La política nuestra de cada día (I)

1. Paisaje cubano (Small)

Por: Mónica Baró

El 17 de diciembre de 2014 fue para Cuba una fecha marcada por la poderosa convergencia de la mística y la política. Convergencia nada rara en la historia nacional –a pesar de las frecuentes discreciones de quienes la escriben-, pero que siempre conmociona a la sociedad. En esta ocasión, en el día de San Lázaro –Babalú Ayé en la religión afrocubana- el Presidente de los Consejos de Estados y de Ministros, Raúl Castro, anunció dos sucesos tan insólitos que cualquiera calificaría de milagros: el comienzo de las conversaciones para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos -un titular que suena a fin de guerra, aunque la paz permanezca como rehén del congreso norteamericano-, y el retorno de Gerardo, Antonio y Ramón, de los otros cinco héroes que ya eran tres pero continuaban siendo los cinco porque la libertad de cada uno dependía de la libertad de todos. Dos sucesos que si no alcanzan para convertir a un ateo, al menos sí para hacer dudar a un agnóstico.

A partir de ese momento, algo más cambió. O la gente sintió que algo más cambió o iba a cambiar, que es lo importante. Múltiples esperanzas adormiladas comenzaron a despertar como margaritas. Ahora cuando vengan los americanos devino casi una premisa de proyecto de vida, casi un fundamento teórico de cambios, casi una garantía de futuro, que si no próspero y sostenible, al menos sí distinto.

Desde el alboroto por los Lineamientos -de la política económica y social del Partido y la Revolución, aprobada en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba en abril de 2011-, y el consecuente recorte de las maxifaldas del estado con la legalización de un pintoresco listado de actividades productivas por cuenta propia –léase privadas- y la simplificación del proceso de otorgamiento de licencias, no se habían removido tanto las expectativas sociales en relación con la economía, ni los temores sociales en relación con la utopía. Donde unos han percibido peligro, otros han percibido oportunidad. Como si fuera real semejante desconexión entre utopía y economía, o peor, como si esas expectativas y esos temores fueran los más definitorios para la economía, la utopía y la sociedad del país.

Porque detrás, debajo, dentro, de todas esas esperanzas emergentes, válidas y necesarias, subyace inmaculada una problemática esencial: el poder popular. Una problemática que observamos a través de un cristal con algunas grietas dignas pero que aún no rompemos, pues lo más definitorio para un proyecto socialista, que sería el cómo y el quién de los cambios, además por supuesto del complemento directo del cambio, es lo único que no cambia. El estado continúa como protagonista-estrella y el pueblo alternando entre el rol de extra y actor de reparto. Sí, enhorabuena por el 17 de diciembre, pero y “la cosa” qué.

Ese fue precisamente el propósito de esta entrevista: indagar en la estructura orgánica, en el metabolismo y en las potencialidades de “la cosa” con uno de sus principales estudiosos, que es también jurista, escritor, padre de gemelos y autor de libros como La imaginación contra la norma. Ocho enfoques sobre la república de 1902 (2004); El continente de lo posible. Un examen sobre la condición revolucionaria (2008); y La verdad no se ensaya. Cuba: el socialismo y la democracia (2012) –que puede descargar gratuitamente de su blog personal La cosa (Democracia, Socialismo, República)-, así como de disímiles ensayos y artículos desperdigados por el portal Rebelión, las revistas Temas y Espacio Laical, entre otros sitios que Google amablemente indicará a las personas interesadas que le pregunten.

No hay mucho más que añadir de Julio César Guanche, a no ser su nombre. Sus ideas lo describen con más justicia que su experiencia profesional como investigador, editor, periodista, intelectual en el sentido hondo y ancho, o que sus méritos y premios, o que cualquier otro dato de su curriculum vitae. Aquí interesa más el diálogo con su obra teórica, que aporta al controversial panorama cubano de discusión política un enfoque relevante desde las ciencias jurídicas y desde su implicación con proyectos de participación ciudadana.

En marzo de 2013, en el suplemento digital de Espacio Laical, apareció un documento titulado Cuba soñada – Cuba posible – Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato, que presentaba 23 propuestas muy concisas, como “Instrumentos para afianzar la República en la Cuba de hoy y de mañana”, con el fin de que fueran estudiados y debatidos públicamente.Este texto apareció firmado por algo que entonces se denominó Laboratorio Casa Cuba, integrado por investigadores “de procedencias ideológicas disímiles”, entre los cuales usted se encontraba, y que declararon como objetivo “estudiar la institucionalidad cubana y hacer sugerencias para su mejoramiento, así como socializar el estudio y el debate sobre estos temas”. A casi dos años de la publicación de ese documento, ¿cuál considera que fue su trascendencia y el saldo de los debates públicos que suscitó?

