarar: No recuerdo a algún compañero de aquella época que considerara que la delación de Marquitos fuera instigada o permitida por la dirección del PSP cuando ocurrió. Lo que sí se hizo evidente, al transcurrir el tiempo, fue que dos de sus miembros, entre los más connotados (Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca), tomaron la defensa del caso hasta límites aún desconocidos del todo.

Luego, después del 59, otros miembros de la dirección de aquel partido defendieron con todas sus fuerzas las posiciones de esos compañeros considerando que la denuncia que hacía el Directorio respondía a posiciones sectarias y personales contra el delator y el partido en el que militaba. Debe tomarse en cuenta que estando en el exilio, Ordoqui había solicitado de la dirección del PSP que se admitiera en sus filas a Marcos Rodríguez sin haber transitado, como correspondía a su edad y a su poca actividad como aspirante a esa distinción.

Zanjado este particular, paso al caso de lo planteado por el propio Newton.

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Humboldt 7: El crimen infinito (y 2)

José Antonio Echeverría. Foto: Roberto Jesús Hernández

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Por Ricardo Alarcón de Quesada

Las elecciones universitarias

Al comienzo del curso 1954-1955 conocí a un personaje, Leonel Alonso, que supuestamente sería mi compañero de aula, quien de inmediato me anunció que aspiraba a ser el próximo Presidente de la FEU, algo que estuvo a punto de lograr. El primer paso hacia esa meta era ganar la presidencia de la Escuela lo que consiguió con el apoyo de la Juventud Socialista que controló nuestra Asociación.

Leonel, sin embargo, enfrentó un obstáculo insuperable: el sistema y los métodos de enseñanza de Filosofía y Letras que se apartaban bastante de los prevalecientes en el resto de la Universidad. Además de la calidad de su claustro, en nuestra Escuela existía la asistencia obligatoria a clases, las pruebas periódicas, los seminarios, talleres y conferencias que anticipaban lo que se generalizaría en 1962 con las Reformas Universitarias.

Nunca lo vi en alguna de esas actividades ni tampoco, por cierto, en las manifestaciones y actos de protesta contra la dictadura. Un día pasó lo que tenía que pasar. Leonel irrumpió bruscamente en un local, interrumpió y le faltó el respeto a una profesora y ésta, lógicamente, lo denunció ante la dirección de la Escuela la cual propuso al Consejo Universitario la suspensión de derechos de Leonel.

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La delación de Humboldt 7. Temas en conflicto en torno al «caso Marquitos»

Los mártires de Humboldt 7, de izquierda a derecha: Fructuoso Rodríguez Pérez, Joe Westbrook Rosales, Juan Pedro Carbó Serviá y José Machado Rodríguez.

Por Julio César Guanche

El 20 de abril de 1957 cuatro jóvenes se encontraban en el apartamento 201, del edificio número 7 de la calle Humboldt, en la Habana. Eran parte esencial del nuevo Ejecutivo del Directorio Revolucionario (DR), tras la muerte de su líder y fundador José Antonio Echeverría Bianchi (1932-1957).

En la tarde de ese día, un operativo policial dirigido por el capitán Esteban Ventura Novo —el “más verdugo” de los esbirros batistianos— irrumpió en el inmueble. En la secuencia de hechos resultaron muertos los cuatro jóvenes: Fructuoso Rodríguez Pérez, Juan Pedro Carbó Serviá, José Machado Rodríguez y Joe Westbrook Rosales.

De inmediato, fuentes de la policía identificaron de modo erróneo el cadáver de Joe Westbrook, cuya presencia en el apartamento no era conocida por la policía, y dieron a conocer que otras dos personas se habían dado a la fuga. La seña de uno de ellos era “Marquitos”, y correspondía al nombre de Marcos Armando Rodríguez Alfonso (MR).

Marcos no era miembro del DR. Menos, un combatiente insurreccional. Sus contactos con miembros del Directorio eran de su línea “pacifista”. Entre ellos se encontraban Tirso Urdanivia y Jorge Valls Arango —amigos a su vez de Joe Westbrook—, que fueron expulsados del DR tras el 13 de marzo, por haber desertado de las acciones concebidas para ese día.1

Antes bien, Marcos Rodríguez era considerado por miembros de la FEU y del DR como militante de la Juventud Socialista, filial juvenil del Partido Socialista Popular (Comunista), cuya estrategia de lucha en 1957 se oponía a la insurrección armada.

