Cintas amarillas

cintas amarillas

Carlos M. Álvarez

Quedan, de cinco, cuatro agentes de la seguridad cubana presos en Estados Unidos, cumpliendo cadenas visiblemente excesivas para las violaciones legales que cometieron. Entre tantos motivos decorosos, que luego fueron crucificados públicamente en campañas y pancartas laudatorias, cabría preguntarse si la iniciativa propuesta por René González, enviar un mensaje al pueblo norteamericano con sus propios símbolos, es una iniciativa genuina.

Cuba ha utilizado muchas veces una idea generosa como confirmación de un sistema, un conflicto particular como ícono de una totalidad, de un bienestar unánime, y por tanto la pregunta no resulta descabellada. El niño Elián debía regresar a Cárdenas, pero eso no significaba, tal como sabemos ahora, y tal como se dijo, que el socialismo tendría un carácter irreversible.

La propuesta de René González es, en principio, sensata, quizás la propuesta más sensata con que a nivel propagandístico haya contado esta cruzada. Hay una relación directa entre el regodeo y la torpeza como métodos y la libertad como fin. Por cada simposio de los Cinco que se organizó en Los Arabos o en Camajuaní, por cada oportunista que le dedicó un diploma en los CDR o en la ANAP, por cada puntillosa e inservible reiteración nacional, esos hombres acumularon un mes más de cárcel, perdieron un metro más de espacio, un cuadrante de luz.

Uno no puede creerles demasiado a diarios y noticieros que cada tres semanas, por el más enrevesado motivo, convoquen a manisfestación. Yo comprendí -echando a un lado mi creciente escepticismo- que la propuesta de René González era una propuesta genuina cuando encontré a un par de delincuentes de Centro Habana –que no tienen nada que perder, y por lo mismo nada que simular- vestidos de amarillo sin que implicara un homenaje a Oshún. Las mulatas con felpas y blusas desbembadas. Los hombres con camisetas sobre lo justo, camisetas con 69s en el pecho y letreros De Puta Madre. Pero este detalle exótico sabremos perdonarlo.

El éxito de la convocatoria demuestra no solo eso, su éxito, sino también el rotundo fracaso de las anteriores. ¿Cómo René González logró una masividad tan numerosa sin ayuda de los sindicatos, y una masividad tan espontánea, a pesar de los sindicatos? La impresión general es que tuvo que llegar este hombre -que evidentemente sabía lo que estaba diciendo, y también lo que estaba sintiendo- para tomar su causa de la mano y rescatarla del fanguizal publicitario en el que el marketing del socialismo la había hundido.

Leamos un fragmento de su alocución, transmitida por la televisión el pasado 3 de septiembre: “Yo solo tengo para el pueblo una exhortación personal (…) Quiero que el 12 de septiembre el país se llene de cintas amarillas y que el visitante o el corresponsal extranjero que esté en la Isla no puedan ignorarlo. Que ese día la Isla de Cuba se sacuda y aparezcan cintas amarillas en los árboles, en los balcones, en las personas, como quiera que se les ocurra usarlas, en las mascotas, como ustedes lo decidan, que esas cintas amarillas llenen el país y que no pueda ser ignorado, que no pueda dejarse de reportar al mundo que el pueblo cubano está esperando por cuatro de sus hijos que están presos en Estados Unidos.”

El mensaje es sencillo –no tiene otro calificativo. El mensaje le habla al individuo, deja un margen para la elección e incluso para la no elección, y se aparta conscientemente de nuestro abigarrado y tedioso simbolismo oficial, del altivo discurso de la Revolución. Hay una frase de una crónica que Carpentier publicara en Social en los años veinte, y que para el próximo 1 de mayo debieran colgar en un cartel, desde lo alto de la Biblioteca Nacional: “La grandilocuencia es antihumana.”

René González permaneció preso quince años, prueba suficiente de que no solo conoce el dolor, la forma en que se expresa el dolor, sino también que el dolor es precisamente su forma, el gesto en sí. Chéjov no decía que su personaje estaba triste, lo ponía a mirar la luna. Como yo lo veo, la alocución de René González ha puesto en entredicho a más de un entusiasta de la angustia. Ha puesto en entredicho a decenas de bien intencionados, los cuales no han aprendido aún que su solidaridad no puede ser manifestada del modo que hablan los políticos, porque eso no es solidaridad, es política. Y ha puesto en entredicho a decenas, millares de malvados que ni sienten ni padecen, pero que cuentan con la suficiente picardía para volverse ideológicamente confiables, porque necesitan salvar un puesto, un pequeño o mediano privilegio.

Por lo poco que uno sabe de literatura y de historia –esa ficción-, ningún preso relevante ha expresado nunca su pesar ostentosamente. Algunos ni siquiera lo mencionan. Si no fuera por Josefina Licitra, no nos habríamos enterado de que Pepe Mujica, hacia las décadas del setenta y ochenta, conversaba en su celda con las hormigas. Cuando leemos algo como esto: que el encierro de un guerrillero tupamaro, y el dolor de una causa perdida, se traducen en un diálogo íntimo con las hormigas, en tan –aparentemente- insustancial detalle, tenemos derecho a dudar de nuestras maneras.