Ese documento tuvo algo singular, que fue su propia concepción y elaboración entre personas con ideologías manifiestamente distintas. Unos eran socialcatólicos; otros, anarquistas; otros socialistas y republicanos democráticos. Fue un ejercicio de diversidad, entendiendo que si predicas que la diversidad es un valor fundamental de la vida política que debe afirmarse en la vida social, también debes vivirlo como valor en tus interacciones concretas.

La vida política pasa por ahí, por la pluralidad de maneras de hacer política, por la pluralidad de articulaciones políticas. Lejos de ver con sospecha la legitimidad de un proyecto independiente —como fue Laboratorio Casa Cuba, nacido fuera de cualquier tipo de institucionalidad—, se trata de construir esa legitimidad a partir de la transparencia de los medios y los fines que se persiguen, del respeto, la honestidad y la seriedad con que se trabaja, de la calidad cívica de lo que se propone.

Aparte de lo mencionado, ¿qué aprendizaje esencial rescata de ese proceso de participar y construir algo en conjunto con personas diversas desde un espacio alternativo a los de las instituciones?

Fue un aprendizaje constatar que hay mucha gente diversa que cree que esos proyectos son valiosos, que apuesta por ellos, que los defiende. A veces uno piensa que cosas así pueden quedarse en la soledad, pero te enseñan que no, que hay muchas personas que pueden sumarse, participar y articularse para generar proyectos de más aliento. Eso fue un aprendizaje. Como no se le da visibilidad a ese tipo de propuestas, no sabes cuán compartida puede ser la propuesta, pero los comentarios y el apoyo que recibimos ayudan a visualizar que hay agendas compartidas dentro del país y varios consensos posibles.

Nosotros hemos vivido demasiadas polarizaciones; vivimos todavía en demasiadas polarizaciones y fracturas políticas. Como se decía en una época, entre los que se fueron y los que se quedaron, los de izquierda y los de derecha, los revolucionarios y los contrarrevolucionarios, que son imágenes atadas al contexto del que surgen, pero evolucionan en nuevos contextos. Creo que es necesario mantener la diferencia como un valor, pero también hay que ser capaz de reconocer, cuando las haya, comunidades, confluencias y consensos.

Una de las cosas en las que más insistía ese documento era en la despolarización del campo político cubano. Y despolarizar no significa despolitizar. Es lo contrario. Despolarizar es pensar la política más allá de las trincheras que cada uno se construye para sobrevivir desde ellas, para conquistar un lugar exclusivo desde ellas. Es pensar más en puentes que en trincheras.

 

¿Implica construir solo con el diferente o también con el antagónico?

La tentación primera sería la de hacerlo con el diferente, claro, pero el antagónico está ahí, existe y tiene derechos como persona y como ciudadano. No podemos negarlo ni despacharlo sin más con argumentos sobre la no injerencia en asuntos internos, o la ilegitimidad de aceptación de financiamiento externo; porque con ello muchas veces se termina despachando todo tipo de actuación política que se reclame autónoma respecto al PCC.

La sociedad civil cubana, como se ha dicho tantas veces, está lejos de ser sinónimo de grupos específicos de opositores apoyados por medios gubernamentales o por grupos de poder político de EEUU. Por esa razón, y esto se dice menos, tal sociedad civil tiene que contar con muchos más espacios de actuación política, difusión de ideas y organización política en Cuba. Así habría más posibilidades de identificar exactamente quién es el antagónico y con respecto a qué, porque hay muchos prejuicios alzados sobre esta historia, y a veces se identifica como antagónica a gente que no lo es. Seguir leyendo «La política nuestra de cada día (I)»

Búsqueda cooperativa de lo verdadero y lo justo. (A propósito de un comentario de A. Chaguaceda)

Por Hiram Hernández Castro

Guanche, intervengo en esta polémica no por afectado, sino para aportar algunas cuestiones que me parecen substanciales para asumir un diálogo desarrollador, entendiendo por tal la búsqueda cooperativa de lo verdadero y lo justo:

1) Los que recibieron el texto original que pretendía publicar en Catalejo y que recién publica la revista Sin Permiso pueden constatar que al usar el término “liberalismo” lo hice de esta manera: «Apuntar a la tradición republicana democrática significa tomar distancia del liberalismo, o al menos de sus expresiones a la derecha del espectro político». El texto publicado en Catalejo, al que se refiere Chaguaceda, fue, por sugerencia de la dirección de Temas, reducido a la mitad por las características del  espacio. Algo que hice sin dudar porque era importante apoyar el documento desde el prestigio de esa revista y en Intranet, donde tienen accesos más cubanos. Al reducirlo tuve que sacrificar algunas frases aclaratorias. Soy el único responsable de las palabras que elegí. Extender «mi posición» respecto al liberalismo como un «escozor en parte de la intelectualidad de izquierda cubana» debe ser sostenido con argumentos que trasciendan a mi persona y a un texto en particular.

