El cine, como la república, será libre o no será


Por Julio César Guanche

En una discusión sobre el cine cubano de los años ochenta, frente a lo que consideraba una tendencia que simplificaría lo “popular”, Alfredo Guevara decía:  

“Yo estoy formado en dos vertientes y por eso no me lograba entender con ellos [los hacedores de ese cine que criticaba], una es clásica, pero yo no hablo del clasicismo académico sino griego, y yo me formé en el teatro con Aristóteles y en la dramaturgia de la tragedia griega que tiene una estructura que es la base de toda la dramaturgia. Se escapa de ella, se la contradice, pero es el punto de referencia. Y yo me sentía muy seguro de lo que estaba haciendo.”[1]  

Por fuera de esa discusión, hay otra línea, más inadvertida, que Guevara podía compartir con Aristóteles: la idea de que “la polis es el ethos”, la cultura material en el sentido antropológico de ese término. La ley que fundó el ICAIC, apenas en marzo de 1959, como es sabido, decía en su primer por cuanto: “el cine es un arte”, pero también aseguraba que “el desarrollo de la industria cinematográfica cubana comporta el establecimiento de una nueva fuente de riqueza y trabajo, de la que resultarán beneficiados técnicos, artistas, laboratoristas, músicos, escritores, etc.”  

Esa idea de cultura produjo, desde el ICAIC, una cinematografía extraordinaria, un festival, una revista, una escuela de cine internacional, una Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, el sistema del cine móvil, la capacidad de teorización sobre el propio cine y sobre el cine propio, el Grupo de Experimentación Sonora, lo que pudo ser el Grupo de Experimentación Gráfica ‒que produjo el nuevo cartel cubano‒, una cinemateca, un sistema nacional de salas de cine con precios de acceso abierto, un soporte de infraestructura para el cine latinoamericano, un completo modelo de formación crítica del público, que incluía la televisión, y un sentido de “cosmopolitismo y apertura” en un país situado dentro del bloque socialista en medio de la Guerra Fría.

 Por supuesto, esos “documentos de cultura” tenían también su contracara de “barbarie”. El ICAIC, que nació en su concepción socioestética del cine independiente ‒como El Mégano, película que en su momento fue secuestrada y cuyos autores sufrieron represión‒, devino monopolio de creación y distribución. Con ello, se afincó en la idea de “punto cero” del nuevo cine cubano ‒ tan fiel, por otra parte, a la idea de “nuevo origen” de todas las revoluciones‒, en el mito del “cine sin historia” ‒que trazaría un paralelo con la condena en bloque del pasado prerevolucionario‒ y en el enfoque “icaicentrista”, que condenó a la invisibilización o la censura lo que le quedaba al margen.  

Con conciencia de ese legado, la Asamblea de Cineastas Cubanos devuelve a la esfera pública cubana la idea aristotélica de la polis como ethos. De ethos, sea dicho también, proviene la palabra ética. Este colectivo de hacedores de cine radicaliza la cuestión del Libro III de la Política: “Lo primero que debemos considerar en esta investigación [sobre la monarquía] es si conviene más ser gobernado por el mejor hombre o por las mejores leyes”.  Por eso, defienden, como una virtud propiamente republicana, la necesidad de una ley de cine. Por eso, defienden el cine cubano, producido dentro y fuera de Cuba, su industria, su sistema de creación, el clima intelectual que debe servirle de base y el derecho del público a ver y criticar su cine.

Alfredo Guevara, formado con la experiencia de la República española como referente, podía decir también:

“en la Universidad de Santiago [Universidad de Oriente] se refugiaron unos cuantos profesores españoles importantes, en las ciencias y en las humanidades. Y no es que fueran españoles, es que trasmitían ideas que la república fue… yo no me atrevo a afirmar lo que voy a decir ahora, pero como metáfora casi: la Revolución cubana, que no está lograda plenamente, pero un poco comenzó a realizar el proyecto que no tuvo secuencia en la república [española].”[2]

 La Asamblea de Cineastas recupera la crítica de esa conciencia de lo que pudo ser, y afirma, colectivamente, lo que debe ser: tenemos que ser una República. El cine cubano será parte de ello. Lo uno y lo otro, será libre o no será.