Nadie fue hecho prisionero en Humboldt 7. La pregunta sobre cómo Ventura conocía de la posible presencia allí de Marcos fue clave para hacer recaer sospechas iniciales sobre él, y también, años más tarde, para su confesión de la delación. La explicación lógica a esa noticia emergía de este modo: Ventura lo reveló para “tapar” la delación de Marcos.

El juicio por la delación (1964) dio lugar al llamado “caso Marquitos”. Sus consecuencias no se limitaron al fusilamiento de su principal protagonista en abril de 1964. El proceso tuvo amplias ramificaciones y abarcó casi todo el espectro político cubano y el núcleo internacional de la Guerra Fría de “lucha contra el comunismo” en la fecha.

Este texto repasa algunos temas polémicos del caso —aunque no son los únicos en debate—: las motivaciones del delator, el papel de Joaquín Ordoqui Mesa y de la CIA en esa historia y la culpabilidad de Marcos Rodríguez, como modo de contribuir a un conocimiento más informado del caso Marquitos, que cuenta con demasiadas “leyendas urbanas” y mitos sobre sí.

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Fuentes y testigos. Puedo equivocarme, pero jamás he mentido.

Nota, espero que final, sobre el debate en torno al DR 13 de Marzo y la Carta de México.

Por Julio César Guanche

 

El 14 de marzo pasado publiqué un post en Facebook sobre un comentario de Arleen Rodríguez Derivet en la Mesa Redonda realizada el día anterior. En él dije que ella había usado la palabra “traición” para calificar el ataque al Palacio Presidencial de 13.03.57. Ella respondió que no había usado la palabra. Cotejé el video de la mesa redonda colocado en Youtube —que vi el 14 de marzo antes del mediodía—, y efectivamente no encontré esa palabra, sino esta frase: que el ataque “iba contra los acuerdos de la carta de México”, y no que “traicionaba” los acuerdos de la carta de México.

Por usar la palabra “traición” he recibido acusaciones de “deleznable”, “calumniador·, “falto de ética”, “mentiroso”, “mercenario”, “enemigo de la revolución” entre otros calificativos. En general, a esas personas en concreto, no respondí directamente.

Lo que haré ahora es compartir lo que antes no compartí por ética,  porque solo ahora he podido confirmarlo y reconfirmarlo y obtener autorización expresa para decirlo.

Al menos tres personas escucharon la palabra que yo utilicé durante la emisión en vivo de esa mesa redonda. Una de ellas prefiere no dar su nombre, pues no es su intención involucrarse en este tipo de asuntos. Por ello, no será mencionada más aquí. Las otras dos son personas muy conocidas y ampliamente respetadas en el medio cultural cubano: Rodolfo Alpízar Castillo y Esther Suárez Durán.

En periodismo, eso se llama fuentes. En Derecho —más de una persona ha sugerido que debo ser acusado por “difamación”—, se llaman testigos. A fuentes y testigos me remito.

Ninguna de ellas se encontraba ese día junto a la otra. Nunca los he visto en persona. Para ser por completo riguroso, pienso que quizás nos hayamos visto en alguna reunión gremial, lo que sería normal, pero si es así no lo recuerdo. Sí aseguro que nunca hemos tenido algún encuentro personal. Llegué a ellas a través de sus post en Facebook. Luego, he hablado con los dos mencionados por sus nombres. Publico aquí, con su expresa autorización, sus respectivos comentarios. También me han autorizado a decir que ambos están dispuestos a ratificar su palabra sobre lo escuchado en cualquier escenario al que sean convocados.

Seré muy claro:

No comparto las teorías de las conspiraciones, como tampoco los debates innecesarios. Pero soy un hombre honrado y tengo que defender la verdad.

Digo categóricamente que no estoy sugiriendo la más mínima sospecha sobre que el video de la mesa redonda haya sido intervenido.

