Nación e integración en los albores del siglo XX cubano: una mirada desde Previsión

José Rosario y Liborio. Previsión.30 de marzo de 1910

 

Por Loreto Raúl Ramos Cárdenas

“El Partido Independiente de Color, hoy prepotente desde Oriente a Occidente, llama a su seno a todos los hombres sin distinción de razas para terminar con la obra redentora del inmortal Martí: la República con todos y para el bien de todos. El PIC nace a la vida pública para hacer Patria, para que los derechos del ciudadano sean libres, para anular la dictadura gubernamental y para que todas las clases sociales tengan su legítima representación en el país”

Julián Valdés Sierra “La República y los cubanos de color”

Previsión, Septiembre 15 de 1908

 

El artículo que a continuación reproducimos se enmarca en el breve pero intenso período de tiempo en que quedó grabado para la historia de Cuba el proyecto político del Partido Independiente de Color (PIC).

Redactado en un lenguaje asequible y a la vez comprometedor, su autor, el Teniente Coronel del Ejército Libertador Julián Valdés Sierra[1] —combatiente de la tropa del Lugarteniente General Antonio Maceo y con posterioridad dirigente de los Independientes de color— asume desde la perspectiva de la ficción y la caricatura la defensa de los hombres de piel oscura, como se conoce, olvidados y sumidos en el anonimato tras el fin de una guerra que dejó como herencia una República distante a la del proyecto esbozado por el genio político de José Martí.

La propuesta de Valdés Sierra, titulada “Una presentación importante”, muestra por primera vez en el periódico Previsión[2] la caricatura del negro José Rosario, personaje ficticio creado por la redacción de este órgano con el propósito de “emparejar” la imagen del cubano, en comparación con la que mostraban otros medios como el Diario de la Marina, El Liberal o El Triunfo, pero en especial La Política Cómica.

Esta publicación semanal de carácter satírico, fundada en 1905, fue la que popularizó el personaje de Liborio como representación del cubano sencillo y pobre que reaccionaba con sarcasmo sui generis a la explotación y arbitrariedades de sus gobernantes.

Como podrá advertir el lector, el intercambio entre Liborio y José Rosario hace referencia entre otros asuntos, a la conspiración del negro liberto José Antonio Aponte[3] en el año 1812 y al proceso judicial conocido como “La Escalera” en el año 1844, eventos que dejaran una impresionante secuela de crímenes contra negros esclavos y libres en toda la isla. Los hechos quedarían grabados en la historia nacional como muestras del más bárbaro racismo que caracterizó el período colonial.

José Rosario y Liborio, en Previsión.

 

El texto también hace referencia a los Capitanes Generales Leopoldo O´Donell —autor intelectual de la masacre de 1844— y Valeriano Weyler, sanguinario personaje que provocara un holocausto humano, producto de su criminal política de reconcentración de la población campesina en las ciudades durante la última etapa de la guerra del 95, en un vano intento por detener el empuje de las fuerzas mambisas en su misión liberadora.

De esta manera, ambos personajes —José Rosario y Liborio— se convierten en justificación para un interesante intercambio, que concluye en un pacto estratégico entre ellos —que no olvida las diferencias en sus orígenes y en su presente—, en pos del objetivo común: la independencia de la patria.

Todo lo anterior constituye, a nuestro entender, una muestra del nivel de compromiso patriótico y de las vivencias acumuladas por Valdés Sierra durante la guerra y en plena República, donde ejerció primeramente como director de una escuela militar y después como integrante del primer comité ejecutivo del PIC, con el cargo de vicesecretario.[4]

Esta personalidad, además de administrador, se convirtió en asiduo articulista del periódico, una publicación que, no obstante su limitada edición, constituyó un firme abanderado en la lucha por la reivindicación y la justicia del negro cubano a inicios del siglo XX y el medio de expresión más radical de ese sector poblacional.[5]

Liborio y «Herodes Estenoz». La Discusión. 5 de febrero de 1910.

 

Sirva este material a los cubanos de hoy en aras de contribuir al rescate de nuestra verdadera identidad como nación y un arma de combate contra cualquier intento de discriminación o división por el color de la piel.