[1] Fragmento de testimonio de Alfredo Guevara, en archivo del autor.  

[2] Ídem.

En Alterna. Magazine de la Asamblea de Cineastas Cubanos. Ver el número 1 de Alterna  completo aquí:






La Inteligencia Artificial: entre la tecnología, la agencia y la historia

La imagen es resultado de una búsqueda en Google (hecha en septiembre de 2023) con la consigna: “familia feliz”. Se repitió la búsqueda con igual consigna en enero de 2024, y el resultado es muy similar.

Por Julio César Guanche

La magnitud de la carrera global, en curso, por el uso y control de la Inteligencia Artificial (IA) contiene números asombrosos, y renueva ventajas y problemas de los que apenas se tenían noticias.

El mercado mundial de la IA tiene una proyección de valor de $1.35 billones para 2030. Para ese mismo año, el desarrollo de la tecnología de IA tiene el potencial de aportar 15,7 billones de dólares a la economía mundial. En respuesta a la pandemia de COVID-19, 55% de las empresas aceleraron la adopción de IA. Se espera una cifra de hasta 90% de contenido artificial generado en internet en los próximos años.
La IA está influyendo profundamente en múltiples sectores, como salud, energía y educación, al tiempo que los datos son ya un componente crucial para la próxima carrera armamentista global.

Parte crucial del mapa de soluciones y problemas que contiene la IA es la reproducción de discriminaciones a través de algoritmos, que recolocan el color de la piel y el género como marcadores de diferenciación, y hacen que los algoritmos capturen desigualdades sociales existentes, y puedan contribuir a reproducirlas.

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El vitoreo suicida

Por Julio Cesar Guanche

He oído a Javier Milei, el recién electo presidente de Argentina, citar con admiración a Jeremy Bentham. Es una referencia consistente para el ultralibertario:

Bentham aseguraba que los derechos humanos eran “disparates sin fundamento”: una doctrina confusa y peligrosa, amenazante para los estados y para la estabilidad y equilibrio de la sociedad.

El de Bentham era un programa conscientemente antidemocrático: la democracia en ese momento —desde hacía dos milenios—, era sinónimo de poder de la muchedumbre, de la turba, “tiranía de la mayoría”, poder de la plebe.

Por supuesto, no es esto lo que aparece cuando se busca por el universo ideológico y cultural de Milei. Lo que se encuentra más rápido son referencias comprobadas a plagios, mentiras compulsivas, minimización de los costos graves de la Covid 19, frases hacia mujeres como “gorda hijadeputa incogible”, clonación de perros muertos, tarots, médiums, telepatía con animales, negación de las víctimas de la dictadura militar argentina, etc.

Estas “locuras” hacen perder de vista cuestiones bastante más profundas. Entre ellas, la consistencia entre Bentham y Milei en torno a la democracia y la república.

Ambos defienden un programa expresamente antirrepublicano:

1.- La destrucción de todo vínculo entre libertad y propiedad, como diseño socioinstitucional que garantice condiciones materiales de reproducción de la vida, que puedan producir al mismo tiempo libertad y justicia. Eso permite estructurar un proyecto autoritario con un lenguaje que habla de libertad, pero es un ideal contrario a casi todas las versiones, incluso liberales, comprometidas con alguna noción de democracia. Unos pocos ejemplos al canto: John Stuart Mill sostuvo la incompatibilidad de la democracia con la pobreza o la miseria. Adam Przworski explica que las instituciones en la democracia se soportan en una determinada distribución de los recursos entre los participantes en ella y que esos recursos no sólo son ideológicos sino, también, económicos y organizativos. Robert Dahl fundamentó que desigualdades extremas “…en los ingresos, las riquezas, el status, la instrucción,… equivalen a desigualdades extremas en las fuentes del poder político” .

