María Isabel Alfonso
En días pasados, la revista OnCuba envió un cuestionario sobre el evento Cuba y Estados Unidos en tiempos de cambio, celebrado en Washington entre el 27 y el 28 de enero pasados, a varios de los participantes. Dicha revista publicó un reportaje sobre dicho evento que reproduje aquí. Por la extensión de las respuestas, OnCuba seleccionó con precisión los criterios recibidos. Ahora, publico aquí las respuestas completas de María Isabel Alfonso a dicho cuestionario.
- ¿Podría hacer una valoración del intercambio sostenido, y más específicamente, sobre cuáles fueron los puntos de conciliación y conflicto detectados en el encuentro respecto a los temas en discusión?
De manera general, creo que fue una experiencia positiva. En cuanto a los puntos de conciliación, me complace ver que hubo consenso en cuanto a la necesidad de entender las peculariaridades de la situación de Cuba a partir de su contexto histórico. Julio César Guanche, por ejemplo, teorizó sobre cómo entender el nacionalismo cubano, no tanto desde la ideología sino desde la historia. Eso ha fallado consistentemente del lado norteamericano, y es reconfortante ver que se reconoció, por parte de los propios Phil Peters y el secretario Alex Lee. Son pautas que, de seguirse, podrían contribuir a una mejor dinámica entre los dos países a partir de un conocimiento mutuo.
También se expresó consenso en la necesidad de ampliar los mecanismos de participación ciudadana en Cuba. Dentro de ello se incluye la necesidad de una ley de asociaciones más amplia que la actual, que se verifique una mejor institucionalidad jurídica en el campo de los derechos humanos (Fernández, Veiga, González), y un mayor acceso a Internet (Díaz).
Se coincidió también en la idea de que los contactos pueblo a pueblo son unas de las formas más efectivas de ejercer la diplomacia (Alfonso, Lopez-Levy, Bustamante, Fowler) y que pasos discretos en zonas concretas de cooperación (cultura, música, deportes), son puntos alcanzables y vitales para los cubanos (Fowler). Dichos puntos de diplomacia suave, pueden preparar el terreno para el abordaje de temas más escabrosos, como el de los derechos humanos en el contexto de las relaciones pueblo a pueblo (Alfonso, Lopez-Levy).
Un punto de convergencia importante también fue la recomendación de mirar la sociedad civil cubana con criterio amplio, no siempre enfrentada al estado y como mucho más que los grupos de oposición política. (Alfonso, Lopez-Levy, González).
En cuanto a este último punto, la respuesta del secretario Alex Lee (“I couldn’t agree more” [no podría estar más de acuerdo]) a mi propuesta de una reunión de los oficiales norteamericanos con múltiples partes de la sociedad civil, y no sólo la oposición, refleja el cambio de los tiempos y es también un loable punto de consenso.
Sin embargo, el señor Lee argumentó una serie de obstáculos, no ligados únicamente a los criterios del Departamento de Estado. El principal: que numerosos miembros de la sociedad civil no desean ser erróneamente identificados como opositores, por lo cual, no quieren participar en las reuniones de los diplomáticos estadounidenses, destinadas a escuchar a esas fuerzas políticas.
En lo personal, entiendo las razones que explican una cultura de miedos y paranoias. Pero también esperamos que el Departamento de Estado entienda que si año tras año se ha reunido selectiva y únicamente con miembros de la oposición, le toca ahora trabajar arduamente en la expansión de su círculo, promoviendo una agenda constructiva desde una total transparencia y respeto hacia sus homólogos. De lograrse encuentros con otros sectores de la sociedad civil, los oficiales estadounidenses se convertirían así en observadores mucho más informados acerca de otras zonas de la realidad cubana, lo cual los ayudaría a entenderla mejor. El gobierno cubano, en una situación ideal como la que planteamos, respetaría dichas reuniones como ejercicios de diplomacia constructiva, sin estigmatizar a quien deseara participar desde la sociedad civil, con patriotismo, en un diálogo con el gobierno de Estados Unidos.
Se requieren lógicas dinámicas. EEUU no debe decir sobre los sectores nacionalistas de la sociedad civil: “ellos son los que no quieren reunirse conmigo”. Por otra parte, los sectores patrióticos cubanos no estatales no deberían asumir que “el gobierno norteamericano se quiere reunir con los actores sociales sólo para manipular”. Hay que explorar nuevos caminos. Me pregunto: ¿por qué Roberta Jacobson o la persona que vaya la próxima vez a una ronda de negociaciones en Cuba no se reúne con la redacción de OnCuba, Progreso Semanal, la propia Cuba Posible, La Joven Cuba, La Chiringa de Cuba, y/o el actual Espacio Laical, Palabra Nueva?; ¿O con Observatorio Crítico, Proyecto Arcoiris y otros medios, que son independientes y tienen una agenda distinta a la de la oposición política? ¿Por qué esa obsesión en priorizar a los opositores, particularmente a aquellos que han apoyado el embargo, con o sin condiciones, como es el caso de grupos de relativa poca relevancia dentro de Cuba y en la discusión de políticas como Estado de Sats, o 14yMedio?
Es decir, un punto de conflicto aquí, es que aún no se entiende, tal como dejó entrever el Sr. Lee, que se necesita desde ambos lados una buena dosis de voluntad proactiva para eliminar enfoques erróneos, o al menos, limitados, con el fin de avanzar en la discusión de estos escabrosos temas.
Este es uno de los nudos gordianos más evidentes en el escenario Cuba-EEUU, y como tal, tuvo gran visibilidad en la conferencia, reflejando áreas de coincidencia y de conflicto.
- ¿Qué le pareció el encuentro como ejercicio de discusión entre posturas no necesariamente coincidentes?