Después del concierto multitudinario que varios artistas y algunos mercachifles de moda ofrecieran el pasado jueves en nombre de los Cinco, y después de la encendida improvisación de Robertico Carcassés, alguien canceló las venideras presentaciones de Interactivo. No nos extendamos en el incidente, pero en ningún caso es Carcassés, por decir lo que dijo (“elegir al presidente por voto directo y no por otra vía (…) Ni militantes, ni disidentes, cubanos todos con los mismos derechos y que se acabe el bloqueo, y el autobloqueo”), un oportunista o un mercenario, tal como lo han calificado algunos ofendidos.

Si así fuera, si alguien, amparado en un poder y una arrogancia que al menos los cubanos no hemos aprobado, prohibiera la presentación de Interactivo durante los meses siguientes, tendríamos que admitir que en nombre de la libertad de algunos suprimen la libertad de otros, y que la lógica que condena a cinco agentes de la seguridad cubana a cadenas excesivas, única y exclusivamente por ser cubanos, es la misma lógica que sin miramientos censura el atrevimiento de un artista, por más que el atrevimiento le moleste.

Que las personas que tan fervientemente aprobaron la iniciativa de las cintas amarillas, no reclamen ahora con la misma pasión la integridad de Carcassés, es muestra de nuestro ya acendrado oportunismo, y de una desmesurada cobardía. Lo nefasto de la polarización cubana es la comodidad de sus extremos, pero lo mejor, lo más hondamente cierto que pueda decirse hoy sobre el país, ha de gritarse en tierra de nadie, sin la búsqueda deliberada de aprobación. No importa que quien grita no pueda oírse, no importa que entre tanta bulla no tenga referencia.

La más alta expresión que podamos alcanzar como nación, la está alcanzando desde ya un desconocido, con su silencio a voz en cuello, pero hoy no podrá ser escuchado. Lo vendremos a saber veinte años después, porque ese desconocido, cualquiera de nosotros, ha renunciado a las tribunas, ha colocado su cuerpo en un tramo intocado de agua, libre de la carroña y los chacales, y está pagando el precio de su verdad.

8 comentarios sobre “Cintas amarillas

  1. Impecable artículo en nuestra lucha por mejorar nuestro proceso revolucionario y las formas de promocionarlo, pero…, sin que ello signifique una contradicción con lo dicho, pienso que nos aporta muy poco que califiquemos tan negativamente lo que, oficialmente y no, hemos hecho hasta ahora tanto en la evolución de nuestras luchas como en su «marketing». Es lo que hemos «podido hacer», como ha recalcado muchas veces con verdadero acierto Eduardo Galeano, y seguramente el urugüayo pensaría lo mismo si lee el artículo: ¡Muy bueno! Pero, tal vez por el propio llamado que hace el artículo al valor del individuo y sus motivaciones humanas, no creo que debamos adueñarnos, en nombre de la verdad individual, de esa enorme verdad, a pesar de sus equivocaciones, que nos ha llevado a hacer colectivamente lo que hemos hecho. Creo que nuestros criterios pueden alcanzar una mayor relevancia para nuestras luchas y su «marketing» si los expresamos libres de ataques a lo que hemos hecho. No siempre se dice la verdad al compararla con otra, y tampoco casi nunca alcanzamos la claridad individual condenando el fulgor que hicimos colectivamente. En fin, puede que el autor del artículo piense que mi reflexión sigue por la vía «grandilocuente» y no merece su atención. Bueno, va y me equivoco, me encantaría, y como quiero equivocarme escribo algo más: Creo que la cubanía se da la mano, al mismo tiempo, con el lirismo más abrupto y el choteo más refinado. Y para completar, o mojarme, soy de la opinión que lo dicho por el cantante en la actividad por los 5 estuvo absolutamente desacertada, y ya, no agregaría nada más, pues estoy seguro que igualmente a como se habla brillantemente con las hormigas de forma tan vehemente en determinado lugar, también un desacierto lo tiene cualquiera y ahí debe quedar.