2) En el artículo publicado en Catalejo utilizo el concepto “liberalismo doctrinario”.  No es un término de mi invención, sino dispuesto por la literatura para referir precisamente al liberalismo primigenio (Constant, Guizot, Renan y otros). Me refiero al liberalismo que sentó bases políticas a través de los códigos napoleónicos y terminó siendo hegemónico o, para decirlo con Gramsci, de “sentido común”. Hablo de ese “liberalismo” y no lo contrapongo a un «republicanismo académico actual» o «neorepublicanismo», sino a los ideales republicanos de mambises, intelectuales y activistas políticos cubanos. Creo más importante insertar el documento del LCC en la tradición cívica cubana y en la virtud de sus luchas. Por ello, mi texto pretende comunicarse con un público más amplio que el académico o “experto” en filosofía y sociología políticas.

3) Liberalismos hay muchos (tanto o más que marxismos). El concepto tiene muchas distinciones o apellidos (político, económico, solidario, igualitarista, social,  etc.). En mi propósito fundamental ─apoyar la publicidad y deliberación horizontal ciudadana del documento del LCC─ no resulta esencial detenerme en la distinción del  “liberalismo académico”, categoría que puede denominar a autores situados a la derecha, centro e izquierda del espectro político. En otros textos y en mis clases en la universidad cito, argumento, me apoyo y crítico a liberales académicos como Dahl, Rawls, Habermas y Adela Cortina, entre otros. Como profesor de política jamás propondría desechar ese cúmulo de conocimiento que quien conoce verá cómo aprovecho. Como marxista crítico y hombre de izquierda pienso que el buen ciudadano se forma conociendo toda la cultura de la política posible, buscando alternativas y revelándose contra etiquetas y prejuicios.

4) El peligro de todo prejuicio está en impedir el juicio, es decir, el diálogo y la deliberación para generar consensos. Sin deliberación los ciudadanos votan desde sus intereses previos y tienden a ignorar las buenas razones de los otros. Se empobrece la necesaria empatía ciudadana para gestionar en común los bienes comunes. Sin una ética del diálogo no se puede deliberar para entrar en razones. Sin diálogo, o sin tomárselo en serio, las personas polemizan sólo desde sus intereses personales y se impone la lógica del mercado capitalista: «yo soy si te derroto».

5) Chaguaceda, de sopetón, pretendió socavar mi prestigio intelectual y moral. En una oración, con respecto a mi posición ante el liberalismo, comenta: «intentar sostener semejante artificio argumental ubica al autor a años luz no sólo de la sociología política sino también de los mejores análisis específicamente filosófico-políticos actuales, que el colega Hiram conoce….». Así, por una parte, me presenta como un autor desactualizado, pero por la otra, dice que conozco… Por más que leo no entiendo si dice que no sé o que sé pero manipulo la información en un intento «poco sostenible de alejar a la izquierda de los aportes liberales». En el desarrollo de este debate los lectores pueden ilustrarse sobre significados históricos y distinciones políticas de palabras como “liberalismo” y “republicanismo”, lo cual creo muy importante. No obstante, pienso que estas polémicas deberían propiciarse de otras maneras. A lo que sólo debo agregar que Chaguaceda tiene algo de razón: en un texto de esas características selecciono la información para lograr un propósito comunicativo que trasciende el ejercicio de erudición académica. Como también es cierto que nunca estaré lo suficientemente actualizado, pues lo que me motiva, cada día, a reproducirme como un intelectual es todo lo que no sé y requiero saber para defender, cada día, una mejor política para mi pueblo.

6) Al ataque de Chaguaceda le faltan razones de interpretación y contenido en los que no me voy a explayar, Guanche ya lo ha hecho con suficiente extensión y rigor. Más me preocupa que un intelectual de izquierda no reconozca la «utilidad de la virtud». El documento del LCC que hemos ponderado por su disposición a la pluralidad y el consenso ha generado también una polémica que no por, finalmente, aclaratoria,  debemos olvidar partió de una arremetida personal e injustificada. Chaguaceda no debió colocar su saber al servicio de un ataque contra una persona que, sin devengar salario alguno por ello, compone su texto y argumenta convicciones para defender una causa común: la pertinencia del documento Casa Cuba y la virtud cívica de sus coautores. Digo esto sólo para proponer que nuestros saberes se esgriman para cooperar con mejores argumentos para las buenas causas y no para retarnos a duelos innecesarios.

7) Entristece, por ejemplo, cuando vamos a comprar una película en DVD a los locales de cuentapropistas y sólo encontramos filmes de acción y terror. No creo que ese atractivo por ver “matarse mutuamente” pueda ser explicado por la naturaleza humana ni por la apasionada cultura cubana, debemos buscar sus raíces en la cultura de masas impuesta por el mercado capitalista y en la incultura de la política que padecemos. Sin embargo, no creo que sea una utopía avanzar en la constitución de un público crítico, lo que bien podría comenzar al asumir una polémica intelectual desde el presupuesto: “yo soy si tú también eres”, es decir, no atendiendo a intereses individuales o grupales, sino a intereses universalizables. Un intelectual o ciudadano sensibilizado con nuestras carencias de espacios plurales, reflexivos y deliberativos debería comprender cuánto se precisa cooperar con los que existen para que sirvan a la búsqueda ciudadana de lo bueno y lo justo. En este contexto, diría el maestro Hinkelammert, la bala que disparo al otro da la vuelta al mundo y me da por la espalda.