Una presentación importante[6]

Alguien ha tenido la peregrina idea de personificar al pueblo cubano en la típica figura del campesino blanco de este país; pero el cubano que se fije bien en esta premeditada ocurrencia, ha de convenir en que carece de un detalle digno de ser tomado en consideración: y es que el tal Liborio es blanco, o parece serlo, y no se explica que siendo el pueblo cubano uno de los mas heterogéneos del mundo, pueda estar bien personificado en la figura de este humilde ciudadano que por su tipo, no representa nada más que a una de las dos entidades que forman el total de la población cubana.

Nosotros que no hemos pasado desapercibido este detalle, por ser demasiado conocedores de nuestros intereses, hemos creído oportuno y necesario personificar en otra figura tan típica como la primera, a la otra parte de nuestra población para que representada tal y como es nuestra República, pueda el lector apreciar los efectos que en la vida nacional pudieran causar los acontecimientos presentes, y los que en el futuro el porvenir nos tenga reservado: y en tal concepto, hemos creado la no menos interesante figura de José Rosario y el cual tenemos el alto honor de presentar como cubano criollo puro también.

Lógico y natural es que al presentar en la escena nacional estas dos importantes figuras que representan los dos elementos constitutivos del verdadero pueblo, cumplamos gustosos el deber de dar a conocer (después de sus generales) las respectivas notas biográficas de tan interesantes personalidades y los vínculos que unen a nuestros dos protagonistas en lo que con la nacionalidad se relaciona.

Hechas estas aclaraciones que hemos juzgado pertinentes, entramos en materia.

El deber de cortesía nos indica empezar por Liborio, tanto por ser conocido ya, cuanto porque con José Rosario estamos relevados de esos cumplidos debido al mayor grado de afinidad que a él nos liga.

Liborio es un hombre de mediana estatura, delgado, con una cabellera algo rizada, de color entre blanco y cobrizo, que justifica ser oriundo de los primeros colonizadores, que unidos a las únicas mujeres que encontraron contribuyeron al aumento de la población en aquella época.

Viste siempre el traje de bracero o campesino, usa largas patillas que le dan aspecto de isleño canario, es de constitución física algo débil y de costumbres modestas y sencillas pero demasiado ambicioso y bastante lleno de vanidad.

Aunque nació en el campo pudo recibir alguna instrucción, razón por lo que más que como Machetero siempre ganó el sustento como empleado secundario en las pocas fincas donde por lo general desempeñaba el cargo de Mayoral de las dotaciones.

Tales son los rasgos más salientes de sus generales. Pasemos a conocer a José Rosario.

José Rosario, nombre del padre y de la madre que usa como recuerdo a sus progenitores, este cubano es un hombre negro como el ébano, joven, de regular estatura, constitución física demasiado fuerte, con una dentadura en extremo blanca que solo deja ver cuando se ríe a medias; de un carácter enérgico y un valor rayano en la temeridad, con poca instrucción pero con muy buen sentido práctico de costumbres en extremo sencillas y sin pretensión alguna.

Viste pantalón y camisa de listado con las faldas metidas dentro del pantalón, pelado a rape y afeitado completamente, zapato de baqueta, sombrero de yarey y no deja de traer el yaguarama al cinto nunca; pues con ese contundente instrumento ha ganado todo cuanto posee; y como es buen jinete, casi siempre usa polainas.

Estos dos cubanos que siempre venían trabajando en la misma finca (aunque desempeñando distintas funciones) llegaron a comprender que los malos tratamientos y falta de consideración de que eran objeto por parte del administrador, solo era debido a su cualidad de hijos del país, condición que como si fuese un delito siempre les echaba en cara el tal empleado.

Era este un isleño canario llamado Don Valeriano, de instinto feroz y sanguinario y enemigo gratuito de todo lo que con Cuba pudiera relacionarse.

José Rosario sufría en silencio las consecuencias de aquella situación y no se decidió a tomar ninguna resolución, temeroso de pasar algo parecido a lo que pasó a un pariente suyo llamado “Aponte” por haber tomado la iniciativa en un caso análogo; no así a Liborio que por su empleo de mayoral se comunicaba más con Don Valeriano que siempre lo trataba con demasiado desdén.