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    1. Hola Andrés, te debía un comentario desde lo del Yasuní, ahora solo te comentaré este.
      Creo que subsumir lo que hemos hecho, oficialmente o no, bajo el rótulo “es lo que hemos podido” nos hace un muy flaco favor.
      Moralmente, exculpa los errores, y los horrores que hemos cometido. Aquí el “nosotros” son las izquierdas y los socialismos que en el mundo han sido, que creo que son nuestro legado, y nuestra responsabilidad. Necesitamos dar cuenta de ellos, con el objetivo de ser honestos con lo que se ha hecho, pero no para quedar atado a ellos. Esto, me parece, es concebir un uso revolucionario de la tradición.
      Políticamente, me parece muy infértil. No deja ver desde cuáles culturas políticas, desde cuáles distribuciones de poder, desde cuáles inclusiones/exclusiones se han tomado las decisiones “que hemos podido”. No deja ver cómo específicas maneras de ejercicio del poder toman su elección como la única posible y como la única “revolucionaria”. Creo que no hay una sola solución para cada problema, sino que el tipo de ejercicio del poder define su solución como la única posible, y deja fuera las imaginaciones, también revolucionarias, que pueden presentar alternativas.
      No estoy seguro de lo que dices sobre Galeano. Viví una experiencia personal con él. Quise publicar La escuela del mundo al revés en Cuba, y no fue posible por tres o cuatro líneas que decían algunas de las cosas que dice Robertico. (Ese libro pudo publicarlo el Chino Heras unos cuantos años después en Cuba.) Es un libro en el cual en 400 pp se defiende la imaginación que defiende al proceso revolucionario de 1959, y que en muy pocas líneas critica determinadas hechuras de ese proceso. Aquí hay algo de fondo. Podemos defender a los cinco, y pedir más libertad de información, podemos combatir y denunciar la guerra contra Siria y pensar que las elecciones directas en Cuba son un mejor ejercicio de participación ciudadana, podemos criticar hasta el infinito la existencia de la base en Guantánamo, y de los horrores allí cometidos y estar en contra del bloqueo y del autobloqueo. Es algo que, te lo digo muy sinceramente, desde mi experiencia personal, yo no he podido experimentar: vivir la misma libertad para criticar al imperialismo que para criticar “nuestros errores”. Esto no es una manera de hacer equilibrio, y quedar bien con gente diferente. Para mí es un problema de coherencia: las mismas convicciones que me hacen ser antiimperialista y anticapitalista, me hacen criticar cosas realmente existentes en Cuba. Las mismas convicciones por las que defiendo la liberación de los cinco/cuatro, y por las cuales apoyo, por ejemplo, las denuncias contra el asesino Posada Carriles, nacen del mismo lugar que mis críticas al “Poder Popular” en Cuba: la moralidad con la que estoy comprometido sobre la libertad y la justicia. No quiero tener “dos vidas”, una que celebran, o al menos “te perdona la vida” cuando soy antimperialista, otra que critican cuando soy crítico de políticas cubanas que considero, por decir lo menos, poco socialistas.
      No creo que valga la pena discutir más si fue acertado o no lo de Robertico porque hay un problema de fondo en ello, más importante, que no se discute: ¿cuándo es acertado plantear públicamente opiniones propias desde espacios con capacidad real de impacto sobre la sociedad cubana? Para mí el derecho de igualdad, que defiendo en estos tiempos de tanta critica políticamente muy mal orientada al “igualitarismo”, no es solo económico sino también político. La igualdad política supone aquí participar de un espacio público compartido, que hayamos creado codecidiendo, con poder para hacerlo, y con derecho para decirlo.
      Entonces, lo que me parece que plantea el “caso Robertico” va más allá de su “acierto” o “desacierto”. Es algo más profundo, una urgencia: ¿cuándo, por fin, los medios públicos cubanos se abrirán a la pluralidad de la sociedad cubana, y a las alternativas que se discuten en su seno? (Aclaro que esto es un problema político, no “de los medios”). Si discutimos eso, lo de Robertico será pura anécdota. Por el momento, no creo que lo sea.
      A propósito, no quiero extenderme aquí sobre la sanción que duró un día. No se discutió qué derecho asiste al ministerio de cultura para hacerlo. Solo sabemos que prácticamente Silvio fue el que la levantó, por “torpe”. Creo que todos tienen el derecho a replicar las opiniones de Robertico, pero no existe el derecho a penalizar su opinión. No se discute que la cultura cubana pertenece al pueblo cubano, y no al ministerio, y que es el pueblo quien debería sancionarlo, por ejemplo, dejando de ir a sus conciertos. A este propósito, recuerdo cómo se fueron los santiagueros de la misa de Juan Pablo II, en la que el entonces obispo de Santiago de Cuba dijo que la Iglesia había tenido su esplendor en Cuba en los años cincuenta, en el mismo Santiago de Cuba que había sido masacrado en esa fecha por Batista. Recuerdo que esto sucedió aun cuando Fidel había pedido quedarse en las misas, no obstante lo que allí se escuchara. Si no recuerdo mal, o mi interpretación no me falla, creo en ese pueblo, pero jamás en la corrección política impuesta por sanciones administrativas.