8) Como intelectual aspiro a fundamentar la necesidad de reconocernos mutuamente, en tanto ciudadanos, como interlocutores válidos, pero también analizar las condiciones de posibilidad de esa deliberación pública para que sea política y socialmente significativa. En ese camino me encuentro con el republicanismo democrático que defiende Guanche, Julio Antonio Fernández Estrada y, por otro ejemplo, el colectivo de la revista Sin permiso. A sus argumentos pretendo agregar un análisis crítico de las condiciones materiales y éticas de la deliberación. Asumo que no es suficiente que se llegue a decir: «usted puede decir lo que quiera, este es un país libre». Me percato que cuando la palabra ciudadana ejerza un real mandato democrático y soberano habrá que decir: «usted al decir lo que quiere no puede socavar la dignidad de otro ser humano, esta república garantiza condiciones materiales y normas democráticas para el respeto de la libertad, igualdad y fraternidad de todos sus ciudadanos».

9) Se ha dicho que el «liberalismo democrático» demostró que es mejor contar las cabezas que cortarlas. No voy ahora a cuestionar el rigor histórico de esa frase. Más me importa afirmar la necesidad de poder razonar con nuestras cabezas para distinguir lo que humaniza y deshumaniza una polémica intelectual o una deliberación ciudadana. Por ello, asumo que lo que puede obtener la sociedad cubana de sus intelectuales no se resuelve en el campo de su elección entre “dócil o disidente” o en el “dime que te diré” de la ciudad letrada, sino en lo que hace su opinión publicada para vigorizar la opinión pública; en lo que hace para dar fuerza intelectual al saber social y fuerza social al saber intelectual. Esto es, en definitiva, empoderar las condiciones en que todos los ciudadanos acceden a deliberar y codecidir las normas para mejorar juntos sus vidas.

 La Habana, mayo de 2013.

Un debate entre Armando Chaguaceda y Julio Cesar Guanche, en torno al texto del Laboratorio Casa Cuba

Armando Chaguaceda

El debate en torno al documento de Casa Cuba y las sucesivas lecturas que este motiva seguramente servirá de acicate para más de una polémica vigorizadora de la esfera pública criolla…copio debajo, previa invitación del propietario de este blog, las diversas reacciones suscitadas en (y entre) ambos a raíz del artículo de Hiram Hernández Castro. Estas aparecieron en Facebook y en intercambios de correos personales, pero acá las reunimos para fines de mayor organicidad y publicidad.

1er Mensaje de Chaguaceda :

Este marcado (y recurrente) esfuerzo por delimitar al republicanismo del liberalismo, en la etapa contemporánea, es poco sostenible y revela un escozor en parte de la intelectualidad de izquierda cubana en demarcarse, obsesivamente y sin ponderaciones, del legado liberal…una cosa es reconocer los sesgos conservadores, censatarios y antidemocráticos de un liberalismo primigenio y otro hacer una valla separando el republicanismo actual (con su énfasis en la deliberación y la participación) y el liberalismo democrático (con su irrenunciable defensa de un núcleo de derechos individuales, sin el cual no habría convivencia democrática posible)… intentar sostener semejante artificio argumental ubica al autor a años luz no sólo de la sociología política sino también de los mejores análisis específicamente filosófico-políticos actuales, que el colega Hiram conoce….

 

Julio César Guanche

(Respuesta al anterior:

Chaguaceda, Sobre tu comentario al texto de Hiram, y por extensión al mío, solo te comento que nuestro argumento tiene, también, años luz de sociología, historia, derecho y filosofía política detrás, que das la impresión (ojalá me equivoque) de desconocer.

Quizá sea útil comprender que se trata de un argumento, y no de una posición teórica “desactualizada”. Estamos trabajando con tradiciones diferentes, y además con intereses políticos que pueden ser comunes, pero tienen fundamentaciones diferentes. Y esto es importante porque justifican conexiones ya directamente políticas en el presente.

Se nota mucho en lo que dices que estas criticando el republicanismo sin tener mucha idea de los debates que lo han confrontado con el liberalismo, por lo menos, desde los años 1960 para acá. De lo que dices parece evidente que no estás al tanto del republicanismo marxista, no se reconoce uno solo de sus argumentos en tus críticas, pero también que no estás al tanto, pues tampoco se reconoce en tus criticas, de lo que llaman “neorrepublicanismo académico” (la etiqueta, como todas, es discutible) que protagonizan desde hace tiempo Skinner, Pocock, Pettit, y muchísimos otros, quienes dicen muchas de las cosas que estamos diciendo, claro que con varias diferencias, entre ellas una diferencia central respecto al capitalismo y su relación con la democracia.