Digo solo, y también categóricamente, que otras personas escucharon lo que yo mencioné, y que están dispuestos a sostener su palabra donde sean convocados.

Soy también un hombre de buena fe. Por eso, puedo conceder —en lo que estrictamente a mí respecta— que se equivocaron, por separado, al escuchar la misma expresión.  Por lo mismo, puedo esperar de las personas que también sean honradas y de buena fe que afirmen que no hubo absolutamente ningún intento de mentir, difamar y menos manipular las palabras de Rodríguez Derivet.

Resumo: para mí, puede quedar en un error de los que así escucharon esa frase en la mesa redonda, pero en caso alguno como mentira o difamación.

En lo personal, no me interesa seguir más allá en el punto concreto de la palabra de marras.

Ahora bien, como podrán ver en los siguientes comentarios, sus autores se refieren a temas que yo también señalé como centrales, ninguno de los cuales ha sido respondido hasta el momento por alguno de los que ha referenciado críticamente mis comentarios.

Mantengo todas las disculpas que le ofrecí a Rodríguez Derivet por las ofensas que recibió  en mi muro de Facebook. Asimismo, mantengo mi rechazo a los usos políticos interesados de mis palabras —de un signo y de otro— que nada tienen que ver con mis comentarios, enfocados exclusivamente en el respeto que merecen los mártires de la historia de Cuba y en las necesidades de entender de modo crítico, plural e informado esa historia en el presente que vivimos.

No espero las disculpas hacia mi persona de los que me han difamado y han mentido a sabiendas sobre mi vida. A esos, les digo lo que el Maestro: “Cuando se tiene algo que decir, se dice sea cualquiera el juicio que forme de ello la gente ignorante o malévola, o el daño que nos venga de decirlo”. (José Martí, Fragmentos, t. 22, p 82) A las personas decentes que han manifestado sus dudas o sus críticas legítimas, gracias.

Finalmente, confío en que los encargados del espacio de la mesa redonda acaben por referirse, con la seriedad, profesionalidad y espíritu revolucionario que reclama este asunto, a las cuestiones de fondo que Alpízar Castillo, Suárez Durán y yo hemos identificado como problemáticas en el programa de ese día. Es nuestro derecho como  audiencia y es un deber de un medio de prensa que se identifica como público.

Julio César Guanche, en La Habana, 16 de marzo de 2020.

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Sobre un intercambio alrededor de la Carta de México y el Directorio Revolucionario. Un dossier mínimo

Por Julio César Guanche

El pasado 13 de marzo la Mesa Redonda dedicó un programa al Museo de la Revolución y a la fecha patria que se conmemora ese día.

Allí la periodista Arleen Rodríguez Derivet pronunció palabras sobre las que escribí un post en Facebook al día siguiente.

Yo, como hicieron otras personas que también reaccionaron críticamente al manejo histórico que tuvo el programa, usé la palabra “traición” para referir a una frase que dijo la periodista sobre el ataque a Palacio y la Carta de México.

Rodríguez Derivet no dijo esa palabra sino que utilizó otra frase. Luego, lo reconocí. La cambié en mi post porque hacerlo era “imprescindible y honesto”. También insistí en que la frase que usó deja el problema en el mismo lugar donde lo enuncié y que remite al menos a dos cuestiones: 1. “(en el programa) se escucha que “ni siquiera tenían un plan de fuga”, “venían a asaltar o morir”, “vinieron casi a sacrificarse al altar de la patria”, “[el DR] se apuró demasiado”, “desarrolló un acto que era casi un suicidio literalmente”. (…) Sigo considerando que esas frases no les hacen justicia” (al programa y al pensamiento político de Echeverría y del DR). 2. “¿Cuál es la fuente que sostiene la hipótesis de que el ataque a Palacio “iba contra los acuerdos de la carta de México?”