      Dejemos para cuando nos veamos de nuevo, pues eso espero, el delicado tema de la “cubanía”, algo en lo que en realidad creo muy poco, por todo lo que presupone, estandariza, homogeniza, y excluye. Como tampoco en la versión de la “cubanidad”, Grau mediante, ay. En lo que sí creo es en lo que ha sido capaz en su historia el pueblo cubano, no inspirado en la “cubanidad” sino en cosas como la “tierra o sangre” de los campesinos del realengo, en el “sin obreros no hay azúcar” de los 1950, en el “pan con libertad y pan sin terror,” de 1959. Todas esas “consignas” tienen mayores reverberaciones morales y políticas en mí que la “cubanía”.
      Para terminar, sobre “nuestros” éxitos creo que son muchos más que los que nosotros mismos reconocemos. Aquí comparto contigo una lista de ellos, que me hizo ver un amigo catalán:
      “Pues bien; han pasado cerca de 130 años desde la muerte de Marx. El mundo actual es un mundo en el que las fuerzas dinámicas del capitalismo han seguido actuando, en muchas cosas, de las formas presagiadas por Marx; en otras, de forma impensable para Marx. Pero ese mundo nuestro no es sólo un mundo social y política y espiritualmente hecho en régimen de exclusividad por la burguesía industrial y modelado en exclusiva por las fuerzas históricas dinámicas que Marx llamó “modo de producir capitalista”. Es un mundo modelado y construido también, a la contra, por nosotros, por el movimiento obrero, por las clases populares, por los pueblos colonizados, por los humillados y condenados de la Tierra.
      “Nosotros, y no los burgueses o el “capitalismo”, hemos construido el molde republicano de nuestro derecho público actual. Nosotros, y no los burgueses o el “capitalismo”, hemos logrado instituir jurídicamente en ámbitos cruciales de la vida social el carácter inalienable de la libertad humana. Incluso en zonas de máxima y vital importancia para los burgueses y para el “capitalismo”: nosotros, y no los burgueses o el “capitalismo”, hemos desarrollado el moderno derecho laboral democrático, y gracias a nosotros existe la OIT, cuyo lema fundacional –“el trabajo no es una mercancía”— es también cosa nuestra.
      “Nosotros, y no la burguesía o el “capitalismo” hemos traído el sufragio universal (el masculino y el femenino); nosotros hemos traído las repúblicas, los regímenes plenamente parlamentarios, los sindicatos obreros y los modernos partidos políticos de masas (tan distintos de los viejos partidos de honoratiores conservadores o liberales del xix ). “Nosotros, y no los burgueses o el “capitalismo” hemos conseguido derrotar al nazifascismo y traer de vuelta, 150 años después de su eclipse termidoriano, los inalienables –por constitutivos de la libertad— derechos humanos, civiles, sociales y políticos.
      “Nosotros, y no los burgueses hemos luchado por la descolonización y la autodeterminación de los pueblos sometidos del mundo. Nosotros, y no la burguesía o el “capitalismo”, hemos construido cooperativas obreras (800 millones de personas trabajan hoy en distintos tipos de ellas); nosotros, y no los burgueses o el “capitalismo”, hemos desarrollado y ensanchado el sector público y la regulación pública de la economía.
      “Muchos de nosotros, y no los burgueses o los “capitalistas”, hemos resistido y combatido hasta la muerte al fascismo y a las terribles tiranías políticas del siglo xx (incluido el estalinismo). Nosotros, y no los burgueses o el “capitalismo”, hemos renovado el arte, la música, la cultura y la ciencia del siglo XX: Einstein y Bertrand Russell eran socialistas (y pacifistas); Picasso era socialista, Brecht era socialista; Hans Eisler y John Lennon eran socialistas; Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai, Frida Kahlo, Joan Robinson y Margarita Nelken fueron socialistas; Machado, Cernuda, Miguel Hernández, Neruda eran socialistas; Alejo Carpentier, Julio Cortázar y José María Arguedas eran socialistas; los dos historiadores más importantes (y citados) del siglo xx –Marc Bloch y Edward P. Thompson— fueron de impronta expresamente socialista. Noam Chomsky, el intelectual público más citado de nuestros días, y Mario Bunge, el más destacado filósofo latinoamericano del siglo xx, son socialistas.
      “Y no los burgueses o el “capitalismo”, sino nosotros combatimos hoy contra el neoliberalismo, esa contrarrevolución en marcha para borrar de la historia, precisamente, la parte tan importante y decisiva del mundo presente que, con ensayos audaces y errores a veces colosales –y hasta con crímenes vergonzosos para los que no cabe siquiera la indulgencia solicitada por Brecht en su hermoso poema A los por nacer—, nosotros hemos sabido construir con tanto sacrificio, tanto empeño, tanta inteligencia, tanta terquedad y tanta voluntad de lucha. Pretenden ahora dejar la vía políticamente expedita a una tardoburguesía brutal y vulgar y a la recrecida furia expropiatoria de unas fuerzas dinámicas tardocapitalistas superlativamente destructoras. Quieren volver a enseñorearse del mundo bajo un imperio sostenido por ilotas. ¡No pasarán!”
      (esta aquí: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=161252)
      Estoy seguro que compartimos ese inventario de logros, y que debemos seguir defendiéndolo con más y mejor imaginación.
      Con un abrazo fraterno para ti,
      G.