2.- La destrucción del Derecho y la ley como garantía de protección del más débil y como soporte del autogobierno de una comunidad política. Es la negación de la idea de soberanía popular, que es el fundamento de la doctrina moderna sobre la democracia. La destrucción de las instituciones sea un ministerio de la mujer, o del Banco Central, es la expropiación de derechos adquiridos por prácticas sociales de muy larga data. Es la destrucción de toda noción de bien público, y de la política como bien común, su promesa fundadora, no por violada menos inexcusable.

3.- La destrucción de toda noción de responsabilidad social de la propiedad, que reivindica todos los derechos para el propietario y ningún derecho ante la propiedad, para los excluidos de ella, o con acceso restringido a ella. Con ello, la propiedad es un recurso para establecer “isonomías oligárquicas” con “formas” democráticas. Es esa un tipo de solución a la tensión capitalista entre igualdad formal “de todos” ante la ley y la desigualdad material en el acceso a los recursos. Es una solución que convierte a la primera en una sombra de sí misma, pues valoriza en exclusiva la democracia como sistema de reglas, y la hace desentenderse de sus consecuencias sociales.

La pareja capitalismo y democracia enfrenta hoy desafíos globales sin precedentes, algunos acaso terminales, entre ellos la crisis climática y la desigualdad creciente, a los que propone unos pocos y paupérrimos paliativos. Autores no “comunistas” como Shoshana Zuboff o Larry Diamond hablan de una «recesión democrática», espoleada por la relación conflictiva entre mercados y democracia.

Freedom House, nada sospechosa de radicalidades, señaló en su informe de 2018 que en los últimos años “la democracia está en retroceso” en todas las regiones del planeta, incluidos países con sistemas democráticos considerados estables y consolidados”.

Si los fascismos históricos gritaban “viva la muerte”, los autoritarismos 2.0 de hoy gritan “viva la libertad” en un orden de sentido similar: desconocen que la desigualdad mata (el negacionismo anticovid de Milei sirve para esconder que se podrían haber evitado nueve millones de muertes por la covid), o que no hay ninguna idea de desarrollo compatible con el aumento de la pobreza (hasta el Banco Mundial y el FMI han “desaconsejado” la dolarización propuesta por Milei).

La incapacidad por parte de gobiernos progresistas de lidiar con problemas fundamentales como inflación y corrupción, ha traído parte de estos lodos. Sin embargo, también hay mucho desvío interesado de atención en ello.

Al filo de la mitad del siglo XX, Karl Polanyi argumentó que la expansión de los mercados libres capitalistas tenían su contracara en el aumento de autoritarismos societales, y de regímenes despóticos, que se ofrecían como respuesta para cerrar las brechas abiertas por el mercado ( “un buen sirviente, pero un pésimo amo”) sobre el tejido social. Esa brecha es hoy un abismo en casi todas partes.

En nombre de la libertad de Bentham y de Milei, veremos más autoritarismo, con probablemente más versiones paramilitares en la propia Argentina. Veremos más represión y criminalización de la protesta social. Veremos aún más destrucción social, cultural y y ambiental.

La conexión es obvia: el experimento pionero “exitoso” de neoliberalismo en la región fue bajo la dictadura de Pinochet. Ese programa no podía funcionar en un contexto mínimamente democrático. Sabiéndolo, Milei se ha mostrado con motosierras en las manifestaciones (un recuerdo vívido de la cultura paramilitar de la motosierra en Colombia).

La celebración del triunfo de Milei es el vitoreo suicida de los lenguajes antiderechos, de los ecocidios, de la naturalización de la desigualdad y la pobreza. Una muestra sintomática del lugar donde nos encontramos hoy, un momento que tanto recuerda a la década de los 1930. Es el vitoreo suicida de la destrucción entusiasta de la democracia, un patrimonio común de al menos dos mil años de luchas sociales, en nombre de una versión fementida de ella.