Ahí, por ejemplo, encuentras una larga, kilométrica, argumentación crítica sobre la posición del liberalismo respecto a los derechos que está lejos del marxismo.

Te digo esto porque lo que escribes parecería indicar que no “estamos al día” en la teoría, y que desconocemos, por pura ignorancia, y por error político, al liberalismo, cuando se trata de una toma de posición justificada, consciente, deliberada y documentada, tanto teórica como políticamente.

Creo que sería más útil ir al contenido de esto, a una discusión de fondo, lo que nos coloca en debates a los que hay que acudir a la historia, la filosofía política y al derecho constitucional, por ejemplo, y no pensar que se trata solo, ya te digo, de lecturas incompletas.

En ese debate, serían reconocibles, por ejemplo, cuáles vinculaciones políticas, históricas y presentes, tiene hacer una u otra genealogía liberal de los derechos. O sea, reconocer los usos políticos concretos que ha tenido en el siglo XX hacer una u otra genealogía.

En un debate así, mis conclusiones serían negativas para el liberalismo, pero no por ser yo “antiliberal”, sino por lo que ha sido el liberalismo realmente existente, salvo esa pequeña admirable parcela del liberalismo igualitario/democrático (precisamente no mayoritaria ni hegemónica en el siglo xx, y esto se puede discutir) que está en autores que he mencionado siempre, y específicamente en autores tan admirados por mí como Mill, Rawls o Kelsen.

Del grueso del liberalismo nacido en Europa después de la revolución francesa, líbreme Dios, por ejemplo, por su comprensión antidemocrática ante la propiedad privada (que combatió ya no a Marx sino al propio Aristóteles), por su hostilidad ante los derechos sociales, y por la manera en que seleccionó unos derechos individuales para ir contra otros (por ejemplo, mi admirado derecho de resistencia terminó siendo diluido por el liberalismo en un derecho de apenas queja y petición, y la admirable isegoría en un diluido “derecho de opinión” cuando era muchísimo más complejo y abarcador pues se remitía a las condiciones de posibilidad de esa opinión (y qué decir de la isomoiría y del derecho a la existencia!), pero no sigo porque los ejemplos aquí son infinitos).

Entonces, para defender la democracia que defiendo (para empezar diciendo lo mínimo: un ejercicio integral e interdependiente de todos los derechos, pero es bastante más) no necesito ser “plural” con ese liberalismo, porque la mayor parte de la historia de ese liberalismo realmente existente ha sido muy antidemocrática.

De hecho, creo que Marshall con sus “generaciones” (no recuerdo la palabra exacta que este usaba, pero creo que es equivalente) de ciudadanía mostraba un desconocimiento muy profundo (un desconocimiento muy “liberal”) de la historia de los derechos, que pueden rastrearse desde la atenas de Ephialtes y Pericles, hasta la roma republicana, pasando por la Inglaterra del siglo XIII y 1948 hasta hoy. Como ves, si uno lo tiene documentado de este modo, el peso del liberalismo en esa historia cambia de una manera tremenda.

Ahora, con esto mi interés no es solo teórico-histórico sino directamente político: ensanchar la idea de la democracia y potenciar articulaciones entre sujetos políticos democráticos en la Cuba de hoy. Con esto, intento evitar ese “pluralismo” en el cual todos los gatos son pardos, en el cual somos más “democráticos” mientras más aplaudamos a todo el mundo, a los que quieren la democracia y a los que la combaten, situación que solo configura un rio revuelto en el cual vemos “al final” cómo los más poderosos triunfan, faltaba más, en nombre de la democracia elitaria y comercial. Como sabes, mi idea sobre la democracia, francamente, va mucho más allá de este perfil, como también va mas allá de ese “pluralismo liberal” el concepto de inclusividad y de combate decidido contra la desigualdad y la exclusión, sean económicas o sean políticas.

No pretendo armar un debate con esto, porque ya hay kilómetros de debate sobre el tema, solo te alerto que tu posición muestra un conocimiento parcial del asunto y no me parece que sea esa la vía de hacernos “ver” las bondades del liberalismo, sino que es más útil discutirlas desde esa historia de “situaciones liberales concretas” e “ideas liberales concretas”, y no solo atender a lo que el liberalismo ha contado sobre sí mismo.