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      1. Mi muy apreciado y querido amigo Julio César, primeramente disculparme, como creo recordar te escribí en la dedicatoria de mi libro sobre Cuba, por ocupar otra vez tu precioso tiempo en contestarme un comentario mío a un artículo de Carlos M. Álvarez (“Cintas Amarillas”) aparecido en tu blog. Realmente –y forma parte de esa honestidad de la que hablas- sabes muy bien que te tengo entre uno de mis mejores referentes en estudios de los que seguramente ya no me voy a ocupar. De ahí que te lea y crea mucho en ti, con todas las consecuencias del término. No obstante, te agradezco muchísimo tu respuesta con un espíritu bien diferente del que percibo en el artículo de Carlos. Conoces exactamente las diferencias entre un artículo, un libro, una pieza teatral en un local íntimo, un concierto musical trasmitido en directo por la TV y los peligros de jugar con la libertad. Ya que me ofreces el diálogo, aquí vuelvo. Pienso que estamos tratando asuntos muy relevantes para las ideas que compartimos y mucho que vale la pena apuntar algo más a lo que has apuntado.

        Por supuesto que comparto contigo ese «vivir la misma libertad para criticar al imperialismo que para criticar «. Salvo que, como dice Pere Casaldàliga, “la verdadera libertad es comunitaria en tanto yo soy libre si tú eres libre”. Cuando esa relación es violada, como sucede en la mayor parte del mundo, si no en todo él, nuestra responsabilidad para con la libertad adquiere diversos matices que no podemos dejar de tener en cuenta y uno muy importante tú mismo me lo recuerdas: “ éxitos creo que son muchos más que los que nosotros mismos reconocemos.” Tal vez por ello siento que vivimos las conquistas cubanas con tanta fragilidad que de no ponderar lo que hagamos con ellas en la situación actual, aparte de todo lo que tenemos que arreglar y que no debemos descuidar porque son parte del seguimiento de esas conquistas, se nos pueden escapar con una facilidad estremecedora.

        Seguro que por ello empecé mi comentario al artículo de Carlos diciendo «impecable artículo en nuestra lucha por mejorar nuestro proceso revolucionario y las formas de promocionarlo, pero…» Este pero soy yo, mis posiciones, mi responsabilidad, mis expectativas, mi vida, mi libertad, tan iguales en derechos como la de cualquiera, aunque se dé una fundamental diferencia: el poder. Sabemos que ese poder no lo tengo yo, ni tú, ni Carlos, ni Robertico, ni muchos más, sino lo predominante en cualquier sociedad: las fuerzas dominantes. Resulta algo muy normal su aceptación en las llamadas “democracias con sistema capitalista”, donde seguimos viendo que dentro de ese sistema nunca el poder nos será realmente posible, pudiendo alcanzar sólo algunos matices que el sistema puede tolerar para los que puedan comprarlos. Sabemos que en los principios de nuestras luchas revolucionarias existe con verdadero arraigo la mayor posibilidad para el desarrollo de un nuevo poder donde la libertad sea de todos y sin distinción del poder adquisitivo. Sabemos que no lo hemos logrado del todo y en esa lucha estamos. El poder en nuestro país, como creo interpretar en lo apuntado recientemente por Salim Lamrani, está fijado a partir de que “La Revolución Cubana, edificada por varias generaciones de cubanos, posee todas las virtudes y defectos de la condición humana y nunca ha tenido la pretensión de erigirse en modelo. Sigue siendo, a pesar de sus dificultades, un símbolo de dignidad y de resistencia en el mundo.”

        No creo hacer un flaco favor que recordemos eso. Tampoco pienso que tal recuerdo desvalorice otras luchas. Si no defendemos lo que hemos podido alcanzar podremos quedarnos con muy poco para defender. No creo estar atado a lo logrado. Aspiro, como todos, a más, sólo que no deseo que la aspiración pueda truncarme el Ser. En nuestro Ser nos vemos envueltos en múltiples dificultades, entre muchas otras esa que señalas con la publicación del libro de Galeano, y en ellas sólo nos queda seguir luchando, como lo haces tú con tus magníficos estudios, Carlos con lo suyo, yo con lo mío y los demás igualmente con lo que les pertenece. No olvido que en 1989 escribí, monté y protagonicé la pieza teatral “El Italiano”, muy crítica con lo que vivíamos en esos años y aún de rabiosa actualidad. Me fueron otorgados numerosos premios y la llevé, en nombre de Cuba, a numerosos Festivales de Teatro por medio mundo. En Cuba se publicó 10 años después y apenas tuvo divulgación. Creí que debía ser humilde con mi inquietud y no violé ninguno de los estamentos de poder que hasta la fecha hemos conquistado. Pensé que ya vendrían otros con mejores iniciativas y más acertadas formas de acceder a ellos. ¿Se está logrando? Todo parece indicar que, aún siendo nuestro gobierno uno de los que más escucha a su pueblo entre los demás gobiernos que hay en el mundo, estamos lejos de lograr la escucha perfecta. Ello no nos exime de continuar esa batalla, pero me resulta imposible no tener en cuenta la defensa del Ser Colectivo que conseguimos. Creo que cualquiera otra aspiración incontrolable puede truncar el Ser que alcanzamos. Si no pensamos que muchos y con un poder casi omnipotente pretenden truncarlo, estaremos arando en el mar todas nuestras buenas aspiraciones. Vuelvo a repetir, no pretendo sacrificar esas luchas en pro de lo que tenemos, pero sí elijo matizar fuertemente mis posiciones con otros compañeros de lucha, aunque a algunos pueda considerarlos desacertados, deprimentes o absurdos. Vivimos una circunstancia de grandes matices y si no los comprendemos, el “cambio de régimen” que se plantean los grandes poderes para Cuba se nos hará natural. Reitero, esto no debe sernos un freno, pero que no se nos escapen las riendas que un día les arrebatamos a los grandes poderes. La definición y las formas para lograr el mejor ejercicio del poder y sus relaciones con la libertad aún las busca el mundo entero, pues mucho más debemos buscar nosotros.