Otro ultraje y otra vindicación al Directorio Revolucionario

Por Rosario Alfonso Parodi

Hace varios meses recibí por Facebook, mensaje de quien se presentaba como Andrés Albuquerque y me pedía autorización para utilizar “segmentos puntuales” de mi documental Los Amagos de Saturno en un “análisis sobre el juicio a Marcos Rodríguez”, sin especificar cuándo ni dónde. A pesar de ello, le respondí que lo podía hallar libre en la plataforma Vimeo y que no tenía inconveniente en que remitiera a los participantes de su análisis al link del mismo, pero que no autorizaba una utilización fragmentaria, parcial, de su contenido, por la tendenciosidad a la que se presta sacar de contexto fragmentos de documentales de testimonio, en especial uno como este, que abordaba tema tan complejo. El Sr. Albuquerque dio acuse de recibo, según él, muy agradecido por lo que llamó “mi célere respuesta” y concluyó diciendo que siempre consultaba a los autores, pues “el trabajo de los demás hay que respetarlo”.

Zanjado el asunto para mí hasta hace apenas una semana, cuando dos colegas historiadores y uno de mis compañeros de equipo de realización, me enviaron alarmados el link del programa en Youtube que se denomina Enfoque Ciudadano, conducido precisamente por esta persona que me contactó, Andrés Albuquerque. Un programa que, introducido por él, estaría verdaderamente a cargo del invitado que presentó como César Reynel Aguilera, hijo de un ex dirigente de la Juventud Socialista en la Universidad de La Habana en la década del 50.

Y resulta que a partir del instante en que este señor es presentado como “analista” que conducirá el tema del programa sobre el proceso a Marcos Rodríguez y el caso de Humboldt 7, hasta el minuto final de una emisión de casi tres horas, se realizará la disección selectiva más ensañada de Los Amagos de Saturno. Como forma de evasión a mi negativa, utilizarán el subterfugio de invitar a los espectadores a descargar un pdf, con capturas de pantalla de Los Amagos… además de dar lectura a cuánto me decían a mí los entrevistados, al contenido de las cintas magnetofónicas y los documentos, inéditos, que aportamos para graficar diferentes secciones de la historia, alternativa deshonesta que hallaron para apoderarse del documental y usarlo exactamente como aclaré por escrito no autorizaba, o sea, hecho pedazos, cortes y sub-ediciones interesadas.

Pero lo importante no es tanto la elección ilegítima de esta técnica, sino su finalidad: dar “color” a las más tendenciosas aseveraciones sobre el caso de Marcos Rodríguez y sobre los mártires de Humboldt 7, usando como ¡medio de confirmación! pistas que “el analista” dice haber hallado en Los Amagos de Saturno. Así veremos a este señor hacer uso de continuos fragmentos, ultra selectivos, del documental, como fondo para otorgar premios y castigos, que parecían por momentos ajustes de cuentas muy personales, además de seudo análisis “históricos” de grave connotación.

Por casi tres horas usaron Los Amagos de Saturno para arrasar con todo, con TODOS, y ofrecer una sola alternativa de verdad revindicada como ÚLTIMA VERDAD. En este caso, una conclusión que el “analista” llamó suya y llamó original, en la que Marcos Rodríguez no fue el delator de los mártires de Humboldt ante Ventura, sino ante su propio Partido, el Partido Socialista Popular, que con rejuegos más o menos elaborados de algunas de sus figuras más estalinianas, sacrificó primero a los 4 de Humboldt y después, no solo a Marcos, sino también a Edith García Buchaca y Joaquín Ordoqui.

Pero a esta tesis, abandonada, recuperada y vuelta a abandonar a lo largo de 60 años, no se limita el deshonesto ejercicio de desmontaje del proceso de Humboldt 7, que lleva adelante el “analista” en la emisión de Enfoque Ciudadano. Porque por medio de un documental hecho trizas, para elegir vocablos y líneas de documentos afines, practicó defenestraciones morales, asesinatos cívicos, acusaciones ilegales contra víctimas, testigos e investigadores, que en esta emisión progresaron bien con el TODO VALE que se eligió para afincar la verdad que el “analista” se empeñó en obligarnos a creer, irrebatible.

A pesar de que este señor es uno más de los muchos teóricos alrededor del proceso a Marcos Rodríguez que he conocido en la última década (después de la caja de Pandora que abriera la tremenda investigación del periodista Miguel Barroso en su libro Un asunto sensible) el atentado histórico que César Reynel perpetró en Enfoque ciudadano no solo tipifica todas y cada una de las características que he visto repetirse, recurrentes, durante años sino que, además, califica como molde y modelo del más pernicioso propagandismo anti intelectual.