Liborio herido en su amor propio deseaba vengarse de Don Valeriano, pero le tenía un miedo atroz; y una noche se acordó de José y dijo:

“Este negro es fuerte, joven y guapo y supongo que tendrá también deseos de cambiar de situación por más que nunca dice a ese respecto; lo que me induce a suponer que si acepta y realizamos la empresa juntos, no ha de ser muy exigente en lo tocante a su recompensa; y caso de que lo fuese, ya veríamos la manera de contentarlo con algo, que al cabo sería poca cosa”.

Y así pensando, resolvió hablarle del asunto a José.

Al día siguiente en el trabajo y contra su costumbre, Liborio se acercó a José y le dijo:

– Cuando se acabe la fagina tengo que decirte una cosa que te interesa. Te espero detrás de la enfermería.

José Rosario, por más que extrañó aquella cita, acudió con ansiedad y cuando estuvieron juntos, José, pensativo dijo:

– Ya estoy aquí. ¿De qué se trata?

– Te he llamado – dijo Liborio – porque supongo que tu desearás mejorar tu situación. ¿No has notado como está Don Valeriano, cada día más abusador? Y como creo que hay modo de salir de él, quiero tratarte de eso, ¿qué te parece?

– ¿Qué hay que hacer? – dijo José Rosario fijando la vista en su compañero.

Liborio se acercó y poniéndole la mano en el hombro, le preguntó en voz baja:

– ¿Tú eres buen cubano?

– A mi no se me pregunta eso – dijo José Rosario.

– Tú sabes- dijo Liborio- que hay cosas que no se pueden hablar con todo el

mundo por…

– Y tu sabes – dijo José Rosario interrumpiéndole – que yo soy diferente a todo el mundo y por eso te vuelvo a preguntar ¿qué hay que hacer?

– Liborio se acercó más a José y en voz baja le dijo al oído:

– La independencia de nuestra patria.

José miró a los dos lados y satisfecho de no ser oído más que de Liborio, dijo:

– ¿Cómo? ¿Tú también piensas en eso?

– Sí – dijo Liborio – pero…. yo solo no me atrevo y…quiero saber si tú estás dispuesto a ser mi compañero.

José Rosario se rascó la cabeza como queriendo recordar algo y se quedó pensativo.

– ¿Qué te pasó – dijo Liborio.

– Ahora me recordaste tú – dijo José Rosario – lo que le hicieron a Juan Pascual y a Pío en el año cuarenta y cuatro, y por eso….

– Pero yo no tuve la culpa – contestó Liborio algo turbado.

Eso lo hizo don Leopoldo que era lo mismo que don Valeriano.

– Sí, los dos son malos – dijo José – pero lo mismo con don Leopoldo que con don Valeriano tu siempre has sido mayoral, mientras ellos te tratan bien, no te acuerdas de la dotación y cuando te hacen algo, eres el primero que gritas.

– Oye, José —dijo Liborio— no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista; ese refrán lo aprendí de mi padre y nunca lo olvido.

– Cuerazo que guanta congo, Sambiampungo va contando —dijo José Rosario. Eso decía un viejo talanquero y no se me olvida tampoco; pero si eso es verdad, los cuerazos que se dieron el año cuarenta y cuatro en la escalera, deben estar apuntados en alguna libreta, ¿tú no lo crees Liborio?

– Precisamente por eso es necesario unirnos para averiguar quien tuvo la culpa de esa desgracia – dijo Liborio.

– ¿Hó? – dijo José Rosario dejando ver parte de su blanca dentadura. Y oprimiendo el cabo de su machete, apuntó:

– Cada vez que recuerdo que lo juró mi primo Plácido sobre la tierra endurecida y no se ha cumplido por ninguno de nosotros dos; quisiera tener los recursos que tú tenías para cumplirlo yo solo.

Liborio asombrado de la rápida resolución de aquel hombre, le dijo:

– ¿Tú has pensado en lo peligroso de esa empresa, José?