Creo que fue bueno de manera general, pero aún hay que vencer muchos miedos y aceptar la existencia de una pluralidad que a veces no queremos oír. Algunos nos quedamos con unas cuantas cosas por decir. Hay que abrirse a nuevas voces en Cuba, en EE.UU y en la comunidad cubano-americana. Hubiera sido más provechoso también abrir un poco más la conferencia al público. Los académicos tendemos a quedarnos en nuestra torre de marfil, y de lo que se trata justamente es de lo contrario, de vincular la opinión de los expertos, y la discusión intelectual con el activismo y la proposición de agendas concretas.
En nuestro caso, Cuban Americans for Engagement (CAFE) ha trabajado con lo que era antes la redacción de Espacio Laical, ahora Cuba Posible y la propia Generación Cambio Cubano, en la coordinación de una conferencia sobre Cuba. Hicimos paneles, con moderadores que discutían y preguntaban, pero abrimos la conferencia al público en el Hotel Sofitel de Miami. No creo que sea el único modelo, pero creo que es más provechoso incluir una mayor variedad en cuanto a los actores cubano-americanos y americanos, aprovechando la experiencia de aquellos que van al Congreso, escriben cartas al editor, páginas de opinión, participan en encuentros con los medios, e inciden directa o indirectamente en la política de EEUU hacia Cuba.
- En el contexto que se avizora, ¿cuáles son las perspectivas que advierte para el intercambio académico entre cubanos y estadounidenses?
Presentamos algunas propuesta en este sentido, como la creación de un programa Fullbright entre Cuba y EEUU y la posibilidad de una universidad norteamericana en Cuba, acciones que, de ser consideradas su implementación, de seguro tomarán bastante tiempo. No obstante, se puede avizorar un auge en los programas ya existentes de universidades norteamericanas en La Habana. Un paso interesante sería la expansión de estos programas a las universidades de provincia.
Entre las acciones a implementar a más corto alcance, estaría la continuación de un programa de visas y becas para estudiantes cubanos, pero sin filtros ideológicos., No es deseable el modelo de “la universidad es para los contrarrevolucionarios”, ensayado por Miami Dade College, en un reciente programa de becas, en que había que ser opositor para poder participar. Estos programas deben desideologizarse, respetando los principios de libertad académica.
Otro aspecto que mencionamos fue la importancia de la enseñanza del inglés en Cuba, lo cual sería una premisa importante para todo tipo de intercambio académico.
- A manera de resumen, y basado en lo que observó en el encuentro, ¿cuáles considera que son los retos para una posible normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos que salieron a relucir en los debates?
Para ambos países debe predominar una intencionalidad realista en política, sin alimentar falsas expectativas o suponer que las suspicacias van a desaparecer por arte de una vara mágica. En la reciente Carta de Fidel Castro a la FEU, el ex presidente cubano dice que no confía en la política de los EEUU. ¿Acaso no es lógico que así sea? Eso no quiere decir que no se debe tratar de construir una cultura de confianza, en la que lo responsable es incentivar lo positivo. EEUU se ha caracterizado por su dinámica imperial hacia el mundo, pero ya no es la época de la Guerra Fría. En Latinoamérica se ha sabido imponer una dinámica según la cual, por lo menos a nivel de ideales, muchos países se identifican como iguales en el diálogo con EEUU. Cuba debe aliarse con esas fuerzas que han sabido ocupar un lugar sin precedentes en la región, dándose a sí misma la oportunidad de confiar, sin dejar de estar alerta. No hay opciones. Se necesita capital, inversiones, contactos académicos y educacionales, superación, atraer a emigrados de vuelta, incluso para repatriarse hacia el país que los vio nacer. Es importante sustituir las culturas de dominación y resistencia por una de convivencia respetuosa y civilizada, por más difícil que así sea, contando con la situación de asimetría con respecto a los EEUU en que se inserta la historia de la nación cubana.
En cuanto a retos más concretos, se mencionaron obstáculos como el embargo, Cuba en la lista de países terroristas, la reclamación de propiedades, el programa de deserción de médicos, los programas de promoción de la democracia en Cuba, entre otros.
Están también los retos potenciales, como en el caso del tema del medio-ambiente, dado el posible escenario de una mayor participatividad del sector agrícola norteamericano en la isla. Cargill, que ya vende productos a Cuba y que estuvo presente en la conferencia de Washington, ha tenido problemas por manejo irresponsable de recursos, en países como Brasil, al producir ilegalmente soja al orillas del Amazonas. Queremos a una Cuba próspera, pero a una Cuba verde y con una alta conciencia medioambiental. La participación de Cuba en nuevas dinámicas de mercado debe seguir pautas responsables. Para ello, el gobierno debe darle protagonismo a organizaciones (gubernamentales y no gubernamentales) que vienen trabajando en esta dirección por mucho tiempo, y que velarían a su vez por la implementación adecuada de las ya existentes leyes de protección del medio ambiente, y promulgando nuevas, en caso de ser necesario.
En fin, te mentiría si te dijera que los retos no son monumentales. Lo son, como expresa William LeoGrande, quien participó en la conferencia, porque existen no sólo para Washington y La Habana, sino para el Capitolio y La Casa Blanca, y con certeza no podrán ser resueltos en los dos años siguientes de la administración de Obama. Sin embargo, coincidiendo en esto también con LeoGrande, apreciamos que Obama ha hecho más que sus predecesores, al sustituir el marco de hostilidad y de cambio de régimen por otro de coexistencia y compromiso. Antes, de seguro, nada de lo que hoy vemos en el horizonte, pudiera siquiera haber sido imaginado. Ahora es el momento de ayudar, con pragmatismo constructivo, a que esos sueños se conviertan en alternativas realizables y responsables.
Debe estar conectado para enviar un comentario.