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Dime de quién te ríes

Por Roberto Zurbano

Lo que escribí hace diez años

aun produce picazón.

Lo saqué del corazón

Y hoy me hace menos daño.

Pero no me llamo a engaño,

ni me duermo entre laureles,

pues no es asunto de pieles,

ni dejárselo a la ciencia.

A quien le falta conciencia

¡Seguro que no le duele!

El Festival Nacional Aquelarre es uno de los eventos más riesgosos del panorama cultural cubano porque el filo del humor sigue indagando en los conflictos sociales y políticos del momento. De ahí que la censura haya perseguido a este festival desde su fundación. No hubo desde entonces, suficiente capacidad para amordazar sus mejores chistes, tal y como fue imposible encarcelar al Bobo de Abela. ¿Hay muchas razones para reírse en la Cuba de hoy? No alcanzo a responder esta pregunta, sólo admiro la pasión por la cual muchos defienden ese arte, del cual celebro la dimensión crítica con que pretende mejorar al país.

El choteo suele generar, entre cubanos, una visión mediocre y deshumanizadora que marcó esta edición del Aquelarre durante su evento teórico: una conferencia, indirectamente, pretendió distorsionar un debate que cumplió 10 años, a propósito de un texto que publiqué un domingo como hoy en el New York Times sobre el racismo en Cuba (NYT, marzo 23, 2013). El material de estudio que la experta manejó fue la decima “humorística” (véase foto,) escritas a propósito de aquel debate, por El Club del Poste y otras piezas de humor racializado y homofóbico, que refuerzan su práctica discriminatoria y su menosprecio por la cuestión racial al que apuntó el texto del 2013. Este Club… es un grupo o tríada autoral de la provincia Villa Clara que alcanza fama a finales de los años ochenta por su labor satírica a través de la décima, siguiendo una tradición campesina que logran insertar en el entorno urbano de Santa Clara.

La conferencista, Laidi o Adelaida Fernández de Juan, a quien se agradece la reedición de las crónicas de Eladio Secades, es una narradora premiada por sus cuentos y conocida por su activa participación feminista en las últimas décadas. Mas, su visión feminista no roza el trasfondo homofóbico, machista y racista de buena parte de la obra de El Club del Poste y, en cambio, toma varias piezas para ilustrar su conferencia. No me sorprende que haya excluido ciertas décimas, públicamente lesivas, para importantes figuras públicas. Entre los vacíos del feminismo cubano más establecido está su ceguera ante el racismo y su falta de solidaridad con otros discriminados, en pacto cómplice con un modelo patriarcal que oprime más allá del sexo y el género. El chiste racista, aunque naturalizado en nuestra cultura, daña tanto como uno machista u homofóbico, generando la misma opresión sobre el pecho y sobre la sociedad.

En principio hubo una elección: ¿de quién nos reímos? Luego, un intencionado gesto de poder, oliendo a privilegio, que unas personas usan para someter a otras a “simpático” escarnio público, aderezado de comentarios que devalúan la obra y la persona escogida. Hay un exceso de poder y de la violencia simbólica con que la hegemonía blanca se está renovando en Cuba. Digo hegemonía blanca y no incluye a todas las personas así racializadas, sólo aquellas que configuran una sociabilidad estructurada por relaciones de poder (político, económico, mediático, cultural), a veces acompañadas de un grupito de subalternos negros y mestizos, todos centrados en la visión eurocéntrica que trata con prejuicios y otros sesgos a nuestra diversidad socio-cultural, imponiendo estrechas normativas y practicas institucionales verticalistas.

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Antón Arrufat: un hombre que exclama

Foto: Kaloian.

Por Julio César Guanch

En enero de 2008 Antón Arrufat me llamó para pedirme un texto sobre un libro de ensayos suyos, que debía exponer en un coloquio dedicado a su obra, en la Feria del Libro de ese año. Yo venía de trabajar por muchos años en el Instituto Cubano del Libro, y de haber trabado una hermosa amistad con Antón, amistad que pasaba también por el no menos querido Jorge Angel Pérez. En ese trato, quise y admiré profundamente a Antón. Ahora, pienso, no estoy seguro de habérselo dicho claramente. 