        Ya quisiera yo que un sinfín de compañeros que considero muy valiosos tuvieran mayores cuotas de poder para que otras alternativas al poder que tenemos pudieran desarrollarse, pero muy lejos estoy, a pesar de conocer los fallos que tienen los que actualmente ocupan el poder, de machacarlos risueñamente. Pienso que, más que luchas internas que por sí solas se darán de la mejor forma que podamos, nuestra tarea más urgente es proponer, experimentar, insistir, seguir buscando. Está muy claro en esa iniciativa individual convertida en colectiva con las cintas amarillas y sin nombrarla antagónica a otras iniciativas. No está muy claro en el espíritu del artículo de Carlos. Y no está nada claro en esa alocución del cantante en la Tribuna Antiimperialista en un acto que se trasmitía en directo por los medios. Un acto en homenaje a los 5 antiterroristas cubanos condenados en Estados Unidos que, para mayor juego con el ejercicio de la libertad, el joven termina con la frase “ya tengo la carta, ¿qué volá con mi carro? No puede ser esa la nueva concepción para el ejercicio de la libertad, para las modificaciones naturales del poder ni para la realización de impactos sociales. Se hacía evidente que el artista casi estaba jugando, no así el articulista; y se hace más evidente cuando comparo los dos hechos y la conclusión que asumo es que no es pelearnos entre nosotros como alcanzaremos avanzar en las nuevas concepciones.

        Señalas Julio César como una urgencia: “¿cuándo, por fin, los medios públicos cubanos se abrirán a la pluralidad de la sociedad cubana, y a las alternativas que se discuten en su seno? (Aclaro que esto es un problema político, no “de los medios”)”. ¿Cuándo, amigo mío, lo harán para el bien del país? Por supuesto que ni yo ni nadie puede decírtelo, pero pienso que sólo el luchar por ello a partir de que entre nosotros mismos logremos definirnos bien ese objetivo, se abrirán los medios públicos cubanos a esa pluralidad y alternativas coherentes con nuestro proceso histórico. Porque abrir los medios públicos cubanos a una pluralidad y a unas alternativas no del todo consensuadas entre todos los cubanos podría convertirse en otro juego con la libertad y el poder. Después de abrirlos surgirán las obligadas confrontaciones que podrían extenderse a infinitos campos donde posiblemente perdamos más que lo que ganemos. ¿Crees que esa es nuestra salida triunfal al momento que vivimos? No lo sé y me inclino a un fuerte escepticismo ante esa vía.

        Decía mi amigo Leonardo Padura en entrevista publicada por el Diario de León el 22/09/2013 que “mi generación, la que masivamente fue a la universidad y creó profesionales, se frustró, porque esa capacidad profesional nos hace menos capacitados para ser agresivos y pícaros.” Como hablamos sobre la libertad, pues cada cual aprecia la vida como lo estime, pero como también hablamos de una comunidad no todo lo que diga cada cual debe ser divulgado ampliamente. Yo fui a la universidad, me licencié, ¿me frustré? No lo creo, pues con tan sólo el hecho de no estar “capacitado para ser agresivo y pícaro” siento una verdadera realización. Las nuevas generaciones no tienen que ver mi realización como un modelo a seguir, pero ojalá que mi generación pueda contribuir a que los jóvenes se “capaciten” más que nosotros y que nunca se dejen seducir por la agresividad y la picardía. Una capacidad que no lleve a la picaresca de Robertico ni a la agresividad de Carlos.

        Comparto contigo, como no podía ser de otra forma, el inventario de logros que te dejó ver la lista del amigo catalán y que como muy bien dice se trata de “un mundo modelado y construido también, a la contra, por nosotros, por el movimiento obrero, por las clases populares, por los pueblos colonizados, por los humillados y condenados de la Tierra”, y al que yo añadiría uno muy significativo para nosotros: el triunfo de la Revolución Cubana. Y como tú, “estoy seguro que debemos seguir defendiendo con más y mejor imaginación”.

