Un testimonio de Leonardo Romero Negrín

Leonardo Romero, en días recientes

Este es un testimonio de Leonardo Romero Negrín (22 años), que fue detenido el pasado domingo, en La Habana. No lo conozco personalmente, pero varias personas cercanas a él, que han dado muestras de sinceridad comprobada a lo largo de tiempo, aseguran que es un joven valioso, honesto y de filiación política socialista.

Nada de esa descripción importa para el ejercicio de derechos, solo agrega información sobre su caso.

Para más contexto, una carta firmada días atrás, suscrita por una representación muy amplia de lo más granado de la intelectualidad mundial de izquierda, entre los cuales se encuentran nombres muy conocidos en Cuba como Noam Chomsky, Etienne Balibar, Robert Brenner, Eric Toussaint y Gayatri Spivak, exigía la liberación de Leonardo Romero Negrín y de Marcos Antonio Pérez Fernández (17 años), que también menciona el testimonio de Romero. (Hay otras dos personas referidas en esa carta, pero no los aludo pues han aclarado puntos de ese documento respecto a ellos dos en específico). Aquí hablo, específicamente, de Romero, al que ahora se le puede leer en un testimonio directo, que ha publicado La Joven Cuba.

Su testimonio contiene descripciones de actos de violencia policial cometidos contra él que son por completo inaceptables desde cualquier ética ya no humanista o revolucionaria, sino de apego mínimo al Derecho y a los derechos.

Soy jurista de formación, no puedo dar por cierto a priori un testimonio, esto es, sin estar abierto a prueba en contrario. Lo que exige la circunstancia es investigarlo a fondo, de inmediato, y con la mayor transparencia. De los resultados de ello dependen muchas cosas, para Leonardo Romero y para todos los que pudiesen haber sido objeto de situaciones como las que él describe, y para muchos también al interior de la sociedad cubana.

Reclamar responsabilidades es un deber y un derecho. Las conclusiones de esa investigación deben ser públicas. Es necesario que se reconozcan los abusos que se hayan cometido y que una declaración oficial los califique de modo urgente de inaceptables, junto a la emisión de órdenes terminantes sobre ello a los cuerpos encargados.

El pasado 14 de julio sugerí, entre otras cuestiones que podrían contribuir, en mi opinión, a mejorar y no a empeorar el escenario lo siguiente: “procesar solo a personas que hayan cometido delitos graves sobre otras personas o bienes, teniendo en cuenta la gravedad de las consecuencias y el contexto en el que se produjo. Promesa, con garantías, de revisar la actuación policial con sanción firme para casos de excesos, con información precisa sobre los detenidos, retirada de cargos para todos los manifestantes pacíficos, y debido proceso para los actores civiles de violencia con daños calificables acorde a Derecho.”

Para los que acostumbran a centrarse solo en el mensajero, y criticarán al medio que lo publicó, o a quien lo postea, deberían reconocer que el mensaje está ahí y lo justo y digno en este momento, en mi opinión, es encararlo.

También comento a quienes solo buscan “matar al mensajero” que son muchos los que han escrito algo parecido en todos estos días, y que es una preocupación compartida también en prensa estatal, como Alma Mater y Juventud Rebelde, donde se ha dicho que: “Y si hubiera el 11 de julio cualquier exceso demostrado de autoridades contra manifestantes, igualmente debía ser juzgado.”

Si se tratase de un solo acto de este tipo no puede ser pasado por alto. Un acuerdo social sobre el uso de la violencia policial en Cuba fue una de las bases que sostuvo e impulsó el 59.  Es un deber investigar, que se le haga saber en profundidad al pueblo y que se juzguen comprobadamente a los que resultasen responsables.

Cualquier persona que tenga, al menos, vocación humanista, tiene justa obsesión por la justicia. Las injusticias que ocurren con gravísimas consecuencias, por masivas y continuamente repetidas en otros lares, no son alivio alguno, cualquiera sean las diferencias de escala, para las que se produzcan en el contexto propio.

Hay mucho que decir sobre todo el escenario, pero a veces un caso concreto muestra la gravedad a la que puede conducir una situación. Este es un ejemplo, ante el que debería resultar imposible no reaccionar en busca, para empezar, de información transparente y demanda de justo proceder. (Julio César Guanche)

Testimonio de Leonardo Romero Negrín:

¿Cuál es tu condición legal en este momento?

Estoy en reclusión domiciliaria, a la espera de un juicio por desorden público.

¿Por qué te cogieron preso en la manifestación del 11 de julio?

Estaba caminando y vi a un alumno mío en medio de la manifestación. Él tenía una cámara y estaba grabando. Lo sostuve por el brazo para evitar que alguien se lo llevara o que un tumulto de gente viniera y le diera golpes. Estábamos exactamente debajo de la cámara del hotel Saratoga; de hecho, le dije a los oficiales que si me negaba a declarar lo único que podrían usar era la grabación de esa cámara que muestra punto por punto lo que allí sucedió.

