Sobre las relaciones entre la UJC y la FEU, a propósito de Alma Mater

Por Julio César Guanche

He leído varias preguntas sobre por qué el Buró Nacional de la UJC es quien decide “liberar” del cargo de director de Alma Mater a Armando Franco Senén, cuando esa revista es órgano de la FEU, no de la UJC.

Alma Mater se fundó como revista de la Federación de Estudiantes de la Universidad de La Habana, organización que este año, bajo el nombre de Federación Estudiantil Universitaria, cumple 100 años. Tanto la revista, como la organización, son instituciones centrales de la historia política cubana.

El trabajo que hizo con esa publicación Armando Franco en el último lapso es celebrable por varios motivos dentro del panorama de la prensa estatal cubana, pero su destitución plantea problemas más allá del periodismo.

Es un problema con historia.

Hacia fines de los 1960, durante el período de “Provisionalidad revolucionaria” (1959-1976), las organizaciones de masas se convirtieron en extensiones directas del entonces llamado Gobierno Revolucionario, entidad que concentraba funciones constitucionales, legislativas y ejecutivas.

En ese proceso, la FEU prácticamente se fusionó con la UJC y los sindicatos desaparecieron virtualmente, a través de expedientes como “el movimiento de trabajadores de avanzada”.

El fracaso de la zafra de 1970 hizo criticar el “voluntarismo” y el esquema personalista de dirección que lo hizo posible. Fueron cuestionados las fusiones de organizaciones y la pérdida de su identidad propia. Un proceso clave en este cambio fue el XIII Congreso de la CTC, de 1973.

El papel que se le otorgó a partir de entonces a los sindicatos fue referencial para el resto de las organizaciones de masas. Hasta cierto punto, fueron corregidos “excesos centralizadores” de los 60: la FEU y la UJC quedaron más claramente separadas y los sindicatos defenderían una función de “contrapartida” de la administración.

A partir de entonces, se declaró la existencia de “autonomía relativa”, o “independencia orgánica”, para las organizaciones de masas. Es un principio que se declara válido hasta hoy.

En específico, la FEU tendría “independencia orgánica” a la vez que se subordina al PCC —del que depende todo el sistema político cubano— y más directamente a la UJC.

Un documento del VII Congreso de la FEU (2006) lo dice así: “La FEU, en correspondencia con sus principios, sus tradiciones y su historia, es una organización orgánicamente independiente, que tiene como misión primera la defensa y construcción de la Revolución Socialista. Su organización de vanguardia es la Unión de Jóvenes Comunistas, cuya conducción política reconoce abierta y conscientemente para la consecución de sus objetivos.”

La convivencia entre los principios de “independencia orgánica” y de reconocimiento “abierto y consciente” de la conducción del PCC (de la UJC en el caso de la FEU) ha sido un núcleo hasta el momento pétreo —irreformable— del sistema político cubano. En ese esquema no hay nada “raro” en que sea la UJC quien decida sobre Alma Mater.

En mi criterio, ambos principios presentan una contradicción insalvable. Es un legado estricto del “marxismo soviético” que jamás ofreció soluciones democráticas para sistema político alguno dentro del entonces llamado “campo socialista”.

La forma en que puede funcionar la “independencia orgánica” es reconocer “abierta y conscientemente” la plena autonomía a la FEU. La conducción “abierta y consciente” que debería reconocer la FEU es la de su comunidad política propia: el conjunto de estudiantes universitarios.

Este sería, me parece, el más digno homenaje a la FEU en su centenario.

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