        Otro abrazo fraterno para ti

        Andrés Marí

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  2. «Es algo que, te lo digo muy sinceramente, desde mi experiencia personal, yo no he podido experimentar: vivir la misma libertad para criticar al imperialismo que para criticar “nuestros errores”. Estas líneas resumen, en efecto, lo que iba pensando yo desde que René lanzó la iniciativa de las cintas. Me pareció genial, brillante, sentido y honesto, que precisamente René, sin ir por los canales del Partido, el sindicato y etc, pidiera al pueblo este gesto a apoyo a los que quedaron. Lo que me dejaba un amargo sinsabor, era la noción de que, cuando días después, sucedió aquel escandaloso suceso con Robertico Carcasses, nadie, ni René ni otros, pidieron cintas amarillas. Los cubanos que vivimos fuera, hasta el cansancio tildados de traidores etc, y algunos cubanos de los que siguen dentro y tienen un concepto de libertad diferente, publicaron su desacuerdo con la medida aplicada a Robrtico. Pero eso fue todo. Y yo me preguntaba, solamente, y con todo el respeto ¿por qué Los Cinco es una «bandera sagrada» para el poder en Cuba y lo sucedido a Robertico no? ¿Qué le impide al propio «poder» autocriticarse? ¿Por qué no sacar una nota diciendo que lo ocurrido con el músico había sido un nefasto error de juicio? ¿Por qué no pedirle disculpas públicamente a Robertico y a su público?
    Cuando yo me fui de Cuba todavía usábamos la excusa bien soviética de «no se lavan los trapos sucios delante del vecino». Pero con esa mentalidad, le dejamos de pedir disculpas a miles de homosexuales que fueron discriminados durante años, porque la verdad, en mi modestísima opinión, nada de lo brillante que ha podido hacer Mariela Castro clasifica como una verdadera disculpa.
    Cometimos errores inmensos, y nunca pedimos perdón. Los «corregimos» en algunos casos, pero sin nunca admitirlo publicamente ni disculparnos.
    Yo creo que Cuba, ese pueblo bello, necesitaba tener la misma disposición para vestirse de amarillo por los cinco, que por Robertico. Y de todos los comentarios que he leído en Internet, ninguno ha logrado explicarme por qué en Cuba solo es correcto usar la propaganda y la libertad de expresión para reclamar a Elián o pedir la libertad de los cinco.
    No se trata de abanderarse ahora con el viejo tema de «en Cuba no hay libertad de expresión». En mi limitada experiencia, la libertad de expresión es un tema muy complejo de definir.
    En Canada puedes pararte y gritar lo que tu quieras, cantar lo que tu quieras, pero eso no va a cambiar nada. El poder tiene otros métodos mucho más sofisticados para seguir haciendo lo que les da la gana sin limitar la libertad de la gente de expresarse.
    Pero solo porque en otros países la libertad de expresión sea igual de cuestionable no significa que en Cuba no debiéramos aspirar a tener una real y efectiva libertad de expresión. Yo creo que ya ha sido suficiente de utilzar las excusas de «en otros países es peor» o de «somos un país bloqueado»… A mi ninguna de las dos me convence de nada.
    De haber estado en Cuba, me habría encantado vestirme de amarillo, rojo, o marado por Robertico. Que pena estar en Toronto.

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  3. Si la convocatoria de René fue un éxito rotundo porque como bien razona Carlos M. Alvarez invocó directamente la libertad del cubano para sumarse o no a su llamado, también hay que aceptar que sin la intensa y nunca desfallecida campaña “oficial” – odiosa palabra que esconde tantas aviesas intensiones según quien la enarbole – nunca se hubiera sembrado en el imaginario cubano la escandalosa injusticia del destino de los antiterroristas cubanos. La propaganda y la agitación ideológica de masas de la Revolución ha tenido brillantes éxitos y también, por supuesto, se ha encartonado muchas, demasiadas veces, y ha llegado al aburrimiento, como toda reiteración, como toda promesa que no encuentra plena realización. Pero no puede negarse que en la raíz de ese desfallecimiento no sólo están, ni principalmente, los errores, la falta de imaginación y creatividad, sino la imposibilidad que ha sufrido el proyecto cubano de realizarse sin agónica lucha tan desigual, pese a sus innegables logros, de manera que siempre ha existido una terrible tensión entre los objetivos, las conquistas y las posibilidades de lograrlo, y que buena parte de las causas de esa imposibilidad están, oh, sí, argumento tan desgastado para muchos, en el éxito que ha tenido el proyecto cultural capitalista, su finalidad (in) civilizatoria, tan triunfante hoy en el mundo, abrazo espiritual mortal en que nos debatimos todos en estos momentos. Por eso creo que Andrés Marí está más acertado que César Guanche, y Guanche, su obra, sus ideas, sus objetivos,por supuesto, mucho más que Carlos M. Alvarez y Robertico Carcassés. Parafraseando: la libertad de conciencia radica en pensar lo que se quiera, y a la vez, resolviendo la difícil ecuación, en obedecer lo que se deba. Y nunca será lo mismo defender y darle visibilidad mundial a la tarea que hacían los 5 cubanos presos mediante los recursos mediáticos de vasta repercusión pública – como que evitaron concretas muertes humanas, protegiendo la vida de muchos cubanos con el sacrificio de su libertad y sus familias – que a una reclamación de libertad de elección presidencial, que, por otra parte, cualquier persona medianamente culta en lo político ya debe saber a estas alturas que no funciona como verdadera elección en ninguna parte del mundo. He allí la cuestión.

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  4. Mi gran deseo: que siempre estén bien conscientes de la revolución que han hecho: es una grandiosidad posiblemente irrepetible, y a pesar de todos los errores que puedan señalarle, aún sigue siendo grandiosa. Desde el principio sentí un fuerte estremecimiento con el artículo de Carlos M. Álvarez. Su espíritu, como ha dicho uno de vosotros, era perturbador. Lo que ahora leo de Carlos Luque es definitorio: «la imposibilidad que ha sufrido el proyecto cubano de realizarse sin agónica lucha tan desigual, pese a sus innegables logros, de manera que siempre ha existido una terrible tensión entre los objetivos, las conquistas y las posibilidades de lograrlo». Vaya un ruego desde mi eterno y silencioso invierno sueco: Las palabras de Luque -en mi lejano entender- tienen que tenerlas siempre en cuenta cada vez que se apasionen en criticar e imaginar mejor la lucha que hacen. Eso no querrá decir nunca una mordaza, pero sí un fortísimo baluarte para impedir la vuelta de la gran mordaza que es la incivilizada cultura capitalista, que no sólo no nos deja «le elección», sino que realmente nos quita toda cultura para la crítica, el mejoramiento y la imaginación.