Amanezco con la noticia de su muerte. Y recuerdo nítidamente su sonrisa, su cariño, su conversación, y pienso en la enorme, inderrotable, dignidad de su vida. Lo hago con tristeza, preso de una soledad que cada día se me aparece más insalvable.

Lo que sigue es aquel texto de entonces, que Antón, al terminar, me agradeció a solas, con un gesto muy suyo, y que guardo en mi memoria, para saber cómo se debe agradecer. Fue esa también, “Gracias”, la palabra con que cerró su discurso de aceptación del Premio Nacional de Literatura. Muy pocas veces he escuchado pronunciar esa palabra como él lo hizo aquel día.

primero

En 1954 apareció en La Habana Diálogos sobre el destino, de Gustavo Pittaluga. El destino referido en el título era el de un cuerpo nacional: el cubano. En las palabras preliminares al libro, Jorge Mañach escribió: “Más de una vez he aludido a la confiada imagen que de Cuba solemos hacernos como una “isla de corcho” que jamás se hunde, sin que nuestro fácil optimismo advierta que eso nos declara también fofos y leves, flotando a la deriva por las aguas de la Historia”.

Como mismo se aseguraba, siglos atrás, que el hombre blanco estaba imposibilitado por naturaleza para el trabajo intenso bajo el “ardiente sol tropical”, con lo cual eran los negros los únicos provistos por la biología para los menesteres propios del sudor; muchos, en continuidad, aseguran que el trópico es geografía poco propicia para el ejercicio del recogimiento y la meditación, para ser, “como sabemos”, pasto fecundo del relajo y la pachanga. Así, lo fofo y lo leve parecen inscritos en la consistencia de nuestro paisaje histórico.

Un pensador piensa un solo tema, aseguraba Heidegger. Si un solo tema tiene el hombre discursivo que firma con el pseudónimo de Antón Arrufat es el de la densidad histórica de un cuerpo nacional: el cubano, y de la hondura y la vastedad de su reflexión sobre sí mismo.

Pero, antes, es necesario precisar: Antón Arrufat es el pseudónimo de un ensayista del siglo xx cubano, olvidado desde la propia aparición de este libro junto a toda su tradición: el pensamiento de ilustres desconocidos como Luis Rodríguez Embil, Francisco José Castellanos,  Emilio Gaspar Rodríguez, y un poco más allá también Fernando Llés y acaso Medardo Vitier.

Si Diálogos con el destino era en efecto un intento de producir una reflexión sobre Cuba que fuese más allá de un pensamiento “de andar por casa”, habrá encontrado continuación en El hombre discursivo. Parecerá una curiosidad, pero, en rigor, este libro es continuación de otros que le preceden en sesenta años y no de los que han visto la luz en los últimos diez. Sin embargo, Arrufat no debería perder el consuelo: como aseguraba Ernest Renan, autor sobre el cual he de volver, “el modo de tener razón en el futuro es resignarse a estar pasado de moda”.

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La historia del algoritmo. Los “fallos” de la Inteligencia Artificial

Petición a la IA: retrato realista de los héroes cubanos de la independencia de 1868 y 1895, que incluya a Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Antonio Maceo y Guillermón Moncada.

Por Julio César Guanche

En 2021 un hombre, afroamericano, fue arrestado en Michigan, y esposado frente a su casa delante de su familia. La orden de detención fue generada por un sistema de Inteligencia Artificial (IA), que identificó al sujeto como el comisor de un hurto. La IA había sido entrenada mayoritariamente con rostros blancos, y erró por completo al identificar al infractor. Probablemente, haya sido el primer arresto injusto de su tipo.

Ese mismo año, en Holanda 26 mil familias fueron acusadas de fraude. El dato en común entre ellas era poseer algún origen migrante. El hecho llevó a la ruina a miles de inocentes, que perdieron casas y trabajos, obligados a devolver dinero de la asistencia social.