Estaba con mi alumno en la acera del hotel, viendo lo que pasaba. No me atreví a tomar partido en ese momento, a pesar de que vi atrocidades de todo tipo. Sabía que estaba en un proceso anterior por la manifestación de Obispo y no me podía meter en nada para no complicarme.

De pronto, cuando miré hacia el lado, vi que a mi alumno le estaban dando golpes cuatro civiles. Él estaba tirado en el piso en posición fetal, para proteger la cámara, y estas personas le daban golpes y pisotones. Lo único que hice fue tirarme sobre él para que no lo golpearan más. Me cogieron varios oficiales, me hicieron una llave, me dieron golpes, pero no fue ahí donde me golpearon de verdad.

Me llevaron a la estación de Dragones, que está exactamente a una cuadra, y cuando entramos me tiraron en el piso de un estrallón y entre cuatro personas me cayeron a patadas por todas partes. Me cubrí la cara con los antebrazos y siguieron dándome patadas, por eso tengo un antebrazo hinchado, un médico lo vio. También una costilla me duele, no llegó a fracturarse, pero me duele y eso el médico también lo vio.

Después me llevaron para un patiecito. Un oficial fue con una tabla de madera blanca y una cámara en la otra mano, que era de un periodista estatal que estaba ahí y lo vio todo. No quiero involucrarlo, pero es un periodista de Alma Mater que vio exactamente todo lo que me hicieron. El oficial me dio varios tablazos por las piernas, todavía tengo las cicatrices.

Cuando iba a salir de allí vino otro oficial, el 03912 de la estación de Dragones, y le dijo a dos personas que me aguantaran, me cogió con las dos manos por el pelo y me dijo: «¡Por mercenario!». Me dio un cabezazo por la nariz, casi me desmayé, y siguieron dándome golpes antes de trasladarme a la estación de Zanja.

Ya no tienes tantas marcas en el cuerpo, precisamente porque ha pasado el tiempo, llevas casi una semana recluido.

Eso es una cosa, cuando llegamos a la estación las personas no querían que los médicos los vieran, porque sabían que si tenían golpes los iban a demorar para que se les bajara la hinchazón y entonces soltarlos.

A todos los que estuvieron en Ivanov —nombre con el que comúnmente se conoce a la prisión para menores del Cotorro— los pueden interrogar por separado, ponerles el polígrafo, que cada uno va a decir lo mismo sobre los golpes que yo tenía: un antebrazo completamente hinchado —el médico lo notificó—, la nariz con un hematoma, golpes detrás de la pierna, y la costilla.

Cuando nos llevaron al médico, le estaba explicando del golpe que tenía en la nariz, y mientras le decía del que tengo en el antebrazo, llegó un oficial que estaba fuera, me llevó y me dijo que ya no tenía nada que hacer ahí. Yo le había preguntado al médico si era civil o militar, me dijo que civil; entonces le pregunté: «¿A qué respondes, a un poder o al Juramento Hipocrático?». Me respondió que al Juramento. Entonces le dije: «Mira las marcas cuáles son» —yo tenía el nasobuco bien arriba para que no se me viera lo de la nariz—, y cuando le empecé a enseñar los golpes fue que el oficial me sacó.

Había un mayor sentado afuera que era el que procesaba si alguien quería quejarse. En ese momento que me estaban llevando le pregunté si con él era con quien tenía que hacer la denuncia, porque quería hacerla. Respondió: «Yo no tengo nada que hablar contigo». Me llevaron arrastrado hasta el colectivo 6, que era donde estábamos.

Lo que me hicieron a mí fue poco. Había gente que tenía un moretón en el ojo, la cara hinchada, otros con yeso, con dedos fracturados. A un viejito lo trajeron el viernes, lo fueron a buscar a su casa porque lo vieron en una cámara. Lo bajaron en Ivanov esposado y lo hicieron pasar por algo que se conoce como Somatón. ¿Qué es eso? Pues los bajan del camión y hay una hilera de militares a la izquierda y otra a la derecha, y tienen que pasar todos los reclusos por el medio de esas dos hileras para que les caigan a tonfazos [golpes propinados con las tonfas, arma contundente reglamentaria].

Esas personas no estaban haciendo nada, solo caminando esposados y les cayeron a golpes. Ese viejito de 74 años tiene un hematoma en toda la barriga, en las costillas. Por eso digo que lo que me hicieron no fue nada en comparación con lo de otros. A mí el brazo me duele, pero no tengo tanta hinchazón, lo de la nariz casi no se nota, pero tengo la cicatriz detrás de la pierna y el dolor en la costilla.