– ¿Conque tú me convidas para estar pensando en el peligro que corremos? Ahora te pregunto yo a ti, ¿tú eres un buen cubano? – dijo José Rosario y fijó la vista en Liborio.

– Pero no soy fuerte como tú – contestó Liborio afligido – No importa – dijo José Rosario – lucharemos juntos y tomaré la parte más difícil para mí como más fuerte. Ves tranquilo y cuando llegue la hora me vuelves a poner la mano en el hombro; pero eso sí, con una sola condición.

– ¿Cuál? – dijo Liborio con ansiedad.

– Que el primero de los dos que trate de hacer traición debe morir a manos del otro.

¿Aceptas? – dijo José Rosario.

Y fijó en su compañero una mirada tal, que aquel, comprendiendo lo que aquella pregunta significaba, miró con asombro a José y algo pálido y vacilante contestó:

– Acepto.

Desde aquel día y aquella hora, quedó firmado un pacto de honor entre aquellos dos cubanos que tomando solo a Dios por testigo, juraban romper las cadenas que los envilecía y degradaba ante los hombres libres.

 

 

Loreto Raúl Ramos Cárdenas es Historiador, Master en Ciencias y especialista en Archivística del Archivo Nacional de Cuba.

 

Nota: Hasta donde conozco este documento —ni su saga, pues el personaje de José Rosario continuó siendo empleado en Previsión—ha sido poco estudiado. Ya antes publiqué una versión de este texto en La Cosa. Aquí aparece ahora con la valiosa introducción de Loreto Raúl Ramos Cárdenas. Otra notable excepción es Aline Helg, que tras analizar el documento y las caricaturas de José Rosario lo considera “similar a la representación de Changó, para personificar el sentido común y el nacionalismo cubano”. (p.208) Helg también reproduce imágenes del personaje de José Rosario en Lo que nos corresponde. La lucha de los negros y mulatos por la igualdad en Cuba (1886-1912), Imagen Contemporánea, La Habana, 2000. (Julio César Guanche)

[1] 1 “Hijo de Manuel y de Nicasia, de 48 años de edad en 1902, viudo, de profesión militar y músico, vecino de esta capital, con residencia en la calle Santa Rosa No 6A y con instrucción, perteneciente al Ejército Libertador, en el que obtuvo el grado de Teniente Coronel”. Datos aportados por el General José Miró Argenter, Jefe del Archivo del Ejército Libertador, en: Archivo Nacional de Cuba (ANC) Fondo: Audiencia de la Habana Leg 228-1

[2] 2 Publicación política del partido, cuya primera edición data del 30 de agosto de 1908.

[3] El 9 de abril de 1812 fue ahorcado en el Castillo de La Punta el revolucionario cubano José Antonio Aponte Ulabarra, negro libre influenciado por la gesta independentista de los EE.UU. y la Revolución Haitiana. Aponte encabezó un movimiento político de grandes proporciones contra el régimen colonial, que fue abortado con rapidez por las autoridades españolas. Tras su ejecución y a manera de escarmiento público, su cuerpo fue mutilado para exponer su cabeza en una céntrica esquina de la ciudad, aproximadamente, en la intersección que forman las actuales calles Carlos III y Belascoaín.

[4] ANC Fondo Secretaría de la Presidencia Leg 22 exp. 33. Carta remitida al Gobernador Provisional de

Cuba Charles Magoon, referente a los propósitos de la Agrupación Independiente de Color.

[5] En su edición del 7 de diciembre de 1908, el periódico Previsión insertó una nota del Director- Jefe de la

Escuela Militar Antonio Maceo, Coronel Julián Valdés Sierra, en conmemoración del 12 aniversario de la

caída en combate del Titán de Bronce.

[6] Previsión, 30 de Diciembre de 1909. Este periódico fue el primer y más importante órgano propagandístico del PIC, hasta su clausura a mediados del año 1910. Le sucedieron —con menor frecuencia— los periódicos Reivindicación, Unión Oriental, La Razón y Equidad. Ver: Manifiesto de la Comisión Reorganizadora del PIC en el Municipio y provincia de la Habana. Noviembre de 1911. Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Audiencia de la Habana Leg 710 -1

Deja un comentario