Se trataba de un error que generó una “injusticia sin precedentes” en ese país. El gabinete renunció ante el escándalo. El diagnóstico del supuesto fraude lo elaboró una IA.

La IA: utopías y distopías dataístas 

Por más novedosa que sea la IA, no es nuevo el lugar de las matemáticas en el procesamiento de asuntos sociales.

La filosofía rebosa de utopías dataístas. Para Tomás Moro, la instauración de un nuevo método de gobierno debía basarse en una herramienta que garantizara la excelencia en la administración de los negocios: las matemáticas. Con la IA, la utopía de “la buena administración de las cosas y el buen gobierno de las personas”, de Saint-Simon, promete una renovada oportunidad a través de algoritmos procesados por máquinas, no por gusto llamadas “ordenadores”.

La IA supone la interacción entre un software que aprende y se adapta, un hardware con poder masivo de cómputo, y cantidades ingentes de datos. Ha sido definida como “una constelación de procesos y tecnologías que permiten que las computadoras complementen o reemplacen tareas específicas que de otro modo serían ejecutadas por seres humanos, como tomar decisiones y resolver problemas”. 

Son muchas sus ventajas: toma de decisiones informadas, gestión masiva de información, lucha contra la crisis climática, restauración de ecosistemas y hábitats, retardo de pérdida de biodiversidad, eficiente colocación de recursos sociales, mejora de ayuda humanitaria y de asistencia social, diagnósticos y aplicaciones de salud, control de flujos de tráfico, etcétera.

Ahora, las distintas connotaciones políticas de los usos de las matemáticas han sido advertidas de muchas maneras. Engels le decía a Marx en 1881: “Ayer, por fin, encontré las fuerzas para estudiar sus manuscritos matemáticos y, aunque no utilicé libros de apoyo, me alegró ver que no los necesitaba. Lo felicito por su trabajo. El asunto está tan claro como la luz del día, así que no deja de extrañarme la forma en que los matemáticos insisten en mitificarlo. Debe de ser por su manera tan partidista de pensar”.

Karl Popper, el autor de La sociedad abierta y sus enemigos, considerada la “biblia de las democracias occidentales” por Bertrand Rusell —él mismo matemático—, comenzó su carrera como profesor de matemáticas y física.

El Leviatán, de Thomas Hobbes, un programa político de todo punto antirrepublicano, decía que un buen gobierno procede de la modelización sobre una máquina: “este gran Leviatán llamado REPÚBLICA o ESTADO no es otra cosa que un hombre artificial, aunque de estatura y fuerza superiores a las del hombre natural”. 

La IA, ese “hombre artificial”, promete ser neutral, pero es muchas veces parcial: produce así un “leviatán algorítmico”. Con frecuencia, opera con una caja negra: se conoce la información suministrada al algoritmo, pero se desconoce el proceso seguido por este para alcanzar determinado resultado. En esas condiciones, si existe discriminación, se ignora si se produjo sobre la base de sexo, etnia, color de la piel, edad, religión, ideología, u otra dimensión. 

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A Nicaragua, otra canción urgente

Ilustración de la alianza de medios centroamericanos Otras Miradas

Por Julio César Guanche


La entrada a Managua del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en julio de 1979, despertó la admiración mundial por ese pequeño país, de unos tres millones de habitantes entonces. En medio de la Guerra Fría las palabras nicas y contras dividieron las coordenadas de lo justo en el mundo de entonces.

La década revolucionaria significó formas de compromiso con los pobres no experimentadas antes en ese país. El proceso abrió vías de distribución de recursos, acceso al Estado y movilidad social para los empobrecidos. La educación popular, en el paradigma de Paulo Freire, encontró su lugar en Nicaragua.

El nuevo proceso logró avances en formas de democracia popular, desarrollo de la sociedad civil y produjo altos grados de participación electoral. El providencialismo presente en la cultura popular fue reelaborado, en parte, por la Teología de la Liberación. El marxismo crítico se afincó en el análisis de dicho contexto. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) mantuvo lazos con la Internacional Socialista, en una vía particular de no alineamiento.