De hecho, verlas desde esa historia sí nos ha hecho ver algunas bondades, por ejemplo en la distinción latinoamericana entre el “liberalismo popular” y el “liberalismo del orden” y a valorar la importancia enorme de pensadores “liberales democráticos” como Keynes frente a pensadores liberales “a secas”. Como ves, nada de esto es “antiliberal” per se, por “pura vocación”. No te pido, claro, que coincidas conmigo, sino que creo que es bueno tener posiciones más informadas sobre nuestro argumento, para después llegar a las conclusiones que cada uno quiera extraer de tal debate histórico político. Seguir leyendo «Un debate entre Armando Chaguaceda y Julio Cesar Guanche, en torno al texto del Laboratorio Casa Cuba»

Cuba deliberada: «la utilidad de la virtud»

cuba diversa

Cuba: encontrar la virtud de la deliberación en la diversidad

Por Hiram Hernández Castro

I.

Reunidos en el Laboratorio Casa Cuba (LCC) un grupo de intelectuales, de disímiles procedencias ideológicas, consensuaron un corolario de conceptos, fines y aspiraciones, concernientes al orden social y político cubano.

El documento «Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura»[1] propone mirar la Cuba presente desde un «catalejo» de principios republicanos, pluralistas y democráticos. Desde el pluralismo se compromete con incorporar en el debate público el mayor número de opiniones sobre la buena sociedad posible. Desde la democracia identifica los derechos de plena ciudadanía con el empoderamiento de los sectores subalternos y desfavorecidos. Desde el republicanismo asume un robusto concepto de libertad positiva, esto es, la participación de todos en la cosa pública: el autogobierno ciudadano.

Sus autores, en tanto intelectuales, asumen la función «normal» de intervenir, proponer y exponerse en la «república de las letras». Como ciudadanos cumplen con el deber de anhelar la invención de «un país republicano nuestro, sin miedo canijo de unos a la expresión saludable de todas las ideas y el empleo honrado de todas las energías».[2]

 El documento articula «para ser estudiadas y debatidas públicamente» veintitrés propuestas sobre el orden político y social cubano. Su pretensión es diáfana: a la actualización del modelo económico le es concomitante una actualización del modelo de república. Lo «excepcional» es su aspiración a superar los marcos intelectuales para ─mediante su traducción al lenguaje público─ someter propuestas horizontales a la deliberación ciudadana.

Un análisis crítico del texto en sí supondría relacionarlo con el conjunto de la obra intelectual (investigativa, ensayística, activista, pedagógica y editorial) de sus autores, para reconocer los consensos. Un análisis de sus circunstancias entrañaría examinar la eventualidad de existir sólo en el espacio mediado por las nuevas tecnologías de la información, donde un texto consensuado entre algunos para ser deliberado por todos permanece en constreñimiento comunicativo entre algunos y algunos. Este comentario retine ambas ideas, pero se hace la pregunta por otro lugar: ¿cuán importante puede ser deliberar este tipo de documento más allá de las cabezas de algunos académicos e intelectuales? Seguir leyendo «Cuba deliberada: «la utilidad de la virtud»»

Un «extraño suceso» y una «victoria normal». A propósito del documento «Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato».

 

Por Julio César Guanche

Un extraño suceso

Cuba es un país que cambia. El 29 de marzo cantaron juntos en un barrio de la Habana Silvio Rodríguez, alguien calificado por algunos sectores fuera de la Isla como «oficialista», e Issac Delgado, calificado dentro de ella por otros sectores como alguien que «se fue». Lamento haberme perdido ese «extraño» suceso por dos razones: por lo que me gustan tanto Silvio e Issac (lo mismo el de Love que el de Versos en el cielo), como por lo que sirve ese concierto para poder dejar de considerar «extraño» este tipo de evento.

El reciente concierto no es extraño porque resulte singular. Ya han cantado antes Xiomara Laugart en La Habana, y aun antes Habana Abierta, y la han visitado los famosos peloteros, triunfantes en las Grandes Ligas, José Ariel Contreras y Rey Ordoñez. El evento es extraño por el tiempo que pasaron sin pisar el suelo de su patria, mientras sus nombres y sus obras eran espectros que tenían vida pública en Cuba solo en el «más allá» de los que «se fueron». Ahora este tipo de presentaciones será cada vez menos excepcional, para mejoría de nuestra salud cultural y moral.

Por ello, estoy seguro que escucharé conciertos de los cuales tengo nostalgia de muchos años, como estoy convencido de que las 55 mil almas que tienen silla propia en el estadio Latinoamericano ovacionarán allí al Duque Hernández en algún momento, ojalá cercano. Que estos sucesos sean cada vez menos raros, me hacen sentir esperanza y orgullo en lo que Joel James, con más lirismo que rigor conceptual, llamaba el «alcance de la cubanía».

Ahora bien, por estos días recorre La Habana otro suceso «extraño». Un pequeño grupo de intelectuales cubanos, de diversas procedencias ideológicas, hemos coescrito un documento titulado «Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato». Rápidamente, se han suscitado reacciones diversas ante el texto:  unos comentarios han subrayado el carácter «extraño», «sospechoso», o digno de «denuncia» de un hecho como este; otros, con similar sentido, habrían preferido no mencionarlo ni reproducirlo —en caso de estar en posición de hacerlo—, porque el silencio sería la mejor «respuesta» que puede recibir un texto de esta índole, mientras otros  lo han comentado de manera crítica propositiva.