Lo que ha seguido a mi primer post es una enorme cantidad de comentarios, una buena parte de ellos muy ofensivos para la periodista. Otra parte, lo son para mí. En lo que a mí corresponde le ofrezco disculpas a Rodríguez Derivet porque ese haya sido espacio para tales comentarios. No puedo controlarlos, porque incluso alcanzo a leer solo una mínima parte de ellos. Tengo además por norma general no borrar comentarios ni bloquear opiniones en mi muro de Facebook, incluso cuando son puras difamaciones contra mí mismo. Prefiero ver a esas personas en acción, que esconderlas. Hablan de quien escribe tales infamias, no de a quién van dirigidos. Lo deploro, pero si lo hago para mí, espero que se pueda entender que no lo haga para otras personas, incluso si también de difamaciones se trata. Ese es uno de los riesgos, lamentables e inevitables de ese tipo de espacio público.

Las disculpas son sinceras por haberse producido en mi muro. Lamento también los improperios hacia mí en el muro de Arleen y en el mío propio. Pero este texto no va de ello, sino de lo siguiente:

En aras de ofrecer acceso organizado a este intercambio, reproduzco aquí mis post, el de Rodríguez Derivet, y el comentario de Sandra Guerra Maseda, pues este se refiere a temas importantes de historia sobre los que yo reclamaba conversar en el primer post, y que respondí de modo extenso a la colega Guerra Maseda.

Resumo: Desde mi respuesta al post de Rodríguez Derivet rectifiqué el uso de la palabra utilizada por mí y la corregí con la frase literal que se usó en el programa. Ahora ofrezco disculpas por las ofensas que le han dirigido en mi muro personal. Por igual, sigo esperando las respuestas a los temas de fondo que he planteado. Entiendo que involucran el respeto por la historia revolucionaria de Cuba y necesidades perentorias, también revolucionarias, de nuestro presente.

El estado actual de este intercambio son usos de unos y de otros para manejar el tema según los intereses y afinidades de cada cual. Se ha centrado mayormente en el uso de esa palabra. Me parece bastante obvio que ninguna palabra, sola, bien o mal usada, cubre la totalidad de ningún debate. Me parece un desvío para evitar así cualquier mención a temas cruciales que pone en cuestión.

Agradezco a quienes han intervenido, en cualquier dirección, con respeto, y sobre todo a los que han aportado a intentar producir una conversación de calidad sobre el asunto. Si no aparece nada nuevo de fondo en el futuro, por lo dicho, yo termino aquí. Seguir leyendo «Sobre un intercambio alrededor de la Carta de México y el Directorio Revolucionario. Un dossier mínimo»

El DR 13 de marzo: un ejército de la libertad (I)

DR

Por Julio César Guanche

El 29 de agosto de 1956 José Antonio Echeverría y Fidel Castro suscribieron en la capital azteca la llamada «Carta de México». Por vez primera en la historia cubana el presidente de una organización estudiantil, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), suscribía un pacto con el líder de una agrupación política, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), para poner fin por las armas al régimen imperante en el país.

La declaración certificaba ya no la ineficacia de las soluciones legales para resolver la «crisis cubana» sino el propio carácter «infame» de tales remedios. Constituía una declaración explícita de combate contra las dictaduras, de unidad en los propósitos revolucionarios y sobre la necesidad de triunfar libre de compromisos electoralistas con el ancien régime.

En el contexto de la lucha insurreccional cubana, la firma de la «Carta de México» plantearía, particularmente para la FEU y el Directorio Revolucionario (DR) —órgano surgido en relación con aquella—, cuestiones trascendentales que marcaron no solo el devenir de ambas organizaciones durante la gesta insurreccional, sino su futuro una vez alcanzada la victoria revolucionaria y que, para más, contribuirían de modo decisivo a definir el propio perfil del liderazgo revolucionario.

Entre esas cuestiones que estaban, fuese en la base o en las derivaciones que traería la Carta de México, se encuentra la determinación del papel de la FEU en la insurrección, el perfil político del Directorio Revolucionario, la táctica a seguir en la lucha revolucionaria,  la necesidad de la unidad revolucionaria a solo dos décadas del fracaso de la Revolución de 1930, con la vigencia latiente de las secuelas de su frustración y con la mayor parte de sus protagonistas vivos, y así la definición de los contenidos de los consensos y de los disensos en la búsqueda de tal unidad, y el signo que tendrían las relaciones entre la FEU, el DR y el MR 26-7 después del triunfo revolucionario. Seguir leyendo «El DR 13 de marzo: un ejército de la libertad (I)»