El regreso de Daniel Ortega en 2006 a la Presidencia, tras tres candidaturas fallidas, fue recibido de muy diferente manera. El reparto conocido como piñata, el clientelismo, la cultura de la corrupción, la creación de élites oligárquicas revolucionarias, y el ajuste de cuentas entre la dirección sandinista, eran su cosecha. Con el tiempo, tras 2006, esas prácticas se acentuaron en búsquedas de alianzas y consensos, con pactos catastróficos para los ideales sandinistas.

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El futuro, por más que traten de taparlo los discursos, quizás esté comenzando ahora

Por Julio César Guanche

Minnie Miñoso fue una Estrella en la MLB, jugando con los Chicago White Sox, donde también jugó con gran éxito “Potrerillo” Consuegra, como luego harían José Ariel Contreras y Orlando —El Duque— Hernández. Allí hoy militan Yoan Moncada y Luis Robert Jr., que integraron el equipo cubano al Clásico. A aquel equipo, algunos le llaman the Cuban White Sox. Moncada dijo que jugaba por Cuba por él mismo y por su padre. Fue la estrella del equipo cubano, tras lo cual regresará a Chicago.

José Ariel Contreras, ya después de su estrellato en la MLB, dijo que su padre era “revolucionario, como todos los campesinos de Cuba”. Dijo que no sabía que decirle a su padre tras la decisión de quedarse. La respuesta de su padre fue: “usted es uno de mis negritos. Yo soy tu padre en Cuba, en los Estados Unidos y en la luna”. (Ambos me recuerdan a Pedro Luis Ferrer: “Mi padre fue comunista, yo no tanto como él, pero quien toque a mi padre, tiene que darme también”) Contreras también dijo entonces, cito de memoria, que Pedro Luis Lazo era el mejor pitcher de Cuba, que era su amigo, y que siguieron hablando después de él quedarse. Lazo ha sido el entrenador del picheo cubano en el Clásico. Los locutores del juego de ayer, venezolanos, dedicaron muchos minutos a alabar su «historia legendaria” y su calidad de MLB. Lazo ha regresado a la Habana.

Un amigo, Randdy Fundora, me hizo notar que las canciones que corearon los jugadores cubanos en el vestuario, tras sus dos victorias iniciales, son “El campeón”, de Kimiko y Yordy, y “Ustedes están locos”, de Gente de Zona. La primera fue un himno reciente para los migrantes de la durísima ruta por Nicaragua. La segunda es un tema de 2011 de Gente de Zona, famosos autores, luego, de Patria y Vida.

Yadir Drake juega pelota profesional en México, antes fue un icono del equipo de Matanzas. En una entrevista, Drake habla de que “nuestra religión” quizás ayudó al equipo, habla sobre el respeto al dolor que cada cual necesita expresar, y de la necesidad de respetar diferencias ideológicas. En una directa después del juego de ayer, dice que “mucha patria y vida” y “mucha libertad”, pero en el estadio le tiraron cosas, y duras ofensas, a familias de los peloteros cubanos, incluyendo a sus niños.

Junto con haber llegado a semifinales, ese equipo obtuvo otra clase de éxito: haber vivido una mezcla difícil de reducir a consignas. Por debajo del grito estentóreo de los discursos irreconciliables, ese equipo ha mostrado algo que debería ser obvio: solo hay productividad, deseo, esperanza, futuro, posibilidad de ganar, en convivir en la mezcla, por más difícil, e incluso incompleta, que esta sea.

En el terreno, ese equipo tomó decisiones, produjo realidades y creó posibilidades. Hay allí, aunque ambigua, frágil, limitadamente, una idea del “nosotros”. Ellos hablaron sobre cosas, mientras muchos solo hablan sobre sí mismos dentro de un esquema político interesado exclusivamente en la total destrucción del otro.

Nada de esto tapa la enorme crisis de décadas del deporte nacional, y otras grandes crisis que la sustentan, pero permite avizorar algo: Miñoso está en el Hall de la Fama de Cooperstown y en el de Cuba. Es el pasado de una ilusión, pero el futuro, por más que traten de taparlo los discursos, quizás esté comenzando ahora.