En este breve texto analizaré los fundamentos de los dos primeros  tipos de respuesta, a reserva de escribir en el futuro sobre los comentarios del tercer tipo. Así, exploraré por qué resulta «extraña», cómo dejaría de serlo y qué está en juego en el carácter que se le asigne a una propuesta de este tipo. Seguir leyendo «Un «extraño suceso» y una «victoria normal». A propósito del documento «Cuba soñada–Cuba posible–Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato».»

Notas sobre el documento del Laboratorio Casa Cuba, “Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura”

cuba

Por Juan Valdes Paz

En días pasados el Laboratorio Casa Cuba dio a conocer el documento titulado “Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura”, con el propósito declarado de promover un amplio debate sobre alguna “propuestas para nuestro porvenir inmediato”.

El autor colectivo de este documento es un grupo de intelectuales cubanos, de diferentes corrientes ideológico políticas pero igualmente comprometidos en la prosecución de las metas históricas de la nación cubana de independencia, desarrollo socio económico sustentable, desarrollo democrático y  justicia social (1).

El motivo aparente de esta iniciativa se encuentra vinculado al anuncio oficial de futuros cambios constitucionales, apenas en estudio por una Comisión creada al efecto, oportunidad que se entiende extraordinaria por parte de los ponentes, todos los cuales ven la reforma constitucional como la oportunidad de que se constitucionalicen principios, derechos e instituciones que anticipen y sirvan de marco a una reforma más generalizada de la sociedad cubana actual.

Mi lectura de este texto me ha suscitado, como a otros tantos lectores, coincidencias, divergencias y estímulos sobre los temas tratados en sus propuestas y sobre otros tanto concernidos. De hecho, tendría comentarios que hacer en cada uno de sus propuestas pero me limitaré ahora a presentar algunas notas generales sobre este texto. Seguir leyendo «Notas sobre el documento del Laboratorio Casa Cuba, “Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura”»

Cuba soñada – Cuba posible – Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato

Laboratorio Casa Cuba

La soberanía de la Patria no es más

que el ejercicio irrestricto de

todos los derechos de la dignidad humana en

todo el territorio de nuestro país por

todos los cubanos.

Cuba vive un cambio de época. Ello nos impone el apremio de velar por la soberanía de nuestra Patria. Preocupados por el presente y por el futuro, deseamos formular propuestas para ser estudiadas y debatidas públicamente, acerca de cómo podría desarrollarse, junto al proceso de actualización económica, la debida renovación del orden social cubano.

Felix Varela

Quienes integramos el Laboratorio Casa Cuba, de procedencias ideológicas disímiles, partimos de un consenso en torno a cinco pilares que juzgamos cruciales e irrenunciables de cara al presente y el futuro de Cuba: abogamos por la realización de la dignidad humana, que se concreta mediante el ejercicio no-violento de la libertad, la igualdad y la hermandad, por la socialización de la riqueza espiritual y material que seamos capaces de crear, por la consecución de una democracia plena, por la búsqueda de la mayor estabilidad en este proceso de cambios, y por el resuelto rechazo a la intromisión de poderes extranjeros en los asuntos de Cuba.

Al proponer (nunca imponer) una definición mínima de República y algunos posibles instrumentos para realizarla, no deseamos promover agendas particulares, sino que cubanas y cubanos, con opiniones y creencias diferentes, entre todos contribuyamos a concretar, ampliar y profundizar estos criterios, que aspiramos a que sean la base de nuestra convivencia en un futuro próximo.

 

República:

Un orden público con un universo de actitudes, compromisos y reglas que garantizan a cada ser humano el disfrute de todas las capacidades necesarias para desempeñar su cuota de soberanía. El ejercicio de la soberanía ciudadana, que requiere un orden democrático, ha de tener como base las virtudes humanas, como medio principal el apoyo mutuo, y como meta la edificación de la justicia.

Jose Marti

Instrumentos para afianzar la República en la Cuba de hoy y de mañana:

I. Garantizar el disfrute de los derechos civiles, familiares, políticos, culturales, sociales, laborales y económicos.

II. Implementar mecanismos eficaces para que todo ciudadano pueda disfrutar equitativamente de esos derechos, y para empoderar a los sectores desfavorecidos.

III. Asegurar el derecho a una información universal que sea libre y diversa, amplia y profunda, interactiva y crítica, sin censura ni monopolización. En particular, es imprescindible garantizar la transparencia de la gestión pública y el acceso masivo y participativo a Internet.

IV. Garantizar a la multiplicidad social y política de la nación el derecho de escoger diversas formas para auto-organizarse con el propósito de promover sus metas, influir en la opinión y en la acción de la sociedad, así como participar en la gestión pública.