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    1. Debo agradecerle, Stelán Sámberg, ojalá no solo por la simple vanidad de que haya encontrado algún acierto en mi comentario, de lo cual no puede librarse ningún mortal, sino porque me alienta mucho que desde distintas geografías y circunstancias, se medite con el sentido que ud. lo hace sobre este grave asunto. Cuba se mece en una cuerda floja peligrosísima porque es muy cierto que se necesita un intenso, abierto y definifivo debate nacional sobre muchos aspectos de «la cosa» en nuestro país pero evitando las consecuencias que esas «aperturas» trajo, por ejemplo, en los países del socialismo «irreal».Cada vez está siendo más evidente, creo yo, que los proyectos socialistas sólo deben atender a una verdad: cada solución es y debe ser distinta en cada peculiar circunstancia. Es una verdad digamos que marxista de Perogrullo, quizás su mejor contribución aparte de la revelación de la profunda raíz de los problemas de este mundo, es decir, la contradicción entre trabajo y capital, pero cuántas veces la vemos olvidada en tantos teóricos y gobernantes bien intencionados de este mundo. Nunca es fácil determinar con acierto cómo insertar nuestra américa en el mundo sin dejar de ser en el intento, aquel apotegma martiano. El caso es que en la búsqueda honesta de soluciones, como puede ser el caso de Julio César, obra y acción que admiro mucho y sigo en la medida de mis posibilidades, o como puede ser el de Carlos M y tantos otros, se nota una apasionada honestidad y compromiso, pero siempre se sospecha una peligrosa unilateralidad teórica, es decir, una consideración de caminos que parecen olvidar algo, y en este caso de las elecciones puede ser el olvido de la esencial peculiaridad de Cuba en su enfrentamiento con el coloso del norte. Hasta donde somos capaces de ver, yo al menos veo que las elecciones al uso son una magnífica herramienta para mantener en el poder a los verdaderos explotadores de este mundo, un juego en que la aparente libertad no existe porque el verdadero poder es el económico y ese lo tienen bien asegurado las oligarquías mundiales. Sin embargo, la tarea más difícil la tienen países e historias como la cubana porque a la vez hay que impedir que las meritocracias burocráticas se conviertan en una nueva dominación. Ese es el problema, entre otros, claro, que desea resolver alguien como el autor de este blog, y sus contribuciones son importantes e impresionantes, como otros cubanos brillantes que no están padeciendo de izquierdismos, como es el caso de Fernando Martínez Heredia y otros, pero la solución no resulta nada fácil. Siempre que se navega en aguas procelosas, en medio de tormentas y brumas, se ha de atender a la brújula. La brújula de Cuba parece ser su unidad en medio de la innegable diversidad y con la brújula en el consejo del Che: ni un tantico así. No estoy seguro que promover elecciones al modo como la conocemos no sea facilitar ese tantico peligroso y suicida, al menos en este momento del mundo. Gracias, y mantengamos el debate.

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      1. Gracias a usted por atender mi comentario. No soy quién para opinar sobre lo que escriben los cubanos de su país y mucho menos para debatir esa «peligrosísima cuerda floja» en que usted lo señala. Me atreví a expresar algo sobre el comentario de otro cubano que consideró perturbador el artículo en cuestión. No dudo que todos los que escribís en este blog sean honestos y comprometidos, reitero, no lo dudo, sólo que creo -y fue con lo que me identifiqué- que a veces la pasión que la velocidad del mundo actual nos ha impuesto puede llevarnos a muy arriesgadas perturbaciones donde, lejos de avanzar, podemos retroceder horriblemente. Para la Europa del Este ya no hay vuelta atrás. No hubo mejoría del Socialismo que perdió ni mejoría en el Capitalismo en que ha entrado, pero ya no hay otra posibilidad de mejorar que incrustarse en la lucha mundial contra el Capitalismo sin ningún poder de decisión, como en todas partes, excepto, según mi parecer, en Cuba. No sé hasta qué punto sea cierto que ustedes puedan librarse de una nueva «dominación» perdiendo el poder, no sé, todo me es muy inseguro y de peor perspectiva. Mientras tengan el poder algo podrán hacer, ya que cuando lo pierdan, muy poco podrán hacer. A menudo viajo a Riga y a Vilnius y lo mayor que encuentro es una espantosa decepción. Antes también lo hacía, me quedan relativamente cerca, y lo mayor que encontraba eran muchas protestas y críticas, pero una vitalidad encantadora. Ya no pueden hacer nada, salvo seguir el carro de sus apasionadas perturbaciones. Bueno, amigo, les deseo lo mejor a los cubanos, son ustedes los que saben qué está sucediendo en su país, yo sólo leo noticias, blogs y oigo a los amigos que viajan allá y a otros países de América Latina. Las concluciones que saco es que Cuba, por tener a su revolución en el poder, aunque sea deteriorada, es algo por lo que más vale la pena luchar que lo que se puede luchar en Chile o en México o en otros pueblos ya enajenados con la cultura Capitalista. Mucha suerte en vuestras pasiones.

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