Cuando me estaban interrogando le pregunté al instructor su nombre y le pedí que trajera al oficial de guardia. Eso fue al segundo día. Le dije que quería denunciar a todos los que estaban dando golpes ahí y me respondieron que yo estaba en medio de un proceso, que no podía hacer una denuncia. Entonces les dije: «Sépanlo todos ustedes, que a lo mejor ninguno lo sabe, estos dan golpes». Y los señalé, ellos negaron que dieran golpes, lo que es totalmente falso. Allí tienen total impunidad por las noches, cuando no hay ningún oficial.

Por ejemplo, a la hora de dormir uno se sentó en la cama porque le dolía la espalda y no quería acostarse. Le dijeron que se tenía que acostar, él explicó que tenía dolor. Le dijeron horrores, entraron y se lo llevaron. Todo el mundo lo vio. Era un muchacho rubio. Le cayeron a tonfazos y a golpes delante de todos, la unidad se despertó. Como ese caso se dieron más.

Cuando llegamos a la unidad nos desnudaron a todos. Nos decían que nosotros éramos unos maricones, chupa p… y que nos iban a coger el c…. Nos tuvieron contra la pared durante dos horas, llevábamos cuarenta minutos desnudos esperando, venían por detrás y me halaban el pelo —lo tengo largo—, y me decían: «Chinita, con este pelito se puede hacer tremendo peluquín». Me tocaban las nalgas, a mí y a otros también.

En una ocasión dieron con una tonfa en la mesa, José, el panadero, se viró asustado y le dijeron que qué miraba. Le cayeron a galletas. Él estaba esposado y solo gritaba: «¡Yo no he hecho nada!». Ellos le decía: «¡Cállate y no me mires la cara!». Eso lo vieron todas las personas del colectivo 5 y 6 de Ivanov, ellos pueden contar exactamente lo mismo. Como ese ejemplo hay más, pero no conozco los nombres.

¿Cuál es tu situación procesal?

Me notificaron que estoy en reclusión domiciliaria, como estaba antes por lo de Obispo pero con un nuevo proceso.

¿De qué se te acusa?

De desorden público, pero yo les dije que no desordené nada. En la cámara del Saratoga está todo, cuadro por cuadro. Yo solo estaba parado, ni siquiera grité aunque hubiera querido hacerlo pero no lo hice por lo del proceso anterior. Lo único que hice fue ponerme arriba de mi alumno para que no le dieran golpes.

Yo venía desde el barrio de Jesús María, y cuando crucé la calle Monte vi un tumulto de personas corriendo, gente gritando. Fui hacía la derecha, al Saratoga. No me metí, pero ganas no me faltaron de hacerlo porque vi manifestantes con la cabeza partida, recibiendo golpes, gente que se estaba manifestando pacíficamente y lo decía: «¿Por qué nos llevan si nos estamos manifestando pacíficamente?». Muchos auxiliaban a los que se estaban llevando y mientras se los llevaban les caían a golpes por la cara. Cuatro inmovilizaban y otros golpeaban.

Me pegué para la esquina de hotel Saratoga. Allí sucedieron varios eventos. Un señor, que parece que tenía una colostomía, se le fue la venda, se le salieron las tripas y empezó a gritar. Yo estuve todo el tiempo con mi alumno de la mano para que no le pasara nada.

Delante de mí le dieron golpes a un muchachito y pasó una escena que nunca voy a olvidar: vino un viejito que parece que duerme en la calle y se acostó al lado del muchacho que tenían tirado en el piso y le dijo a los policías que si se lo llevaban tenían que llevárselo a él también. Al viejito evidentemente lo estrujaron y lo montaron en una patrulla.

Minutos después de que pasara eso sucedió lo de mi alumno, le cayeron a golpes entre cuatro personas. Él solo estaba grabando, no gritó porque una de las cosas que le dije fue que no se complicara por ser menor de edad. Su nombre es Marcos Antonio Pérez Fernández, fue alumno mío cuando estaba en décimo grado, yo estudiaba en la universidad y daba clases.

Él fue acusado de desorden público, salió libre sin ningún cargo y con una multa de dos mil pesos. Ahí están los videos de cuando le quería quitar la cámara y le cayeron a golpes.

Esta es la carta mencionada de intelectuales de izquierda sobre el caso de Leonardo Romero y Marcos Antonio Pérez Fernández: https://marx21.net/2021/07/13/liberar-a-frank/?fbclid=IwAR3YV4rzB73GLeV4DSwQnLSQZmErZ8oEH8jaUqrnS79xqZ7OP28YXxkIlzU

Aquí se puede oír a Leonardo Romero, en su propia voz, cosa que es recomendable: https://videopress.com/v/2YYQsbDx

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