V. Que creyentes y practicantes de las diversas religiones, espiritualidades y cosmovisiones existentes en Cuba, puedan promover y sentir públicamente respetadas sus identidades, y auto-organizarse en comunidades con personalidad jurídica propia.

VI. Establecer diversos dispositivos para que la ciudadanía pueda controlar activamente el cumplimiento de la Constitución de la República, así como el desempeño de todas las instituciones oficiales.

VII. Procurar la mayor autonomía posible del desempeño de las instancias locales, entendidas como espacios comunitarios, con recursos y capacidades de decisión sobre estos, para el ejercicio del protagonismo solidario y la soberanía ciudadana.

VIII. Cuando un problema pueda resolverse en las bases -ámbito local, asociativo o de colectivo laboral-, las instancias superiores no deberán intervenir en su solución; las comunidades, asociaciones, empresas y colectivos de trabajadores han de tener la posibilidad de cooperar libremente entre sí para solucionar conjuntamente sus problemas.

IX. Derogar todas las normas que establecen discriminaciones entre ciudadanos según sus territorios de origen o residencia –incluyendo las que privilegian a extranjeros por sobre los cubanos-, así como las que proveen la posibilidad de sanciones penales para quienes no cometieron actos criminales (peligrosidad predelictiva: el “estado peligroso” y las “medidas de seguridad predelictiva”).

X. Instaurar mecanismos de control mutuo entre las diversas funciones públicas. Separar las funciones legislativa, ejecutiva, judicial y electoral, así como perfilar la cooperación que debe existir entre las mismas.

XI. Cada contribuyente debe poder participar en la elaboración y aprobación del destino de los fondos que ingresa al erario público, así como exigir responsabilidades sobre su uso en propósitos sociales bien definidos.

XII. Elegir todos los cargos públicos representativos, por medio de elecciones directas, libres, secretas, periódicas y competitivas, entre candidatos nominados directamente por la ciudadanía.

XIII. También deberían ser electos siguiendo las reglas anteriores los máximos cargos ejecutivos de la República y de cada localidad.

XIV. Limitar a dos periodos la permanencia en los cargos ejecutivos de elección popular, y establecer límites de edad para tales funciones, así como determinar la incompatibilidad de cargos a ser ejercidos por una misma persona.

XV. Hacer efectiva la rendición de cuenta -periódica, pública e interactiva- de todos los funcionarios públicos.

XVI. Garantizar la realización del derecho del pueblo a revocar todos los mandatos.

XVII. Hacer el mayor uso posible del referéndum y del plebiscito, en todos los ámbitos y dimensiones.

XVIII. Asegurar eficazmente el derecho al trabajo y las garantías laborales; así como las libertades económicas necesarias, y subordinar la ejecutoria económica a compromisos sociales y ambientales.

XIX. Mantener, como derecho, el acceso universal y gratuito a la salud, mediante diversas formas sociales de organización, así como lograr una remuneración justa que esté a la altura de tal desempeño profesional.

XX. Garantizar el acceso universal y personalizado a una educación integral y democrática, humanista y diversa, con una remuneración justa para sus profesionales y un involucramiento activo de maestros, estudiantes, familiares y comunidades en la gestión de los planteles y la definición de los programas de estudio; así como a un desarrollo cultural libre y responsable.

XXI. Autonomía universitaria y académica, con libertad de cátedra y de investigación, y una participación activa de todos sus actores.

XXII. Asegurar vías eficaces para garantizar la participación equilibrada de la diáspora cubana en la vida del país.

XXIII. Todo el quehacer social debe cumplir los principios de legalidad, justicia y supremacía constitucional. Los preceptos constitucionales deben ser elaborados y aprobados con la participación protagónica del pueblo.

Sumamos nuestro modesto afán a los esfuerzos inolvidables de quienes han peleado y laborado por el triunfo del amor en nuestra tierra, a cuyas voces –un coro plural y diverso- unimos las nuestras, en común contraseña redentora.

Sus comentarios, análisis y propuestas pueden ser enviados a la siguiente dirección electrónica: labcasacuba@gmail.com


Pd. Días después de publicado este documento, se dio a conocer el que reproduzco a continuación, lo coloco como posdata, porque es útil leer juntos ambos textos. (nota del 29/03/13)

Claves para leer el documento Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato

El Laboratorio Casa Cuba nace luego del diálogo sostenido, en las páginas de la revista Espacio Laical, entre los juristas Julio César Guanche y Roberto Veiga González, sobre la democracia en Cuba. La gran mayoría de las personas que integran el Laboratorio han participado y dialogado en las páginas y eventos auspiciados por la revista. Los editores de Espacio Laical, con el debido consentimiento de la entidad a la que pertenece dicha publicación, han contribuido a la institucionalización del equipo, el cual opera como un grupo de trabajo cuyos condicionamientos sólo provienen de las convicciones de quienes lo integran. Seguir leyendo «Cuba soñada – Cuba posible – Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir inmediato»